martes, 20 de mayo de 2025



1342

 

 

 

DE LA DECADENCIA DE LA POLÍTICA EN EL CAPITALISMO TERMINAL

 

Andrés Piqueras

 

(38)

 

 

 

 

 

PARTE II

Del in-politicismo teórico-práctico

 

 

 




MARXISMO AUTONOMISTA

 

(…) No obstante, nada parecido al “obrero-masa” se mostraba ante sus ojos. El “precariado”, el “auto-empleado” se proponían como nuevos descriptores sintéticos, pero sería finalmente el amorfo y nada definitorio término de “multitud” el que vendría a intentar cubrir las ausencias de análisis de correlación concretos entre lo que habían sido los primordiales enunciados de esta Escuela: la composición técnica y la composición política de clase (Wright 2014). En lugar de esos análisis, el marxismo autonomista nos ofrecería en adelante cavilaciones abstractas. Para esta corriente la nueva composición de la fuerza de trabajo y las nuevas formas de consumirla productivamente darán lugar a formas organizativas sociales que desbordan la forma-partido, para hacerse (¿de nuevo?) multitudinarias; también con una horizontalidad creciente (al menos en la imaginación de Negri). Tras constatar la situación de partida hoy, que noes otra que la de descomposición de los sujetos sociales y políticos del capitalismo keynesiano, incluido el movimiento obrero histórico, y la vuelta a formas más desestructuradas, discontinuas y espontáneas de acción colectiva, la corriente autonomista recupera el concepto de multitud, pero ahora para dotarle de una cualidad afirmativa, de potencia revolucionaria. La multitud deviene en su interpretación un entepost-político, un enorme cuerpo social que se mueve de forma tan inopinada como concluyente, sin estructuras ni anclajes orgánicos, sin elementos cerrados, pero con una gran “potencia” en su propia vitalidad, en su mismo existir. Porque para los autores autonomistas el Trabajo se opone al Capital desde un inicio, es constitutivamente antagónico, y se expresa en esta fase en forma de multitud. Como tal es un sujeto que encuentra en su propia constitución, al parecer indefectible e irreversible, lo absoluto de su potencialidad. Y dado que el obrero socialtiene en el presente la capacidad de apropiarse del mando del conjunto de procesos productivos, en esa figura están ya impresas las condiciones del comunismo. No hacen falta, por tanto, periodos de transición: el comunismo deviene simplemente de la potencia realizada(Stavinsky, Cavalfero y Luzza, 2018). 

 

“Negri está convencido de que la profecía de Marx ya se ha realizado: no es un trabajo más largo el que crea riqueza, sino la ciencia y la tecnología –el intelecto general– cuyo sitio no es la fábrica, sino la sociedad. El capitalismo ya está muerto, sobrepasado por su propio desarrol o, económicamente inútil. Sobrevive como pura voluntad de poder, como mera coacción ‘política’, ahora desconectado del objetivo de la valorización. El resultado es paradójico en la medida en que conduce a una reversión completa de las posiciones originales del operaísmo. Por un lado, la vieja ortodoxia que compuso el objetivo principal de las críticas desarrolladas en Quaderni Rossi – el ‘desarrollo de las fuerzas productivas’ impulsando la historia hacia el comunismo – se revive con la única diferencia de que en la posición de Negri son las luchas de los trabajadores (no la ‘ley de la plusvalía’, como señalaba Panzieri) las que obligan al capital a tomar el camino de la innovación tecnológica. Por otro lado, la resistencia al capital, originalmente situada en el ámbito de la producción y considerada como impracticable en el ámbito de la circulación y consumo de mercancías, se localiza ahora en ‘las prácticas de reproducción de la fuerza de trabajo’ –una categoría que comprende la totalidad del comportamiento de los trabajadores fuerade la fábrica (desde el consumo hasta la educación y la organización del ocio)–, considerada dotada de autonomía e investida con un valor anticapitalista inmediato” (Turchetto, 2008)



No deja de parecer chocante esta interpretación en un contexto de brutal destrucción social. Formenti (2020) lo interpreta como que Negri quiere hacer de la necesidad virtud, pues “multitud”, en cuanto que sociedad atomizada, individuos alienados, convertidos en replicantes de los parámetros del nuevo poder (neoliberal), empresarios de sí mismos sujetos a una permanente curriculización de su vida para ser alguien (Piqueras, 2018), es en lo que la ofensiva del Capital ha reconvertido a la mayor parte del Trabajo. Pero en vez de evaluarlo como una descomposición social o un retroceso histórico, en el autonomismo este proceso se toma como una condición insurreccional o pre-revolucionaria. Chocante, digo, cuando ya incluso el mismo Hegel advertía del desastre de una crisis que desembocaría en el renacimiento de las plebes del imperio (Bensaïd, 2006). Además, para Negri –como le criticara Laclau–, el pasaje del particular al universal no requiere de ningún tipo de mediación en tanto la multitudconformaría el sujeto universal cuya voluntad es la voluntad común, y su lucha es la lucha de toda la humanidad. La rebelión es, en consecuencia, no sólo algo inmanente, dado, sino “un proyecto de amor” y armonía, en palabras del autor italiano. 

 


“A falta de encontrar las fuerzas capaces de acabar con la fatalidad actual, la efusión amorosa alimenta el cimiento de una nueva religiosidad profana (…) Sin duda esta mística social de la plebe o de la multitud no es más que un signo de los tiempos de transición”

(Bensaïd, 2006). 

 

 

Y más en concreto, de los tiempos de derrota social, pero que a la vez son propios de la degeneración del valor-capitaly de la políticaque le es aneja, apostillaría yo al gran Bensaïd. Fagioli (2016) nos dice que contra los dispositivos disciplinarios foucoltnianos, contra las técnicas biopolíticas y los mecanismos de aprehensión del alma (Berardi) contra la nopolítica de Lazzarato, Negri opone simplemente la política inmanente, como expresión espontánea y a la vez elemento productivo autónomo del mundo, liberador de la explotación. Nos encontramos ante la prioridad ontológica de la resistencia por sobre cualquier poder. La resistenciacristaliza la productividad de la vida y de la cooperación como potencia. La oposición Capital/Trabajo,–subjetividad/dominación–, se hace intrínsecamente alternativa y ya no dialéctica. Esto se puede entender si consideramos que a pesar de lo que suscita el término en cuanto que reacción dependiente del accionar de otro, la resistenciaes concebida como algo más allá del antagonismo: es alternativa en sí misma. La vida se pone inmediatamente como libre y constructora del mundo. 

 


Es intrínsecamente un poder constituyente, expresión radical de lo nuevo, que ya no requiere del concepto de transición (Fagioli, 2016). Se trata de un paso absolutoa través de la propia potencia constitutiva.  Con estas máximas ajenas a cualquier constatación fáctica se pergeñan los peldaños para-teóricos del MAUT, donde la importancia conferida a la política es primordial, pero se la aplica tal inmanentismo (lindando con el misticismo en cuanto que, como vengo diciendo, concibe la multitudcomo un ente supra-social etéreamente compacto, y en cuanto que se propone su identificación con el Todo), que no permite ver la dimensión negativa de explotación-dominación-alienación que atraviesa y configura la vida social (y contra la cual la rebelión no está garantizada, ni mucho menos los éxitos de ésta). La agencialidad del Capital, como sujeto con alta conciencia de clase y fuertemente coordinado, en forma de estructuras de poderes, complejos dispositivos culturales, educativos, militares, policiales, ideológicos… es sencillamente guardada en el armario de lo relegado. 

 


Si el empeño de Marx fue trascender una filosofía de la historia (de la que él mismo fue influido en su juventud) en una filosofíaen la historia, la proyección de una potencialidad ontológica en un desarrollo histórico conduce a una variante antropológica de una filosofía de la historia, donde lo que resulta es lo que está latente. La multitudse contempla, se teoriza, como totalmente separada y autonomizada del capital. Si el puebloes la sustancia propiamente política del Estado, la multitudes para el negrismo una suerte de desorden rizomático que socava la sociedad del capital. Ya el operaísmo partía de que el trabajo vivo no sólo crea los medios de vida social, sino la vida social en sí misma (con lo que las fuerzas productivas son inmediatamente traducidas en relaciones de producción). El capital quedaba transformado en un mero parásito de la productividad creativa del trabajo vivo. Parasitismo que es vencido finalmente por la multitud. Ésta representa a la vez la condición y el resultado del cambio social; en el a está la disolución del viejo orden y la generación del nuevo. Es el idealismo de la clase-no claseconcebida como el agente capaz de transcenderse a sí mismo en la disolución del orden de clases (Altamira, 2006). 

 

 

Idealismo salpicado a veces de materialismo simple, feuerbachiano,  desprovisto, como los mismos autores proclaman, de dialéctica. Sin mediación social alguna, Negri hace dar el salto de una instancia pre-política, como es la multitud, a una condición post-política, convertida en un sujeto constituyente universal (sin fisuras, ni conflictos, no digamos ya clases, ni desigualdades internas), que al final abole la propia política y que se ha constituido a sí mismo en virtud de la evolución del capitalismo a su estadio “cognitivo”. Nueva versión del espontaneismo milenarista que ha adquirido notable influencia. Recordemos que las concepciones espontaneistas postulan cierta autonomía preestablecida de las relaciones humanas, cierta disposición originaria inhibida del sujeto social, de modo que para alcanzar la emancipación sólo hace falta despojarse de las instituciones que,  roussoneanamente, estropean la bondad natural, esto es, el “comunismo” espontáneo de las masas (aquí hay que remitir sobre todo a la corriente anarquista y las versiones más ingenuas del contrato social que veían la posible supresión del Estado y del Mercado de forma tan inmediata como a menudoaparentemente inopinada, y contemplaban a las masas de gentes convertidas espontáneamente en algo así como pueblo, unidas a través de su presunto compartimiento de una situación de igualdadfrente a una exigua minoría). 

 

Tales perspectivas, al igual que la elucubración sobre el poder disruptivo de las “mayorías” y “multitudes”, es ajena a la contrastación social, al análisis socioeconómico de las subordinaciones, acumulaciones de fuerza y relaciones de poder y, en definitiva, a cualquier atisbo de análisis de economía política y de historicidad. De ahí el creciente vuelco de las tendencias idealistas de la ciencia social actual bien hacia el ámbito “pre-político” bien al “post-político”; toda una “filosofía política” de moda que nos anima a ir “más allá de la izquierda y la derecha”, para iniciar una etapa “post-política” y “post-ideológica”, ensalzando el “masismo” o la inevitable irrupción de las masas. Al desdeñar la mediación política en función de la inmanenciarevolucionaria de la multitud, el autonomismo supera incluso a las versiones más ilusorias del anarquismo clásico recién aludidas. Versiones unas y otras a las que no les desanima la contradicción de contemplar al Sistema como omnipotente, al tiempo que sueñan con múltiples subversiones y superaciones del mismo, sin definir nunca, claro está, ni identificar agentes de carne y hueso, ni mucho menos trazar los pasos a dar y los obstáculos a vencer. De ahí, también, que su confianza haya estado tradicionalmente depositada en el contagio a través de la acción como clave para que el conjunto de la población se vaya sumando al movimiento. El movimiento pasa a ocupar el primer plano de los objetivos (como en el bersteniano “el movimiento lo es todo”), dado que aparentemente por sí sólo resolverá los problemas humanos, sin mediaciones ni transiciones, como si el paso de un tipo de sociedad a otra, de un modo de producción a otro, fuera un salto sistémico inmediato, donde prevalece el “todo o nada”, y como si el “homo solidaris” surgiera espontáneo del marasmo individualista. Se contempla así lo social(digamos, el movimiento espontáneo de las poblaciones) como autocomprensivo y autorrealizativo, hasta el punto de proponer una vinculación directa, inmediata, entre agentes sociales y sus praxis políticas, productivas y culturales, reactivando el tópico idealista de absorción de lo político en lo social…

 

(continuará)

 

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