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LA LUCHA DE CLASES
Domenico Losurdo
(40)
V
Multiplicidad de las luchas por el reconocimiento
y conflicto de libertades
EL INTERNACIONALISMO Y SUS FORMAS
Una vez superada la lectura binaria del conflicto, ¿cómo se entiende el internacionalismo? Su significado es evidente si partimos de la hipótesis de una «contraorganización internacional del trabajo» que se opone a la «conspiración cosmopolita del capital». Por el contrario, todo se complica si tenemos en cuenta las formas múltiples de la lucha de clases y, en particular, de la cuestión nacional. Es mucho más difícil fomentar la solidaridad internacionalista en un frente cuyos sujetos son muy distintos entre sí: unas veces una sola clase social (el proletariado), otras un pueblo en conjunto que lucha contra «la explotación de una nación por otra».
¿Cómo debe interpretarse entonces la consigna internacionalista («¡proletarios de todos los países, uníos!») con que termina el Manifiesto del partido comunista? ¿Pretende evocar un conflicto de carácter binario y un frente de lucha que lacera de un modo uniforme y transversal todos los países, de modo que en todas partes se enfrentarían casi exclusivamente las mismas clases sociales, el proletariado y la burguesía? La misma consigna se lee al final del Manifiesto inaugural (de la Asociación Internacional de los Trabajadores), que hace un claro llamamiento a los obreros de Inglaterra (y de los países industriales más avanzados) para que apoyen las luchas de «liberación nacional» protagonizadas por Irlanda y Polonia. Es más, el Manifiesto inaugural declara solemnemente:
«no fue la prudencia de las clases dominantes, sino la heroica resistencia de la clase obrera inglesa a su locura criminal lo que salvó al Occidente europeo de lanzarse ciegamente a la infame cruzada para perpetuar y propagar la esclavitud al otro lado del Atlántico»(MEW).
El internacionalismo proletario puede manifestarse apoyando movimientos de liberación nacional, que a veces (como en Polonia) consiguen formar un frente de lucha tan amplio que incluye incluso a la nobleza, y a un gobierno burgués (el de Lincoln) dedicado a reprimir por la fuerza de las armas la secesión esclavista.
Por otro lado, la «lucha nacional irlandesa» y la «emancipación nacional de Irlanda», al secar una fuente esencial de la «riqueza material» y la «fuerza moral» de las clases dominantes inglesas, hacen una gran contribución internacionalista a la «emancipación de la clase obrera» inglesa (MEW). Lo mismo que la lucha de clases, el internacionalismo puede presentarse de muchas formas.
Un «internacionalismo» que no tuviese en cuenta esta diversidad de formas sería ingenuo y peligroso. En vísperas de la revolución de 1848, Engels se mofa en estos términos de Louis Blanc, quien, pasando de puntillas por el imperio napoleónico y sus prácticas coloniales y semicoloniales, define a su pueblo como la encarnación misma del cosmopolitismo:
«los demócratas de las otras naciones [...] no se conforman con la garantía que dan los franceses, de que ellos ya son cosmopolitas; dicha garantía equivale a pedir que todos los demás se hagan franceses» (MEW).
Más adelante tacha a Blanc de ser un «demócrata imperial» que pretende dárselas de revolucionario (MEW). Si el supuesto cosmopolitismo o internacionalismo elude la cuestión nacional y la tarea, realmente internacionalista, de apoyar a las naciones oprimidas, cae fácilmente en un chovinismo acrítico y exaltado.
Este es también el punto de vista de Marx, quien, después de burlarse del «cinismo propio de un cretino» con que Proudhon se refiere a la aspiración polaca de sacudirse el yugo ruso, liquida como «stirnerismo prudonianizado» la tesis de que «toda nacionalidad y las propias naciones» son «prejuicios anticuados» (préjugés surannés). Es una carta a Engels del 20 de junio de 1866, que prosigue así:
Los ingleses se rieron mucho cuando empecé mi discurso observando que el amigo Lafargue y otro, que han abolido la nacionalidad, nos hablaban «en francés», es decir, en un idioma que no entendían las nueve décimas partes de los presentes. Más adelante insinué que Lafargue, sin darse cuenta, entiende por negación de la nacionalidad su absorción por la modélica nación francesa(MEW).
Esto nos recuerda la ironía con que Engels, casi veinte años antes, se refería a las declamaciones cosmopolitas e intemacionalistas de Blanc. Engels también evoluciona. En un texto de 1866 critica que los ilustrados franceses se hubieran dejado embaucar por la política de Catalina II y del zarismo en general. Rusia se erigía en protectora de los ortodoxos de Polonia. Los ortodoxos eran sobre todo siervos de la gleba, de modo que Rusia, junto con la bandera de la «tolerancia religiosa», no dudaba en enarbolar también la de la revolución social; intervenía en el país codiciado «en nombre del derecho a la revolución, armando a los siervos de la gleba contra sus señores»: he aquí un «modelo de guerra de clases» o «guerra de clase contra clase» (MEW).
Como vemos, si desdeña o suprime la cuestión nacional, la consigna más revolucionaria e internacionalista, lanzada por el propio Marx en Miseria de la filosofíapuede servir para legitimar el chovinismo y el expansionismo. El análisis de Engels es atinado. Solo cabe añadir que la actitud de Federico II de Prusia era semejante a la de Catalina II. Dirigiéndose a los philosophes, el primero justificaba así su campaña contra Polonia: «los amos ejercen allí la tiranía más cruel sobre los esclavos» (en Diaz 1962).
El análisis de la evolución de Engels pone en evidencia un detalle interesante: quien durante algún tiempo había sido el teórico, a veces tosco, de la exportación de la revolución, luego se convirtió en su crítico más radical. En 1870 Engels sitúa el comienzo de la revolución burguesa en Prusia no ya en la llegada de las tropas napoleónicas sino, por el contrario, ¡en el movimiento de reformas que surge en el ámbito de la lucha de resistencia nacional contra Napoleón! (MEW). Ha habido una inversión de posiciones con respecto a La sagrada familia y La ideología alemana, escritas con Marx en sus años juveniles.
El último Engels reflexiona profundamente sobre esta temática. En una carta a Karl Kautsky del 7 de febrero de 1882 leemos: «Un movimiento internacional del proletariado solo es posible entre naciones independientes», así como «una cooperación internacional solo es posible entre iguales» (MEW). Es una tesis reafirmada con fuerza diez años después: «Una sincera colaboración internacional de las naciones europeas solo es posible cuando cada nación sea completamente autónoma en su territorio nacional». «El proletariado polaco», poniéndose al frente de la lucha por la independencia nacional, también desempeña un papel internacionalista, pues sienta las bases de una cooperación que de lo contrario sería imposible (MEW). Sí, repite Engels dos años antes de su muerte, «sin la restitución de la autonomía y la libertad a todas las naciones europeas» no es posible «la unión internacional del proletariado» (MEW).
El peligro chovinista no está en las naciones que luchan obstinadamente por su liberación:
Soy de la opinión de que en Europa hay dos naciones que no solo tienen el derecho sino también el deber de ser nacionales antes que internacionales: son los irlandeses y los polacos. Son internacionales en el sentido más cabal de la palabra cuando son auténticamente nacionales(MEW).
No, el peligro chovinista, paradójicamente, está representado por el llamado «internacionalismo republicano» que, por ejemplo, atribuye a Francia, en virtud de sus glorias revolucionarias, una «misión de liberación mundial». Bien mirado, el «internacionalismo republicano» no pasa de ser un exaltado «chovinismo francés» (MEW). Es una regla general: cuando el internacionalismo desconoce la cuestión nacional, se convierte en su contrario; la eliminación de las peculiaridades nacionales en nombre de un «internacionalismo» abstracto facilita que una nación determinada se presente como la encarnación de lo universal, y en esto consiste precisamente el chovinismo, el más exaltado…
(continuará)
[ Fragmento de: Domenico Losurdo. “La lucha de clases” ]
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