miércoles, 16 de abril de 2025



1325

 

 

 

DE LA DECADENCIA DE LA POLÍTICA EN EL CAPITALISMO TERMINAL

 

Andrés Piqueras

 

(35)

 

 


 

 

PARTE II

Del in-politicismo teórico-práctico

 

 


 

 

¿QUÉ TAN “AUTOMÁTICO” ES EL SUJETO? EL VALOR Y LA POLÍTICA

 

(…) Después de 1914, sin embargo, el capitalismo no fue capaz de volver aponerse en modo II en sus formaciones centrales, y por tanto las fases siguientes ya no pueden ser concebidas como etapas viables de capitalismo, sino como fases de transición al ex-capitalismo. Así, la era del periodo deentreguerras, la del fordismo o postguerra y la del casino-financiero no son sinoetapas en la desintegración del “capitalismo genuino” en cuanto querequirieron de una masiva asistencia del Estado. Guerra-finanzas, opciónsocialdemócrata y economía ficticia y represión de la demanda, serían losprincipales ingredientes de esa ayuda en cada etapa. Pero con ello, yespecialmente en esta fase final, el funcionamiento de la ley del valorresultaadulterado y el capitalismo va dejando de existir, aunque ni los propioscapitalistas ni, en conjunto, las sociedades, se percaten de ello fácilmente. Sinel Estado el capitalismo hoy, sencillamente, no podría sobrevivir (Bel y Sekine, 2001). 

 

Para Mészáros, la mediación por excelencia entre el capitaly el orden capitalista es, necesariamente, el Estado. 

 

“La legada al dominio del capital en el campo de la producción material y el desarrollo de prácticas políticas totalizadoras en la forma de Estado moderno han ido mano a mano (…) El marco legal del Estado moderno es un requerimiento absoluto para el exitoso ejercicio de la tiranía en los talleres (…) La maquinaria del Estado moderno es de la misma manera un requerimiento absoluto del sistema capitalista (…) El Estado se afirma como un necesario prerrequisito para el funcionamiento continuo del sistema del capital” (2010). 

 

El Estado (con toda su red de instituciones, monopolio de la violencia,  dispositivos de formación de conciencia y socialización, aparatos mediáticos y represivos, dispositivos culturales y de legitimación...) es, para Mészáros, la estructura política de comando del capital, profundamente imbricada en su dinamismo; esto es, parte irrenunciable de su metabolismoy por tanto mucho más que una “supraestructura” del mismo. En cada contexto histórico el capital es incapaz de vencer toda la resistencia del valor de uso mediante su exclusivo operar autónomo: sólo cuando las “externalidades” que suponen la vida en común fuera del valorpueden ser “internalizadas” a la acumulación de capital, puede el valor de uso social contribuir a sostener un capitalismo viable (Bel , 2009: 205). Pero hoy la economía de la mercancíanecesita cada vez más “asistencia política” para imponerse a las formas sociales de crear valores de uso en cada momento. El deterioro de las condiciones de vida que conlleva la dinámica del capital en declive, provoca una tensión constante por recuperar como valores de uso o satisfactores humanos la generalización de la mercancía y la mercantilización de la vida en que se basa el capital. Es cierto que incluso en las mayores crisis la Política metabólica del capital sigue viva, dando su razón de ser a todo el entramado social, pero cuando le falta la sangre que le proporciona el valor, ese metabolismo comienza a gangrenarse, precisando entonces de la intervención consciente (del “cerebro” o la política de clase) para reactivar su normal funcionamiento (para que tenga oportunidad de volverse a hacer más o menos “automático” o inconsciente, como una suerte de sistema orgánico parasimpático). En función de las luchas de clase y la correlación de fuerzas sociales, esas intervenciones tendrán unas u otras características, véase de violencia y agresión descarnada, o bien expresadas en disposiciones de protección social y redistribución, verbigracia. ¿Qué otra cosa fueron, si no, las políticas keynesianas cuando el capital llegó exhausto a la mitad del siglo XX? Un permanente esfuerzo del “capitalista colectivo” por hacer funcionar de nuevo le economía de la mercancía aun a costa de desmercantilizar partes del conjunto social (es aquí donde Bel y Sekine dicen que las formaciones socio-estatales centrales, aun sin saberlo, emprendieron pasos decisivos para empezar a desmontar el capitalismo).

 

 

Ya Mandel (1986) señaló que mientras que las crisis son endógenas al capital, la salida de las mismas necesita de la política. Freeman lo expresa de una forma más cercana a nuestro debate:

 


“El auge no fue el resultado de leyes ciegas, sino de una acción política excepcional y vigorosa. Esto expone la segunda singular característica de la comprensión de Marx: que la crisis es el medio por el cual la contingencia entra en juego. La crisis significa que la forma de la mercancía ha fracasado, en un aspecto u otro, en organizar la vida humana. El potencial para la autorrealización y la acción humanas –la libertad– se vuelve real. Cuando el capitalismo suspende sus propias leyes puramente económicas, abre un espacio para los humanos. Se puede reemplazar o, como después de 1893 y 1929, recrear sobre una nueva base, después de una enorme destrucción. Esto es el boom capitalista” (2013). 

 


Polanyi nos recuerda que de los ‘contra-movimientos’ y capas más profundas de la sociedad surge el “proteccionismo social”, la fuerza para que el Capital haga concesiones a la sociedad; lo cual desbarata en alguna medida la “autorregulación económica” del sistema tendente a la hecatombe social. El movimiento espontáneo de la sociedad contra el capital tiene ese doble efecto paradójico de frenar su irracionalidad destructiva consiguiendo todo tipo de mejoras sociales, y a la vez introducir razonabilidad en el sistema, insuflándole nueva vida. Por eso dice nuestro autor que en el devenir capitalista “el laissez-faireestuvo planificado, la planificación no lo estuvo” (Maucurant, 2006).

 

De hecho, sólo cuando el capitalismo se hizo “social”, redistributivo,  reformista (en sus formaciones centrales), consiguió por fin que la subsunción real del trabajo al capital se hiciera también subsunción subjetiva de la sociedad en su conjunto. El resultado ampliamente extendido han sido subjetividades desposeídas, crecientemente epifenoménicas del valor(incluyendo a menudo a las expresiones organizadas otrora antagónicas, que devinieron izquierdas delsistema.

 


En definitiva, nunca pueden obviarse las amplias y heterogéneas condiciones sociales de reproducción de las relaciones sociales de producción capitalistas. Disposiciones políticas de carácter global han salpicado constantemente el camino del “sujeto automático” hacia la globalización: entidades de “gobernanza” global, como BM y FMI, G20, Foro de Davos, etc. se han venido encargando de la vitalidad de aquel sujeto. Los Acuerdos del Plaza, las miríadas de Tratados Bilaterales o Multilaterales, la OMC, no han dejado tampoco ni un instante de asistirle. ¿Y el “neoliberalismo” de n de siglo? Más de lo mismo, constituye la prueba más clara del denuedo del Capital por mantener la economía a través de la política (como la Nueva Crítica del Valorreconoce, incurriendo en contradicción). Cada vez más frecuentemente, cada vez más intensamente, con más medios. Jamás ha habido tanta intervención estatal –política– en la economía del valor (hoy moribunda) como en la fase actual. 

 


Y es que cuando el “sujeto automático” se obstruye, la política de clase se ve forzada a hacerse mucho más evidente, desplegando todo tipo de intervenciones para acudir a su rescate (la acentuación de la represión social y la brutalización de los mercados laborales, entre otras). El “neoliberalismo” no incide solamente (deslocalizando, precarizando, financiarizando) sobre la producción y sobre las condiciones materiales del trabajo. Redefine también los poderes políticos en su conjunto y los objetivos que éstos persiguen. Para utilizar las palabras que Gramsci le dedicó al liberalismo, es un retorno a la pura economicidad, como consecuencia de la cual la política queda inmediatamente conectada a la economía (Burgio, 2007). Puede decirse también que es una confesión o reconocimiento explícito de que la moribunda economía del valornecesita el oxígeno de la política en todos los órdenes. La ineficacia de las otrora regeneradoras crisis capitalistas está forzando a incrementar y profundizar esa intervención de cara a socorrer la tasa de ganancia aun por encima del propio capital: la invención de dinero o “flexibilidad cuantitativa” y en general el capital ficticio, la mercantilización de actividades que no generan valory el endeudamiento generalizado, son partes imprescindibles de ese proyecto. Pero al tiempo terminan por expandir unas tierras movedizas en las que el sistema se va hundiendo más y más. Fijémonos, por ejemplo, en que la Gran Crisis de 2020, detonada por el covid-19, pareciera estar llamada a cumplir las funciones de una guerra de importantes dimensiones para la limpieza de capitales no competitivos y el impulso de un nuevo ciclo de acumulación. No obstante, la gravedad del asunto radica precisamente en que no se está haciendo de forma efectiva, debido a la sucesión de “rescates” y regalos de dinero a las grandes empresas que los Estados llevan a cabo. Es decir, el neoliberalismo se está convirtiendo en un problema para el propio capital

 

Es tanta la intervención política sobre la economía (y la sociedad), que algunos autores han comenzado ya a tildar al intervencionismo de los poderes fácticos, de “nuevo neoliberalismo” (Dardot y Laval, 2019). Se trata de una racionalidad política que se ha vuelto mundial y que consiste en imponer por parte de los gobiernos, en la economía, en la sociedad y en el propio Estado, la lógica del capital hasta convertirla en la forma de las subjetividades y la norma de las existencias. 

 

“Lo que aquí lamamos nuevo neoliberalismoes una versión original de la racionalidad neoliberal en la medida que ha adoptado abiertamente el paradigma de la guerra contra la población, apoyándose, para legitimarse, en la cólera de esa misma población e invocando incluso una soberaníapopular dirigida contra las élites, contra la globalización o contra la Unión Europea, según los casos.  En otras palabras, una variante contemporánea del poder neoliberal ha hecho suya la retórica del soberanismo y ha adoptado un estilo populista para reforzar y radicalizar el dominio del capital sobre la sociedad. En el fondo es como si el neoliberalismo aprovechara la crisis de la democracia liberal-social que ha provocado y que no cesa de agravar para imponer mejor la lógica del capital sobre la sociedad” (2019). 

 


Por eso, otro de los síntomas de la decadencia del capitalismo es la liquidación de los límites sociales –reforma, distribución, sindicatos, partidos socialdemócratas...– a la expansión del mercado (Cinatti, 2018); lo que significa la renuncia a su opción reformista(Piqueras, 2014). El movimientodefensivode las sociedades contra el rodillo de la ley del valor, al que aludía Polanyi, ha sido, pues, reducido al mínimo. Eso significa que el “automatismo suicida” del sistema ha ido quedando sin contrapeso. Pero, por otra parte, mientras que la lógica del neoliberalismo tiende a ocultar los mecanismos económicos –tras el fetichismo de los intercambios de mercado–, la creciente intervención política los hace más directamente transparentes (Durand, 2020). Entonces, ante esta masiva política de clase del Capital, ¿por qué tanta insistencia en pedir a la población subordinada que se deje hacer y abandone la política? Designada ésta por la NCV como burda “ilusión politicista”, nos previene más aún de emprender ninguna revolución política. ¿No es todo esto el tipo de estopa que propuso siempre el Capital y que a tan alto nivel ha llevado el neoliberalismo? 

 


Antes de extraer más conclusiones sobre ello, vamos a vérnosla primero, a continuación, con otras corrientes “neomarxistas” que obvian o directamente descalifican la revolución política, todo y llevar al otro extremo de la NuevaCrítica del Valorla confianza en la potencialidad revolucionaria de los sujetos sociales, en un proceso teórico de absolutización de las luchas. Sin embargo,  por eso mismo, serán unas luchas abstractas, no analizadas, ajenas igualmente a la dimensión Política. Su teoría quedará también, por tanto, sin interacción eficiente con las dinámicas sociales que cobran vida cierta. Es decir, sin proyección práxica, o lo que es lo mismo, sin actividad teórico-práctica tendente a transformar el mundo…

 


(continuará)

 

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