sábado, 12 de abril de 2025



1323

 

 

 

Vida de ANTONIO GRAMSCI

 

Giuseppe Fiori

 

(…)

 




 

29

 

Llegó a Formia el 7 de diciembre de 1933. Un carabinero le vigilaba en la habitación y otros, hasta un total de veinte, vigilaban en los pasillos y en el jardín. Pero aunque las medidas policiacas siguiesen siendo severas, habían cambiado, por lo menos, las condiciones sanitarias: ahora le cuidaban, y aunque se tratase de una clínica modesta, con médicos no especialistas, y las curas fuesen tardías, iniciadas en un estado ya muy avanzado de las enfermedades, el organismo parecía reaccionar favorablemente, hasta cierto punto. Una vez por semana, el jueves, se le permitía pasear por el jardín de la clínica. El doctor Cusumano consideraba que esto era necesario y el 19 de diciembre el ministerio había dado el visto bueno. Por Navidad fueron a visitarle Tatiana y Carlo.

 

 

El día de Navidad —escribió después Carlo a Teresina— no nos lo dejaron ver y tuvimos que matar el tiempo haciendo una excursión a Gaeta. El día de San Esteban estuvimos con Nino una hora por la mañana y un par de horas por la tarde... Nino, y esto te lo guardas para ti, no lo digas, tiene una lesión en el ápice del pulmón derecho. Se ha empequeñecido y está muy flaco. El martes estaba de buen humor y nos acogió con mucha cordialidad. La fiebre de la noche le ha bajado y la presión arterial ha disminuido. Salí de la clínica no con el corazón en un puño, como cuando salía de la cárcel, sino con un alivio que, en el fondo, no es más que esperanza.

 

 

Tatiana escribió a su vez: «Poco a poco recupera su ánimo, se puede esperar, por tanto, una cierta mejora en sus condiciones físicas. Sus sufrimientos intestinales son menos graves, digiere un poco mejor, con menos fatiga y menos dolores». Pero ni siquiera entonces, cuando hacía ya más de un año que había muerto su madre, tuvieron el valor de decírselo. Teresina había preparado y enviado el habitual paquete de Navidad. El día de San Esteban, Carlo consiguió del capitán de los carabineros que el paquete le fuese entregado: «Al abrir el paquete de galletas para que los carabineros verificasen su contenido, Nino dijo: “Estas galletas las ha hecho seguramente mamá”. Yo dije que sí». Tatiana comentaba en una carta del 14 de enero de 1934:

 

 

Es natural que Carlo no haya tenido valor para hablar de otra forma. Pero no cabe duda de que esta ignorancia de la desgracia que aflige a toda la familia, necesaria ahora por la gravedad en que está y por los cuidados que requiere, que esta ignorancia será una gran dificultad para nosotros cuando nos veamos obligados a decirle la verdad. Esperemos hasta lo más tarde posible, y siempre con las mentiras necesarias para poder hacerle entender la cosa sin que provoque alguna recaída en su salud, ya tan traqueteada.

 

 

El 8 de marzo de 1934, al acercarse el día de San José, onomástica de la señora Peppina, Gramsci todavía ignoraba su desaparición, ocurrida hacía ya año y medio. Le escribió una carta:

 

 

Queridísima mamá: El año pasado, por las graves condiciones de salud en que me encontraba por estas fechas, no pude enviarte la felicitación por tu onomástica. No quiero que pase también este año sin recordarte el gran cariño que siento por ti. Tatiana ha tenido informada a Teresina de mis nuevas condiciones de vida, que, sin ser de las mejores, no pueden ni compararse con las del año pasado. No he escrito hasta ahora porque me sentía un poco desquiciado y también porque sabía que Tatiana, que viene a visitarme todos los domingos, os tiene informados. Todavía no soy dueño de mis fuerzas físicas e intelectuales; en el último tiempo pasado en Turi había llegado a una situación casi catastrófica y la recuperación es muy lenta, con recaídas y oscilaciones... Tengo pocas informaciones sobre tu salud.

 

 

Desde que había llegado a Formia no había escrito a nadie más. En una carta inédita del 13 de abril, Tatiana decía a Teresina: «Desde noviembre ,Nino no nos ha escrito ni a Julia ni a mí; su única carta es la que ha enviado a casa por la onomástica de su pobre madre. Creo que no tiene fuerza para escribir; puede, pues, imaginar lo que debe sufrir Julia, que desde hace más de un año no ha recibido noticias directas de Nino».

 

 

El estado de salud no era en aquel nuevo ambiente tan catastrófico como en Turi, pero seguía siendo precario. Gramsci quería que le trasladasen a la clínica para enfermedades nerviosas Poggio Sereno, en Fiesole. En abril presentó una instancia en este sentido. El 12 de julio de 1934 le visitó el profesor Vittorio Puccinelli de la clínica Quisisana de Roma. Tres días después, el 15 de julio, renovó la petición de traslado. El 22 de julio escribió a Tatiana:

 

 

Esta mañana me he decidido a escribirte porque me sentía más desquiciado que de costumbre. Ahora reanudo la carta en la cama. He vuelto a sentir escalofríos y la temperatura ha subido a 39,4. En este momento está en 38,4... Confío en tu buena voluntad para la entrevista con el comandante Leto (jefe de la sección de asuntos generales del ministerio), que ahora me parece todavía más indispensable. Me parece útil explicarle cómo se ha escogido la clínica de Fiesole y cómo se han intentado tener en cuenta especialmente las exigencias de la policía, porque yo soy realista y no se me ocultan las dificultades ni quiero jugar a la gallina ciega... Puedes preguntarle si, en el caso de que tarde la solución, puedo cambiar provisionalmente de alojamiento en Formia mismo. El malestar de hoy se debe, en gran parte por lo menos, al hecho de que no he dormido: ha llegado la familia Cusumano y sobre mi cabeza hay un continuo ir y venir, desde las cinco de la mañana hasta medianoche. Me han dado muchas seguridades, pero lo cierto es que mis condiciones son delicadas y el más pequeño ruido me produce espasmos.

 

 

Las gestiones para el traslado no avanzaban. A fines del verano de 1934, encontrándose en las condiciones señaladas por el artículo 176 del código penal, Gramsci solicitó en primer lugar la libertad condicional, y en segundo lugar, que se le permitiese consultar a un médico de confianza, para elegir el domicilio según las exigencias de su estado físico («porque me veo obligado a residir en una clínica especializada o junto a una clínica especializada»). En el extranjero se había intensificado la campaña en favor de Gramsci. En el número de septiembre, Soccorso Rosso escribió: «En Italia, Mussolini quiere asesinar a Gramsci negándole la aplicación de las normas contenidas en el mismo código fascista. Según las disposiciones de este, Gramsci tendría que haber sido puesto en libertad». Se publicó también un folleto de Romain Rolland con la narración del martirio de Gramsci. La instancia fue acogida el 25 de octubre de 1934, pero el decreto de libertad condicional no dio lugar a ningún cambio sensible en la vida del enfermo. Le sacaron al carabinero de la habitación, pero mantuvieron el servicio de vigilancia exterior; quitaron las rejas y le permitieron salir de la clínica; pero le faltaban las fuerzas. Solo salió, a pie o en coche, un par de veces, con Tatiana, Carlo y Piero Sraffa, el amigo fiel de todos aquellos años de cárcel. Su situación era paradójica: formalmente, había sido «liberado» el 29 de octubre de 1934, pero no podía salir de Formia para ir a curarse a una clínica especializada. En Roma se oponían, sospechando que Gramsci pensaba, en realidad, en fugarse; periódicamente le atribuían esta intención. El 12 de febrero de 1935, la policía de Roma envió una nota a la de Littoria: «Tatiana Schucht —se decía en ella— se ha puesto de acuerdo con Antonio Gramsci para preparar una evasión financiada por antifascistas residentes en Nueva York». Al día siguiente, el 13 de febrero, llegaron a Formia cuatro agentes ciclistas. En aquel clima, el Gobierno consideraba poco prudente el traslado de Gramsci a Fiesole o a algún otro lugar menos fácil de vigilar que la clínica Cusumano. El 23 de mayo de 1935 se dio la primera negativa del ministerio, negativa que se reiteró el 13 de agosto, después de dos instancias de Gramsci. La libertad condicional concedida en octubre de 1934 cambiaba, pues, pocas cosas, por no decir que nada, en la vida del «beneficiario», que, mientras tanto, seguía estudiando y escribiendo.

 

 

Ciertamente, llega al límite de lo humano la fuerza de voluntad de este hombre. Pese a los terribles sufrimientos, no se dejaba llevar por la corriente, y reaccionaba ante la catástrofe del cuerpo sin desesperación, refugiándose en lo que le había quedado íntegro, el vigor intelectual, sin dejar de estudiar y de escribir. Pertenecen al periodo de Formia (1934-1935) cinco cuadernos iniciados en Turi y once escritos enteramente en la clínica Cusumano. Gramsci reelaboraba y transcribía, poniéndolas en un cierto orden, las notas de los cuadernos precedentes. Empezaba a verse no solo la gran serie de materiales, sino toda la equilibrada construcción del pensamiento gramsciano. Sin embargo, la probidad intelectual movía a Gramsci a escribir en la primera página del cuaderno 18 (en el que se refundían en gran parte las notas del cuaderno 20):

 

 

Las notas contenidas en este cuaderno, como en los demás, han sido escritas apresuradamente para constituir un memorial. Hay que revisarlas todas y controlarlas detalladamente porque contienen, sin duda, inexactitudes, enfoques falsos, anacronismos. Han sido escritas sin disponer de los libros a que se hace referencia y es posible que después del control haya que corregirlas radicalmente porque lo que resulte cierto sea precisamente lo contrario de lo que se ha escrito.

 

 

El cuaderno contiene el ensayo sobre el Manual popular de sociología marxista de Bujarin, estudios sobre los «instrumentos lógicos del pensamiento», sobre la «traducibilidad de los lenguajes científicos» y sobre diversos problemas de filosofía y también notas sobre Antonio Labriola, Alessandro Levi, Alessandro Chiappelli, Luciano Herr, Giovanni Gentile, Antonio Rosmini, Antonino Lovecchio, Ettore Ciccotti, Giuseppe Rensi, Corrado Barbagallo, Georges Sorel, Pierre Joseph Proudhon, Henri de Man, G. A. Borgese. En el cuaderno 29 (que solo contiene veinticuatro páginas escritas) se reelaboran algunas notas anteriores sobre la historia de los intelectuales y sobre la organización de la escuela y de la cultura. El cuaderno 30, al que Gramsci puso el título de Noterelle sulla politica di Machiavelli, comprende estudios sobre los partidos, sobre el análisis de las situaciones y de las correlaciones de fuerza, sobre el economicismo, sobre el cesarismo, sobre la hegemonía político-cultural, sobre el voluntarismo y las masas sociales. Las notas sobre la filosofía de Benedetto Croce se transcriben en el cuaderno III (el número romano lo puso el propio Gramsci). En el cuaderno 31 no hay más que dos páginas escritas: el comienzo de la traducción de una fábula de los hermanos Grimm, copiada de un cuaderno anterior. Estos son los cinco cuadernos iniciados en Turi y terminados en Formia. Pero Gramsci no se limitaba a redactar de nuevo las notas anteriores o a reagruparlas homogéneamente por temas. Los cuadernos de Formia contienen muchos estudios nuevos. Destacan el 6 (sobre problemas de la crítica literaria) y el 10 (Note sul Risorgimento). Al final, la escritura se hizo irregular, a causa del agotamiento de las energías físicas. En el verano de 1935 Gramsci interrumpió definitivamente su labor sin poder revisar ni sistematizar en un cuadro orgánico una parte de las notas.

 

 

Diez meses después de la aceptación de su petición de libertad condicional, se pudo trasladar a otra clínica. Salió de Formia el 24 de agosto de 1935, en dirección a la clínica Quisisana de Roma…

 

(continuará)

 

 

 

 


[ Fragmento de: Giuseppe Fiori. “Antonio Gramsci” ]

 

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2 comentarios:

  1. Un auténtico coloso humano, no como esos inflados monigotes de Hollywood, emblemas del obeso y analfabeto imperio yanqui.

    Salud y comunismo

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  2. POR AQUELLA EUROPA TAMBIÉN IMPERABA EL APESTOSO INFLUJO DEL FASCISMO


    Leyendo esta estupenda biografía de Gramsci, y sobre todos los años de “enfermedad provocada y sin tratamiento médico” en las cárceles fascistas de Mussolini, uno no puede evitar que se le venga a la mente la en cierto modo pareja experiencia que poco tiempo después sufría el poeta comunista Miguel Hernández en las cárceles de Franco. Los dos fueron coaccionados y chantajeados para que renegaran de sus ideas, ofreciéndoles a cambio “la libertad fascista”. Pero tanto Antonio como Miguel reafirmaron con firmeza su compromiso comunista y cautivos pero no derrotados desafiaron al fascismo hasta su último aliento. Hicieron como tantos otros comunistas y antifascistas anónimos que “borrados de la historia” no pueden ser recordados, digo más allá de su círculo de camaradas, como sin duda merecen por las nuevas generaciones de luchadores que en su mayoría y también de forma “silenciada” –a los comunistas se nos castiga con con la estigmatización de moda o con la invisibilidad planificada– siguen su imperecedero ejemplo, comprometidos con la lucha contra el Capital, lucha antifascista y antiimperialista…


    “…os vais enterando de que no debéis pedir lo vuestro sino tomarlo? Pues a ello…”
    (Benito Pérez Galdós)



    Salud y comunismo.

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