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ANTONIO MACHADO Y LA “CONCIENCIA VIGILANTE”
“La misión de las masas [bárbaras, incultas…] no es otra que seguir a los mejores [civilizados, eminentes…]…” afirmó en su día el señorito-elitista José Ortega y Gasset. De modo que en su opinión las masas –digamos todos aquellos que no pertenecen a esa excelsa minoría dirigente–,deben de someterse sin demora a ésta selecta casta mediante una resignada relación de obediencia-mando.
Frente al aristocrático-elitismo-clasista de Ortega, –no pretendo que se llegue a conclusiones basadas en una frase necesariamente sacada de contexto, léase por ejemplo, entre otras, “La rebelión de las masas” y se entenderá con más amplio fundamento lo que digo–, estaba el humanismo ahincado en lo popular de un contemporáneo suyo, Antonio Machado, que por su lado afirmaba, tanto en estos botones de muestra como en el conjunto de su obra, lo opuesto en cuanto a modos de relación y jerarquías sociales: “Por mucho que un hombre valga, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre”. Y todavía iba más allá cuando por boca de Juan de Mairena advertía premonitoriamente: “Mucho cuidado; a las masas no las salva nadie; en cambio siempre se podría disparar sobre ellas. ¡Ojo!”
Ortega a su modo encarnaba, digo en sus teorías y en su praxis (en la Universidad, en sus obras, en la dirección de periódicos, revistas, casas editoriales…), la defensa de la alta cultura como ¿inevitable? privilegio de clase. La enciclopédica cultura de unos, la minoría, frente a la grosera incultura de los otros, la mayoría, resultaba para él una “circunstancia” evidente, palpable y por lo visto, intocable. Resulta inevitable pensar en que, allá por el año 1927 (a diez años de la revolución rusa, a ocho años del final de la Guerra Mundial, cuando ya el fascismo se extendía desde Italia…), al eximio y cosmopolita intelectual, ni siquiera se le ocurriera pensar, aunque no fuera más que en puro ejercicio teórico, en la posibilidad de favorecer procesos y transformaciones sociales que contribuyeran a cambiar real y radicalmente las cosas (los hechos reales no están suspendidos en el aire, sino que tienen raíces), en su lenguaje, las “circunstancias”. Y en consecuencia, “las consecuencias de las consecuencias” que gustaba decir don José, tal “circunstancia” determinante no se debía ni podía ignorar. De modo que su conservadora opción consistía en asumir sin más discusión la situación “estructural” dada y, en la medida de lo posible reproducirla, eso sí, y aquí aparecía el burgués liberal, procurando en el día a día reformarla, regenerarla, humanizarla en sus formas, en sus puntuales faltas y desaciertos. Lo que en conjunto no le parecía al insigne intelectual una mala praxis cultural, política y social. De manera que Ortega, desde su privilegiada ‘circunstancia’ social y personal, en primer lugar “aceptaba sin ambages la realidad tal cual era” (desentenderse de algo es también una toma de posición política ante algo) y, todo lo más, admitía la necesidad de intentar pulir ciertas desagradables aristas –que por otro lado consideraba si no injustas sí algo indecorosas– que en exclusiva afectaban de mala manera a la “bárbara e ignorante muchedumbre gregaria”.
Y ya que hablamos de las “aristas desagradables” del orden establecido, podemos dar aquí oportuna entrada a don Benito “el garbancero”, transcribiendo un breve párrafo de su obra: “El caballero encantado” (1909):
«…no puedes ni respirar si no estás bien con el alcalde, con el juez, con la Guardia civil, con el cura. Y aquí me tienes que vivo con todos, es decir, que les engaño a todos. ¿te vas enterando? Aquí vivimos de mentiras. Decimos que ya no hay Esclavitud. Mentira: hay Esclavitud. Decimos que no hay Inquisición. Mentira: hay Inquisición. Decimos que ha venido la libertad. Mentira: la libertad no ha venido, y se está por allá muerta de risa…»
Ahí queda eso, puesto por Galdós en boca de un pringoso viajante que, lo que son las cosas, cuerdamente se expresa y que “no demuestra precisamente su desconocimiento de los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa”, al tiempo que la criatura se afana en ganarse el pan –“Donde no hay pan, vase hasta el can”– trapicheando “por aldeas olvidadas de los geógrafos” con muy variadas pacotillas y alguna cosa más. En fin, sigamos con lo nuestro.
En la trinchera opuesta a Ortega y en cierto sentido antagónica, ya que hablando en plata, aquí estamos filosofando sobre lucha de clases ideológica, Machado aboga por “difundir la cultura para despertar las mentes dormidas y acrecentar el número de los capaces”. Una manera directa de intervenir en la realidad dada, en eso que mal se llama el orden normal de las cosas… (donde «los señoritos son hombres que eluden el trabajo con que se gana el pan», Juan de Mairena dixit) poniendo ¡todo patas arriba!. «Para nosotros –culmina don Antonio–, difundir y defender la cultura son una misma cosa: aumentar en el mundo el humano tesoro de “conciencia vigilante».
Y llegados a este punto verdaderamente crucial, señala al respecto el historiador Manuel Tuñón de Lara:
«Esta “conciencia vigilante” es lo que diferencia a la cultura del simple saber, por vasto y poderosos que sea; de la recepción pasiva del hecho cultural tan difundida en nuestra ‘sociedad de consumo’ y de ‘mass media’; la “conciencia vigilante” es todo lo contrario de la alienación».
Y como ya toca poner el punto final a esta reflexión, ya que «desde los más altos escalones se ve el antaño y el hoy. Ayer y hoy se juntan bajo una sola mirada». Porque el caso es que de nuevo la muchedumbre gregaria se halla rodando hacia la desconocida hondura… desconocida no por falta de experiencias, sino por el embotamiento absoluto de su memoria histórica, incluso de la memoria más reciente: véase la aterradora campaña del COVID-19. ¡Pobre muchedumbre, cuándo tendrás juicio! El caso es que doña Ursula apareció un día con la bomba del REARME… y los habituales tontos de capirote ya andan a codazo limpio “comprando” la alarmante “circunstancia” de la amenaza rusa y, como consecuencia de la consecuencia, adquiriendo el imprescindible “Kit de supervivencia”. Todo esto da la impresión de caricatura, no de la que regocija, sino de la que entristece… lástima de un poquito menos de cultureta mediática y un poquito más de cultura machadiana, digo de “conciencia vigilante”…
Salud y comunismo
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