lunes, 20 de enero de 2025


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LA VOZ DE LAS LUCIÉRNAGAS

 

Sara Rosenberg

 

 

 

 

CAPÍTULO 1

 

La voz de las luciérnagas

 

[…] De modo que vi con «mis sentidos» cómo el comportamiento impuesto por el poder del consumo rehacía y deformaba la conciencia del pueblo italiano, hasta una degradación irreversible…

 

Pier Paolo Pasolini, 1 de febrero de 1975, «el artículo de las luciérnagas» ( Escritos corsarios, ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2009)

 

 

1

 

Poco tiempo antes de ser asesinado Pasolini escribió un artículo llamado «el vacío de poder en Italia», donde hablaba de la desaparición de las luciérnagas. Estaba desolado por la extinción de ese pequeño insecto capaz de iluminar la noche más oscura.

 

 

Una luz que equiparaba a la tradición de lucha y a la cultura del pueblo italiano, abandonada o extinguida en la sociedad nacida del fascismo y después en la noche de la barbarie neoliberal que unos años más tarde sería capaz de generar un producto como Berlusconi y los gobiernos que lo continuaron, ya en total oscuridad.

 

La desaparición de las luciérnagas no sucedió sólo en italia. es un fenómeno a escala planetaria. Hay quienes lo llaman globalización, pero prefiero llamarlo hegemonía imperialista.

 

Sin embargo no todas las luciérnagas han desaparecido. Existen en muchos rincones del mundo.

 

En este viaje a Rusia las he visto volar. no son muchas, no tantas como antes, pero escuché sus voces luminosas, preocupadas a veces, inteligentemente pesimistas, pero con una voluntad que alumbra algo nuevo. Vuelan todavía o vuelan otra vez. Soy sólo testigo de la luz, y esa será la dirección de mi viaje.

 

 

 

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Conocí a Vera en Madrid; nos encontramos en un grupo de lucha contra la guerra imperialista y la OTAN, un pequeño grupo de resistencia y de investigación. somos pocos y muy tercos, tal vez luciérnagas –o sólo mosquitos– que vuelan en un clima poco propicio, pero empecinados en iluminar la oscura noche neoliberal de la maltratada España.

 

 

Una tierra que hoy está arrasada por el miedo y sin palabras, como si le hubieran arrancado su memoria, su historia, sus muertos, sus grandes poetas, sus luchadores y sobre todo la voluntad de pensar y la voluntad de existir.

 

 

Vera nació en Moscú y vive en España desde hace mucho tiempo. Yo nací en el norte de argentina adonde llegaron mis abuelos en 1905 huyendo de la guerra y de los pogromos zaristas. Eran niños de una masa en desbandada y traían la derrota y el terror como todo equipaje.

 

Quizás por eso Rusia estuvo siempre muy cerca y más aún cuando conocí la historia de la revolución soviética, la literatura, la música, la pintura y el cine rusos. Por desgracia mis abuelos consideraron que el ruso sería la lengua del secreto, la hablaban entre ellos en voz baja, pero no nos la enseñaron. Fuimos la generación destinada a estudiar inglés y francés. Ahora estudio ruso.

 

 

Vera me propuso viajar con ella para conocer y participar en la escuela de verano de Sut Vremeni (esencia del tiempo), en la que sería además mi traductora. [ Sut Vremeni o «esencia del tiempo» es una organización política comunista. Usaré el nombre ruso porque la traducción –esencia– no es afortunada. En español, Sut Vremeni realmente vendría a ser «sentido o espíritu de la época». algo más cercano al Zeitgeist alemán, o «sentido/espíritu del tiempo».]

 

 

Había leído en la página web en español de Sut Vremeni algunos artículos y análisis sobre la situación política de Rusia. en otras páginas rusas los acusaban de ser una secta de izquierda. Lo cierto es que es un movimiento político casi desconocido en Europa y sólo encontré un artículo en una página web española, escrito por Andrei Pyatakov, un politólogo ruso.

 

 

Explicaba que Sut Vremeni surgió en el año 2011, en tiempos muy difíciles para la izquierda rusa. Después de las elecciones parlamentarias de 2011, la oposición burguesa –con gran apoyo internacional– trató de organizar en Rusia una «revolución naranja», similar a la que se produjo en Ucrania en 2004; el capital transnacional quería desestabilizar al país y utilizar el descontento popular a su favor. Una técnica de ingeniería política y manipulación que utilizaron en todas las llamadas revoluciones de colores (Yugoslavia, Egipto, Túnez, Líbano, Libia, Ucrania, Georgia, Venezuela, Siria).

 

 

En ese contexto y en 2011, aparece también el Movimiento de cintas Blancas, un movimiento neoliberal que usa el color de la capitulación en la tradición militar y que en la memoria social rusa se asocia a las «guardias blancas», una organización militar imperialista contra el poder soviético durante los años 1917-1923.

 

 

Los «cintas blancas» hicieron un gran mitin en la plaza Bolotnaya («plaza del Pantano»), que en los siglos XVII-XVIII fue el lugar de ejecución de los campesinos sublevados contra la servidumbre. Algunas organizaciones izquierdistas, agrupadas en el llamado Frente de izquierda, se involucraron en el movimiento de los «cintas blancas». el Partido comunista de la Federación Rusa apoyó al movimiento neoliberal [ el Partido comunista de la Federación Rusa (PCFR) hace mucho tiempo que abandonó los ideales de la lucha revolucionaria y comunista para ubicarse en el campo de la oposición burguesa y liberal, preocupado sólo por la política electoral. ]

 

 

Pero el nuevo movimiento Sut Vremeni respondió y organizó un mitin alternativo anti-naranja en la plaza Poclonnaya –donde Napoleón esperó en vano las llaves de Moscú en 1812–, cerca del Museo de la gran guerra Patria 1941-1945, un símbolo del patriotismo. Sut Vremeni utilizó como símbolo anti-neoliberal la cinta roja, el color de la bandera soviética. Después de esta gran movilización, las «protestas» neoliberales disminuyeron y se extinguieron.

 

 

En su artículo, Pyatakov explicaba también que el movimiento Sut Vremini nace desde el programa televisivo (Juicio del tiempo)  [ es un juego de palabras en ruso, la letra d (sud, «juicio») se cambia por t (sut, «esencia») ] de Sergei Kurginyan, que en serias y profundas disputas televisadas con los liberales más notorios defendía los valores soviéticos y patrióticos. Los espectadores votaban y siempre vencía la posición de Kurginyan. El programa se hizo muy popular y, al finalizar el ciclo televisivo, Kurginyan continuó con sus análisis y empezó a publicar en internet sus videoconferencias bajo el título Sut Vremeni (Esencia del tiempo); cada conferencia terminaba con la consigna «¡Hasta el encuentro en la URSS 2.0!».

 

 

De estas conferencias surgió el movimiento Sut Vremeni. El núcleo de su pensamiento político es el renacimiento de la Unión Soviética renovada (URSS 2.0), en el marco de un nuevo formato crítico, adecuado a las condiciones de la «globalización» actual. Es un movimiento amplio que surge desde abajo y va creando redes a través de internet y de las tecnologías contemporáneas.

 

Este movimiento existe dentro y fuera de Rusia; las células de Sut Vremeni están en casi todas las regiones de Rusia, en los países que antes formaban la URSS, en algunos países europeos, en Australia y en América del Norte.

 

En febrero del 2013, en su seno se crea el movimiento llamado «La Resistencia paternal de toda Rusia» (RVS), con el objetivo de defender los valores de la familia tradicional destruidos bajo el capitalismo. La abreviación rusa de RVS coincide con la abreviación histórica del consejo Militar Revolucionario (RVS), supremo órgano militar de la URSS entre los años 1918-1934.

 

 

También en el año 2013 se funda la primera comuna de Sut Vremeni en una gran finca ubicada en el pueblo de Alexandrovskaye, del que recibe el nombre. En ella viven y trabajan unas cincuenta personas que producen los recursos económicos necesarios para subsistir y mantener la autonomía política necesaria para su trabajo político.

 

 

 

3

 

En un primer momento pensé que podría hacer un documental; empecé a buscar imágenes, a diseñar un mínimo guion y a planificar las entrevistas. sentía una gran curiosidad y al mismo tiempo dudaba de mi proyecto. No me entiendo bien con el turismo.

 

 

Durante una larga temporada viví en un pueblito andaluz, donde solía sentarme en el escalón de la puerta de mi casa, y muchas veces los turistas me fotografiaron como aborigen. Nunca me preguntaron qué hacía allí.

 

 

Mi problema principal era el desconocimiento del idioma, pero Vera insistió. Además, me dijo, hay mucha gente que vendrá a la escuela de verano y hablan inglés y francés, será fácil comunicarte.

 

 

Hice un primer plan, estudié los mapas, los horarios de trenes y barcos, los lugares que quería conocer. Incluso pensé que sería posible llegar a la isla de Sajalín, donde Chejov había estado y sobre la que escribió El pabellón número 6. Dibujé una ruta Chejov-Dostoievski-Gorki-Tolstoi-Block-Lenin-Lérmontov-Mayakovsky-Einsestein-Tarkovsky y un largo etcétera en mi mapa, y, por supuesto, quería llegar desde Moscú a Leningrado, la ciudad que guarda tantas imágenes de la Revolución de Octubre.

 

Hubiera querido ir a Odesa y a Kiev, pero la situación de violencia y el fascismo en el gobierno hicieron que no incluyera la tierra de mis abuelos en la ruta.

 

 

 

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Una vez iniciado el viaje, todo mi proyecto cambió. Y si el viaje es el camino, los cambios me llevaron hacia el norte, a los bosques cercanos al gran río Volga, al bosque de las luciérnagas.

 

 

 

Le dije a Vera que me quedaría en la escuela sólo una semana, antes del comienzo de las conferencias y las actividades y que seguiría mi viaje desde allí. A ella le pareció bien.

 

Pasamos una semana en Moscú, en la casa de la madre de Vera. Un barrio con muchos parques y espacios verdes alrededor de los ya clásicos edificios de apartamentos de la época soviética.

 

Recorrimos la ciudad, las plazas y los monumentos durante el día y también por la noche, cuando el río se ilumina y se llena de colores. Conocí las hermosas estaciones de metro donde es posible leer la historia de la Unión Soviética, la Plaza Roja, el mausoleo de Lenin, las librerías, el parque de la victoria, el VDNJ –exposición de Logros de la economía nacional– con el hotel cosmos en el horizonte y la inmensa fuente de la «amistad de los Pueblos» y las calles anchas y peatonales donde escuché recitar a Pushkin. Poemas que conocía, pero que no había oído en su propia lengua.

 

 

Tuve la posibilidad de participar en un encuentro con la gente de Sut Vremeni en la biblioteca del barrio; unas veinte personas debatieron sobre el Fausto de Goethe, que llevan analizando mucho tiempo por su enorme influencia en el nazismo y el gnosticismo, y por su rol en la formación de la «humanidad faustiana» (Spengler), que es la base del capitalismo y, en cierto sentido, del proyecto de modernidad. «Todos somos un poco Fausto y por eso el capitalismo parece inamovible», dijo alguien, y lo apunté en mi libreta. Había entendido la primera frase completa en ruso.

 

 

También fuimos a una reunión con otro grupo, una célula moscovita de Sut Vremeni en otro barrio. Fue en un gran parque, frente a una de las muchas esculturas que recuerdan a los caídos en la Gran Guerra Patria. al terminar la reunión, se leyeron algunos poemas de Joseph Brodsky y se debatió sobre el sentido de la literatura y la política.

 

 

Me sorprendió –y me alegró también– que en estas dos primeras reuniones de Sut Vremeni abordaran la literatura como un aspecto esencial de la vida política del movimiento.

 

 

El último día en Moscú di una conferencia sobre América Latina en el teatro Na doskaj (Sobre las tablas), donde Kurginyan y el CCE (Centro Creativo Experimental) presentan sus obras.

 

Y ese mismo día por la noche subimos al tren que en 10 horas nos llevaría al norte, a Kineshma.

 

 

5

 

Es un tren sin compartimentos, un tren soviético, amplio, con pasillos con cuchetas grandes y los colchones enrollados. en cada cama hay una bolsa de plástico con las sabanas, la funda de almohada y una toalla. El diseño es sólido y sigue funcionando bien.

 

 

Y yo, habitante de una sociedad compartimentada, con espacios privados como jaulas a los que llaman privacidad o libertad individual, o peor aún individuo libre, disfruto de la naturalidad con que la gente comparte el espacio. Hay un respeto profundo, nadie grita ni obstruye nada, es agradable la cercanía y es una cercanía que tiene una historia de colectivismo que siento claramente en el cuerpo, en los cuerpos. Dejo que me acune. Lo necesito, he abandonado la enferma situación de «privacidad» y «seguridad», y no me preocupa dejar mi mochila con todo lo que tengo –especialmente mi ordenador– y salir a fumar al andén.

 

 

Llueve durante toda la noche, el sonido del tren y la lluvia sobre el vagón componen una música que conozco bien y que me encanta. Muchas veces he viajado quince horas –o más– de Tucumán a Buenos Aires bajo la lluvia tropical cayendo sobre el metal del tren en marcha. Me duermo con ella y cuando amanece en mi ventana, el intenso verde de los bosques mojados entra como un golpe de felicidad absoluta. No me da vergüenza sentir tanta felicidad, pero es hora de guardar las sabanas y la toalla dentro de la funda para devolverla a la empleada; estamos a punto de llegar a Kineshma, la estación desde donde continuaremos en coche el viaje hacia Alexandrovskoye.

 

 

Sigue lloviendo y en la estación el olor a tierra mojada se mezcla con un intenso olor a bosque, olor a vida. No encuentro ni encontraré nunca un adjetivo para acompañar a la exacta palabra bosque. Les, en ruso. Sigo acopiando palabras.

 

 

En el andén de la estación de Kineshma nos damos cuenta de que en el tren ha viajado también otro compañero con su hijo, que tiene unos once o doce años. Esperamos los taxis que nos llevarán hasta Alexandrosvskoye. sigue lloviendo. el taxi nos conduce por caminos angostos hacia el interior del bosque. Y de pronto aparece el inmenso y suave Volga bajo el larguísimo puente que cruzamos para seguir internándonos en un mundo cada vez más verde. De vez en cuando casas de madera de colores, huertas, flores en los jardines, hasta que vemos la puerta de la finca comunal.

 

 

Nos recibe Sofie, que nos lleva a una nave donde está el almacén de ropa y de enseres para el campamento de la escuela de verano; la compañera encargada me da unas botas de goma azules y un impermeable de plástico. La ciudad ha quedado atrás, en otro tiempo.

 

Con mis botas puedo hundirme en los charcos y caminar por el bosque. sigue lloviendo, sigo respirando abedules y pinos, fresas, moras, helechos y miles de plantas para las que no tengo todavía nombre.

 

 

 

6

 

Faltan cinco días para el comienzo de la escuela de verano; ayudamos en el trabajo de instalación de las tiendas de campaña, de los pabellones y en la organización del comedor, la cocina, los hangares. Hay que despejar y limpiar los caminos del bosque en los que las hierbas, los helechos y las fresas crecen con una velocidad propia del verano corto. Las máquinas de la fábrica de madera no descansan. Un grupo de jóvenes traslada a otro terreno las tablas de madera apiladas para despejar la zona en donde funcionará la escuela.

 

 

Nos encontramos en el comedor de la comuna. Conversamos durante el almuerzo, en la pausa que hacemos después de comer o cuando caminamos por el bosque mientras llevamos o traemos algunas cosas necesarias y también en los paseos con el grupo de niños que vive en la comuna. Hay que encontrar el momento y a veces sólo hay tiempo por la noche cuando nos quedamos hasta muy tarde hablando en la cocina de una de las casas comunales mientras tomamos té.

 

 

7

 

Cuando empecé a hacer las entrevistas, no tenía claro si iba a quedarme durante todo el tiempo de la escuela, porque aunque tenía muchas ganas el hecho de no hablar ruso era una gran limitación para asistir a las conferencias y debates, a pesar de la buena voluntad de Vera que fue una especie de voz en ruso constante a mi lado.

 

 

Además, mi plan inicial era estar una semana, escribir mis impresiones, narrar la experiencia de un viaje, quizás grabar en cámara algunas cosas para el documental sobre «las resistencias» en el que trabajo desde hace un tiempo, y seguir mi ruta hacia Leningrado. incluso reservé un pasaje en el tren que desde Kastaramá tarda dieciséis horas a Leningrado.

 

Pero, cuando empecé a escucharlos, cambié de planes. Entendí que necesitaba quedarme, que, más que hacia un territorio, mi viaje tenía que ser hacia las voces, hacia esas voces que empezaron a descubrirme que estaba en un puerto que había buscado durante mucho tiempo y que ese era el sentido de mi viaje. Abandoné la cámara de vídeo y volví a mi cuaderno y a la grabadora.

 

 

Por eso, por el modo como descubrí que no iba a hacer un documental sino un libro y por la sorpresa que llegó con las voces, empiezo por las primeras conversaciones, que tuvieron lugar antes del comienzo de la Escuela de Verano.

 

Es la gente que vive en la comuna y que me regaló su tiempo en medio de la intensidad de esos días de calor, de trabajo, de amistad y de hermosas tormentas compartidas.

 

 

 

8

 

El pueblo de Alexandrovskoye es precioso, casas de madera con las ventanas y las puertas de colores, rodeadas de jardines y huertas. a veces en un jardín aparece una cabra. Y una señora la cuida como animal de compañía.

 

 

Es un paisaje que he visto muchas veces en la pintura rusa del siglo XIX y XX, pero que ahora recién huele y existe.

 

En este pueblo se ha fundado la comuna de Sut Vremeni. Sergei Kurginyan ha comprado el gran terreno en el que en la época soviética funcionaba la fábrica maderera, con todas las instalaciones que se usaban para la industria, el comercio y la vida del pueblo. La calefacción misma se producía en la fábrica y se distribuía a las casas. en los años noventa se cerró y desde entonces no funcionaba, ni hubo más energía para la calefacción, que en este clima es vital.

 

Ahora esta tierra extensa y atravesada por un brazo del río Volga vuelve a ser tierra comunal, como era antes de la destrucción de la URSS.

 

La fábrica de madera ha vuelto a funcionar y es ahora el soporte económico de la vida de la comuna Alexandrovskaye y del movimiento político Sut Vremeni.

 

Sólo la separa del pueblo una puerta metálica corrediza por donde entramos y salimos para recorrer los largos caminos que prolongan el fabuloso bosque y los lagos que nos rodean.

 

Algunas casas del pueblo que estaban abandonadas, ubicadas fuera de los terrenos de la finca comunal, se alquilaron y fueron restauradas por los miembros de la comuna. En una de ellas funciona una fábrica textil y la otra se usa como biblioteca y sala de estudio abierta a toda la gente del pueblo.

 

Dentro de los terrenos comunales se han reconstruido los viejos edificios y también se han construido casas nuevas, varias naves y otros espacios para la actividad de la comuna. Para la Escuela de Verano se han habilitado unas cincuenta tiendas de campaña grandes y una zona de servicios.

 

En la comuna viven unas cincuenta personas; son autosuficientes y han creado con su trabajo la base material sobre la que se sustenta el movimiento Sut Vremeni. La independencia económica es independencia política y también otra forma de entender la producción. Por el momento, la fábrica de madera y la textil funcionan muy bien. La idea es crear una universidad, una editorial y un periódico…

 

 

 

[ Fragmento de: La voz de las luciérnagas / Sara Rosenberg ]

 

 

 

 

Libro completo en pdf aquí:

 

https://lapupilainsomne.wordpress.com/wp-content/uploads/2022/05/5799_voz_luciernagas-copia-3.pdf

 

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