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DE LA DECADENCIA DE LA POLÍTICA EN EL CAPITALISMO TERMINAL
Andrés Piqueras
(22)
PARTE II
Del in-politicismo teórico-práctico
He intentado proporcionar en la primera parte de esta obra algunas referencias e indicadores de la degeneración del modo de producción capitalista profundamente ligada a la decadencia del valor. También algunas consecuencias que de ella se derivan para la política, su campo de posibilidades y tendencias, así como para el mantenimiento de la propia sociedad y el desarrollo del caos-destructivo como estrategia sistémica.
En esta segunda parte vamos a ver si podemos responder a una cuestión que se antoja relevante a tenor de todo ello. Ante el abismo al que nos asomamos y frente a la perentoriedad que conllevan las dinámicas a las que nos somete el capital, ¿cómo reaccionan las nuevas Escuelas que se reclaman de un marxismo actualizado o “neomarxismo” y las izquierdas que de una u otra manera se han derivado de ellas? ¿qué soluciones sociales, qué propuestas práxicas, qué líneas programáticas nos brindan? ¿qué implicaciones políticas pueden extraerse de sus reelaboraciones teóricas del marxismo?
Voy a intentar mostrar que en vez de proporcionar una respuesta apropiada a los tiempos que corren, ajustada a la actual fase degenerativa del capital, las nuevas Escuelas que se adscriben de una u otra manera al marxismo, lejos de contribuir a resolver los posibles “puntos ciegos” sobre la transformación sistémica a los que esta estrategia epistémico-metodológica había llegado en la teoría –y en la práctica– con el retroceso de las luchas políticas y sociales y el hundimiento o estancamiento de las experiencias de transición socialista del siglo XX, han contribuido, por contra, a empobrecer la dimensión política de la que ha sido la principal praxis de emancipación humana hasta hoy, el marxismo, “la piedra angular de una crítica no sólo de la economía política, sino también del capitalismo; no sólo de la política de las clases dominantes, sino también de la política y las clases mismas; no sólo del derecho y de las leyes del Estado burgués, sino también del Estado mismo –en suma, una verdadera e implacable teoría crítico-radical de todo lo existente” (Roggerone, 2014)–, puntal de “una lucha para librar a la humanidad de estar sometida a leyes y fuerzas sociales que son en el capitalismo ciegas y brutales” (Said, 2019).
Roggerone, señala que el marxismo supone, ante todo, “la coexistencia de tres proyectos que si bien se encuentran relacionados en lo esencial son relativamente autónomos: un proyecto político –la consecución del socialismo y el comunismo–, un proyecto científico –la comprensión de la realidad social a través del materialismo histórico– y un proyecto filosófico –el desarrollo de la concepción materialista–”(2014).
Probablemente, por tanto, la única teoría social enraizada en la práctica que tiene alguna posibilidad de oponer un proyecto sólido al remolino de succión planetario que supondrá, que lo está suponiendo ya, el largo colapso del capital. Colapso que, por otra parte, está volviendo a hacer saltar a la palestra a Marx. Sin embargo, el Marx que se está recuperando hoy por las nuevas versiones del marxismo es, como dijera Bensaïd (2011), un Marx sin comunismo ni revolución, sin organización ni partido (ni Internacional), sin programa ni estrategia. Es un Marx abstracto y “esotérico”, desprovisto de cualquier vertiente programática e incapaz, por tanto, ni de articular ni de movilizar sujetos reales colectivos; rescatado más bien para todo tipo de especulaciones teoréticas sin praxis.
“Las posiciones subsecuentemente adoptadas pueden reducirse a tres: abandono del marxismo; un intento de volver a Marx y a un Marx mínimo con la esperanza de una reconstrucción realizada con trasplantes de otras corrientes intelectuales; y la preservación del marxismo como reserva para una utopía crítica, a la espera de días mejores para la reanudación de la teoría (…) Todos estos cuerpos de investigación proponen una especie de relectura crítica de Marx y sería conveniente aclarar el mínimo doctrinal en el que coinciden en caracterizarse como ‘marxistas’ (…) y esto con plena conciencia del carácter irrevocablemente anticuado, acabado e inviable de las formas y estrategias organizativas del comunismo histórico. Su propia debilidad consistía precisamente en su separación de cualquier proceso político capaz de traducir positivamente su sustancia crítica” (Tosel, 2008).
Las nuevas versiones de Marx serían respaldadas en su desleimiento del autor renano por la irrupción del paradigma “post”, que cobraría cada vez más fuerza sobre todo en las formaciones sociales del capitalismo central, ante las derrotas y regresiones de las luchas sociales y el desmoronamiento del “Estado del Bienestar”. Así, el post-modernismo se hacía dominante en el terreno cultural; el post-estructuralismo en el filosófico y el post-marxismo en el teórico-político (Roggerone, 2014). Anderson (2000) retrató con precisión las operaciones principales que se dieron en este paradigma:
1/ exorbitancia del lenguaje oextrapolación del instrumental lingüístico saussureano al análisis social y antropológico (Lévi-Strauss), e incluso al estudio del inconsciente (Lacan);
2/ atenuación de la verdad, en cuanto que se descartaba la posibilidad de entenderla como una correspondencia con la realidad y de distinguirla de lofalso en función de la evidencia. El modelo de Saussure quedó despojado así de referentes extralingüísticos –lo que quiere decir que el lenguaje pasa a ser la realidad, se convierte en el principio de todo orden humano–. Con ello, los significantes dejan de tener significado constatado, para hacerse “ otantes”;
3/ accidentalización de la historia. Como rechazo de una causalidad que se considera propia de un determinismo simple, mecánico, el mundo queda abierto a la contingencia absoluta. En adelante bastará con asegurar, por ejemplo, que “donde hay poder hay resistencia”, sin ocuparse ni de su análisis concreto (plano teórico), ni de su efectiva construcción, potenciación y alcance (plano político-práxico). Estas cosas de las luchas, ya se sabe, como que son intrínsecas al capital, están siempre ahí aunque no las veas y se manifiestan inopinadamente.
Si no hay una determinación absoluta de lo social, no vale la pena ocuparse de los condicionamientos, las causas profundas, los procesos que posibilitan y los que constriñen unos u otros cursos de acción, tampoco de las relaciones y los límites, de las tendencias estructurales. La ideología y la política se desligan de las relaciones sociales, los antagonismos dejan paso a las divisiones discursivas, los sujetos políticos son sustituidos por colectivos laxos, sin identidades estables, articulados sólo argumentalmente. A partir de ahora es el discurso el que hace al sujeto, y no al revés.
De estas bases (des)teóricas se desarrollarían las formas burguesas de construcción del socialismo presentadas como “post-marxismo”, el cual pretende desafiar al marxismo en su propio terreno, a partir de sus premisas básicas (Meiksins Wood, 2013), mientras que el propio marxismo dicho “occidental” entraba en su fase post-estructuralista y al menos dos generaciones de “intelectuales de izquierdas”, muchos procedentes del materialismo histórico-dialéctico, dejarían de ejercer como “anticapitalistas”. De aquellas bases se nutrirían también las versiones que se autoproclamaban “neo” marxistas. Unas y otras de tales corrientes presentan, a mi entender, como principal punto de partida y a la vez como resultado más destacado, la in-política. Se trata de una condición que de no en dos versiones primordiales:
1/ como desconsideración o incluso desprecio por la política, llegándose con frecuencia a alardear del desconocimiento de sus fundamentos y procesos (antipoliticismo de nuevo cuño);
2/ como erección de políticas inocuas para el capital, perfectamente integrables en su “mundo de la vida”, en su orden social.
No cabe duda de que el marxismo es un método práxico que, como tal, se puede enriquecer e, incluso en algún momento histórico, superar. Pero lo que no es válido es reclamarse del mismo para deshacerle, negando sus elementos constitutivos. Si lo que se quiere es desarrollar otra teoría distinta, enfrentada a, o en todo caso, inspirada sólo parcialmente en Marx, es más honrado dejarlo claro desde el principio (Kliman, 2010).
En el capítulo siguiente intentaré desarrollar una explicación de la deriva de la praxis “neomarxista”, a menudo inclinada hacia la anti-política, que tanto le debe al paradigma “post”. En los capítulos 9 y 10, analizaré sin embargo, expresiones post-marxistas de ese paradigma que se adscriben más a la segunda vertiente de la in-política: la que se integra complacientemente en el mundo del capital. Intentaré también contrapuntear unos y otros análisis con la que podría ser una renovada praxis marxista…
(continuará)
[ Fragmento: DE LA DECADENCIA DE LA POLÍTICA EN EL CAPITALISMO TERMINAL / Andrés Piqueras ]
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