lunes, 26 de agosto de 2024

 

 

1200

 

LA LUCHA DE CLASES

Domenico Losurdo

 

(16)

 

 

II

 

Una lucha prolongada y no de suma cero

 

 

 

3. ¿UN CONFLICTO ETERNO ENTRE SEÑORES Y ESCLAVOS?

 

Para comprender adecuadamente la teoría marxiana de la lucha de clases no basta con desmarcarla de la tesis de quienes ven en la caída del antiguo régimen el inicio de una atenuación, progresiva o radical, del conflicto político-social en el plano interior e internacional. En una famosa carta del 5 de marzo de 1852 Marx observa:

 

 

«Por lo que a mí respecta, no me cabe el mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad moderna ni el de haber descubierto la lucha entre ellas»;

 

 

de eso ya se habían ocupado mucho antes, de distintas formas, los historiadores y los economistas burgueses. La verdadera novedad del materialismo histórico es la afirmación del carácter históricamente determinado y transitorio de las sociedades basadas en la lucha y el dominio de clase (MEW).

 

 

Estamos a mediados del siglo XIX. Teniendo en cuenta los acontecimientos posteriores, podemos hacer una comparación con otros autores que quizá resulte aún más significativa. Si el Manifiesto del partido comunista habla de «lucha de clases», Nietzsche también ve el despliegue en la historia de la «lucha de estamentos y de clases» (Stande- und Classenkampf). Si los autores del Manifiesto comparan y equiparan repetidamente la esclavitud moderna y asalariada con la esclavitud negra, también Nietzsche y, al otro lado del Atlántico, los ideólogos de Sur esclavista, razonan de un modo parecido, pero en este caso para demostrar la inanidad del proyecto abolicionista. Si a juicio de Marx y Engels la sociedad capitalista ha sustituido la servidumbre de la gleba medieval —que en su día había suplantado a la esclavitud propiamente dicha de la antigüedad clásica— por la esclavitud moderna, a juicio de Nietzsche en Europa y de los ideólogos del Sur en Estados Unidos, el sometimiento servil al trabajo es un fundamento esencial e imprescindible de la civilización. Por decirlo con las palabras del más ilustre, quizá, de estos ideólogos estadounidenses, John C. Calhoun:

 

 

Considero que nunca ha existido una sociedad rica y civilizada en que una porción de la comunidad no viviera del trabajo de la otra [...]. En un estadio avanzado de riqueza y civilización siempre ha habido un conflicto entre trabajo y capital.

 

 

«Lucha de estamentos y de clases», permanencia de la «esclavitud» incluso en un orden social que la ha abolido formalmente, «conflicto entre trabajo y capital»: no acaban aquí las analogías conceptuales. En Nietzsche hallamos otras dos categorías centrales del razonamiento marxiano: habla de «plustrabajo» (Mehrarbeit) extraído a los esclavos y a los obreros, sometidos por lo tanto a «explotación» (Ausbeutung).

 

 

Pero entonces, ¿dónde están las diferencias?

 

 

Para el teórico del «radicalismo aristocrático», extorsión del «plus-trabajo» y «explotación» son expresiones de una tendencia general e inevitable de la realidad natural y social, son ley de vida. En cambio para Marx y Engels la esclavitud es superable en todas sus formas y además estas formas no son equivalentes. Ya en un escrito juvenil (La sagrada familia) reprochan a los jacobinos el haber confundido la «esclavitud real» (wirkliches Sklaventum) del mundo antiguo con la «esclavitud emancipada» (emanzipiertes Sklaventum) del mundo moderno (MEW). El adjetivo, por supuesto, no anula el sustantivo, pero tampoco es una nulidad carente de significado. Luego hemos visto que en Miseria de la filosofía se denuncia la esclavitud, enmascarada en cierto modo, que impera en Europa. La «máscara» a la que se hace referencia es como la «apariencia» (Schein) de la lógica de Hegel que expresa un nivel de realidad, aunque muy superficial.

 

 

Se comprende entonces que cuando estalló la Guerra de Secesión los dos filósofos y militantes revolucionarios no dudaran en ponerse de parte de la Unión. Desde el inicio de las hostilidades la instan a desencadenar contra el Sur una guerra revolucionaria por la abolición de la esclavitud negra, pese a que en el Norte tenía plena vigencia la esclavitud a la que estaban sometidos los trabajadores asalariados, la que varios años después El capital, haciéndose eco del Congreso Obrero General de Baltimore, llama «esclavitud capitalista» (MEW). Pero la «esclavitud indirecta (indirekte Sklaveret) de los blancos de Inglaterra» no es lo mismo que la «esclavitud directa (direkte Sklaverei) de los negros al otro lado del Atlántico» (MEW); el «trabajo coercitivo directo» al que está sometido el esclavo no puede equipararse con la coerción económica indirecta que oprime al obrero asalariado, que formalmente es un «obrero libre». Es más, mientras en Estados Unidos se extiende la guerra civil y en Europa no faltan los simpatizantes del Sur, parece que Marx quiere evitar cualquier equívoco y, poniendo sordina a su tradicional denuncia de la «esclavitud indirecta» propia del sistema capitalista, hace continuos llamamientos a luchar por la defensa del «sistema de trabajo libre» contra el «sistema de la esclavitud» (MEW).

 

 

Ciertamente —observa Engels en 1885— con el final de la Guerra de Secesión se intenta sustituir la «esclavitud declarada de los negros» (abolida formalmente) por la «esclavitud camuflada (verdeckte Sklaverei) de los culíes indios y chinos» (MEW). De modo que al abordar el asunto de la esclavitud que acecha al mundo del trabajo con distintas formas e intensidades, se hace una doble diferenciación: por un lado se distingue entre la «esclavitud declarada» y la «esclavitud camuflada», la primera impuesta a los negros y la segunda a los indios y los chinos, pero en todo caso a poblaciones colonizadas o de origen colonial; en cambio, en la metrópoli capitalista la lucha por la reducción y la regulación del horario de trabajo ha atenuado, o parece capaz de hacerlo, lo que tiene de esclavista la condición obrera.

 

 

Vemos, pues, que en Nietzsche (y en Calhoun) podemos encontrar algunas de las ideas centrales de Marx, pero en este último análisis del conflicto entre capital y trabajo es la historia de la progresiva emancipación del trabajo la que tiene lugar, y puede lograrse, siquiera parcialmente, con la lucha de clases ya en el ámbito de la sociedad existente. En el primero, por el contrario, el conflicto se reduce de forma esquemática y a veces en un sentido fuertemente naturalista, al margen de una dialéctica histórica concreta, al eterno antagonismo entre señores y esclavos. Por lo tanto, la lucha de clases de los que están sometidos a la esclavitud en su forma antigua o moderna, abierta o camuflada, la rebelión de «una ralea bárbara de esclavos» no puede conseguir ninguna emancipación real y solo puede acarrear la catástrofe de la civilización…

 

(continuará)

 

 

 

 

 

[ Fragmento de: Domenico Losurdo. “La lucha de clases” ]

 

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