1090
EL ESTADO Y LA REVOLUCIÓN
Lenin
( 07 )
CAPÍTULO II
LA EXPERIENCIA DE LOS AÑOS 1848 Y 1851
3. Cómo planteaba Marx la cuestión en 1852
En 1907 publicó Mehring en la revista Neue Zeit extractos de una carta de Marx a Weidemeyer, fechada el 5 de marzo de 1852. Esta carta contiene, entre otros, el siguiente notable pasaje:
Por lo que a mí se refiere, no me cabe el mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad moderna ni la lucha entre ellas. Mucho antes que yo, algunos historiadores burgueses habían expuesto ya el desarrollo histórico de esta lucha de clases, y algunos economistas burgueses, la anatomía económica de estas. Lo que yo he aportado de nuevo ha sido comprobar lo siguiente:
1) que la existencia de las clases solo va unida a determinadas fases históricas de desarrollo de la producción ( historische Enttwicklungsphasen der Production);
2) que la lucha de clases conduce necesariamente a la dictadura del proletariado;
3) que esta misma dictadura no es de por sí más que la transición hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases…
En estas palabras, Marx consiguió expresar de un modo asombrosamente claro dos cosas: primero, la diferencia fundamental y cardinal entre su doctrina y las doctrinas de los pensadores avanzados y más profundos de la burguesía, y segundo, la esencia de su teoría del Estado.
Lo fundamental en la doctrina de Marx es la lucha de clases. Así se dice y se escribe muy frecuentemente. Pero no es exacto. De esta inexactitud se deriva con gran frecuencia la tergiversación oportunista del marxismo, su falseamiento en un sentido aceptable para la burguesía. Porque la teoría de la lucha de clases no fue creada por Marx, sino por la burguesía, antes de Marx, y es, en términos generales, aceptable para la burguesía.
Quien reconoce solamente la lucha de clases no es aún marxista, puede mantenerse todavía dentro del marco del pensamiento burgués y de la política burguesa. Circunscribir el marxismo a la teoría de la lucha de clases es limitar el marxismo, tergiversarlo, reducirlo a algo que la burguesía puede aceptar.
Marxista solo es el que hace extensivo el reconocimiento de la lucha de clases al reconocimiento de la dictadura del proletariado. En ello estriba la más profunda diferencia entre un marxista y un pequeño (o un gran) burgués adocenado. En esta piedra de toque es en la que hay que contrastar la comprensión y el reconocimiento real del marxismo. Y nada tiene de extraño que cuando la historia de Europa ha colocado prácticamente a la clase obrera ante tal cuestión, no solo todos los oportunistas y reformistas, sino también todos los “kautskianos” (gente que vacila entre el reformismo y el marxismo) hayan resultado ser miserables filisteos y demócratas pequeñoburgueses, que niegan la dictadura del proletariado. El folleto de Kautsky “La dictadura del proletariado”, publicado en agosto de 1918, es decir, mucho después de aparecer la primera edición del presente libro, es un modelo de tergiversación filistea del marxismo y de ignominiosa abjuración virtual del mismo, aunque se le acate hipócritamente de palabra (véase mi folleto “La revolución proletaria y el renegado Kautsky”, Petrogrado y Moscú, 1918).
El oportunismo de nuestros días, personificado por su principal representante, el exmarxista C. Kautsky, cae de lleno dentro de la característica de la posición burguesa que traza Marx y que hemos citado, pues este oportunismo circunscribe el terreno del reconocimiento de la lucha de clases al terreno de las relaciones burguesas. (¡Y dentro de este terreno, dentro de este marco, ningún liberal culto se negaría a reconocer, “en principio”, la lucha de clases!). El oportunismo no extiende el reconocimiento de la lucha de clases precisamente a lo más fundamental, al período de transición del capitalismo al comunismo, al período de derrocamiento de la burguesía y de completa destrucción de esta. En realidad, este período es inevitablemente un período de lucha de clases de un encarni-zamiento sin precedentes, en que esta reviste formas agudas nunca vistas, y, por consiguiente, el Estado de este período debe ser inevitablemente un Estado democrático de manera nueva (para los proletarios y los desposeídos en general) y dictatorial de manera nueva (contra la burguesía).
Además, la esencia de la teoría de Marx sobre el Estado solo la asimila quien haya comprendido que la dictadura de una clase es necesaria, no solo para toda la sociedad de clases en general, no solo para el proletariado después de derrocar a la burguesía, sino también para todo el período histórico que separa al capitalismo de la “sociedad sin clases”, del comunismo.
Las formas de los Estados burgueses son extraordinariamente diversas, pero su esencia es la misma: todos esos Estados son, bajo una forma u otra, pero, en última instancia, necesariamente, una dictadura de la burguesía. La transición del capitalismo al comunismo no puede, naturalmente, por menos de proporcionar una enorme abundancia y diversidad de formas políticas, pero la esencia de todas ellas será, necesariamente, una: la dictadura del proletariado…
(continuará)
[ Fragmento de: Lenin. “El estado y la revolución”.]
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