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EL ESTADO Y LA REVOLUCIÓN
Lenin
( 05 )
CAPÍTULO II
LA EXPERIENCIA DE LOS AÑOS 1848 Y 1851
1.En vísperas de la revolución
Las primeras obras del marxismo maduro, “La miseria de la filosofía” y “El manifiesto comunista”, datan precisamente de la víspera de la revolución de 1848. Esta circunstancia hace que esas obras contengan, hasta cierto punto, además de una exposición de los fundamentos generales del marxismo, el reflejo de la situación revolucionaria concreta de aquella época; por eso será, quizás, más conveniente examinar lo que los autores de tales libros dicen acerca del Estado, antes de examinar las conclusiones sacadas por ellos de la experiencia de los años de 1848 a 1851.
«…En el transcurso de su desarrollo -escribe Marx- en “La miseria de la filosofía”, la clase obrera sustituirá la antigua sociedad burguesa por una asociación que excluya las clases y su antagonismo; y no existirá ya un poder político propiamente dicho, pues el poder político es precisamente la expresión oficial del antagonismo de clase dentro de la sociedad burguesa»
Es instructivo confrontar con esta exposición general de la idea de la desaparición del Estado después de la supresión de las clases, la exposición que contiene “El manifiesto comunista”, escrito por Marx y Engels algunos meses después, a saber, en noviembre de 1847:
«… Al esbozar las fases más generales del desarrollo del proletariado, hemos seguido el curso de la guerra civil, más o menos oculta, que se desarrolla en el seno de la sociedad existente hasta el momento en que se transforma en una revolución abierta, y el proletariado, al derrocar por la violencia a la burguesía, implanta su dominación…
… Como ya hemos visto más arriba, el primer paso de la revolución obrera es la transformación (literalmente): elevación del proletariado en clase dominante, la conquista de la democracia. El proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase dominante, y para aumentar con la mayor rapidez posible la suma de las fuerzas productivas»
Aquí hallamos una de las ideas más notables e importantes del marxismo en lo concerniente al Estado: la idea de la “dictadura del proletariado” (como comenzaron a denominarla Marx y Engels después de la Comuna de París) y asimismo una definición del Estado, interesante en grado sumo, que se cuenta también entre las “palabras olvidadas” del marxismo:
«El Estado, es decir, el proletariado organizado como clase dominante»
[ En el trabajo “El marxismo acerca del Estado” hay una anotación de Lenin: “Investigar y averiguar si Marx y Engels habían hablado de la dictadura del proletariado antes de 1871. ¡Creo que no!”. Durante el trabajo de “El Estado y la revolución”, V. I. Lenin, por lo visto, no pudo aclarar su duda. Evidentemente, Lenin se enteró de la carta de K. Marx a I. Weidemeyer más tarde, cuando el libro ya estaba escrito. En la última página del ejemplar perteneciente a Lenin de la primera edición de “El Estado y la revolución”, se encuentra la siguiente inscripción hecha en alemán: Neue Zeit (XXV, vol. 2, p. 164), 1906-1907, n.o 31 (2, V, 1907); F. Mering. Nuevos materiales para las biografías de K. Marx y F. Engels, de la carta de Marx a Weidemeyer de 5/3/1852, y sigue el párrafo de la carta que trata de la dictadura del proletariado.]
Esta definición del Estado no solo no se ha explicado nunca en la literatura imperante de propaganda y agitación de los partidos socialdemócratas oficiales, sino que, además, se la ha dado expresamente al olvido, pues es de todo punto inconciliable con el reformismo y se da de bofetadas con los prejuicios oportunistas corrientes y las ilusiones filisteas respecto al “desarrollo pacífico de la democracia”.
El proletariado necesita el Estado, repiten todos los oportunistas, socialchovinistas y kautskianos asegurando que esa es la doctrina de Marx y “olvidándose” añadir que, en primer lugar, según Marx, el proletariado solo necesita un Estado que se extinga, es decir, organizado de tal modo, que comience a extinguirse inmediatamente y que no pueda por menos de extinguirse; y, en segundo, que los trabajadores necesitan un “Estado”, “es decir, el proletariado organizado como clase dominante”.
El Estado es una organización especial de la fuerza, una organización de la violencia para reprimir a una u otra clase.
¿Qué clase es la que el proletariado tiene que reprimir? Solo es, naturalmente, la clase explotadora, es decir, la burguesía. Los trabajadores solo necesitan el Estado para aplastar la resistencia de los explotadores, y este aplastamiento solo puede dirigirlo, solo puede llevarlo a la práctica el proletariado como la única clase consecuentemente revolucionaria, como la única clase capaz de unir a todos los trabajadores y explotados en la lucha contra la burguesía, por la completa eliminación de esta.
Las clases explotadoras necesitan la dominación política para mantener la explotación, es decir, el interés egoísta de una minoría insignificante contra la inmensa mayoría del pueblo. Las clases explotadas necesitan el dominio político para suprimir completamente toda explotación, es decir, el interés de la inmensa mayoría del pueblo contra una minoría insignificante compuesta por los esclavistas modernos, es decir, por los terratenientes y capitalistas.
Los demócratas pequeñoburgueses, estos seudosocialistas que han sustituido la lucha de clases por sueños sobre la conciliación de las clases, también se han imaginado la transformación socialista de un modo soñador, no como el derrocamiento de dominación de la clase explotadora, sino como la sumisión pacífica de la minoría a la mayoría, que habrá adquirido conciencia de su misión. Esta utopía pequeñoburguesa, que va inseparablemente unida al reconocimiento de un Estado situado por encima de las clases, ha conducido en la práctica a la traición de los intereses de las clases trabajadoras, como ha demostrado, por ejemplo, la historia de las revoluciones francesas de 1848 y 1871 y como lo ha demostrado la experiencia de la participación “socialista” en ministerios burgueses en Inglaterra, Francia, Italia y otros países a fines del siglo xix y comienzos del xx.
Marx luchó durante toda su vida contra este socialismo pequeñoburgués, hoy resucitado en Rusia por los partidos eserista y menchevique. Marx desarrolló consecuentemente la teoría de la lucha de clases, llegando hasta la teoría del poder político, del Estado.
El derrocamiento de la dominación de la burguesía solo puede llevarlo a cabo el proletariado, como clase especial cuyas condiciones económicas de existencia lo preparan para ese derrocamiento y le dan posibilidades y fuerzas para efectuarlo.
Mientras la burguesía desune y dispersa a los campesinos y a todas las capas pequeñoburguesas, cohesiona, une y organiza al proletariado. Solo el proletariado –en virtud de su papel económico en la gran producción– es capaz de ser el jefe de toda la masa trabajadora y explotada, a quien con frecuencia la burguesía explota, esclaviza y oprime no menos, sino más que a los proletarios, pero que no son capaces de luchar por su cuenta para alcanzar su propia liberación.
La teoría de la lucha de clases, aplicada por Marx a la cuestión del Estado y de la revolución socialista, conduce necesariamente al reconocimiento del dominio político del proletariado, de su dictadura, es decir, de un poder no compartido con nadie y apoyado directamente en la fuerza armada de la masa. El derrocamiento de la burguesía solo puede realizarse mediante la transformación del proletariado en clase dominante, capaz de aplastar la resistencia inevitable y desesperada de la burguesía y de organizar para el nuevo régimen económico a toda la masa trabajadora y explotada.
El proletariado necesita el poder estatal, organización centralizada de la fuerza, organización de la violencia, tanto para aplastar la resistencia de los explotadores como para dirigir a la enorme masa de la población, a los campesinos, a la pequeña burguesía, a los semiproletarios, en la obra de “poner en marcha” la economía socialista.
Al educar al partido obrero, el marxismo educa a la vanguardia del proletariado, vanguardia capaz de tomar el poder y de conducir a todo el pueblo al socialismo, de dirigir y organizar el nuevo régimen, de ser el maestro, el dirigente y el jefe de todos los trabajadores y explotados, en la obra de organizar su propia vida social sin la burguesía y contra la burguesía. Por el contrario, el oportunismo imperante hoy educa en el partido obrero a los representantes de los obreros mejor pagados, que se apartan de las masas y se “arreglan” pasablemente bajo el capitalismo, vendiendo por un plato de lentejas su derecho de primogenitura, es decir, renunciando al papel de jefes revolucionarios del pueblo contra la burguesía.
“El Estado, es decir, el proletariado organizado como clase dominante”: esta teoría de Marx se halla inseparablemente vinculada a toda su doctrina acerca de la misión revolucionaria del proletariado en la historia. El coronamiento de esa misión es la dictadura proletaria, el dominio político del proletariado.
Pero si el proletariado necesita al Estado como organización especial de la violencia contra la burguesía, de aquí se desprende por sí misma la conclusión de si es concebible que pueda crearse una organización semejante sin destruir previamente, sin aniquilar la máquina estatal creada por la burguesía para su propio provecho. A esta conclusión lleva directamente “El manifiesto comunista”, y Marx habla de ella al hacer el balance de la experiencia de la revolución de 1848 a 1851…
(continuará)
[ Fragmento de: Lenin. “El estado y la revolución”. ]
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