jueves, 10 de agosto de 2023

 

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LA COLUMNA DE LA MUERTE

El avance del ejército franquista de Sevilla a Badajoz

 

Francisco Espinosa Maestre

 

[ 047 ]

 

 

4

OPERACIONES SECUNDARIAS

 

 

 

Toma de Azuaga y control definitivo del sur de la provincia

 

Aunque quede fuera de la zona de estudio trataremos también por su importancia el caso de Azuaga, una amenaza constante para los sublevados que aplazaron su decisión hasta que el 21 de septiembre —coincidiendo precisamente con la sustitución de Yagüe por Asensio al frente de las columnas que marchaban hacia Madrid y con la reunión celebrada en Salamanca por la que Franco era declarado jefe de todas las fuerzas sublevadas— se preparó desde Sevilla una operación en toda regla, casi paralela a la iniciada en esos días para fortalecer la línea de defensa de Mérida y cuyo objetivo no era otro que proteger el eje Sevilla-Mérida. Azuaga, con fuerte presencia anarquista, tenía una clase obrera muy poderosa que en cuestión de semanas organizó un batallón de mil hombres, en cuatro compañías, formado por miembros de las Juventudes Socialistas y por muchos de los milicianos que llegaban del sur y del oeste. Como era previsible, la presencia del teniente Antonio Miranda Vega, uno de los elementos claves de la trama golpista en Badajoz, resultó fatal: el mismo 19 de julio ordenó disolver una concentración provocando la muerte de 17 izquierdistas —«heridas producidas por bala de máuser», se lee en la inscripción— y la de un guardia civil de 24 años, lo que abriría una senda de violencia que derivaría en agosto y septiembre en una de las mayores y más terribles matanzas de derechistas de toda la provincia y la mayor de las aquí estudiadas. Tras los sucesos del día 19, el teniente Miranda —«así empezó a dar ejemplo este teniente», escribe González Ortín refiriéndose a los sucesos del día 19— salió de Azuaga y, como ya vimos, se pasó a los sublevados en Llerena. La mayoría de las autoridades municipales, como el alcalde Manuel Manchón Martín o los concejales José Moruno Zapata, Antonio Pulgarín Naranjo, Miguel Muñoz Morillo, Manuel Prieto, Narciso Vaquera López, Eulogio Vázquez Rengifo, José Chavero Alfaro, Diego Ojeda Puerto, Francisco Sevillano Blanco, Daniel Hernández Naranjo y José Carrizosa Pulgarín, huyeron a tiempo; otros como Pedro Fernández Sánchez, Francisco Moruno Castillo y Cándido Ortiz de la Tabla Barrantes fueron asesinado por los sublevados a los pocos días de la ocupación. Sólo se libró, según parece, Juan Checa Flores.

 

En Azuaga fueron detenidas 115 personas de derechas que denunciaron constantes malos tratos, de los que acusaron a José Antonio Moncayo, un tal «Vito», José Antonio G. Mansego «El Calderero», Andrés Gallardo Lafe, José Merino Bella «El Granate», Manuel Agudo, José Cuenca Vera «El Bonito Pascualo» y sus hermanos Francisco y Eulogio, un tal «Cañero», Nemesio Blanco «El Guinda», Cándido Blanco Gordon, Manuel Martínez, Antonio Ramos Paredes «El Carbonero», Manuel Sevillano Alexandre «El Gordito», Manuel Alexandre Vázquez, Eulogio Chicote Hidalgo, Francisco Alejandro Esquivel «El Culantro», José Antonio Hernández Durán (juez de la cárcel), Juan Hernández (fiscal de la cárcel), Rodríguez Sanabria, uno apodado «El Florido» y Manuel Parejo García «El Colillero». Además de incautarse de todas las armas en poder de los derechistas, asaltaron la armería de Máximo Calvo Ravanera.

 

¿Qué sabían los sublevados de lo que les esperaba en Azuaga? Calculaban en unos dos mil los huidos de Huelva, Sevilla y Badajoz allí congregados, pero hablaban de un total —obviamente excesivo— de unos diez mil hombres armados. Para su organización, además de algunos oficiales forasteros, fue sacado de prisión un teniente de Artillería de derechas llamado Victoriano Molina Esquivel. Azuaga permaneció bajo el poder de las milicias republicanas durante 68 días. Volaron varios puentes, como los de la carretera de Malcocinado y Fuente Obejuna, y colocaron minas y un cable de alta tensión de 75 000 voltios en los alrededores del pueblo; en los accesos se construyeron parapetos con sacos terreros, que también llegaron a situar en algunos balcones y ventanas. En el castillo, donde disponían de un motor y un alternador por si fallaba la corriente de alta tensión, procedente de Peñarroya, se construyeron trincheras y se colocaron alambradas. Los dirigentes locales se habían visto desbordados por las circunstancias, y quienes realmente mandaban eran varios militares procedentes de Madrid, que relegaron incluso al teniente Molina. Según el informe «los directivos han perdido el control sobre la masa y la esperanza de triunfo, pero no así la masa, que cree en el triunfo». Las milicias de Azuaga, al contrario de lo que había ocurrido hasta entonces, contaron con dos ametralladoras, dos cañones de 105, un millar de rifles y tercerolas, algunas pistolas ametralladoras y muchas escopetas. También disponían de algunos camiones, entre ellos dos blindados. Azuaga también tenía un campo de aterrizaje que era utilizado con frecuencia por la aviación republicana. Estos datos procedían de los testimonios prestados por varios vecinos como los hermanos Barrena o los hermanos Juan y Manuel Ávila Moyano. Los sublevados tenían incluso un plano del pueblo donde se leía:

 

Las llaves de los cables están en una casa marcada con una x en el barrio llamado «Cerro Hierro». El pueblo tiene unos 23 000 habitantes, habiendo grandes contingentes de otros pueblos, Guadalcanal, Cazalla, Peñarroya, Llerena, etc. A 12 km se encuentra Granja de Torrehermosa, con 12 000 habitantes y a 30 km aproximadamente Peñarroya.

 

En el mapa, además de la casa indicada, se localizaba el Cuartel de Milicias de la CNT, a la entrada del pueblo, junto al parque; el Cuartel General de Milicias, en el convento, junto a la Plaza de la República; la Casa del pueblo, la sede de la FAI y el castillo. La orden de operaciones se hizo en Sevilla el 21 de septiembre del 36:

 

ORDEN DE OPERACIONES

PARA LA TOMA DE AZUAGA

 

I. INFORMACIÓN Y NOTICIAS DEL ENEMIGO: • Se adjuntan en pliego aparte.

 

 

II. MISIÓN: • Ocupación de Berlanga, Ahillones, Valverde de Llerena, Azuaga y Granja de Torrehermosa.

 

III. FUERZAS: • Dos columnas que se encontrarán el martes 22 en Llerena y Guadalcanal.

 

a) Columna de Llerena:

Una compañía de Regulares de Larache (procede de Algeciras) 120 H.

Tres compañías fusiles (2 de Llerena y 1 de Sevilla)

Una compañía Ametralladoras (de Llerena) Rgto. 6 ………… 360 H.

Un escuadrón montado

Una sección armas automáticas Rgto. Taxdir n.º 7 ………… 130 H.

Una Batería de 10.5 de Cádiz ………… 50 H.

Una Batería de 7.5 del 3.º Ligero (de Llerena) ………… 50 H.

Una Centuria de Falange (de Sevilla) ………… 100 H.

Una ambulancia

 

b) Columna de Guadalcanal:

Una Compañía de Regulares de Ceuta (de Antequera) ………… 120 H.

Dos Compañías de Asalto (de Sevilla) ……… 200 H.

Un escuadrón pie a tierra (de Alanís) ……… 100 H.

Una Compañía voluntarios (de Jerez) ……… 150 H.

Una Compañía ametralladoras del Regimiento de Cádiz ……… 60 H.

Una Batería del 7.5 del 3.º Ligero ……… 50 H.

Una Centuria de Falange ……… 100 H.

Una sección Zapadores con material de puentes

Una ambulancia

 

IV. MANDO:

a) Columna de Llerena:

1.º Jefe: Comandante de Infantería D. Alfonso Gómez Cohián.

2.º Jefe: Comandante de Ingenieros D. Julián Azofra Herrería.

 

b) Columna de Guadalcanal:

1.º Jefe: Comandante de Caballería D. Gerardo Figuerola.

2.º Jefe: Comandante de Seguridad D. Francisco Corrás.

 

 

Ambas columnas salieron de Sevilla, la de Llerena de la Puerta Jerez y la de Guadalcanal del Paseo de Colón. La de Llerena ocuparía el día 23 los pueblos de Berlanga, Ahillones y Valverde de Llerena, donde además de contactar con la de Guadalcanal, debía pernoctar. Esta columna salió para Azuaga a las seis de la mañana del día 24 y una hora después, a las siete de la mañana, lo hizo la de Llerena desde el cruce de Berlanga. Las baterías de ambas columnas, a tres kilómetros del objetivo, abrieron fuego a las nueve de la mañana. La infantería actuó a las diez mientras la primera columna, flanqueada por el Escuadrón y la sección de armas automáticas, abordaba la ciudad por el norte y la segunda por el sur. En el momento en que se reuniesen ambas columnas el mando pasaría al comandante Figuerola. Finalmente, el día 25, la columna de Llerena, engrosada con la Compañía de Regulares, los voluntarios de Jerez y la sección de Zapadores, debería caer sobre Granja de Torrehermosa, que sería ocupada exactamente igual que Azuaga, pues —como decía la orden de operaciones firmada por el capitán de Estado Mayor de Queipo, Manuel Gutiérrez Flores— las maniobras de envolvimiento son «las que dan resultado positivo en esta modalidad de guerra (ocupación de pueblos)». La otra columna permaneció en Azuaga dispuesta a prestar ayuda en caso de necesidad. Tomada Granja regresaron a Azuaga los regulares y los voluntarios jerezanos.

 

Según los primeros informes de los comandantes Figuerola y Gómez Cobián, el 24 de septiembre, entre las cuatro y las cinco de la tarde, se tomó Azuaga a bayoneta después de vencer una gran resistencia durante siete horas. La lucha se extendió al interior de la población, donde perduraron núcleos de resistencia aislados hasta el día siguiente, cuando se acabó con ellos mediante el envío de los regulares con granadas de mano. Hasta los sótanos y las conducciones subterráneas fueron revisadas buscando rojos. En estas tareas de búsqueda y limpieza tuvo especial relevancia el grupo de propietarios y señoritos al mando de Alfredo Erquicia, conocidos como «Policía Montada», que había venido con las columnas desde Sevilla. Bastará con decir que, según los primeros informes, fueron recogidos los cadáveres de más de cien milicianos —cifra luego rebajada— además de armamento (12 ametralladoras, 70 pistolas ametralladoras, 90 escopetas, muchos fusiles …). Los prisioneros, entre ellos uno que se encontraba dormido junto a una de las ametralladoras, fueron ejecutados. Las fuerzas de Queipo sufrieron la pérdida de un cabo, un alférez (Olmo), dieciocho soldados heridos, varios contusos y un caballo muerto. Los hombres de Gómez Cobián quedaron tan exhaustos que se pospuso la parte del plan de seguir para Granja de Torrehermosa hasta el día siguiente. En un informe posterior el número de cadáveres de rojos se cuantificó en cuarenta y se estableció —excediéndose— en torno a 175 personas el número de derechistas asesinados. Para asombro de la derecha local fueron destrozadas todas las imágenes salvo un cristo que fue respetado. Según algunos testimonios, entre los que murieron ese día, los que huyeron y los que fueron aniquilados en meses posteriores la población se redujo a menos de la mitad:

 

He recorrido el pueblo, que es hermoso y bello, y barrios enteros están totalmente deshabitados, con las casas abiertas de par en par y la visión, trágica y desóladora, de las camas rotas, los colchones despedazados, las arcas desvalijadas y los suelos llenos de informes montones de cosas destrozadas.

 

El día 25 la aviación republicana arrojó sobre Azuaga diez u once bombas que cayeron en los alrededores de la ciudad sin causar daño alguno.

 

La operación contra Azuaga demostró una vez más que la resistencia popular, por más que se organizara, no tenía nada que hacer contra unas fuerzas militares y paramilitares no sólo más numerosas sino mejor preparadas para la guerra. En pequeña escala sucesos como el de Azuaga permitían observar lo que más tarde pasaría en escenarios mucho mayores y con fuerzas más numerosas: por más altos que fueran la combatividad y el espíritu antifascista de los milicianos, poco tenían que hacer ante unidades militares y mucho menos ante las fuerzas de choque del Ejército español, inevitablemente en vanguardia cada vez que la resistencia se agudizaba. Esto lo sabían los golpistas y lo comentaban entre ellos. Así, unos días después de los hechos narrados, el día cuatro de octubre, tras la caída de Guareña, uno de los oficiales que intervinieron, el comandante Guerrero, escribe a Franco sobre los problemas que trae la cada vez mayor resistencia que ofrecen los milicianos. Dice:

 

Bástete saber que en la estación me detuvieron a la columnita de flanqueo, que iba sobre este objetivo, ocho horas y eran 30 milicianos los atrincherados allí. Claro que murieron los 30, pero por las horas de detención te darás cuenta de que mis 250 hombres no eran elementos de choque. Por confidencias que tengo del campo enemigo, bastante fidedignas, me consta que las concentraciones fuertes comienzan en Medellín … que la gente que aquí tenemos son semirojos y desde luego los más cobardes de ellos, lógica aplastante si tenemos en cuenta que se han ido incorporando al Regimiento de Badajoz conforme se iban liberando los pueblos de la provincia, siendo seguro que un 80 por 100 de ellos eran milicianos rojos y los más cobardes, puesto que los valientes siguieron haciéndonos la guerra sin tener en cuenta, como los incorporados, en que íbamos venciendo.

 

 

Por su parte, el gobernador militar Cañizares intentó convencer a Franco de completar la ocupación de Badajoz y de que no había que preocuparse por la calidad de las fuerzas: sólo en el sector de Mérida se contaba en ese momento con ocho mil hombres, de los que cinco mil eran tropas regulares. Finalmente fue el coronel Francisco Martín Moreno, del Estado Mayor del Cuartel General de Franco, quien el siete de octubre, coincidiendo con el reinicio de la marcha hacia Madrid, comunicó a Cañizares que la ofensiva sobre Don Benito y Villanueva debía esperar por la atención que requerían los objetivos principales, especial mente Madrid.

 

El día diez de octubre de 1936, puesto que la misión encomendada a Cañizares era la de mantener la línea defensiva que protegiera Mérida-Almendralejo-Llerena, la zona ocupada de la provincia fue dividida en cuatro sectores: Badajoz, Jerez de los Caballeros, Mérida y Llerena. El primero dividido en plaza y zona exterior, quedó a cargo del teniente coronel Eugenio Pantoja Corrochano y del comandante Ildefonso Medina Mogollón; el segundo, del comandante Mariano Ramos Díaz de Vila; el tercero del comandante Mariano Lobo Navascues; y el último del comandante José Álvarez Rodríguez, todos ellos pertenecientes al Regimiento Castilla y, como hemos visto, muy activos en la implantación del golpe en la provincia. Desgraciadamente las órdenes e instrucciones dadas a estos jefes militares, pese a ser mencionadas en la documentación, no aparecen. Por aquellos días, después del golpe de efecto que supuso el desvío hacia Toledo y la gesta del Alcázar, con Franco ya en la jefatura del Estado, las columnas reiniciaron la marcha hacia Madrid. Fue también entonces, a comienzos de octubre, cuando Franco decidió la disolución de las diversas milicias que al mando de guardias civiles como Navarrete Alcal venían actuando desde los primeros días de la sublevación. En Badajoz, completado el proceso de ocupación de la zona occidental de la provincia iniciado dos meses antes, comenzaba una larga guerra de frentes a la que sólo pondría fin dos años y medio después el último parte de guerra. Fin a la guerra, porque la campaña duraría bastante más…

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: Francisco Espinosa Maestre. “La columna de la muerte” ]

 

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