lunes, 7 de agosto de 2023

 

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LA COLUMNA DE LA MUERTE

El avance del ejército franquista de Sevilla a Badajoz

 

Francisco Espinosa Maestre

 

[ 046 ]

 

 

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OPERACIONES SECUNDARIAS

 

 

La columna de los ocho mil

 

A mediados de septiembre se supo por diversas fuentes de la existencia de una enorme columna de siete u ocho mil personas que, localizada en torno a Fregenal de la Sierra, parecía disponerse a reconquistar Segura de León. Al detectarse que dicha columna tomaba rumbo a Llerena fue cuando se planeó la ocupación de Higuera la Real y Fregenal de la Sierra. La decisión parece que la tomaron en Valencia del Ventoso los comités populares allí congregados tras la caída de Fregenal. La organización de la columna y el plan de marcha fueron dirigidos por el diputado Sosa Hormigo. Según fuentes facciosas —esos informantes que desde Jerez y Fregenal mantenían al día al Estado Mayor de Queipo— la intención era «reunirse con el Camarada Sediles». El armamento de que disponían estos milicianos consistía en catorce fusiles de los carabineros de Fregenal, veinte de los guardias civiles y carabineros de Rosal de la Frontera, otros catorce de los guardias de Cumbres, unas mil escopetas y bombas caseras de todas clases. Según Pons Prades, el grupo que inició el avance estaba compuesto por unas dos mil personas, en su mayor parte familias completas con sus animales domésticos y enseres de todo tipo, precedidas por unos cuantos milicianos. A este grupo lo seguiría otro de unas seis mil personas en iguales condiciones. Aunque ignoramos realmente la magnitud de la columna, podemos afirmar que estaba integrada por varios miles de personas procedentes de Huelva y del sur de Badajoz, y que entre ellas había numerosas mujeres y niños, además de animales acarreando también gran cantidad de trastos y enseres. El caso es que el acceso a Portugal estaba cada día más complicado, con toda la raya cuajada de falangistas y de fuerzas militares portuguesas, por lo que decidieron llegar a Azuaga. El empeño no era fácil. Había que cruzar por una zona ya ocupada atravesando la carretera general que unía Sevilla con Mérida entre Monesterio y Fuente de Cantos, y seguir hacia Azuaga sorteando los peligros que podían acechar en Llerena y su comarca.

 

La marcha se inició el día 16 y transcurrió sin problemas hasta que hubo de pasar entre Llerena y Fuente del Arco, junto a Reina. Esto ocurrió el día 18, después de haber atravesado durante la noche la carretera general. Fue allí, en un lugar denominado «Cornocosa», donde les esperaba el capitán Gabriel Tassara con una compañía del Regimiento Granada y unos quinientos voluntarios armados, preparados para la encerrona desde que se tuvo noticia por Sevilla del itinerario de la columna de refugiados. En un informe sobre los hechos se lee:

 

El 18 de septiembre pasó por los límites de este término [Llerena] en dirección a los pueblos de Trasierra, Reina y Fuente del Arco una columna roja compuesta de unas 8000 personas de ambos sexos procedentes de las provincias de Sevilla, Cádiz y Huelva, y de algunos pueblos de ésta, de tránsito para la Zona roja, de cuya columna, debido a la astucia y pericia del señor capitán Tassara, destacado en Fuente del Arco, copó con sus fuerzas y las que fueron de auxilio de esta ciudad [Llerena], unos 2000 [prisioneros], entre estos unas 30 mujeres y niños en las proximidades de Fuente del Arco, trayéndolos a esta localidad donde fueron constituidos en prisión.

 

 

Contamos con el testimonio de Antonio Muñoz Calvo, vecino de Castaño de Robledo (Huelva), quien nos dejó sus recuerdos de aquella terrible experiencia:

 

En septiembre tuvimos un gran combate que duró varias horas. En la columna iban viejos, mujeres y niños, y unos 5000 hombres capaces de luchar pero sin armas. Nos hicieron muchas bajas, porque nos tenían emplazadas cuatro ametralladoras en puntos altos de la sierra que íbamos subiendo. Entonces la columna se partió, de forma que ya no pudimos pasar todos, quedando aislados unos 1500 compañeros muchos de los cuales, por no conocer bien aquel terreno, cayeron en su poder. Aquello fue tan horrible que cuesta recordarlo. Nos dividimos en grupos para no ser tan vistos y así estuvimos hasta finales de noviembre, en que ya quedábamos sólo siete y nos dirigimos a la zona de La Nava, El Repilado y Cortegana, donde pasamos parte del invierno. Luego nos mataron a un compañero ya mayor, Nicomedes, de cincuenta y tantos años, y entonces nos fuimos cada uno por un lado. Ya no podía más y me fui al pueblo, al doblado de la casa de mis padres.

 

Efectivamente, las fuerzas de Tassara esperaron a tener controlada a la mayor parte del grupo hasta que decidieron disparar. El resultado fue el caos. Según otra versión, la que ofreció en sus memorias Victorio Rafael Quintana, se engañó a la vanguardia de la columna enviando a su encuentro a un grupo con una bandera republicana, lo que les hizo creer que se encontraban ya en territorio leal. Quizá sea esta la «astucia» a que se refería el documento. Otra versión bastante poco creíble del engaño procede de las memorias de Rafael Medina, para quien Tassara, vestido con mono, al verse rodeado casualmente de unos 1500 milicianos rojos y carabineros durante una descubierta, optó por engañarlos diciendo que eran republicanos que venían a luchar «contra los fascistas». Por si fuera poco, visto el pobre armamento que traían, les dijo que les daría mejores armas a cambio de que entregaran las que tenían, a lo que, según el duque de Medinaceli, accedieron, siendo detenidos en masa como corderitos cuando se dirigían al pueblo para recibir el armamento.


En medio de aquel infierno unos consiguieron pasar adelante, otros pudieron dar marcha atrás y el grupo más numeroso quedó desperdigado y aterrorizado sin saber qué hacer. Los informes mencionaron unas ochenta bajas entre los que huían, pero no hay que dar gran credibilidad a esta cantidad. Tassara se presentó triunfante en Llerena —como si de una batalla viniera— con dos mil presos que se vieron engrosados con cincuenta más esa misma tarde tras una batida dirigida por el teniente de la Guardia Civil Antonio Miranda Vega, quien localizó a uno de los grupos que habían podido huir y les causó otros veinticinco muertos. De esos cincuenta presos capturados por Miranda diez eran mujeres.

 

Enterraron a los muertos allí mismo, provocando posteriormente macabras escenas a causa de los animales que al hurgar en la tierra sacaban restos humanos a la superficie. Los prisioneros corrieron diversa suerte. Según los recuerdos de Victorio Rafael Quintana los llevaron a un lugar de Llerena denominado «La Maltería», en la calle de la Estación; los animales fueron conducidos a un almacén de maderas de la calle Aurora. Muchas de estas personas fueron asesinadas en el cementerio de Llerena, donde según parece fueron obligadas a cavar sus propias fosas. Algunos testimonios mantienen que la plaza de toros de Llerena se utilizó como centro de reclusión de hombres y como fusiladero. Cuando los detenidos eran de Badajoz se llamaba a veces a sus pueblos preguntando qué hacer con ellos. Éste fue el caso de Juan Vázquez, alcalde de Salvaleón, quien según el testimonio de Francisco Marín Torrado, actual juez de Paz de dicho pueblo, fue asesinado después de dar el visto bueno la derecha local. Muchos de los presos andaluces fueron enviados a Sevilla, donde pasaron directamente al Cabo Carvoeiro, un barco-prisión del que muy pocos lograron salir con vida. En él encontró la muerte, por ejemplo, Próspero Castaño, alcalde republicano de Cabeza la Vaca. Respecto a Huelva, tenemos constancia de la desaparición en Llerena, en los días posteriores al 18 de septiembre, de personas procedentes de Aroche, Calañas, Aracena, la Nava, Cortegana, Zufre, Corteconcepción y de diversos pueblos mineros. Manuel González García, por ejemplo, amigo y paisano de Antonio Calvo Muñoz, quedó preso en Llerena hasta que a los pocos días lo trasladaron a Sevilla para eliminarlo. En algunos casos, al extenderse la noticia por toda la zona, fueron las mismas autoridades locales las que, en busca de piezas de importancia y temiendo que los presos ocultaran su identidad, se desplazaron a Llerena. Así, en Sevilla serán asesinados los hermanos Alejandro y Manuel Martín Roncero (Aracena), Antonio Tascón Tascón y Andrés Tascón Ortega (Aracena), Rosendo Guerra Moreno (La Nava), Siro Márquez Vázquez (La Nava), Manuel Flores Martínez (Aracena), Manuel López Linares (La Nava), José María Domínguez Domínguez (La Nava), Clemente Alex Martín (Santa Ana la Real) o José Luis Romero Lobo (Aracena), todos capturados en Llerena. Transcurrido un tiempo, y cuando ya habían sido expurgados a capricho, se eliminó a los restantes sin dejar huella alguna en el Registro Civil. Éste sería el caso de Antonio Miguel Domínguez Domínguez (Aracena), Manuel Alcaide Borrero (Aracena), Bonifacio Vázquez Duque (Zufre), Senén Alfonso Fernández (La Nava) y de Gumersindo Domínguez Domínguez (La Nava). Se trata de datos sueltos por los que apenas podemos atisbar la matanza. Sin embargo algunos documentos de procedencia judicial dan fe de ella. Así, por ejemplo, tal como puede verse en el listado de víctimas de Llerena, sabemos que de Bodonal de la Sierra fueron asesinadas 31 personas y de Segura de León 22. Cuando los funcionarios del Ayuntamiento de Bodonal, por error y a falta de otra cosa que poner, rellenan los formularios de la Causa General con los vecinos asesinados en Llerena, declaran tranquilamente que ninguno de ellos había sido inscrito en el Registro Civil.

 

Esa misma noche del 18 el general Queipo dijo por la radio:

 

En Badajoz se ha efectuado limpieza de focos constituidos por gente evadida de Sierra Morena. Tales operaciones han sido efectuadas por la columna del comandante de Infantería [Alfonso] Gómez Cobián, que guarnece el sector de Llerena, el cual, habiendo tenido noticia de una concentración enemiga, la atacó brillantemente, haciéndole 80 muertos, 30 heridos y 2200 prisioneros, con armas y caballos. Es decir, que esos milicianos, como son tan valientes, siendo en número de más de dos mil trescientos, se dejaron derrotar y capturar por fuerzas compuestas por no más de quinientos hombres. Según las últimas noticias se han recogido más de cincuenta caballos y una gran cantidad de armas y municiones, que no pueden detallarse todavía porque se está procediendo a clasificarlas. A los prisioneros se les está alojando en los corrales de las casas y se procede a darles de comer, pues se hallan extenuados y en situación lastimosa. Entre ellos hay diversos heridos, como consecuencia de la confusión que se promovió en sus filas. Hay varias mujeres, algunos maestros de escuela y otros hombres de carrera.

 

El ABC de Sevilla del día siguiente bajo el titular «Entre Reina y Fuente del Arco cae en una emboscada una columna marxista, siendo deshecha totalmente» resumió brevemente lo dicho por Queipo con la sola diferencia de precisar que se trataba «de una columna formada por 7000 marxistas fugitivos» y del traslado de los prisioneros a Llerena. En pocas líneas el periódico monárquico-fascista convertía a aquel grupo de huidos en «marxistas fugitivos» y a la cobarde emboscada realizada por los golpistas en victoriosa batalla. Peor había sido la charla de Queipo, quien fiel al espíritu nazi de su maestro Goebbels, se permitió aludir a la poca valentía de los «milicianos», al cuidado que se prestaba a los prisioneros o destacar —mal presagio— que entre ellos había mujeres, maestros y hombres de carrera. El Hoy, por su parte, incluyó en su edición del 25 de septiembre una noticia titulada «Operación cerca de Llerena». Según este diario, una vez alertados, los de la columna mostraron deseos de parlamentar. En esta versión los presos serían 1200, Y primero fueron trasladados a Fuente del Arco y más tarde a Llerena en tren. Por la tarde el comandante Cobián envió al teniente Miranda al frente de unos sesenta hombres, y de algunos elementos civiles como Julio Burgueño y Victoriano Maesso, contra los huidos, que sufrieron una nueva emboscada en el puerto del Águila, «de la que resultaron más de 30 muertos y algunos heridos, cogiéndoles 50 prisioneros y armas de todas clases». Así mintió el diario, callando a su vez la existencia de prisioneras. A esto se redujo la repercusión de aquella matanza, una más de las que hubo en el suroeste español en el verano del 36. Luego el tiempo y la dictadura se encargarían de cubrir de olvido aquella triste aventura iniciada unas semanas antes en las serranías del norte de Huelva y del sur de Badajoz. Según el mencionado Rafael Medina, el capitán Gabriel Tassara recibió por esta acción la medalla al mérito militar…

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: Francisco Espinosa Maestre. “La columna de la muerte” ]

 

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