lunes, 24 de julio de 2023

 

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LA COLUMNA DE LA MUERTE

El avance del ejército franquista de Sevilla a Badajoz

 

Francisco Espinosa Maestre

 

[ 044 ]

 

 

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OPERACIONES SECUNDARIAS

 

 

 

 

Últimas operaciones en el sur de la provincia: ocupación de Fregenal y Jerez de los Caballeros

 

Entretanto, en la madrugada del 17 de septiembre, era ocupada «sin novedad» en el sur de la provincia Valencia del Ventoso. Se iniciaba así la ofensiva que acabaría con toda resistencia al golpe militar en dicha zona, la única que del oeste de la provincia quedaba por ocupar. La Guardia Civil de Valencita, como se denomina a este pueblo, había sido concentrada en Fregenal, a partir de lo cual el Comité organizó una milicia e incluso un grupo a caballo. Estas fuerzas pasaron íntegras a zona republicana antes de que entraran en el pueblo los guardias civiles del capitán Navarrete Alcal y los falangistas del capitán Fernández. Concluida la operación, Navarrete informó a Queipo y Cañizares a Franco. Se denunciaron daños en la iglesia y en el convento de las Concepcionistas, utilizado como prisión, y requisas en comercios diversos. Las quejas de los presos fueron las habituales: amenazas, dureza en las condiciones de reclusión, algunas palizas, castigos humillantes como acarrear el agua, etc. Al cura Juan Silva Torres lo sacaron de noche al jardín del convento y lo sometieron a un simulacro de fusilamiento.

 

Entre Fregenal y Valencita, junto al cauce del Ardila, fue brutalmente asesinado el once de septiembre el guardia civil Fernando Rastrollo González, de 41 años, simpatizante de Falange y que se encontraba en el depósito de Fregenal. La iniciativa del traslado la achacaron al Comité de Valencia del Ventoso. Fueron responsabilizados Román González López, Reyes Gala Fernández, Juan Cid Aceitón y Vicente Hernández Guarnido, todos fusilados en la posguerra, salvo el último que se evadió a Francia. González Ortín también habló en su libro de Rafael González, factor de RENFE, José Criado Amaya, Isidro Follarat «Gaona», Lorenzo Guarnido, José Zama «El de la Ruleta» y de una activa miliciana conocida por «Clarita Campoamor».

 

En Higuera la Real encontramos lo habitual en los pueblos del suroeste: ningún apoyo al «Alzamiento Nacional» (los derechistas son detenidos si es que no han huido al cercano pueblo onubense de Encinasola) y un absoluto control del poder local por parte de las autoridades municipales y del Comité hasta la ocupación. Cuando el 18 de septiembre llegaron las fuerzas desde Fregenal —entre otras unos cuarenta falangistas al mando de Agustín Carande— ya habían partido los izquierdistas.

 

 

Otro de los pueblos ocupados por Navarrete Alcal fue Bodonal de la Sierra. Aquí el memorial de agravios había comenzado en los meses del Frente Popular. El 12 de abril del 36, con motivo de dar vivas al Fascio, el teniente de alcalde Joaquín Matito Vita ordenó la detención de los falangistas Antonio Quintanilla Lázaro, Antonio Navarro Matito, Luis Navarro Garrido, Lorenzo Venegas Maya, Miguel Domínguez Lozano, Lorenzo Rasero Guerra, Leandro Burgos Hernández y Antonio Burgos Florido. Igual suerte corrieron al día siguiente, por orden del alcalde Ramón Hernández Caballero, Manuel Contreras Luna y el abogado y juez municipal Mariano Pérez de Guzmán  Burgos. El día 14 de septiembre pasó por Bodonal una columna de mineros procedentes de la cuenca minera onubense que se dirigía hacia zona republicana. Ése fue el motivo por el que el mismo día se detuvo a trece personas de derechas, de las cuales sólo una, Manuel Contreras Luna, sufriría daños. Parece indudable que con esas detenciones se pretendía alejar a esas personas del alcance de los mineros, de forma que tal como se lee en los informes

 

«de todos los detenidos no se entregaron ninguno a una columna de mineros de Río Tinto que se presentó en ésta; no se cometieron en esta villa ni en su término municipal asesinatos», o como consta en otro informe de la Causa General: «Sin que a pesar de la anarquía reinante, como en todos los sitios, ocurrieran hechos luctuosos dignos de mención».

 

Fueron algunos de estos mineros, junto con otros huidos de la zona, los que intentaron infructuosamente uno de esos días recuperar Segura de León. A su regreso, ante el temor de que acabaran con los presos, la agresividad de la columna fue orientada por el Comité contra la ermita de la Virgen de las Flores y contra el abandonado cuartel de la Guardia Civil. Unos días después, en la madrugada del día 18, cuando ya los izquierdistas más significados se dirigían hacia Llerena, entraba la columna de Navarrete, que comunicó a Queipo:

 

«Con columna Guardia Civil, Falange, Requeté y Compañía militarizada ocupé a las 4.30 Bodonal y a las 5.15 Fregenal de la Sierra. Sin novedad».

 

El que era alcalde en 1940, Remigio Amaya, y el secretario del Ayuntamiento, de nombre Eugenio y de ilegible apellido, rellenaron los estados de la Causa General de manera improcedente para los que instruían el gran proceso, pero de forma especialmente valiosa para nosotros. Cuando estos funcionarios leyeron que había que relacionar los nombres de las «personas residentes en este término municipal, que durante la dominación roja fueron muertas violentamente o desaparecieron y se cree fueron asesinadas», no tuvieron la menor duda de que aquello debía referirse a las únicas muertes violentas habidas en la localidad, es decir, la de los izquierdistas asesinados desde «la liberación». Y así fue como hicieron constar sus nombres, edad, profesión, filiación política y cargos públicos, fecha de la desaparición, lugar donde se halló el cadáver y si fue inscrito en el Registro Civil. El apartado de «personas sospechosas de participación en el crimen» les debió parecer poco apropiado y lo dejaron en blanco. Gracias a estos laboriosos funcionarios sabemos que 31 personas fueron capturadas y eliminadas en la encerrona de Llerena, y que otras 52 fueron hechas desaparecer en Bodonal y su entorno.

 

En Fregenal de la Sierra las autoridades actuaron como en los demás sitios pero se encontraron con un problema: la actitud de la Guardia Civil, en cuyo cuartel se concentraron todos los puestos de la demarcación más los destacados en Jerez de los Caballeros. Unos 75 guardias civiles en total al mando del teniente Ramón Silveira. Aunque acuartelada, disponía de informadores que les mantenían al tanto de lo que sucedía en el pueblo. Cuando las autoridades que ya habían practicado diversas detenciones de derechistas, se percataron de que no se podía contar con ellos, intentaron que desde Badajoz se les ordenara salir de la población. El 26 de julio pasó por Fregenal una columna de 18 camiones cargados de milicianos que invitó a los guardias a sumarse a la defensa de la República, pero estos se negaron y esa misma tarde un grupo de ellos, en representación tanto de Fregenal como de Jerez, huyó a Cumbres Mayores (Huelva) y se puso a disposición del general Queipo. Dos días después, el 28, llegó una orden de Badajoz para que se incorporaran a la defensa de la República, pero la desoyeron por igual. Ante esta situación, y muy especialmente ante la posibilidad de que se desencadenase una lucha abierta entre guardias civiles y milicianos —ya se habían producido detenciones de izquierdistas en salidas esporádicas de los civiles—, el tres de agosto se acercó desde Badajoz una columna mixta de carabineros, soldados y milicianos, dirigida por el mismísimo coronel de Regimiento de Infantería y por los jefes de las Comandancias de la Guardia Civil y Carabineros. Se llevaron a la mayoría de los guardias a Badajoz, donde quedaron en el cuartel bajo vigilancia, lo que no les privaría —con Silveira al frente— de sublevarse unos días después. En el pueblo permanecieron unos cuantos guardias desarmados para encargarse del traslado de las familias y unos cuantos carabineros a fin de supervisar la operación. Este episodio repercutiría en la resolución de otras situaciones límite del entorno, como la de la Guardia Civil de Cumbres Mayores (Huelva).

 

Fregenal fue un lugar de concentración de huidos, de modo que a mediados de septiembre eran ya entre cinco y seis mil personas las allí agrupadas sin saber muy bien qué hacer ante el curso de los acontecimientos. Su único armamento eran las escopetas y pistolas obtenidas en los registros domiciliarios y unos cuantos fusiles depositados en los cuarteles de la Guardia Civil y distribuidos por orden de las autoridades provinciales. El 15 de septiembre, al día siguiente de ser ocupada Segura de León, una columna de milicianos partió de Fregenal para recuperarlo pero hubo de regresar al final del día sin haberlo conseguido. Y fue en esa tesitura cuando en la mañana del 16 las autoridades republicanas —antes de iniciar la partida hacia Llerena y tras deliberar con algunas personas de orden temerosas de lo que pudiera pasar— ordenaron la liberación de los derechistas detenidos. El día 17 esas mismas personas se trasladaron a Segura y comunicaron a Navarrete que

 

«acudiese sin demora alguna a ocupar esta población, dándole toda clase de seguridades de que no encontraría la menor resistencia».

 

Finalmente, en la madrugada del 18 de Septiembre, fue ocupada Fregenal nada menos que por dos columnas con un total de tres mil hombres, una primera al mando del capitán Ernesto Navarrete Alcal y otra dirigida por el comandante José Álvarez Rodríguez. Las detenciones iniciales son guiadas por los falangistas Manuel Darnaude, Francisco Mejías, Antonio Girón, Fernando Aguilar y Gustavo Gutiérrez, quienes se jactaron de haber localizado al alcalde republicano escondido en un cortijo.

 

En los dos meses que duraron los días rojos destacaron, a falta de otros crímenes, las incautaciones y requisas, que afectaron a Juan y Luis Peche Valle, Jesús Corujo Valvidares (Madrid), Manuel Sánchez Arjona, viuda de Rodrigo Calzada Vargas-Zúñiga, Román García de Blanes, Vicente y Rodrigo Sánchez Arjona (Sevilla), José Manuel Romero Camacho (Mérida), Antonio León Moreno, José Manuel Martínez Duque, Adela Moreno Márquez, Lesmes López Ruiz, viuda de Reviriego, Julián Vázquez Ortega, Antonio López Ramos, Manuel Ramos Moreno y Carlos Pla García.

 

La Causa General recoge un hecho violento ocurrido el 16 de septiembre: la extraña muerte por arma de fuego del jornalero de treinta y seis años Manuel Muñoz Fernández, cuyo cadáver se encontró en el vivero. Como responsable, se hace constar: «La turba que huía».

 

También el 18 de septiembre caía finalmente en poder de los sublevados el último gran foco de resistencia del sur de Badajoz, Jerez de los Caballeros, ocupado desde Fregenal y Barcarrota por columnas al mando de los comandantes José Álvarez e Ildefonso Medina Mogollón. Una nota manuscrita de Cuesta Monereo sobre uno de los informes de la Guardia Civil que componían sus «Papeles» nos ofrece una información siempre oculta en otros casos: tras la ocupación del pueblo se recogieron de sus calles 60 muertos. Por su parte, los derechistas detenidos contaron que fueron obligados a cavar zanjas bajo la amenaza de que acabarían allí sus vidas. De los 134 presos, unos 30 fueron trasladados a otro lugar con la intención de eliminarlos, pero debido a la promesa de los golpistas de que si respetaba la vida de los presos nada les pasaría, se logró salvar a todos, excepto a ocho (los dos guardias civiles de Cumbres y seis vecinos de Burguillos: el secretario del Juzgado G. Lozano Calvo, el cura J. A. Carretero Peláez y cuatro propietarios: Juan Antonio Cumplido Martínez, Santiago Cintas Pérez, Francisco Benito Domínguez y José Durán Candalija). Las responsabilidades recayeron sobre los dos pueblos, de manera que, además de los ya mencionados, fueron acusados también varios vecinos de Jerez: Antonio Rodríguez de la Llave, Antonio Peña Rodríguez, Juan Peña Rufo, Antonio Bruguera Mendo, Manuel Gómez Gil, Arturo Cordero Sánchez y Eladio Sánchez Cordero. La documentación no permite saber cómo se organizó ni quiénes fueron realmente los responsables de esta matanza, pero lo cierto es que entre los cadáveres hallados en el arroyo del Pontón no había ningún jerezano, pese a lo cual el listado de víctimas se recogió en la Causa General tanto en Burguillos como en Jerez. La única víctima de Jerez que pudieron contar los vencedores fue el procurador Julio Marcos Fernández, de treinta y siete años y de Acción Popular, que tampoco murió en Jerez sino en Madrid…

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: Francisco Espinosa Maestre. “La columna de la muerte” ]

 

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