miércoles, 12 de julio de 2023

 

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Joan E. Garcés  /   “Soberanos e intervenidos”

 

 (…)

 

 

 

 

Segunda parte

ESTRATEGIAS MUNDIALES E INTERVENCIÓN

 

 

 

10. La visión de Europa del Office of Strategic Services

 

 

 

 

III.


LA GUERRA FRÍA CIERRA EL PARÉNTESIS ABIERTO 

EL 23 DE AGOSTO DE 1939

 

En 1939 el acuerdo germanorruso abrió la guerra británica en Euro­pa. La guerra fría puede verse como la continuación de las políticas conservadoras anteriores al 23 de agosto de 1939. Antes de que terminara la guerra con Alemania y Japón los conceptos estratégicos británicos estaban sembrados en los Estados Mayores de las FF AA de EEUU. En 1945 la pugna por el control de la heartland abrió una nueva guerra hegemónica, sus presupuestos eran intrínsecos a conceptos de la estrategia tradicional británica –hegemonía sobre Europa mediante la división entre sus partes “occidental” y “oriental”–, y eran independientes de las estimaciones sobre un “peligro ruso”. Para el representante del OSS en Europa, en enero de 1944

 

Europa occidental no desea la dominación rusa […]. Si al acabar la guerra se produce en esta parte occidental del Mundo una fase de comunismo, éste será probablemente de carácter local, nacional, y no basado en un especial deseo de sumarse a Rusia si hay una alternativa.

 

En febrero de 1945, el Comité Conjunto de Inteligencia había enviado al Estado Mayor Conjunto una «Estimación de las capacidades e intenciones soviéticas en la posguerra» –proyectadas hasta 1952:

 

– para alcanzar el máximo de recuperación y desarrollo económico, la URSS limitará los gastos militares al nivel de 1938,

 

– la Unión Soviética podría probablemente alcanzar hacia 1952 la posición económica proyectada para 1942 en el Tercer Plan Quinquenal,

 

– una política de acomodamiento con los Estados no soviéticos es aceptable, a pesar de la tradición de hostilidad soviético-antisoviética,

 

– las motivaciones de la política exterior soviética son el temor de un cerco capitalista y un deseo latente de asegurarse el acceso a los grandes mares. La Unión Soviética no tiene una fuerte motivación para una expansión territorial o de influencia,

 

– en orden a lograr la mayor recuperación económica, la Unión Soviética debe evitar un conflicto con Gran Bretaña y EEUU, o incluso tensiones tales que puedan llevar a una carrera armamentística, por lo menos hasta después de 1952. La Unión Soviética seguirá probablemente esa política, a no ser que considere amenazados sus intereses vitales de seguridad nacional,

 

– la Unión Soviética puede cooperar en una organización general para preservar la paz, continuará escéptica sobre su eficacia práctica y temerosa de que se convierta en un instrumento de cerco capitalista,

 

– en la realización de sus políticas de seguridad nacional, la Unión Soviética dependerá mucho del desarrollo de su influencia sobre otras naciones.

 

El 6 de julio de 1945 –dos meses después de la muerte de Roosevelt, diez días antes de la experiencia atómica de Álamo Gordo y de la Conferencia de Potsdam, un mes antes de Hiroshima–, la Sección de Estrategia presentaba a los Jefes de Estado Mayor un enfoque muy distinto, que asumía como premisa la rivalidad entre sistemas económicos que iba a alimentar la prolongada ocupación y división de Europa:

 

Tras derrotar a Japón, EEUU y Rusia serán las dos potencias militares más fuertes del Mundo […]. Desde una perspectiva a largo plazo, debe esperarse que mejore la posición de poder de Rusia. Puede eventualmente sobrepasar la de EEUU. El curso de acontecimientos de largo alcance abierto a la URSS sería emprender la conquista de Europa, Asia, o ambas. El control angloamericano de Europa occidental disminuirá rápidamente con la retirada de sus tropas […]. Si los esfuerzos angloamericanos para mejorar las condiciones económicas de Europa occidental no tienen éxito, este fracaso de las dos naciones capitalistas más importantes puede causar que algunas naciones de Europa occidental entren voluntariamente en la órbita soviética.

 

La imputación del propósito de controlar Iberoamérica y el propio EEUU desde Europa, era atribuido allí por primera vez a la URSS en vez de a Alemania:

 

«Cabe esperar que los soviéticos intenten fortalecer su posición en América Latina y Estados Unidos con el ánimo de debilitar nuestra influencia en las otras Repúblicas americanas».

 

El perímetro de “seguridad” de EEUU era consiguientemente ampliado para incluir a Europa y, en consecuencia, asumía la guerra con la potencia euroasiática sobreviviente a la segunda guerra mundial –la URSS:

 

EEUU debe procurar evitar que cualquiera otra potencia o coalición acumule tal fuerza que represente una amenaza al Hemisferio occidental. Fue precisamente para destruir eso que en dos ocasiones entramos en guerra con Alemania. Para ello nuestra política de largo alcance en Europa y Asia debe ser la de oponernos a la expansión de Rusia hacia Europa occidental y Asia central y meridional.

 

EEUU debía para ello hacerse cargo de la defensa del Imperio británico en el Continente euroasiático: «La penetración rusa en el Oriente Medio amenaza así con romper la línea vital del Imperio británico […] que es de una importancia estratégica esencial también para nosotros, no tanto por nuestra comunidad de intereses con aquél allí como en Europa occidental y Asia», y extender la frontera militar de EEUU hasta donde habían llegado sus tropas y las del Imperio británico:

 

Aunque no creemos que los soviéticos recurran a un conflicto armado con las potencias occidentales en el próximo futuro, cabe siempre la posibilidad de que, en tanto tengamos una frontera común con Rusia, como ahora tenemos en Europa central, podemos vernos envueltos en una acción militar contra los soviéticos […] no por culpa o deseo de nosotros sino por nuestra peculiar relación con Gran Bretaña, o incluso con otra tercera parte.

 

En consecuencia, asumía que EEUU se hallaba en confrontación con la URSS:

 

«En primer lugar, debemos prescribir el teatro del conflicto. En el momento presente sólo puede ser Europa. Después puede ser el Oriente Medio, Asia, África o incluso el Sur o Norte de América»,

 

y con ello EEUU proseguía la estrategia británica hacia el Continente:

 

 

una consideración de importancia principal es la cuestión de nuestra relación a largo plazo con Gran Bretaña. Hay en Europa occidental una estrecha franja de Estados relativamente impotentes que, por razones que les son propias, pueden todavía desear luchar junto a nosotros contra Rusia. Gran Bretaña es el alma europea de esa franja. Ciertamente, sin ella, y con mayor certidumbre sin nosotros, no puede anticiparse ninguna resistencia a Rusia por esos países.

 

El problema para los estrategos norteamericanos que proponían continuar la guerra en Europa era que tal diseño encontraba un obstáculo mayúsculo. Concebida en función de los intereses de EEUU, la guerra debía apoyarse en recursos norteamericanos. Pero ni el gobierno ni la opinión pública de EEUU eran, el 6 de julio de 1945, conscientes de que los nuevos conceptos bélicos habían sido asumidos por los planificadores desde antes de terminar la anterior guerra. De hecho, el gobierno de EEUU había ordenado que sus divisiones retornaran de Europa a Norteamérica, lo que consternaba a los planificadores de la futura guerra:

 

«esto nos permitirá ofrecer sólo una resistencia simbólica contra las fuerzas que Rusia pudiera reunir contra nosotros. Es dudoso si la ayuda Aliada significaría alguna diferencia apreciable».

 

 

El fin principal del proyecto de 6 de julio de 1945 era crear una causa para cambiar la política del gobierno de EEUU –heredada de Roosevelt–, por otra de estacionamiento permanente de tropas norteamericanas en Europa y… «agarrar el poder mundial»:

 

La expansión ulterior de la influencia soviética en Europa o Asia no se corresponde con los intereses últimos de EEUU. El occidente de Europa, por ejemplo, es ahora el puesto fronterizo de las ideas de EEUU. Ese puesto debe ser mantenido. Perderlo es permitir que la influencia soviética se esparza por toda Europa, Inglaterra incluida, terminando una etapa para empezar otra. La cuestión no es ya un asunto de ideologías; agarrar el poder mundial es el problema.

 

En cuanto a Iberoamérica, los hombres de la guerra razonaban en julio de 1945 como Canning y Monroe en 1823 –con la obvia diferencia de que los pueblos de América Latina esta vez no protagonizaban una insurrección:

 

«Si [el ataque ruso viene] por el Este, Inglaterra puede ser una ayuda; si por el Oeste, una posibilidad remota, no existe un poder aliado que pueda ayudarnos. Aunque alguna ayuda desde Sudamérica puede ser anticipada, su monto y eficacia es pura conjetura».

 

En cuanto a Asia, la conclusión del análisis era oponerse a las ventajas territoriales –Islas Kuriles– acordadas en Yalta a la URSS para después de su entrada en guerra con Japón, es decir, para pocos días después de la fecha del estudio que estamos analizando. El cual, para sustentar la continuación de la guerra, dibujaba un enemigo a la medida:

 

Los esfuerzos soviéticos buscan un único fin: poder. […] La cuestión no es comunismo o capitalismo, es sobrevivencia nacional o dominación por una gran potencia.

 

La base de la presente política exterior soviética es la expansión del control e influencia soviéticos por todo el Mundo […] lograr el poder mundial […] Europa, Asia, después África, Sudamérica o Norteamérica.

Hoy, la URSS es una de las más poderosas potencias terrestres del Mundo. Se cree que es una política nacional fundamental de la Unión Soviética convertirse por último en el mayor poder aéreo y naval del Mundo.

 

Y terminaba recomendando que EEUU adoptara como política poner término a su intervención en la guerra iniciada en 1939 por el Reino Unido contra Alemania. Y asumir, en cambio, un protagonismo propio en una nueva guerra contra la URSS:

 

debemos oponernos a todo movimiento ruso contra […] las Aleutianas, a cualquier petición de bases en las Ryukyus o en Formosa, a cualquier tendencia a permanecer en Japón en tanto permanezcamos nosotros, y a cualquier avance en China al sur del río Amarillo […]. En general, debemos adoptar una postura individual en relación a Rusia, y no como aliados de Gran Bretaña.

 

En el margen de este documento se lee el comentario manuscrito del general G. A. Lincoln, jefe de planificación estratégica del Ejército:

 

«a menos que estemos de broma, sabemos rematadamente bien que el solo enemigo asiático del que debemos guardarnos es Rusia».

 

Es interesante el informe del 6 de julio de 1945 desde el ángulo de la guerra en Asia y de la decisión de lanzar, cuatro semanas más tarde, dos bombas atómicas sobre Japón. Según un estudio interno tan inédito como los anteriores que encontré en los archivos de las American British Conversations:

 

Ya el 20 de junio de 1945 el Emperador había decidido terminar la guerra. En una reunión de esa fecha a la que asistieron los principales miembros del Gabinete Suzuki, se ha informado que el Emperador declaró: «Creo que nos es necesario tener un plan para cerrar la guerra de una vez por todas […]». Como consecuencia de esta declaración del Emperador, el primer ministro Suzuki decidió parar la guerra. Desafortunadamente, eligieron a Rusia como intermediaria para negociar la paz […]. El 8 de agosto Rusia declaraba la guerra a Japón. El 9 de agosto hacia las 07.00 el primer ministro Suzuki presentaba al Emperador dos alternativas: declarar la guerra a los rusos y continuar la guerra, o aceptar la Declaración de Potsdam. La última opción fue la decidida y fue puesta en marcha la maquinaria para llevar a cabo esta decisión. El lanzamiento de la bomba [atómica] fue el pretexto aprovechado por todos los líderes como razón para finalizar la guerra, pero la antes mencionada cadena de acontecimientos hacen casi seguro que los japoneses hubieran capitulado tras la sola entrada de Rusia en la guerra.

 

Esta información respalda la tesis de los estudios según los cuales el destinatario político de las bombas sobre Japón del 6 y 9 de agosto era, en propiedad, la Unión Soviética. Y prevenir que ésta recibiera algún beneficio de la rendición japonesa tras su inminente declaración de guerra a Tokio –en la fecha acordada en Yalta (tres meses después de la capitulación de Alemania; puesto que se había rendido Berlín el 8 de mayo de 1945, era el 8 de agosto cuando la URSS declararía la guerra a Japón). El arma atómica era una bendición para los estrategos de la nueva guerra. La “bomba” podía salvar el obstáculo en la opinión norteamericana, que exigía el retorno de los soldados. Al tiempo que aseguraba a EEUU la hegemonía sobre la parte del Mundo conquistado a Alemania y Japón, calculaban los estrategos atómicos que obligaría a la URSS a retroceder dentro de las fronteras de donde salió en septiembre de 1939 tras su pacto de 23 de agosto con Alemania; e incluso más, les permitiría liberar al propio Moscú de los perturbadores de la lógica económica capitalista.

 

En 1946, planteamientos ideológicos y geopolíticos al margen, la estimación del peligro de agresión soviética continuaba siendo tan baja como en 1945. Según el informe presentado el 29 de octubre de 1946 por el mayor general Norstad al presidente Truman,

 

«consideramos improbable que los soviéticos deliberadamente planeen entrar en un gran conflicto armado en los próximos cinco a diez años. No obstante, nosotros debemos prepararnos para una guerra total».

 

La guerra europea iniciada el 3 de septiembre de 1939 continuaba en 1945-1946 sin solución de continuidad, pero esta vez contra quienes los conservadores europeos pensaron en 1939 que estallaría. Recordémoslo, dentro de cada Estado contra las organizaciones democrático-populares y aquellas rebeldes a aceptar la sumisión de su Estado a una esfera de influencia; fronteras afuera, contra la URSS. La nueva guerra trabó su primer frente dentro del propio EEUU, cuya opinión pública en 1946 continuaba sosteniendo la tradicional constante de no enredarse en querellas intraeuropeas. El informe citado del general Norstad a Truman lo había visto así:

 

Una preocupación importante en nuestra planificación defensiva y ofensiva debe ser la actividad de la quinta columna. Sabotaje, subversión, huelgas y protestas civiles pueden perturbar la movilización, las medidas de defensa interior y por último el conjunto del esfuerzo bélico. Se requerirá una organización de defensa civil plenamente eficiente […].

 

Empezaba en EEUU la doctrina de la “seguridad nacional”, el encubrimiento de los engranajes de la política exterior ante la opinión pública y las propias instituciones de la democracia norteamericana.

 

Los supuestos estratégicos de la nueva guerra estaban ya elaborados cuando todavía Alemania y Japón no habían capitulado, un año antes de que el gobierno Truman sustituyera las directrices respecto de la URSS convirtiéndolo de aliado en adversario (febrero-marzo de 1946), dos años antes de ser lanzado el programa conocido como Plan Marshall (1947), tres años antes de la creación de la Organización para la Cooperación Económica Europea (OCEE, después OCDE), del Tratado de Bruselas (Unión Europea Occidental), y cuatro años antes de la constitución de la OTAN. La conversión de aquellos supuestos en política oficial después de 1945 es la historia diplomática, económica y militar del Mundo desde entonces…

 

(continuará)

 

 

[ Fragmento de: Joan E. Garcés. “Soberanos e intervenidos” ]

 

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