jueves, 1 de junio de 2023

 

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LENIN Y LA REVOLUCION

Jean Salem

 

[ 07 ]

 

 

Seis tesis de V. Lenin sobre la revolución

 

 

2º/ UNA REVOLUCIÓN POLÍTICA ES TAMBIÉN Y SOBRE TODO UNA REVOLUCIÓN SOCIAL, UN CAMBIO EN LA SITUACIÓN DE LAS CLASES EN LAS QUE SE DIVIDE LA SOCIEDAD

 

 

 

La historia de las revoluciones, escribía Lenin en 1905, revela «antagonismos sociales madurados en el curso de decenas de años y de siglos». Durante el «torbellino revolucionario» (que por lo demás puede prolongarse durante meses, durante años incluso, y no debe concebirse como un acto único), se exterioriza una «cólera acumulada durante siglos», en acciones y no en palabras, en acciones de millones de gentes y no de individuos aislados. A decenios de evolución “pacífica”, «es decir, de una evolución en la que millones de hombres se dejan pacíficamente trasquilar por los diez mil de las capas superiores», suceden años (como fue el caso entre el otoño de 1905 y el otoño de 1907) en el curso de los cuales la vida llega a ser extraordinariamente rica: las masas, siempre rezagadas a la sombra, intervienen entonces activamente en la escena y combaten. En estos periodos, declara Lenin, es cuando se resuelven las múltiples contradicciones que se acumulan lentamente en los periodos llamados de evolución pacífica.

 

 

Precisamente en tales periodos se revela con la mayor fuerza el papel directo de las diversas clases en la determinación de las formas de la vida social y van echándose los cimientos de la superestructura política que se mantiene luego durante mucho tiempo sobre la base de las nuevas relaciones de producción.

 

Pero si bien es verdad, como dice Michelet, que las revoluciones tienen «causas infinitas, profundas, que actúan desde el profundo de los siglos», no se las puede, dice Lenin, provocar «por encargo», ni retrasarlas indefinidamente bajo pretexto de que el mundo, desde hace lustros, continúa yendo como va...

 

¿Qué es, en efecto, la revolución desde el punto de vista marxista? –se pregunta. «Es la demolición por la violencia de una superestructura política caduca», de una superestructura que ya no corresponde a las nuevas relaciones de producción, lo que provocó su colapso. En un momento dado del desarrollo, la caducidad de la vieja superestructura se presenta a todos como una evidencia. «Todo el mundo reconoce la revolución» . Lenin no se cansa de invocar, en parecidos contextos, el texto del Prefacio marxiano a la ‘Contribución a la crítica de la economía política’ de 1859:

 

 

En la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales.

 

El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella..., etc.”

 

Este célebre texto de Marx, que vino a ser poco a poco una especie de evangelio teórico del Diamat, es decir, de vulgata, Lenin se complace en citarlo constantemente: lo hace, por ejemplo, ya en 1894 cuando polemiza contra los populistas liberales en el folleto titulado ‘Lo que son los «amigos del pueblo» y cómo luchan contra los social-demócratas’; y lo hará figurar en lugar destacado en el artículo consagrado a Karl Marx que redactó en 1913 para la enciclopedia Granat.

 

Así, por no citar más que el ejemplo ruso, la revolución “burguesa” del 27 de febrero de 1917 hizo pasar el poder de manos de los latifundistas feudales (con Nicolás II a la cabeza), a las de la burguesía.

 

«Fue una revolución social de la burguesía» , de la burguesía liberal que no esperaba en modo alguno ir más allá de una monarquía constitucional censataria. Y cuando la revolución fue más lejos, hasta la abolición completa de la monarquía y la creación de los Soviets de diputados obreros, soldados y campesinos, esta burguesía liberal «se volvió abiertamente anti-revolucionaria». En otros términos, «la revolución del 27 de febrero fue también una revolución social». Y de manera más general, toda revolución política, toda revolución verdadera –que no se reduce a un simple relevo de camarillas– es una revolución social, un «cambio en la situación de las clases» en las que se divide la sociedad.

 

A decir verdad, el vuelco de las relaciones sociales ya había comenzado en Rusia con la abolición de la servidumbre, es decir, en 1861. Sin embargo, casi cincuenta años más tarde, la «superestructura política», la autocracia zarista, había quedado prácticamente igual, cada vez más «arcaica» ante el giro que había introducido el capitalismo en el campo. Pudo haber, y de hecho ha habido, escribe Lenin, revoluciones burguesas en las que la burguesía mercantil o mercantil-industrial jugó un papel de principal fuerza motriz, sin perjuicio de que el campesinado y el elemento plebeyo de las ciudades proveyera los ejércitos que sostuvieron el combate de la burguesía hasta la victoria. Tal fue el caso en Alemania durante la Reforma y la Guerra de los campesinos del siglo XVI, durante la Revolución inglesa del siglo XVII y, más aun, en Francia en 1793. Pero en Rusia fue diferente. Porque «el predominio de la población campesina, terriblemente oprimida por la gran propiedad terrateniente semifeudal, y la energía y conciencia de clase del proletariado, organizado ya en partido socialista, son las circunstancias que dan un carácter especial a nuestra revolución burguesa». Además esta coyuntura original hará de la dictadura del proletariado y del campesinado una «necesidad» absoluta para llegar a la victoria en una revolución como ésta: porque en Rusia, la burguesía a partir de aquí se vuelve contra-revolucionaria, y en un país como éste, sin la dirección y la iniciativa del proletariado, el campesinado no sería «nada».

 

En la Rusia del siglo XX, la cuestión de saber qué clase va a tomar el lugar preponderante en los movimientos revolucionarios ha cambiado por tanto de manera radical. Como ya lo había señalado Engels, en las tres grandes revoluciones de la burguesía (Reforma y guerra de los campesinos en Alemania en el siglo XVI, revolución inglesa en el XVII y Revolución francesa en el XVIII), el campesinado alimentó los ejércitos para sostener el combate, mientras que el elemento plebeyo de las ciudades no contaba más que como fuerzas complementarias; en tanto que en la revolución burguesa rusa –y Lenin lo escribe en 1909– el proletariado toma el primer lugar.

 

 

Sería sin embargo erróneo creer, afirma Lenin, que «las clases revolucionarias siempre poseen fuerza suficiente para realizar la revolución, cuando ésta revolución ha madurado por completo en razón de las condiciones del desarrollo económico social». La revolución, es cierto, puede estar madura y sin embargo, las fuerzas, sobre todo la fuerza armada de los revolucionarios llamados a llevarla a cabo, no ser suficientes.

 

No se puede saber por adelantado si habrá o no revolución. Porque no se trata aquí de una verdad indiscutible, sagrada y ... vacua. Los factores subjetivos tienen, también ellos, su papel en el desencadenamiento de las revoluciones; y muchos regímenes han entrado en descomposición, a veces durante decenios, sin que ninguna fuerza social pudiera darles el golpe de gracia. También, a los ojos de los marxistas, su propia propaganda y la propaganda de todos los obreros social-demócratas cuentan entre los «factores que determinarán si habrá revolución o no». La «fe general en la revolución», apunta Lenin, después de la debacle militar sufrida por la autocracia en Extremo-Oriente, en este sentido es ya el comienzo de la revolución…

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: LENIN Y LA REVOLUCION Jean Salem ]

 

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2 comentarios:

  1. "La «fe general en la revolución» [...] es ya el comienzo de la revolución…"

    Quienes desde "dentro" minan o impiden dicha fe con fines oportunistas pueden y deben ser calificados como lo que son: traidores. (El eurocomunismo desembocó en la OTAN).

    Salud y comunismo

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  2. SI ALGUIEN DESENMASCARÓ A LA RENEGADA SOCIALDEMOCRACIA, Y ADEMÁS EN VIVO Y EN DIRECTO, ESA FUE

    ROSA LUXEMBURGO:

    “…En pocas palabras, pues, desde el 4 de agosto [1914] hasta el día en que se declare la paz, la socialdemocracia da por terminada la lucha de clases. El primer trueno de los cañones Krupp en Bélgica transformó a Alemania en un país de las maravillas donde reina la solidaridad de clases y la armonía social.

    ¿Cómo entender este milagro? Se sabe que la lucha de clases no es un invento socialdemócrata que se puede dejar arbitrariamente de lado durante un tiempo cada vez que parezca oportuno. La lucha de clases proletaria es más antigua que la socialdemocracia, es un producto elemental de la sociedad de clases. Apareció en Europa apenas el capitalismo se adueñó del poder. La socialdemocracia no llevó al proletariado moderno a la lucha de clases. Por el contrario, la lucha de clases creó el movimiento socialdemócrata internacional para darle objetivo y unidad conscientes a los distintos fragmentos locales y dispersos de la lucha de clases…”


    Salud y comunismo

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