jueves, 29 de junio de 2023

 

1015

 

 

LENIN Y LA REVOLUCION

Jean Salem

 

[ 10 ]

 

 

 

Seis tesis de V. Lenin sobre la revolución

 

 

5º/ LOS SOCIALISTAS NO DEBEN RENUNCIAR A LA LUCHA A FAVOR DE LAS REFORMAS

 

 

Es muy conveniente, dice Lenin, precaverse contra las ilusiones (constitucionales u otras) inducidas muy frecuentemente por el concepto general de “tránsito”, en el que puede esconderse (y en el que las nueve décimas partes de los socialdemócratas oficiales de nuestra época esconden) la apostasía de la revolución!.

 

Pero tampoco hay por qué «divinizar» la noción de revolución. Es aquí, subraya en repetidas ocasiones Lenin, donde los verdaderos revolucionarios se han partido la crisma cuando se ponían escribir la palabra revolución con mayúscula, a erigir la revolución «a un rango cuasi divino», perdiendo la cabeza y la facultad de reflexionar con un mínimo de sangre fría y de lucidez, de sopesar y comprobar con la mayor serenidad y sensatez en qué momento, en qué circunstancias y en qué terreno hay que actuar a lo revolucionario y en qué momento, en qué circunstancias y en qué terreno hay que saber pasar a la acción reformista.

 

Lo que distingue un «cambio reformista» de un cambio «no reformista» en un régimen político dado en general, es, dice Lenin, que en el primer caso el poder queda en manos de la antigua clase dominante y en el segundo, el poder pasa de las manos de esta clase a las de otra nueva. Las reformas son concesiones. El mismo tema y la misma cita, en un texto muy anterior:

 

“…consentidas por la clase dominante que sigue manteniéndose en el poder. La revolución es el derrocamiento de la clase dominante”.

 

Unos meses antes de las revoluciones de febrero y de octubre de 1917, afirma que sólo los reformistas burgueses (cuyas posiciones adoptaron de hecho los Kautsky, Turati o Marrheim) pueden plantear la cuestión de esta manera: o bien renunciar a la revolución y realizar reformas, o bien ninguna reforma.

 

¿Alguien ignora que nosotros, lo social-demócratas, no estamos contra la lucha por las reformas pero que, a diferencia de los social-patriotas, oportunistas y reformistas, nosotros no nos limitamos a esta acción, la subordinamos a la lucha por la revolución?

 

escribe en la misma época. Los «revisionistas» interpretan las reformas como la realización parcial del socialismo. Los anarco-sindicalistas, al revés, rechazan la “labor menuda” y sobre todo la utilización de la tribuna parlamentaria, táctica esta última que lleva a estar

 

«a la espera de las grandes ocasiones junto con una incapacidad para concentrar las fuerzas que crean los grandes acontecimientos»

 

«Los socialistas no pueden renunciar a luchar por las reformas; entre otras cosas, también deben votar en los parlamentos por cualquier mejora, aunque sea mínima, de la situación de las masas; por ejemplo, por el aumento de la ayuda a los habitantes de las regiones devastadas, por la disminución de la opresión nacional, etc.».

 

Los social-demócratas no son hostiles a la lucha por las reformas, pero a diferencia de los social-patriotas, de los oportunistas y de los reformistas, la subordinan a la lucha por la revolución, escribe también en 1916. Si es verdad que durante los periodos ordinarios las «concesiones» sirven frecuentemente para engañar y corromper; si, por definición, las reformas son concesiones que la clase dominante tolera siempre manteniendo el poder, también es verdad que el partido de la clase obrera debe saber no renunciar a aceptar «anticipos», para emplear una palabra de Friedrich Engels. Jamás deben olvidar los revolucionarios que a veces es el propio enemigo el que cede una determinada posición con el fin de dividir a los atacantes para batirlos mejor. No olvidarán jamás que, sólo si se tiene siempre presente “el objetivo final”, sólo si cada paso del “movimiento” y cada reforma parcial son valoradas aisladamente, desde el punto de vista general de la lucha revolucionaria, se podrá librar al movimiento de pasos en falso y errores ignominiosos.

 

 

En cuanto a las simples promesas de reforma, éstas deben a fortiori ser acogidas con la más vigilante reserva. Por eso, en 1905, cuando el zar Nicolás II, bajo la presión de los acontecimientos, prometió conceder a la población del Imperio las libertades públicas y políticas, Lenin tuvo estas escuetas palabras sarcásticas:

 

Les prometo todo, todo lo que quieran, dice el zar; déjenme sólo mi poder, permítanme que yo mismo cumpla mis promesas. A eso se reduce el manifiesto del zar, y se entiende que no pudo dejar de provocar una lucha decidida . Otorgo todo, menos el poder, declara el zarismo. Todo es fantasmal, salvo el poder, responde el pueblo revolucionario.

 

 

Marx dijo en 1848 y en 1871 que hay momentos en la revolución en que el hecho de abandonar sin combate una posición al enemigo desmoraliza más a las masas que una derrota sufrida en combate. Si,

 

«en el momento en que la camarilla versallesca intentaba traidoramente apoderarse de las armas del proletariado parisino»,

 

los obreros las hubieran abandonado sin combatir, escribe Lenin, el perjuicio de la desmoralización que esta debilidad hubiera sembrado en el movimiento proletario hubiera sido

 

«infinitamente más grave que las pérdidas sufridas por la clase obrera en el combate en defensa de sus armas»

 

El mes de diciembre de 1905 habría significado a fin de cuentas un momento parecido en la historia de la revolución rusa: las «diez mil víctimas» de las que habla Gaston Leroux (el “padre” de Rouletabille, que fue también un gran reportero de Matin), la «terrible represión» que liquidó la insurrección de los días 22 a 31 de diciembre de 1905 en Moscú, las «violencias», el «despotismo asiático» de que dieron prueba las autoridades durante y después de esta revolución inacabada, todo ello, todas esas «duras lecciones» no habrán sido inútiles. Por eso en 1910 el pueblo ruso ya no era el mismo que en 1905: el proletariado, según Lenin, le enseñó a luchar.

 

Y volviendo a la Comuna de París, por muy gravosos que hayan sido los sacrificios que en ella se hicieron, quedan compensados por la importancia que ha tenido para la lucha general del proletariado:

 

«ella descubrió la fuerza de la guerra civil»; enseñó al proletariado europeo a «plantear concretamente los problemas de la revolución socialista». Ciertamente los bolcheviques no luchan para ser vencidos, sino para salir vencedores. Y en el peor de los casos contamos con obtener, un triunfo parcial.

 

Pero si las grandes guerras en la historia, los grandes afanes de las revoluciones han llegado a buen puerto, es únicamente porque las clases avanzadas han renovado su asalto más de una vez y se han servido de las derrotas para edificar la victoria.

 

Los ejércitos derrotados aprenden bien...

 

(continuará)

 

 

 

 

[ Fragmento de: LENIN Y LA REVOLUCION Jean Salem” ]

 

*

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por comentar