martes, 20 de junio de 2023

 

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NUESTRO MARX

Néstor Kohan

 

[ 094 ]

 

 

SEGUNDA PARTE

¿EL RETORNO DE MARX?

 

 

 

 

 

Dominación y relaciones de poder y de fuerza entre las clases

 

En su primer capítulo del primer tomo de El Capital, al comenzar a exponer su teoría del capitalismo, Marx escribe:

 

"Es por medio de este quid pro quo [tomar una cosa por otra] como los productos del trabajo se convierten en mercancías, en cosas sensorialmente suprasensibles o sociales".

 

Ese sería uno de los presupuestos fundamentales a partir de los cuales Marx empieza a demostrar su teoría del modo de producción capitalista y sus leyes de movimiento desde el primer renglón de El Capital. Allí Marx elige comenzar por las mercancías:

 

"La riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista se presenta como un «enorme cúmulo de mercancías», y la mercancía individual como la forma elemental de esa riqueza"

 

Por su propio método lógico-dialéctico de exposición (que hemos abordado en otro capítulo de esta investigación), parte de lo último para ir hacia lo primero, del efecto a las causas, de lo que es visible hacia lo invisible, de los resultados hacia sus condiciones de posibilidad, de las instituciones ("económicas" y "políticas") a las relaciones de fuerza que las constituyen. Su lógica de exposición no siempre responde linealmente al orden cronológico histórico real de la sociedad. Por esa decisión metodológica comienza refiriéndose a "la mercancía" y mucho después explicará cómo, cuándo y porqué los productos del trabajo humano se convierten en mercancías y asumen su forma mercantil. La forma mercantil de los productos de los trabajos (y la forma valor en cuyo seno aparentemente éstos se relacionan cuando en realidad están relacionando distintos trabajos privados que se tornan sociales en el intercambio) constituye el punto de partida en la exposición lógica pero no es el punto de partida en la historia; allí, en ese otro plano, es un punto de llegada.

 

Entonces el fetichismo de la mercancía explica porqué los productos del trabajo humano se convierten en mercancías, porqué el resultado de la actividad laborativa humana se cosifica en el valor. Éste último constituye uno de los fundamentales presupuestos para que haya valor y exista la mercancía como forma generalizada y predominante a escala social. Aunque en su exposición lógica Marx lo explica después, históricamente ese fenómeno social se produce y ocurre antes. Ese constituye otro de sus principales presupuestos.

 

En la exposición de Marx tiene prioridad lo lógico por sobre lo histórico, lo procesual-estructural por sobre lo genético (como ya desarrollamos en el capítulo de esta investigación dedicado al método dialéctico). Como señalamos más arriba, esa lógica no es una construcción artificial apriorística. Intenta aprehender el orden de la historia "en su máxima pureza", o sea "en su concepto", según la terminología dialéctica empleada por Marx. Su máxima pureza corresponde a su organización estructural más compleja, más concreta, más múltiplemente determinada: las formas últimas del capitalismo desarrollado. Marx parte de allí en su exposición y después se encamina hacia la descripción y explicación de las formas históricas menos complejas, más simples, las formas del pasado de donde aquellas han surgido.

 

El objetivo de este capítulo de la investigación sobre el fetichismo y el poder que se propone poner en primer plano y volver observable esa inversión del orden histórico-cronológico en la exposición lógica dialéctica de Marx apunta a explicitar algo fundamental en El Capital: no funcionan las "leyes económicas objetivas" si no hay poder y no hay violencia. El "funcionamiento automático" de la ley del valor y otras regularidades sociales no es tan "automático" como pudiera parecer a simple vista, desde el ángulo del sentido común de la representación imaginaria de los agentes sociales e incluso desde una lectura lineal e ingenua de El Capital.

 

Marx, discutiendo con algunas tradiciones de pensamiento social y político como la de Proudhon, entre muchos otros, se esfuerza por demostrar a toda costa que aunque ningún empresario robara, el sistema capitalista sería explotador, injusto y perverso. La razón residiría en que el origen de la explotación capitalista no se encuentra en el robo, es decir, en "las impurezas" que necesariamente asume el régimen capitalista en sus formaciones sociales. Aun cuando esas "impurezas" no existieran (algo improbable, por cierto, Marx era plenamente consciente de ello), aunque el capitalismo funcionara en su máxima pureza sin estas interferencias, igual estaría basado fundamentalmente en la explotación. Eso es lo que quiere demostrar Marx. Por esa razón al exponer lógicamente sus descubrimientos deja de lado —por una decisión metodológica— todas estas "impurezas". En su exposición lógico dialéctica de El Capital no aparece en primer plano, sino hasta el final, la violencia, la dominación ni las relaciones de poder, el saqueo, la matanza sistemática ni el genocidio. ¿Será porque Marx no logró construir una teoría del poder, como se ha argumentado tan livianamente? Sospechamos que esa no es la causa.

 

Como ya apuntamos, Marx recién aborda explícitamente esas relaciones en un capítulo muy posterior de su exposición: "La llamada acumulación originaria". Recién allí expone cómo se origina el capitalismo y la forma en que emerge, se constituye, se construye y se reproduce periódicamente la relación de capital. No se había "olvidado" de abordar el tema del ejercicio de la fuerza material ni desconoce el problema de la violencia, la dominación y el poder entre las clases como han supuesto lecturas tremendamente lineales, esquemáticas, mayoritariamente economicistas (a veces de modo explícito, otras de modo vergonzante) que recluyen y clasifican a Marx como un "teórico de la explotación pero no del poder".

 

Allí, justamente al final del primer tomo de la obra elige explayarse larga, pausada y extensamente sobre la relación de capital entendida como una relación de poder y de fuerza entre las clases sociales, llegando incluso a explicar que sin expropiación violenta no habría, no hay ni habrá capital. Ese es un punto axial y medular de la obra que muchas veces pasó desatendido porque las lecturas lineales se perdieron en la inmensa masa de información empírica que en este capítulo Marx vierte sobre la historia británica (y la conquista europea de América... entre muchos otros fenómenos históricos) sin advertir las consecuencias teóricas que sustentan y estructuran el lugar de esa información empírica dentro de La concepción materialista de la historia.

 

Marx plantea allí, por ejemplo, que la transformación de la masa del pueblo en "asalariados" y "pobres laboriosos libres", constituye "un producto artificial de la historia moderna". Por lo tanto la existencia del obrero fabril no correspondería a una supuesta definición humana esencialista, transhistórica e industrialista, consistente en una ontologización del ser humano de signo productivista, sino que resulta claramente un producto artificial de la historia moderna.

 

Su existencia no es necesaria (no está en "el corazón del hombre"), sino contingente. No existió siempre, se lo produjo y se lo fabricó con violencia y látigo, con el código de la disciplina fabril en la mano de los patrones, sus capataces y policías, con tortura, cárcel y vigilancia.

Todos esos mecanismos de violencia, dominación y poder, de coacción y ejercicio de la fuerza material, están presupuestos en todas las categorías y se encuentran tratados explícitamente en El Capital. No son un accidente anecdótico ni un recurso literario para impresionar a un lector superficial. Atraviesan la misma relación de capital —eje de la obra— desde el nacimiento del sistema capitalista mundial y lo vuelven a hacer periódicamente cada vez que el capital necesita reformular una y otra vez su modelo de acumulación y reproducción. ¿O los genocidios del siglo XX —el nazismo, las dictaduras militares latinoamericanas, el apartheid; las masacres de judíos y gitanos, nuestros desaparecidos, los negros de Sudáfrica, los palestinos, etc.— son anécdotas casuales? ¿La violencia quedó detenida con la conquista de América o continuó operando en la historia?

 

Por eso Marx no es sólo "el teórico de la explotación" sino también el de la dominación y el poder. En su exposición lógica Marx deja (provisoriamente) a un lado, por un problema de abstracción metodológica, esos mecanismos para poder exponer "en su máxima pureza" la extracción de plusvalor pero no es que no existan ni que él los desconozca. Semejante decisión metodológica que Marx realiza en su exposición lógica fue groseramente desatendida.

 

Eso derivó en que ciertas lecturas economicistas tomaron en cuenta, erróneamente, sólo la exposición lineal de Marx, la exposición lógica y el discurso explícito, de donde increíblemente dedujeron que... ¡la violencia sería completamente externa al modo de producción capitalista!. De este modo, lo que en Marx era un recaudo metodológico a la hora de exponer sus descubrimientos se transforma en una característica ontológica del capitalismo.

 

Otras lecturas, menos esquemáticas pero impregnadas de una lógica argumentativa que por momentos se asemeja, extrajeron como inferencia que la violencia y el poder sí formarían parte del capitalismo actual, pero estarían recluidas en la "superestructura" (según la metáfora edilicia de 1859). Allí, por fuera de la denominada "estructura", ajenas a la llamada "economía", espacio social supuestamente autónomo al que legitimarían desde afuera.

 

¿Qué restaría como resultado, entonces? Pues que la violencia y el poder marcharían por un lado, el mercado por el otro; la política por una vereda y la economía por otra. En el mejor de los casos, se admite que una "ayuda" a la otra, como si fueran instancias autónomas y separadas radicalmente. Dos vecinos de barrios distintos (o incluso de países distintos) que acuden a colaborar entre sí cuando hace falta pero que jamás conviven en la misma habitación ni forman parte de la misma familia.

 

Con este cómodo esquema de pizarrón se reproduce la vieja dicotomía de origen liberal que esencialmente dividía la economía y la política como dos universos complementarios pero externos entre sí.

 

La lectura economicista —compartida por enemigos pero también por partidarios del marxismo—, que en el tradicional abordaje de El Capital deja de lado la instancia de la violencia y el poder como si fueran meros "elementos de la superestructura", por lo tanto aleatorios, contingentes, epifenoménicos, no necesarios ni consustanciales al capitalismo y a la relación misma de capital, reproduce al interior del marxismo esa dicotomía de matriz iusnaturalista y factura liberal.

 

Según el relato economicista, la violencia y el poder formarían parte sólo de la génesis histórica. En su madurez el capitalismo no necesitaría ya de esta violencia y sus relaciones de poder. Funcionaría en "piloto automático" a partir de la lógica del valor y la acumulación del capital, excluyendo de ambas cualquier mecanismo asociado con la violencia. No obstante, insistimos: ¿cómo explicar la recurrencia de las dictaduras militares, el fascismo, las guerras permanentes, los genocidios, las matanzas sistemáticas, etc., si no es a partir de este mecanismo interno de disciplinamiento permanente que el capitalismo necesita como parte de su misma reproducción social?

 

Cuando Marx hace referencia al valor, al dinero y al capital está pensando en relaciones de fuerzas y relaciones de poder, no solamente en relaciones "económicas".

 

El valor presupone, por ejemplo, que las condiciones de existencia del trabajo vivo se han autonomizado frente al productor, han cobrado existencia propia y se le han vuelto en contra (lo hemos analizado extensamente en el capítulo de esta investigación dedicado al fetichismo). Entonces las preguntas pendientes serían: ¿por qué se autonomizaron? ¿cómo fue posible que cobraran existencia propia?

 

Esa autonomización —condición sine qua non del fetichismo, clave a su vez del trabajo abstracto en tanto sustancia del valor— se vuelve posible porque ha habido toda una suerte de rupturas históricas que no se producen de manera "espontánea" y mucho menos "natural" sino de modo completamente artificial. Rupturas históricas donde interviene la violencia, el poder y el ejercicio de la fuerza material.

 

En el tercer tomo de la obra Marx señala que:

 

"Así como en el capital y en el capitalista —quien de hecho no es otra cosa que el capital personificado— los productos se convierten en un poder autónomo frente al productor, también en el terrateniente se personifican la tierra, que asimismo se levanta sobre sus patas traseras y, como poder autónomo, reclama su porción del producto generado con su ayuda [...] Resulta claro que el capital presupone el trabajo como trabajo asalariado"

 

No hay entonces relación de capital si no hay trabajo asalariado. Lo que habría que indagar en consecuencia es el gran presupuesto: ¿por qué y de qué manera el trabajo humano se transforma en trabajo asalariado?. Eso se explica en el capítulo dedicado a exponer la acumulación originaria. No es natural que al trabajo le corresponda un salario sino que muy por el contrario "es un producto artificial de la historia moderna". No resulta natural ni espontáneo, se logra mediante relaciones de poder; un poder que se renueva periódicamente. Por eso la necesidad de la matanza sistemática y el genocidio reiterado en el capitalismo. Marx lo resume en El Capital de una manera magistral cuando escribe que

 

"Si el dinero, como dice Augier, «viene al mundo con manchas de sangre en una mejilla», el capital lo hace chorreando sangre y lodo, por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies".

 

Pero ese "nacimiento" macabro, sádico y diabólico se reitera, en escala ampliada, ante cada nueva fase de crecimiento y ante cada nuevo ciclo de acumulación.

 

Por eso Marx señala que:

 

"La relación de capital presupone la escisión entre los trabajadores y la propiedad sobre las condiciones de realización del trabajo. Una vez establecida la producción capitalista, la misma no sólo mantiene esa división sino que la reproduce en escala cada vez mayor".

 

 

Si esto no fuera así, la represión sería apenas "un pecado de juventud" y después se habría abandonado. Sin embargo, en el capitalismo se reactualiza periódicamente y los datos y evidencias empíricas son abrumadoras, no hace falta hacer la lista— porque cada vez que hay que profundizar la subsunción real del trabajo en el capital (que no se produce de una vez para siempre, sino que se reproduce como un proceso permanente en la historia), cuando el capital necesita avanzar y conquistar nuevos territorios sociales, nuevamente emerge la violencia. Esos territorios (geográficos pero también sociales, imprescindibles para la reproducción del capital como relación social) no se conquistan ni se mantienen sin violencia y poder.

 

Expresado en los términos empleados por Marx:

 

la expropiación de los campesinos (aquí Marx no se refiere solamente a América Latina, sino también a la formación social más desarrollada del capitalismo de su tiempo, Inglaterra) constituye el gran presupuesto para que exista el capital. Es a partir de esta expropiación violenta que el campesino no tendrá otra opción que ir a vender su fuerza de trabajo al mercado, desprovisto de sus condiciones materiales de supervivencia. El campesino expropiado no afluye al taller urbano ni a la fábrica, donde se transforma en obrero asalariado, por libre decisión propia... Tampoco existe ningún acuerdo contractual producto de la libre voluntad. ¡Hay que obligarlo! Y se lo obliga...

 

 

En ese momento intervienen toda una serie de instituciones como el Work House —institución ampliamente tratada en 'Vigilar y castigar' y otros escritos de Michel Foucault, que se nutren ampliamente, sin citarlos, de los Grundrisse y El Capital—, el código de conducta que marca corporalmente a los llamados "vagos", los tortura y los recluye en instituciones de secuestro. Eso se explica, a partir del capítulo 24 cuyos procesos de rupturas históricas constituyen los presupuestos para que después nazcan las que irónicamente Marx denomina "leyes naturales de la economía" o "«leyes naturales eternas» que rigen el modo capitalista de producción". Leyes que no existirían ni existen al margen de la lucha de clases.

 

A partir entonces de poner en primer plano esos mecanismos específicos de la lucha de clases atravesada por la violencia, la dominación, el control y la disciplina, Marx escribe con su ironía habitual:

 

"Tantae molis erat para asistir al parto de las «leyes naturales eternas» que rigen al modo capitalista de producción".

 

Entonces las supuestas leyes naturales, eternas, objetivas —todas expresiones irónicas en la pluma de Marx— se construyeron a partir de estos mecanismos: la violencia, la coacción, la expropiación, la estafa, el colonialismo, la conquista, la tortura, los códigos de disciplinamiento, las casas de trabajo, entre otros. La lucha de clases los engloba a todos…

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: Néstor KOHAN. “Nuestro Marx” ]

 

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