miércoles, 14 de junio de 2023

 

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NUESTRO MARX

Néstor Kohan

 

[ 092 ]

 

 

SEGUNDA PARTE

¿EL RETORNO DE MARX?

 

 

 

 

Abordaje de El Capital: impugnación científica del modo de producción capitalista

 

Por todo lo expuesto concluimos este capítulo de nuestra investigación afirmando que la teoría crítica del fetichismo constituye el eje articulador de todo El Capital publicado y de sus redacciones previas, de sus principales categorías y de sus dimensiones centrales de análisis del capitalismo. De ningún modo queda reducida a una problemática humanista o especulativa de su primera juventud ni tampoco está circunscripta únicamente al primer capítulo del primer tomo de la obra. La encontramos en los escritos de juventud, en el capítulo primero de la obra y al final de ella.

 

La teoría crítica del fetichismo no representa entonces un obstáculo para la ciencia —por su supuesto carácter "humanista" o "filosófico"— sino que, por el contrario, es el gran presupuesto de la impugnación científica del capitalismo.

 

¿Cuál es la ventaja de abordar de este modo El Capital? En primer lugar permite descentrar el debate de los años '60 que dividió esquemáticamente la obra de Marx entre un "joven" utopista y un "viejo" pragmático, entre un "humanista" y un "científico", entre un romántico y un realista, entre un filósofo y un economista. En segundo lugar nos permite desplazar el eje del debate típico de la década de los años '80 que parceló la discusión limitando las opciones a una defensa o a una crítica de la modernidad, sin ver las contradicciones ni las tensiones en ambos relatos. En tercer lugar, nos permite abordar la crítica de Marx a la economía política en toda su compleja radicalidad política. Marx no se opone a la economía que legitima a la derecha para construir una "economía socialista", no critica a la economía burguesa para construir una "economía proletaria". Marx sostiene que todas las categorías clásicas de la economía política están fetichizadas —entre otras razones porque los economistas sólo atendieron a la dimensión cuantitativa del valor— y por ello no tiene sentido invertirlas y conformar una ciencia económica "socialista", que asumiría como un dato dado, incuestionado, no criticado, la sociedad mercantil capitalista en la que se basan las categorías fetichistas de la economía política y la supuesta "necesidad objetiva" de sus leyes económicas.

 

Sometiendo a crítica ese tipo de lectura tradicional (que deriva en toda una serie de equívocos que hemos desarrollado y cuestionado en la primera parte de esta investigación) sostenemos que la clave de la teoría del valor únicamente se explica de manera completa por su vínculo inmanente, íntimo, indisoluble con la teoría del fetichismo. Responder a los neoclásicos y a los neoricardianos presupone asumir a fondo la teoría crítica del fetichismo y la doble dimensión de la teoría del valor.

 

Sólo estudiando a fondo la problemática del fetichismo se puede entender la radicalidad de la crítica que emprende El Capital pues la teoría del fetichismo y su desarrollo (que como el método de exposición de Marx indica, también sigue el camino desde lo más abstracto, el fetichismo de la mercancía, hacia lo más concreto, el fetichismo de la renta, el interés y el salario pasando por la mediación del fetichismo del dinero y el fetichismo del capital) está presente en todos los tomos y redacciones de El Capital, comenzando por los Grundrisse, siguiendo por todas sus redacciones previas, hasta llegar a la última versión de 1873.

 

 

 

Fetichismo y relaciones de poder

 

 

En el capítulo anterior de esta investigación examinamos la articulación y el nexo indisoluble entre la teoría crítica del fetichismo y la teoría del valor en la formulación madura de Marx, presente en todas las redacciones y tomos de El Capital (desde 1857 a 1873). De manera subsidiaria analizamos dos discusiones derivadas y conexas, el debate de los años '60 sobre si esa formulación crítica del fetichismo recupera (o no) motivos centrales de sus escritos juveniles, por un lado; y por el otro la polémica de los años '80 sobre si Marx es un simple pensador "modernista" o si su teoría del fetichismo marca una crítica a fuego de la modernidad capitalista. Aquí prolongaremos esas interrogaciones sobre el fetichismo y el valor intentando despejar la incógnita sobre si existe o no una teoría del poder y la dominación en Marx. Una discusión que se inicia antes de la caída del muro de Berlín y que, lejos de cerrarse, hoy no sólo se reabre sino que cobra más fuerza con la nueva crisis mundial del capitalismo y el resurgimiento del marxismo radical.

 

 

 

Marx en la trituradora de las clasificaciones

 

Uno de los problemas más graves que han atravesado todos los escritos de Marx (hayan sido destinados a la imprenta o hayan permanecidos inéditos en vida de su autor) es que no han podido escapar a las clasificaciones posteriores. A pesar que desde sus primeras elaboraciones el autor de El Capital intentó romper con las "disciplinas" yuxtapuestas, inconexas y compartimentadas, esforzándose por diluir todos los saberes sociales fundiéndolos y reconstruyéndolos en la gran síntesis de una sola ciencia social —siempre mencionada en singular—, el ácido de su pensamiento dialéctico no logró terminar de diluir y horadar la parcelación académica. Las especializaciones y antinomias del pensamiento burgués institucionalizado continuaron existiendo impregnando, incluso, hasta la propia descendencia teórica de Marx. Hubo usos de Marx para todos los gustos y tendencias no sólo en el terreno político sino también en cuanto se refiere a los esquemas disciplinarios.

 

Pero una de esas clasificaciones tradicionalistas resultó, no por equívoca y brutalmente ajena al espíritu del pensamiento marxiano menos fundamental, tiñendo y condicionando la mayor parte de las discusiones posteriores. Se trata de la repetida, trillada y siempre resurgida de sus cenizas dicotomía entre "la economía" y "la política".

 

Escisión y antinomia dualista que en sus orígenes resulta muy anterior a Marx y que, lamentablemente, lo sobrevivió con creces. En realidad, acompaña desde sus mismos inicios el nacimiento de la modernidad capitalista europea y llega a su cenit, en el plano de la reflexión, con el auge del liberalismo económico y con la teoría política liberal del derecho natural. Los exegetas, vulgarizadores y pretendidos clasificadores "ortodoxos" de la obra de Marx, cuando incurren en ella no hacen más que introducirla dentro del marxismo como el gran caballo de Troya, de manera inconsciente o vergonzante, pero nunca se debe soslayar u olvidar que su origen es muy anterior.

 

A la hora de clasificar según el canon dicotómico las obras, los libros e intervenciones de Marx se suele afirmar que sus principales escritos puramente "políticos" serían los siguientes:

 

Crítica de la Filosofía del derecho de Hegel (1843), La cuestión judía (1843), Introducción a la Crítica de la Filosofía del derecho de Hegel (1843), Manifiesto del partido comunista (1848), Las luchas de clases en Francia (1850), "Mensaje del comité central a la Liga de los comunistas" (1850), El 18 brumario de Luis Bonaparte (1852), Manifiesto Inaugural e intervenciones en la Asociación Internacional de los trabajadores (1864-1872), La guerra civil en Francia (1871) y Crítica al programa de Gotha (1875).

 

En cambio los principales escritos, puramente "económicos", abarcarían

 

Trabajo asalariado y capital (1847), "El salario" (1847), "Discurso sobre el librecambio" (1848) junto con todos los comprendidos entre los Grundrisse (1857-1858) y la segunda edición alemana de El Capital (1873), prolongándose hasta las Notas marginales al «Tratado de economía política» de Adolph Wagner (1879-1880).

 

Habría una tercera lista o un tercer rubro, donde se ubicarían esquemáticamente los escritos puramente "filosóficos".

 

En los de la primera lista taxonómica, Marx se ocuparía de los conflictos sociales, la subjetividad política y la lucha de clases. En los segundos analizaría las leyes objetivas de la economía. Aparentemente dos universos inconmensurables que, como las famosas paralelas del quinto postulado de la geometría euclidiana, ni siquiera se tocarían. Tal vez teniendo en mente esta incomprensible y casi hilarante taxonomía Karl Kautsky haya afirmado —con toda su autoridad de uno de los padres de la Iglesia— que la teoría científica de Marx y Engels no tiene nada que ver con la lucha de clases, atribuyéndosela exclusivamente al producto de dos intelectuales brillantes.

 

 

 

Fetichismo: economicismo y dualismo

 

El principal presupuesto de esa dicotomía tajante consiste en separar, aislar y dotar de vida propia, fetichizándolos, al "factor económico", por un lado, y al "factor político" por el otro. El economicismo juega ahí su principal ficha, que no deja de operar incluso si se intenta matizarlo con una supuesta "última instancia" (en lugar de una "primera instancia") de la economía sobre el poder, que mantiene inflexible e invariante el divorcio y la separación radical entre ambos...

 

En el liberalismo, el fetichismo de un supuesto "mercado autorregulado y automático" corre parejo con el de la pretendida "autonomía institucional del Estado republicano y su división de poderes", complementado habitualmente con las ficciones de la falsa autonomía del "arte puro" y la "cultura libre". En el marxismo economicista, aunque rechace al liberalismo, no ha sucedido nada demasiado distinto. La estructura económica ha sido concebida como una entidad totalmente externa al andamiaje jurídico-político y a la superestructura ideológica. Tres esferas, ámbitos o "instancias" separadas entre sí, transformadas en "factores".

 

Fetichizando desde el inicio cada una de las instancias (se deposite el énfasis donde se ponga), resulta luego imposible encontrar las mediaciones y los nexos entre una y otra, por más esfuerzo que se haga, sea con las teorías rudimentarias de la "influencia recíproca" y "la última instancia" o con los modelos más refinados y elaborados del "bloque histórico" (unidad de economía y política) o con el de la "sobredeterminación".

 

 

 

El dualismo y los esquematismos "base-superestructura”

 

Como apuntamos en la primera parte de la investigación, ese registro equívoco, que retraducía la teoría crítica de Marx para incorporarla dentro del molde dicotómico del pensamiento burgués, se asentó en una absolutización de la conocida metáfora de raíz arquitectónica empleada por Marx cuando escribe:

 

"En la producción social de su existencia los hombres entran en relaciones determinadas, necesarias, independientes de su voluntad: estas relaciones de producción corresponden a un grado determinado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción constituyen la estructura económica de la sociedad , la base real, sobre la cual se eleva una superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social".

 

Adoptando la metáfora como si fuera una categoría científica, generalizándola hasta extremos ridículos y volviéndola absoluta, se transformó La concepción materialista de la historia en un dualismo redivivo, ahora con jerga marxista.

 

Dentro de ese gran armazón dicotómico que ha impregnado cientos y cientos de libros y ha condicionado muchísimas discusiones sobre Marx y el marxismo a lo largo del siglo XX, uno de los principales malentendidos ha sido el de atribuir a Marx una gran sistematicidad lógica cuando escribe sobre "el factor económico" (el estructural) y una ausencia de reflexión cuando tematiza "el factor de la política y el poder" (el superestructural). Según ese relato canonizado Marx ha sido, en el mejor de los casos, "el teórico de la explotación" pero no "el teórico del poder" (tesis repetida, como ya apuntamos, por Foucault, Cacciari y Colletti, entre otros, aunque formulada antes por Bobbio y Althusser)…

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: Néstor KOHAN. “Nuestro Marx” ]

 

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