martes, 13 de junio de 2023

 

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Joan E. Garcés  /   “Soberanos e intervenidos”

 

 (…)

 

 

 

Segunda parte

ESTRATEGIAS MUNDIALES E INTERVENCIÓN

 

 

 

 

10. La visión de Europa del Office of Strategic Services

 

Cuando aún París estaba bajo ocupación alemana, el director del Office of Strategic Services (OSS), William J. Donovan, dirigía a la Junta de Jefes de Estado Mayor de EEUU un análisis sobre los «intereses de la seguridad de EEUU en el acuerdo europeo». A pesar del tiempo transcurrido, su actualidad da cabal medida del bloqueo a que ha sido sometida la evolución interna europea desde entonces. En agosto de 1944 el OSS partía de un postulado propio de la lógica de los imperios: «Las tres grandes potencias [EEUU, Gran Breta­ña, URSS] tienen intereses vitales en el Lejano Oriente así como en Europa. Esos intereses serán transados de una manera mutuamente satisfactoria, o serán buscados unilateralmente de forma tal que el Mundo sea dividido en conflictivas esferas de influencia», y anticipaba las consecuencias que derivarían para América Latina y otras regiones si anglosajones y soviéticos rivalizaban por la hegemonía sobre Europa:

 

si una solución mutuamente satisfactoria no puede hallarse en Alemania y Europa, cada una de las tres potencias intentará, en cualquier parte del Mundo, actuar del modo que mejor convenga al fortalecimiento de la posición de poder de cada una. La política que EEUU debe seguir en Lejano Oriente y América Latina en caso de continuar la rivalidad anglorrusa en Europa será, pues, muy diferente de la que sería si los intereses anglorrusos en Europa pudieran llegar a un compromiso satisfactorio.

 

Dado que la Administración Truman y las siguientes asumieron las constantes de la estrategia británica hacia el Continente europeo, a lo largo de la guerra fría prevaleció la hipótesis de rivalidad imperial que retenía el análisis del OSS. Contemplaba éste cinco supuestos susceptibles de desembocar en una guerra entre anglosajones y soviéticos. El primer supuesto –a evitar– era «la emergencia de una Alemania independientemente agresiva», y el OSS desarrollaba al respecto uno de los escenarios que llevarían al gobierno de EEUU a impulsar años después la creación de las Comunidades Europeas. El OSS estimaba que aislar a la URSS del resto de Europa encontraría resistencia en las izquierdas de países recién liberados del nazi-fascismo. Asumía, ciertamente, el supuesto británico de dividir Europa, pero anticipaba que una “unión europea” que excluyera a Rusia significaría asumir el riesgo de instalar Europa en un conflicto interno. Dado que no era el objetivo del presidente Roosevelt provocar semejante confrontación:

 

«Tal unión de la Europa no soviética está fuera de lugar hasta tanto no cambie la actual política declarada de la URSS», y vislumbraba el OSS cuál debía ser el edificio europeo si se quería que sus fundamentos no fueran belicistas: «una unión europea efectivamente integrada tanto con Gran Bretaña como con la URSS ofrece a largo plazo, quizás, la expectativa más esperanzada de un ajuste pacífico».

 

 

El segundo supuesto del análisis del OSS consistía en exorcizar que Alemania se alineara o aliara con la URSS:

 

la retirada soviética de Alemania estará casi con seguridad condicionada por la emergencia de un gobierno nacional amistoso –o al menos no inamistoso– hacia la URSS. De hecho, Rusia puede negarse a retirar sus tropas de ocupación hasta que sea una realidad tal orientación hacia la URSS.

 

Para evitar que un gobierno alemán se aliara con Rusia, el director del OSS avanzaba en 1944 una de las premisas que asumiría después la Comunidad Económica Europea y, en 1991, el Tratado de Maastricht

 

el desenlace estará influenciado no sólo por la actitud de Rusia, sino por las perspectivas abiertas a Alemania dentro de Europa. Si esas perspectivas incluyen la posibilidad de una integración de la industria alemana dentro de una economía más amplia en Europa central y occidental, y si la estructura política de los países afectados no es demasiado diferente, lo más probable es que Alemania buscará una orientación europea más que rusa. […] Si la economía autárquica de Alemania es abandonada y se la integra en la economía ­europea y mundial sobre la base de una especialización eficiente, la prosperidad económica no implicaría un alto potencial bélico a no ser que Alemania tuviera aliados capaces de proveerla de alimentos y materias primas.

 

Adelantaba, asimismo, Donovan uno de los supuestos que, una vez consumado, desembocarían en la creación de la OTAN cinco años después:

 

Si se cediera a Polonia todo el territorio alemán al este del río Oder, por ejemplo, ello crearía en el resto de Alemania un irredentismo tan agudo que, durante el futuro previsible, dominaría tanto la estructura política interna como la política exterior de Alemania. Semejante política exterior debe tener como fin crear un sistema de alianzas con las potencias occidentales orientada contra Rusia.

 

Para el supuesto de que se deseara una Alemania económicamente próspera, que no fuera terreno de disputa en la subsiguiente lucha –entre sus vencedores– por dominar Europa, el análisis del OSS avanzaba la condición: limitar el intervencionismo de las Potencias en los asuntos internos de otros Estados:

 

La sola posibilidad real de que Alemania emerja con un gobierno estable, popular y relativamente neutral reside en un movimiento político endógeno sobre el que las grandes potencias estén de acuerdo en no intervenir. Hacer esto posible requiere que las tres grandes potencias se encuentren dispuestas a aceptar el cambio político democrático en Alemania, seguir políticas internas y externas orientadas a promover el crecimiento económico y condiciones liberales para el comercio mundial. Aplicar semejante política requiere, obviamente, un considerable grado de confianza mutua y autocontrol por parte de las tres potencias. […] Una organización de seguridad internacional efectiva será el resultado más que la condición del acuerdo sobre los temas vitales que dividen a las grandes potencias. Esos temas son, sobre todo, (a) las cuestiones territoriales, y (b) el carácter de los gobiernos a ser reconocidos durante el período de posguerra y la amplitud de la influencia externa sobre tales gobiernos a ser considerada aceptable.

 

Prudente previsión, de imposibilitada observancia durante los nueve lustros de guerra fría en que la intervención en los asuntos internos de otros Estados fue la norma orientadora para la Gran Potencia vencedora de la segunda guerra mundial. Medio año antes de que ésta hubiera terminado, de nuevo fue el director del OSS quien el 3 de noviembre de 1944 trazaría la pauta que asumirían las sucesivas administraciones de EEUU desde Truman:

 

dividir y dominar a Alemania for ever; como los germanos son reconocidamente serviles, deben percibir que la autoridad internacional es una madre decidida y que ni el pangermanismo ni Alemania misma pueden nunca ser restablecidos. A condición de que no haya un “bloque” germano en el centro de Europa, los individuos alemanes pueden estar seguros de que los Aliados estarán a favor de que tengan condiciones de vida decentes y la oportunidad de ser felices en lo personal. Deben aprender, sin embargo, que nunca hallarán verdadera felicidad bajo un amo alemán fuerte. […] Lo que debe ser erradicado de raíz es el objetivo alemán de lograr la unidad, causa de un vigor que inevitablemente desemboca en agresión. […] Los alemanes deben percibir que los Aliados están firmemente determinados a dividir Alemania, en tanto que nación, en partes, de modo que pueda revivir su antigua tradición no nacionalista y no militarista…

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: Joan E. Garcés. “Soberanos e intervenidos” ]

 

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