lunes, 12 de junio de 2023

 

1004

 

 

NUESTRO MARX

Néstor Kohan

 

[ 091 ]

 

 

SEGUNDA PARTE

¿EL RETORNO DE MARX?

 

 

 

 

¿Fetichismo y religión antes del modo de producción capitalista?

 

Desde un ángulo historicista podría pensarse que el fetichismo constituye un proceso exclusivamente capitalista. Frente a esta constatación, cabría preguntarse ¿no hubo fetichismo antes del capitalismo?

 

En El Capital Marx sugiere que el fetichismo "sólo tiene vigencia para esa forma particular de producción, para la producción de mercancías". Una hipótesis que también expresa cuando plantea que:

 

"A esto llamo el fetichismo que se adhiere a los productos del trabajo no bien se los produce como mercancías y que es inseparable de la producción mercantil"

 

En ese tipo de formulaciones encontramos la clave del historicismo metodológico de Marx. Por eso la crítica de las categorías de la economía política —debido a su carácter "ahistórico"— resulta incomprensible sin la crítica del fetichismo.

 

Luego de referirse a la forma dinero como aquella que "vela de hecho, en vez de revelar, el carácter social de los trabajos privados" Marx agrega que

 

"formas semejantes constituyen precisamente las categorías de la economía burguesa. Se trata de formas del pensar socialmente válidas, y por tanto objetivas, para las relaciones de producción que caracterizan ese modo de producción social históricamente determinado, la producción de mercancías".

 

En el capítulo 48 del tercer tomo de El Capital Marx plantea, respondiendo de algún modo a la pregunta sobre si hubo siempre fetichismo en toda la historia humana o si es por el contrario un fenómeno específico del modo de producción capitalista, que:

 

"Al examinar las categorías más simples del modo capitalista de producción, e incluso de la producción mercantil, al examinar la mercancía y el dinero, hemos puesto de relieve ya el carácter mistificador que transforma las relaciones sociales a las que sirven en la producción, como portadores, los elementos materiales de la riqueza, en atributos de esas mismas cosas (mercancía) y que llega aún más lejos al convertir la relación misma de producción en una cosa (dinero). Todas las formas de la sociedad, en la medida que conducen a la producción mercantil y a la circulación dineraria, toman parte de esta distorsión". 

 

Hasta allí el argumento de Marx sostendría que este conjunto de fenómenos que venimos enumerando sería común a toda la historia de la humanidad. No obstante, continúa y aclara inmediatamente:

 

"Pero en el modo capitalista de producción y en el caso del capital que forma su categoría dominante, su relación de producción determinante, ese mundo encantado y distorsionado se desarrolla mucho más aún”

 

 

Desde el historicismo dialéctico Marx sugiere que:

 

"La figura del trabajo enajenada al trabajo, autonomizada frente a él y por lo tanto transformada, o sea donde los medios producidos de producción se transforman en capital y la tierra en tierra monopolizada, en propiedad de la tierra; esa figura pertenece a determinado período de la historia".

 

En ese mismo capítulo agrega:

 

"En formas anteriores de la sociedad, esta mistificación económica sólo se verifica principalmente con relación al dinero y al capital que devenga interés".

 

Recordemos que antes del capitalismo ya existían mercaderes y banqueros, como lo demuestra, por ejemplo, la investigación célebre de Jacques Le Goff quien afirma que en Europa occidental estos primeros sectores de incipientes capitalistas nacen como clase en el siglo XI (d.C.):

 

"en el siglo XIII, las ciudades [europeas] están dominadas política y socialmente por los grandes mercaderes. El auge comunal no se confunde con el desarrollo de la clase de los grandes mercaderes, aunque en Génova [una de las primeras ciudades burguesas europeas], por ejemplo, la asociación de hombres de negocios, la campagna, pasa a ser desde 1099 el municipio".

 

En esa época, en plena Edad Media europea, ya existían sectores que reproducían su vida material prestando dinero a cambio de un interés. Esa era su profesión, su especialidad, su función social. Por lo tanto el nacimiento de la burguesía como clase —en este caso mercantil y prestamista— es muy anterior al capitalismo como régimen social predominante. Los estudios de Samin Amin (críticos del eurocentrismo) han planteado una hipótesis similar para el caso de China e incluso de los países árabes y el África negra, todos ellos englobados —como el feudalismo europeo que analiza Le Goff— bajo el concepto más abarcador de "modo de producción tributario.

 

Entonces Marx señala que:

 

"En formas anteriores de la sociedad, esta mistificación económica sólo se verifica principalmente con relación al dinero y al capital que devenga interés. Se haya excluida, por la naturaleza de las cosas, primero, allí donde prepondera la producción para el valor de uso, para satisfacer directamente las propias necesidades; segundo, allí donde, como en la Antigüedad y en la Edad Media, la esclavitud o la servidumbre forman la amplia base de la producción social: aquí el dominio de las relaciones de producción sobre los productores, está ocultado por las relaciones de dominación y servidumbre que aparecen y son visibles como los resortes directos del proceso de producción" [...] "En las comunidades primitivas, donde impera el comunismo natural y espontáneo, incluso en las comunas urbanas de la Antigüedad, es esta misma comunidad con sus condiciones la que se presenta como base de la producción, y su reproducción aparece como el último fin de ésta. Incluso en el sistema corporativo medieval, ni el capital ni el trabajo aparecen desligados, sino determinadas sus relaciones por el sistema de corporaciones y las circunstancias conexas con el mismo y las ideas de deber profesional, maestría, etc., correspondientes a esas relaciones"

 

Por lo tanto antes del capitalismo, esa no ligación de origen fetichista no se encontraba como se produce, en cambio, de manera predominante en el modo de producción capitalista. Lo que no quita que no haya habido capital, dinero, mercado y mercancía antes del capitalismo. ¡Pero ese tipo de relaciones sociales nunca existió como un fenómeno generalizado y predominante en ninguno de los modos de producción tributarios (según la terminología de Samir Amin) y mucho menos en los modos de producción anteriores! Antes del modo de producción capitalista predomina la producción para satisfacer necesidades humanas, es decir, valores de uso. A diferencia de aquellas antiguas formaciones sociales, en la sociedad mercantil capitalista las sociedades satisfacen sus necesidades no de manera directa sino a través de la mediación del cambio y en esa mediación es donde se encuentra el secreto de la cuestión del fetichismo. Esa es "la novedad" histórica del modo de producción capitalista.

 

Existe entonces una mediación para satisfacer necesidades. Nunca se produce una satisfacción directa. En esa mediación, entre las necesidades y el consumo que las satisface, además de la división social del trabajo (muy anterior al capitalismo) se encuentra el trabajo abstracto, que consiste en un trabajo social global, socializado de manera indirecta (socialización que sólo se torna predominante para el conjunto de la sociedad en el capitalismo devenido sistema mundial). Un tipo de sociabilidad que encierra determinadas cualidades que le otorgan a las cosas —productos del trabajo— características mágicas, místicas, fantasmagóricas; y a su vez generan en los sujetos atributos que le pertenecen a las cosas. Personificación y cosificación. Esa "novedad" histórica consiste en confundir propiedades naturales con formas sociales y atribuirle a las cosas —por ejemplo a la Tierra— características sociales —para el caso la renta. Esa "confusión" que constituye mucho más que un simple equívoco de percepción, resulta específica del modo de producción capitalista.

 

Para El Capital lo que ocurre es lo siguiente:

 

"Todo el misticismo del mundo de las mercancías, toda la magia y la fantasmagoría que nimban los productos del trabajo fundados en la producción de mercancías, se esfuma de inmediato cuando emprendemos camino hacia otras formas de producción".

 

Esa distinción históricamente específica es la que se niega a realizar la economía política al pretender eternizar la sociedad mercantil volviendo las relaciones capitalistas instituciones... "naturales".

 

Sin embargo, aunque Marx lo define como un proceso específicamente mercantil capitalista, el fetichismo en el sentido de atribuirle una propiedad "mágica" a un objeto (por ejemplo, un tótem) existió antes del capitalismo. De igual modo, la religión, en tanto representación imaginaria que presupone —de manera invertida— que una creación humana es en realidad "el padre" del género humano, un ente objetivo todopoderoso que protege a la gente del desamparo, el abandono y la indefensión; la tristeza, la soledad y la frustración; el sufrimiento, el miedo a la muerte y la miseria; y frente al cual los sujetos tienen que arrodillarse e implorar protección y misericordia, también existió muchísimo tiempo antes del capitalismo. Pero en ambos casos, esos fenómenos no poseían este sentido específico que adquieren y del cual serían en principio derivados en el capitalismo, asentado en la producción mercantil, en la ontología social basada en el trabajo abstracto, socializado de manera indirecta, post festum, a posteriori del cambio de mercancías, a espaldas de los productores.

 

Dando cuenta de ese problema, el antropólogo Maurice Godelier se pregunta:

 

"Puesto que en estas sociedades primitivas no existen relaciones mercantiles desarrolladas y aún menos relaciones capitalistas, ¿cuál podía ser el mecanismo mediante el cual las condiciones objetivas de la vida social adoptaban un carácter mítico, fantasmagórico?".

 

Para delimitar puntualmente la respuesta a esa pregunta acuciante, que atañe a uno de los núcleos centrales de la teoría crítica del fetichismo en su vínculo con la historia, en primer lugar Godelier deja sentado que:

 

"en esas sociedades existe el fetichismo de la mercancía, puesto que existe el intercambio mercantil, pero no constituye el rasgo dominante de la ideología económica, ya que la producción mercantil desempeña en la producción un papel secundario, limitado".

 

Aclarado eso, habría que dar cuenta y argüir razones precisas que expliquen que, si el fetichismo no es predominante porque las relaciones mercantiles no están desarrolladas (y el trabajo abstracto no está de ningún modo generalizado), entonces ¿por qué existen la religión y otros relatos míticos, sagrados, místicos y fantásticos? ¿Qué es lo que motiva a la proliferación de semejantes relatos, experiencias y creencias (que no pueden reducirse, de ninguna manera, a un "error" del entendimiento, ya que implican prácticas sociales estrechamente vinculadas con la reproducción de la vida de la comunidad) incluso mucho antes del capitalismo? Esa pregunta no podría eludirse si se toma en serio el conjunto de interrogantes que abre la teoría crítica del fetichismo y el historicismo metodológico que ésta presupone.

 

Los intentos de respuestas posibles, cuya resolución definitiva excede largamente los objetivos de esta investigación, podrían ser —como mínimo— de cuatro tipos.

 

En primer lugar, se encontraría una respuesta de signo antropológico, que identifica en la debilidad de las relaciones sociales frente a la naturaleza el origen de la creencia en "algo superior" que proteja a los miembros de la comunidad.

 

Al respecto, comentando los estudios, cartas y artículos de Marx y Engels sobre este tema, Godelier llega a la conclusión de que:

 

"Este efecto en la conciencia consiste en que la naturaleza se presenta en la práctica para el hombre primitivo —que interviene eficazmente de forma limitada sobre el orden y el curso de las cosas— como una realidad misteriosa y superior al hombre, como potencia superior al hombre y la sociedad.[...] El hombre primitivo piensa la naturaleza por analogía [...] Por tanto, espontáneamente, inconscientemente, el pensamiento humano construye un duplicado ideal, imaginario, del mundo humano".

 

Al pensar la naturaleza por analogía, debido a la debilidad de las fuerzas sociales que no la pueden controlar ni siquiera protegerse frente a ella, las fuerzas de la naturaleza se personifican antes los seres humanos como sujetos. Las religiones de estos pueblos y sociedades precapitalistas combinarían, según Godelier, un tipo de explicación con un tipo de práctica. En la primera se encontraría una "representación ilusoria de la realidad", en la segunda "la acción mágica y los rituales" que invariablemente los acompañan. Estas prácticas religiosas abarcarían dos esferas: (a) sobre el mundo y (b) sobre sí mismas: allí se ubicarían las restricciones (alimenticia, sexual o de otra clase), los tabúes religiosos y las prohibiciones.

 

Siguiendo esta línea de interpretación de Godelier (sin citarlo explícitamente pero evidentemente en su mismo horizonte de pensamiento), Hugo Assman y Reyes Mate afirman que entre las explicaciones que Marx proporciona sobre la presencia del fenómeno religioso antes del capitalismo se encontraría:

 

"una serie de razones privativas [...] el grado ínfimo de desarrollo de las fuerzas productivas, la intensidad de las relaciones de los hombres entre sí y con la naturaleza, la ignorancia de los mecanismos profundos de la naturaleza y de la historia".

 

Por su parte, Hinkelammert intenta diferenciar el fetichismo de la sociedad mercantil capitalista de las sociedades precapitalistas. Entonces afirma que:

 

"Marx limita así su concepto de fetichismo al fetichismo de las relaciones mercantiles, llamándolo «mistificación económica». Se trata de una mistificación específica vinculada con la propia mercancía. está más bien ausente de la sociedad precapitalista. Pero allí existe otro misticismo que se origina en las condiciones naturales de producción que dominan al productor. Es un misticismo natural que se debe a la falta de dominación sobre la naturaleza".

 

En segundo lugar, se encontraría una respuesta de índole sociológica, donde el énfasis estaría puesto en la falta de control de los seres humanos sobre el propio mundo social.

 

En ese sentido Godelier afirma que:

 

"en la sociedad primitiva, las formas de desigualdad están en el origen poco desarrolladas; sólo existe desigualdad entre el hombre y la mujer y entre las generaciones [...] A medida que la sociedad se jerarquiza, que se constituyen PODERES sociales y aparecen sociedades de clases y de castas, así como el estado, a medida, pues, que la sociedad se «oscurece», PIERDE EL CONTROL DIRECTO sobre sí misma [...] la ideología se apodera de esos poderes sociales y les confiere los atributos sobrenaturales que inmemorialmente se atribuían a las fuerzas de la naturaleza [todas mayúsculas de Godelier]".

 

A continuación Godelier apela a Marx:

 

"pero pronto entran en acción, junto a las fuerzas de la naturaleza, también las fuerzas sociales, fuerzas que se enfrentan al principio al hombre como tan extrañas e inexplicables como las de la naturaleza, y que le dominan aparentemente con la misma necesidad natural que éstas. Las formaciones fantásticas en las que al principio se reflejaron sólo las misteriosas fuerzas de la naturaleza cobran así atributos sociales, se convierten en representantes de poderes históricos".

 

En tercer lugar, existiría una respuesta de factura psicoanalítica. A la hora de explicar el origen histórico de las primeras manifestaciones totémicas de la religión (en sociedades precapitalistas) Freud apela a la hipótesis de que "la nostalgia de un padre es la raíz de la necesidad religiosa". Si bien en las primeras representaciones el tótem estaría ligado a un animal, más tarde, con el desarrollo del monoteísmo, Freud extiende aquella necesidad primaria del ser humano indefenso y la prolonga hacia la relación entre el dios-padre y su hijo predilecto (el pueblo elegido), pero su explicación sigue el mismo derrotero.

 

Más tarde, a esa primera hipótesis sobre la necesidad de protección (imaginaria) paterna ante situaciones de indefensión y desprotección, le agrega otra según la cual en la religión antropomórfica se personificarían las fuerzas incontroladas y temidas de la naturaleza. La protección frente a esas fuerzas asume un carácter paternal, conforme a un prototipo infantil. Si la primera hipótesis sobre el origen de las primeras religiones históricas apunta a las causas más ocultas, la segunda se hace cargo de complementarla con las causas manifiestas.

 

Freud describe una serie de sensaciones (terror a la naturaleza, debilidad, angustia, amenaza, temor a la muerte, indefensión, sufrimiento, dolores, privaciones) que los dioses —en plural al comienzo— y luego el único dios —con la emergencia del monoteísmo—, vendrían a cubrir protegiendo al indefenso ser humano, proporcionándole tranquilidad, alivio y consuelo. Una vez dominadas las principales fuerzas naturales gracias al desarrollo de la ciencia, la representación religiosa pasaría a ocuparse preferentemente de "la moral y la civilización", es decir, de las instituciones culturales y la garantía de perpetuación del orden social.

 

En cuarto lugar, podría intentarse una respuesta que también tiene un carácter sociológico pero que al mismo tiempo deja abierta una puerta para una comprensión ampliada de la racionalidad, donde la religión no sea vista solamente como "relato imaginario", "fantasía mítica", "representación invertida" y, fundamentalmente, como legitimación del orden establecido sino también como "la protesta contra la miseria real" y "el estado alma de un mundo desalmado".

 

Esta última respuesta, que se apoya en ese carácter contradictorio que el mismo Marx encuentra en la religión (expresión de la miseria y al mismo tiempo protesta contra esta miseria), ha sido ensayada principalmente por los teólogos de la liberación, intensamente influidos por el marxismo. Un fuerte antecedente de este tipo de lectura puede encontrarse en la obra de Engels: “Las guerras campesinas en Alemania” y también en la de Rosa Luxemburg: "El socialismo y las iglesias". En ambas se adopta un análisis sobre los fenómenos religiosos donde se enfatiza la contradicción que llevan en su seno entre el culto del fetiche y la crítica del fetiche, la legitimación del orden establecido y la revuelta enardecida contra ese mismo orden…

 

(continuará)

 

 

[ Fragmento de: Néstor KOHAN. “Nuestro Marx” ]

 

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