lunes, 29 de mayo de 2023

 

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NUESTRO MARX

Néstor Kohan

 

[ 086 ]

 

 

 

SEGUNDA PARTE

 

¿EL RETORNO DE MARX?

 

 

 

 

Dualismo, misticismo e irracionalidad

 

El análisis crítico que Marx desarrolla en un doble frente de polémica contra la economía política (tanto contra la vulgar, precursora de la economía marginalista, como contra la clásica, antecedente de la economía neoricardiana) presupone poner en discusión el dualismo. Este consiste en creer que por un lado marcha "la economía" con sus "leyes" que se imponen con "ciega necesidad" y por el otro la política, las luchas de clases, las resistencias populares. Esa seria limitación dualista que Marx encuentra en el discurso de la disciplina económica había sido previamente cuestionado en otro tipo de disciplina, la filosofía. Marx entrecruza ambas, violentando la supuesta "autonomía" de cada uno de sus respectivos discursos, refundiéndolos en la nueva síntesis operada por la filosofía de la praxis y la concepción materialista de la historia.

 

En el terreno filosófico y epistemológico la lógica dialéctica de Hegel había cuestionado duramente el dualismo de la lógica trascendental de Kant. Marx se apropiará de esa crítica y la volcará en el terreno social en la crítica del dualismo de la economía política.

 

En su Crítica de la razón pura Kant no puede resolver el dualismo [sujeto— objeto]. Su concepción trascendental del conocimiento científico permanece siempre fraccionada y segmentada, prisionero de ese divorcio insuperable. De un lado se encontraría "la cosa en sí" o nóumeno (u "objeto real" diferenciado del objeto construido" por el sujeto trascendental) y del otro lado el fenómeno (u "objeto construido" por el sujeto trascendental). Es decir, de un lado el objeto y del el sujeto; por un lado "la cosa en sí" y por otro las categorías del entendimiento; de un lado la historia y por el otro la lógica. Una escisión completa y en toda la línea.

 

La ‘Ciencia de la lógica’ de Hegel constituye un prolongado y complejo intento por resolver ese dualismo partiendo de un objeto replegado sobre sí mismo y aún no desarrollado, todavía genérico e indeterminado, el ser, del cual a medida que se va determinando emerge y se despliega a través de toda una serie de mediaciones el sujeto, primero como "reflexión", dentro de la esencia, luego como concepto, unidad del sujeto-objeto. Hegel parte en su lógica de una identidad objetiva que es al mismo tiempo diferencia, y como tal encierra dentro suyo la contradicción en forma latente. De allí llega a la conclusión de que el sujeto no está separado del objeto y que a su vez esa relación es idéntica pero contradictoria al mismo tiempo.

 

Apropiándose de esa crítica y volcándola en otra "disciplina" de conocimiento, Marx da una nueva vuelta de tuerca a ese problema encarándolo en la teoría del fetichismo de El Capital. Allí sostiene que esa escisión dualista entre el sujeto y el objeto —dualismo que no sólo separa ambos polos de la ecuación sino que además los invierte otorgando las cualidades y atributos de uno al otro y viceversa— aparece históricamente en una época determinada y se reproduce por razones estrictamente sociales.

 

La teoría del fetichismo (que Marx no había elaborado en su juventud) explicaría el porqué de esa inversión escindida o de esa escisión invertida. Retomando justamente ese largo itinerario de debates epistemológicos recorrido por la filosofía clásica alemana, Marx plantea que el fetichismo constituye un proceso dualista. Aceptar el dualismo en epistemología implica aceptar el fetichismo de las categorías económicas. Sin estudiar entonces la crítica de la lógica dialéctica al dualismo no se comprende la crítica marxiana al fetichismo de las categorías de la economía política. Presuponer una objetividad ahistórica de las categorías económicas (mercancía, valor, dinero, capital, precio de costo, precio de producción, ganancia, interés, renta, salario, etc.) y una sustantivización de las leyes económicas como si la objetividad de ambas —categorías y leyes— existiera y operara de manera automática, por sí misma, al margen de la subjetividad social, de los conflictos sociales y las luchas de clase, implica según Marx, caer en el fetichismo. (La separación de "economía" y "política", tan habitual en la teoría social moderna y contemporánea no es más que un claro exponente de este fetichismo). Desde la teoría crítica sólo se puede cuestionar ese fetichismo de las categorías y leyes de la economía política demostrando, por un lado, la historicidad de las mismas, y por el otro lado, su vinculación inmanente con las relaciones sociales intersubjetivas en el seno de la cuales adquieren su sentido (las relaciones de producción atravesadas desde su más profunda intimidad por las contradicciones de clase).

 

No hay ninguna objetividad absoluta, independiente de la historia y de las relaciones intersubjetivas. Aceptar esa objetividad —en la que se sustentaría, supuestamente, la cientificidad de disciplina económica— conlleva aceptar el dualismo epistemológico y eso implica, en consecuencia, adoptar un punto de vista fetichista, es decir, asumir como algo dado e incuestionable la sustantivización y atribución a "objetos" de características que sólo poseen las relaciones sociales entre los sujetos colectivos.

 

Ese dualismo implícito en la economía política legitima algo que sucede en la realidad capitalista de todos los días, la mistificación, que Marx asocia con la irracionalidad y con el fetichismo. Esto es, desligar al capital y al plusvalor (y sus formas fenoménicas de ganancia, interés y renta) del trabajo vivo que realiza la fuerza de trabajo. Separar y aislar los dos polos de la relación contradictoria de "capital" ("contradictoria" y no simplemente "contraria" porque en la contradicción, el polo opuesto se encuentra dentro mismo de la relación).

 

Marx adopta como ejemplo para ilustrar esta manifestación de fetichismo al capital que "genera" interés. La máxima expresión de ese fetichismo es asociada con la más alta expresión de irracionalidad, ya que postular o creer que el capital solo, sin trabajo, genera interés, desglosa y separa los dos polos de la relación contradictoria de capital. Desvinculación que reviste un origen netamente fetichista al presuponer una forma social que por sí sola, sin contenido, tiene vida propia.

 

Irracionalidad, mistificación y cosificación serán tres características de las relaciones sociales fetichizadas que el discurso crítico de Marx enhebra en una misma argumentación. La cosificación derivada del fetichismo produce mistificación de las relaciones sociales y sustantivización de los productos mercantiles lo cual conduce, a su turno, a la irracionalidad del conjunto social.

 

Esta última presupone en Marx un cuestionamiento radical de la cuantificación absoluta de las relaciones sociales. Si para la economía burguesa cuantificar es sinónimo de objetivar y racionalizar, para Marx una mayor cuantificación y calculabilidad pueden ser sinónimos de mayor irracionalidad y de generalización del fetichismo. Por ejemplo, la irracionalidad de la ley del valor conjuga la racionalidad formal y mercantil de la parte (a escala "micro", posible planificación de recursos al interior de cada una de las unidades productivas ajenas entre sí) con la irracionalidad del conjunto (a escala "macro", en el ámbito de la relación externa de competencia entre todas las unidades productivas, cuyos trabajos privados respectivos recién adquieren carta de ciudadanía social en el intercambio, sin plan previo, por medios de tanteos y oscilaciones incontrolables de precios de mercado en relación a precios de producción y a valores).

 

 

 

Transferencias sociales y "confusiones" materiales

 

Los distintos procesos implícitos en la fetichización de las relaciones sociales bajo el capitalismo (cosificación, sustantivización, personificación, dualismo, inversión, misticismo, irracionalidad, etc.) van acompañados invariablemente en el discurso de la economía pol ítica de determinadas transferencias de atributos y de "confusiones".

 

Los ámbitos donde se pueden observar esas "confusiones" son múltiples, pero todos tienen un subsuelo común.

 

Estas confusiones se dan entre: (a) las formas sociales y (b) la materia físico-natural; entre (a) la "objetividad espectral" que es puramente social y que no se identifica con (b) la materialidad de los productos del trabajo (la lana de un poncho, el metal de un torno, el cemento de un edificio, etc.); entre (a) el valor, el dinero, el capital, etc. y (b) el valor de uso y la utilidad; entre (a) las necesidades mediadas por el cambio dinerario y por el impulso de la valorización del capital y (b) las necesidades directamente sociales; entre (a) las relaciones sociales de producción y (b) las fuerzas productivas (en su dimensión puramente tecnológica); entre (a) las relaciones [ser humano-ser humano] y (b) las relaciones [ser humano-naturaleza].

 

La materialidad a la que alude el nombre mismo de la "concepción materialista de la historia" no tiene punto de intersección alguno con la materialidad física de la utilidad que poseen los valores de uso producidos por el trabajo concreto ni con la "materia" entendida como la realidad objetiva al margen de la voluntad y la conciencia. Poner en el mismo plano esas nociones tan diversas, heterogéneas y disímiles de "materialidad" es, creemos nosotros, un resultado más (no el único) del fetichismo, aunque en este caso se exprese, paradójicamente, al interior mismo de las formulaciones de la teoría marxista.

 

Históricamente, no ha sido la teoría crítica del marxismo la que ha confundido esos planos —sociales y materiales— sino la economía política, principalmente la vulgar pero también la clásica. Al no prestar suficiente atención a la teoría del fetichismo, las versiones más rudimentarias del marxismo no han sabido apreciar esas distinciones y por eso mismo han recaído en aquello que Marx tanto criticó: la confusión entre materia y forma social. La concepción materialista de la historia, en consecuencia, apunta a desentrañar la génesis y el proceso estructural de las formas sociales. De allí que la teoría crítica del fetichismo constituya uno de sus núcleos centrales.

 

El Capital es un claro ejemplo de aplicación de ese análisis crítico de las formas sociales al modo de producción capitalista. En esta obra la clave de aquellas transferencias, inversiones y "confusiones" fetichistas se encuentra en la categoría de trabajo abstracto. Una categoría que Marx todavía no había descubierto en sus escritos de juventud…

 

(continuará)

 

 

[ Fragmento de: Néstor KOHAN. “Nuestro Marx” ]

 

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