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LA COLUMNA DE LA MUERTE
El avance del ejército franquista de Sevilla a Badajoz
Francisco Espinosa Maestre
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OPERACIONES SECUNDARIAS
Otros pueblos del interior:
Tierra de Barros y Sierra de Monsalud
(…) Según Santiago Ramírez Chaves, otro de los testimonios recogidos por Mercedes Almoril,
los fusilamientos comenzaron casi de inmediato, siendo incluso a diario. Casi con exactitud se fusilaron a unas 310 personas, según el recuento que solíamos llevar en el taller, ya que siempre se oían las víctimas que caían cada día. Un día fueron tan numerosos que aparte del camión que los llevaba iban otros muchos atados andando. Normalmente solían cargarse de 10 a 12 personas, llegando ese día hasta 24…
La mayoría de las mujeres detenidas fueron rapadas y obligadas a tomar aceite de ricino. Según la tradición oral, fueron asesinadas unas 15, casi todas del mismo barrio. La perspectiva local de la investigación aludida de Mercedes Almoril constata la existencia de torturas y violaciones, alentadas por Queipo desde su micrófono de Sevilla y a las que, como experiencias sepultadas en lo más profundo del pasado oculto, resulta muy difícil acceder. He aquí el testimonio de Paula Blanco Zambrano:
Una vez que entraron las tropas nacionales en La Fuente, me detuvieron y me llevaron al convento de los frailes. Estuve 4 o 5 días encerrada en una celda individual, incomunicada, que anteriormente había sido ocupada por la pobre Pilar, a quien torturaron y cortaron los pechos. Posteriormente me trasladaron, de noche, a la casa de la marquesa, donde me enteré de las muertes de mis hermanos. Al más chico, con casi 17 años, lo mataron porque se trajo un pito y un balón en el saqueo de la casa de los señoritos, siendo más tarde denunciado por un tal Núñez a quien jugando le espantó el burro. Una vez que me dieron larga, a los pocos días, se presentó por mí un tal Calamonte con la idea de llevarme a pelar, por lo que recurrí a mi padrino y no me molestaron más. Pelaron a casi todo el barrio, las pelaban y purgaban para que fuesen sucias y ridiculizadas a misa de 11.
Otro testimonio completa el anterior:
Iban veintitantas o más. Las pelaron dejándoles una brocha donde les colocaron un lacito. Atadas, eran conducidas por los balillas que como borregos iban insultándolas en misa. No respetaron ni siquiera a las mujeres. Un día recuerdo que mataron a 24, de donde 18 eran hombres y 6 eran mujeres.
La represión, que en el caso de Fuente del Maestre puede ser estudiada con detalle por haber sido inscritas las víctimas en su mayoría y por la aludida investigación de Mercedes Almoril, afectó especialmente a la población masculina de entre 20 y 40 años. El 62 por 100 de los hombres asesinados eran jornaleros y el 13 por 100 miembros de la Corporación Municipal o dirigentes de la Casa del Pueblo. Sin duda, una buena forma de cerrar este apartado dedicado a la represión en Fuente del Maestre será recordar las palabras de Diego Zambrano Chaves. Después de haber pasado por el estadio de Vallecas, por el campo de concentración situado en el cuartel de Artillería de Mérida —con miles de presos allí hacinados—, por el campo de Castuera y por la plaza de toros de Mérida, estando recluido en el convento de Santo Domingo en Mérida, recordaba así la pérdida de un amigo:
“… pronto comenzaron las sacas, que se sucedieron durante noches. Había días que no dormíamos por las escenas tan dramáticas de quienes iban a morir; otros en cambio te llamaban para despedirse. Recuerdo el día que bajé al Rastrillo donde había unos pocos amarrados para subirlos al camión, ¡qué trabajito me costó bajar las escaleras! Cuando me vio mi amigo se me abrazó llorando y me dijo al oído «no se te olvide lo que estás viviendo y si algún día podéis, recordadnos siempre». Era maestro nacional y tenía sólo 24 años. Cuando subí a la brigada no pude dormir, no esa noche sino varias más.
Ese mismo día 20 de agosto el teniente coronel Francisco Delgado Serrano ocupó Feria y Santa Marta. En Feria la derecha, que reconocía abiertamente que «nadie se lanzó en favor del Movimiento Nacional», admitiría después que el trato recibido durante los días rojos fue bueno. Por no haber no hubo ni requisas ni saqueos. Lo peor eran las visitas de los que venían huyendo de otros pueblos más al sur: entraban en las prisiones, les contaban lo que los suyos venían haciendo y los amenazaban con hacerles lo mismo. Pero todo quedaba en eso. Sólo hubo un caso de malos tratos: el que Manuel Gil Portero y otros «ya difuntos» dieron a José Tejada Flores, Timoteo Cortés y Julián Cuadrado. Como máximos responsables, tanto del cautiverio de los derechistas como de que —aunque no lo reconocieran— conservaran la vida, serian señalados el alcalde Serafín Noriega Noriega y los demás miembros del Comité, Felipe González Muñoz, Bartolomé Leal Sánchez y Antolín Becerra Gamito. Según la Causa General, «la liberación se hizo con toda normalidad, sin que los rojos se opusieran, huyendo al campo». Muchos de estos huidos, los que no cayeron en poder de los golpistas, serían inscritos posteriormente en el Registro Civil como desaparecidos. Ya en 1937, cuando el ciclo represivo había concluido, el fascista Rodrigo González Ortín propagó en su ‘Extremadura bajo la influencia soviética’ que los izquierdistas de Feria tenían pensado celebrar un banquete en la plaza servido por jóvenes de familias derechistas de la población «completamente desnudas», con las que pensaban cometer toda clase de excesos. Esta morbosa historia de la comilona servida por jóvenes desnudas debió de circular bastante, como prueba el hecho de que el periodista portugués José Augusto ya la hubiese contado a mediados de septiembre a los lectores del ‘Diario de Noticias’ situándola en Puente Genil. Con tales infamias se trataba sin duda de justificar la ola de crímenes —varios de ellos sobre mujeres— que asoló a la localidad a partir de su ocupación.
Santa Marta de los Barros quedó marcada por la muerte, ocurrida el 19 de agosto de 1936 en el término de Feria, del teniente coronel Juan Seguí Almizara y de los capitanes Patricio Medina Lafuente y Rodrigo de la Calzada Vargas-Zúñiga. Estos militares, que se dirigían en coche desde Sevilla a Badajoz por la carretera de Santa Marta en la creencia de que ésta ya había sido ocupada, se toparon de pronto con milicianos apostados en la entrada del pueblo, ante lo cual tomaron de inmediato para Almendralejo. Unos kilómetros después tuvieron que abandonar el coche, dañado por los disparos que se cruzaron. Campo a través, y orientados por un campesino al que preguntaron, tomaron para Los Santos. Pero el campesino informó de lo sucedido al llegar al pueblo, saliendo en su busca los dirigentes socialistas Francisco Sanabria Tinoco «Peseta» y García Carballo Rosa con algunos milicianos más, caso de Manuel Rejano Rosa. Tras ser localizados, se produjo un tiroteo en el que murieron los tres militares. De los posibles milicianos caídos nada se sabe. El chófer del automóvil pudo regresar a Los Santos. El campesino que informó fue eliminado más tarde; Sanabria y Carballo encontrarían la muerte durante una batida a comienzos de octubre del 36. En el pueblo se recordaba a los que anduvieron en los días siguientes con los distintivos y demás objetos arrebatados a los militares. Probablemente nunca llegaron a saber que al matar a Seguí habían eliminado a la persona elegida por Queipo para organizar desde los primeros días las llamadas milicias de voluntarios selecta agrupación de propietarios dirigidos por individuos como Ramón de Carranza Gómez o Alfredo Erquicia Aranda —jefe del grupo de señoritos, caballistas y gentes del mundo del toro que fue conocido como «Policía Montada» y que se especializó en «tareas de limpieza de campos»—. Precisamente la misión de organizar las milicias de voluntarios en Badajoz fue la que llevó a Seguí, Medina y de la Calzada a tan fatal destino.
Lo cierto es que Santa Marta fue ocupado por las fuerzas de Delgado Serrano después de recoger los cadáveres abandonados de los militares. En el pueblo además había ocurrido otro hecho luctuoso. Un miliciano llamado Ángel Cáceres Rodríguez había asesinado de un disparo a Simona Rodríguez Maestro —una mujer de ochenta años, madre de uno de los derechistas presos— cuando pretendía que le pasaran algo de comida. Esto ocurrió el cinco de agosto. También se hizo constar en los informes, aunque no en la Causa General, la muerte del vecino Francisco Rodríguez Fuentes, de 64 años, herido accidentalmente cuando Francisco Amado Rangel —uno de los integrantes de los servicios de control— disparó contra Enrique Boza Hernández, guardia civil de paisano que pretendía entrar en su domicilio, el cual resultó herido en la cabeza y fue trasladado a una casa para ser atendido. Luego salvó la vida gracias a la vecina Julia Pajares Hermosell quien, pese a su «filiación política marxista», impidió que fuera sacado de allí. También se habló de otro militar, un teniente coronel jefe de la Caja de Reclutas de Villanueva, que habría sido hecho prisionero en Santa Marta y trasladado a Jerez de los Caballeros donde, según rumores, habría sido asesinado en el despacho del alcalde.
El trato dado a los más de cien derechistas presos «fue bastante malo», pues además de tenerlos en la cárcel,
que era una verdadera pocilga, se complacían en mortificarlos haciéndoles trabajar en los oficios más repugnantes, barrer calles y plazas, acarrear agua, limpiar los retretes, siempre bajo la amenaza de las escopetas y los insultos de las mujeres, algunas también armadas.
Entre las seis personas que recibieron una paliza se encontraba el párroco Juan Holgado y el secretario del Juzgado Augusto Montes, al que después se le permitiría trasladarse al hospital de Badajoz.
La derecha destacó en sus informes los delitos sufridos por la propiedad rústica en los meses del Frente Popular, señalando de manera especial «el caso de sembrar algunas fincas», hecho que afectó a derechistas, «que ellos desde luego los consideraban como fascistas». También resaltó que las ceremonias católicas (bautizos, bodas y matrimonios) existieron sin problemas hasta el 18 de julio, pero que a partir de entonces se clausuró la iglesia y se prohibió todo tipo de manifestación religiosa. La derecha denunciaba las huelgas, las bases del trabajo, los repartos de obreros y la obligación de pagar a éstos el jornal incluso sin trabajar, todo ello fruto de un plan conjunto entre el alcalde Francisco Romero Marín y el delegado provincial de Trabajo.
El 20 de agosto también cayó Villalba de los Barros, contra la que había sido enviado un grupo de fuerzas mixtas al mando del teniente de Artillería Jaime Ozores Marquina y un tabor al mando del comandante Mohammed Ben Mizian ben Kasem. Villalba contaba con un potente núcleo falangista armado, muy activo durante los meses del Frente Popular, y que el 18 de julio, al igual que sus compañeros de la provincia, se queda sin cabeza al fracasar la sublevación en Badajoz, por lo que sus miembros ingresan en la cárcel en los días siguientes. Poco pudieron hacer frente a esto las milicias organizadas anteriormente por el diputado José Martínez Cartón. Los principales dirigentes frentepopulistas fueron Luis Casillas Quiñones, Martín Casillas García, Antonio Valero Panizo, Pedro Maclas Pozo, Antonio Maclas Fernández, Juan Solís; entre los representantes de los partidos destacaron José Santos Sánchez, Luis Bolaños Solís, Antonio Cruz Murillo, Severiano Nieto Fernández y Julio Vicente Solís. Precisamente con motivo de una de las visitas de Martínez Cartón fueron trasladados los dos jefes falangistas que serían asesinados en Fuente del Maestre. Según los «Papeles de Cuesta» a los presos de derechas se les trató «a la forma que es peculiar en los elementos marxistas, no llegando a cometer asesinato alguno»…
(continuará)
[ Fragmento de: Francisco Espinosa Maestre. “La columna de la muerte” ]
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