jueves, 25 de mayo de 2023

 

992

 

 

NUESTRO MARX

Néstor Kohan

 

[ 085 ]

 

 

 

SEGUNDA PARTE

 

¿EL RETORNO DE MARX?

 

 

 

 

La teoría del fetichismo y sus metáforas

 

Si se analizan las metáforas que Marx utiliza para explicar su teoría del valor y del fetichismo, como parte de un mismo discurso crítico de la economía política, se podría reconocer y dar cuenta del modo cómo El Capital asocia el proceso de cosificación de las relaciones sociales con la materialización de los productos de la actividad humana (y la objetivación enajenada de toda praxis que esté sujeta a condiciones mercantiles).

 

Esa materialización resulta problemática. La materialidad a la que hace referencia el discurso crítico de Marx no está centrada en el ámbito físico-químico de los procesos laborales ni tampoco en el de la esfera técnico material. La materialidad a la que Marx hace referencia, cuando se está refiriendo a procesos desarrollados en una sociedad mercantil, está vinculada con una objetividad "espectral". Tal espectro no existe, es una metáfora, pero que dice mucho de la concepción del orden social que Marx intenta transmitir en su crítica de las categorías económicas.

 

Para referirse al valor emplea la expresión "objetividad espectral", es decir, una objetividad que está constituida como un fantasma, como un espectro. El valor es entonces algo que se adhiere a los productos cuando se convierten en mercancías y los envuelve como si los abrazara un fantasma y así adquirieran una densidad distinta a la de sus componentes químicos o físicos. No es la única metáfora empleada por Marx en su crítica de la categoría. También emplea la expresión "gelatina del trabajo humano indiferenciado". También apela a la noción de "cristalizaciones", connotación que remite a algo fijo pues el cristal es algo físico. Marx se refiere precisamente a la "cristalización de la sustancia social común". Asimismo, hace referencia al "trabajo abstractamente humano materializado y “objetivado" atribuyéndole significado negativo (pues Marx explica que esa "materialización" y esa "objetivación" sucede a espaldas de los productores). En ninguno de estos pasajes la "materialidad" y la "objetividad" mentadas por Marx son asociadas con la cientificidad. Todo lo contrario.

 

Por otra parte, Mrx utiliza la expresión "tiempo de trabajo solidificado". En el mismo registro, identifica a los "valores" con "cosas de igual sustancia, expresiones objetivas del mismo tipo de trabajo". Además, recurre a la expresión "la fijeza de las formas sociales". Continuando con ese tipo de escritura, contrapone "la fuerza de trabajo en estado líquido" al "trabajo solidificado (cuando pasa a la forma objetiva). Nuevamente utiliza la expresión "valores como meras envolturas materiales", "valor corporificado", valor como "crisálida social", "componentes del valor que se petrifican" y "ganancia que se fosiliza".

 

Entonces, si observamos todas esas imágenes y expresiones metafóricas ("objetividad", "gelatina", "cristalización", "materialización", "solidificación", "fijeza", "coágulo", "petrificación", "fosilización", etc., etc.) como un gran fresco que en su conjunto intenta retratar un mundo invertido, podemos inferir que a través suyo Marx quiere transmitir la idea de que la dimensión del fetichismo sintetizada en la noción de "cosificación" expresa la transformación de las relaciones sociales y los sujetos vivos en algo quieto y muerto, algo que se detiene, ya no se mueve y carece de vida, que está duro y por eso se transforma en "objetivo" y "material". Siempre al interior de este entretejido metafórico, que tanta importancia adquiere en su teoría del fetichismo, Marx apuntará que el trabajo humano, la fuerza de trabajo, constituye algo vivo, que se mueve y crea (únicamente la fuerza de trabajo crea valor, el capital constante tan sólo lo transfiere), que no está solidificado, que se encuentra en estado líquido y fluido. No es algo cristalizado ni muerto.

 

Caracterización que le servirá a Marx para contraponer al trabajo vivo de la fuerza de trabajo con el valor, el dinero y el capital, entendidos como entidades inanimadas que sólo cobran vida —personificación— transformándose en "sustancia en proceso", es decir, en "sujeto" a partir de la subsunción, dominación y explotación de la fuerza de trabajo humana.

 

Tomando en cuenta esa oposición entre lo muerto y lo vivo (y su recíproca inversión a partir del fetichismo) cobra importancia la importante metáfora de "la sangre" de la fuerza de trabajo viva y "el coágulo" del trabajo pretérito, muerto, cristalizado. La sangre como sinónimo de la vida por contraposición al valor, al dinero y al capital como sinónimos de muerte, de algo cristalizado, petrificado e inmóvil que a través de la explotación se transforma en un sujeto y ha regresado a la vida. Hay que atender a esas metáforas y reflexionar detenidamente sobre ellas en la problemática del fetichismo para poder comprender a fondo este proceso de doble inversión que abarca tanto la dimensión subjetiva como objetiva, en tanto doble clave para entender la teoría marxiana del valor.

 

Mientras que el trabajo vivo es entonces algo que está abierto porque a partir de la creación que genera su propia actividad abre la perspectiva a todo un mundo nuevo por él creado; el trabajo muerto, el trabajo pretérito, el trabajo cristalizado y cosificado —es decir, el valor que a partir de su transformación en dinero y luego en capital, se transforma en su contrario, cobra "vida", se personifica y se vuelve un "sujeto"— es algo que cierra, que clausura la perspectiva (o al menos lo intenta). Esto es muy importante para comprender no sólo la problemática del fetichismo sino todas las categorías de El Capital como categorías atravesadas por la lucha, la contradicción, las relaciones de poder y de fuerzas, en definitiva, por la lucha de clases.

 

 

 

Inversión sujeto-objeto

 

El fetichismo consiste además en una doble inversión, o sea, un mismo proceso que resignifica de manera invertida, a partir de polos opuestos y contradictorios, toda la realidad de la sociedad capitalista: cosifica de un lado y personifica del otro. ¿Dónde reside la razón de este fenómeno tan característico y distintivo de la producción mercantil? ¿Dónde se origina? ¿Su cuna es el alma humana vigente de manera insondable y metafísica para toda la eternidad y hasta el fin de los tiempos o responde a razones estrictamente históricas y sociales? Marx señala que

 

"Ese carácter fetichista del mundo de las mercancías se origina, como el análisis precedente lo ha demostrado, en la peculiar índole social del trabajo que produce mercancías".

 

Entonces, si atendemos a esta aclaración fundamental de El Capital, el fetichismo no pertenece a la definición antropológica de "EL HOMBRE", con mayúsculas y en general, sin determinaciones sociales, sin nombre ni apellido, sin coordenadas de tiempo y espacio. Tampoco corresponde a alguna cualidad transhistórica, inescrutablemente ligada a la "esencia humana". Su origen está irremediablemente vinculado al trabajo abstracto, aquel peculiar e irrepetible tipo de sociabilidad que asume la actividad laborativa humana realizada en condiciones mercantiles (recordemos: homologación a posteriori del cambio, post festum, socialización indirecta que escapa al control racional, a priori, de los productores).

 

¿Cómo se produce la inversión? Según explica Marx:

 

(a) el carácter social del trabajo (de los sujetos sociales) se proyecta a partir del fetichismo como el valor de las mercancías (de los objetos);

 

(b) la relación entre las unidades productivas productoras independientes de mercancías y el trabajo social global se proyectan a partir del fetichismo como relación "autónoma" entre las mismas mercancías; finalmente

 

(c) la igualdad de todos los trabajos se proyecta como la igualdad de los valores de las mercancías.

 

A éstas últimas se las puede intercambiar porque supuestamente todas tienen "objetivamente" valor, pero en realidad se las puede comparar e intercambiar porque todas son parte del trabajo social global. Pero eso no se ve desde la experiencia inmediata, desde "el mundo de la pseudoconcreción", sino que aparece ante la conciencia inmediata como una propiedad de las cosas mismas. La cantidad de trabajo (el tiempo de trabajo socialmente necesario) se proyecta como cantidad de valor (valor de cambio) y el carácter útil del trabajo global de toda la sociedad se proyecta como valor de uso de las mercancías, el trabajo social global (el trabajo abstracto) se proyecta como valor de las mercancías.

 

Ese proceso social con "apariencia de objetividad" (que tiene efectos sobre la subjetividad igualmente social) determina, por un proceso de inversión, que la objetividad social se transforme en un sujeto cobrando vida, autonomizándose, volviéndose hostil contra sus progenitores y sus creadores (los seres humanos). De este modo este objeto que se ha tornado autónomo —convertido en sujeto— termina sojuzgando a los verdaderos sujetos que, bajo el manto omniabarcador de esa "objetividad espectral" —en los propios términos de Marx— se cosifican, se asimilan a los objetos, a las cosas, se desdibujan, perdiendo sus contornos humanos, opacándose y volviéndose cada vez más grises hasta reificarse, transformándose en "una subjetividad espectral", fantasmal, sin entidad ni personalidad propia, salvo la que dicta de manera despótica el mercado.

 

Entonces, a partir del fetichismo entendido como proceso, el ser humano vivencia la realidad social ("la economía") como si fuera radicalmente "externa", como si tuviera "vida propia". El valor y las relaciones mercantiles operan a espaldas de los sujetos (es decir, sin su consenso y sin tomar en cuenta sus decisiones, sus posibles deliberaciones y menos que menos su control racional) y los obligan de manera coactiva a subordinarse a su lógica. En nombre de "la libertad de mercado" la ley del valor se impone "con ciega necesidad". La libertad se convierte en su contrario, la necesidad coactiva, aquello que sucede sí o sí, anulando toda posibilidad de elegir una segunda opción. En el mercado capitalista quien no acepta las reglas del juego, impersonales, termina mal... La objetividad devenida "sujeto" adquiere carta de ciudadanía como un auténtico déspota, amo absoluto y perverso de la situación. Los seres humanos se transforman en sus sumisos esclavos.

 

Se produce una inversión sujeto-objeto. Los productos de la actividad humana se autonomizan, adoptan otra forma (borrando las huellas de su génesis) y se vuelven en contra de sus creadores.

 

Esto no sucede por una "equivocación" o un error de percepción. Es la realidad social la que está invertida. La razón de esta inversión deriva de la propia ontología social que presupone el fetichismo —estrictamente transitorio si tomamos en cuenta la temporalidad de lo que la humanidad lleva sobre nuestro planeta— y de la vigencia social de la ley del valor, vinculada a circunstancias históricas bien delimitadas: la división social del trabajo, determinada organización mercantil de la producción y el intercambio, determinada índole social del trabajo abstracto, la ajenidad recíproca entre los productores independientes de mercancías, entre otras.

 

Para ilustrar literariamente aquello que la teoría marxiana del fetichismo pretende mostrar en el terreno del discurso crítico dentro de las ciencias sociales, puede apelarse a la figura novelesca del personaje Frankenstein. Un muerto que cobra vida y se vuelve en contra de aquel que lo crea. En eso precisamente consiste el fenómeno del fetichismo y de la enajenación que lo acompaña. Una inversión según la cual el mundo del objeto se vuelve sujeto y viceversa, el sujeto se transforma en objeto. Es un mismo proceso con "dos caras". Marx apela a la expresión latina quid pro quo [tomar una cosa por otra] para resumirlo…

 

(continuará)

 

 

 

 

[ Fragmento de: Néstor KOHAN. “Nuestro Marx” ]

 

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