martes, 23 de mayo de 2023

 

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NUESTRO MARX

Néstor Kohan

 

[ 084 ]

 

 

 

SEGUNDA PARTE

 

¿EL RETORNO DE MARX?

 

 

 

 

La ontología social de la teoría del valor y el fetichismo

 

Cuando Marx comienza la exposición de El Capital describe la magnitud, la sustancia y la forma del valor que encierran las mercancías como "cosas", "objetos exteriores", "formas elementales de la riqueza" y "células básicas" de toda una estructura social. El trabajo abstracto, por ejemplo, no es eterno. Está unido a determinadas características de la sociedad mercantil capitalista y a su "ontología social". Por "ontología social" entendemos el tipo de entidades que se estructuran en cualquier sociedad que esté basada en el mercado capitalista. ¿Cuáles son?

Marx comienza el capítulo primero de El Capital haciendo referencia a "productores autónomos" y a "trabajos privados autónomos, recíprocamente independientes". La relación que mantienen entre sí es de ajenidad e independencia recíproca. Cada uno sólo se relaciona con los demás a través de la mediación del intercambio de sus mercancías, de allí que éstas adquieran propiedades "mágicas" (a través de la personificación) pues son ellas las únicas que relacionan a los seres humanos entre sí. Esa es la raíz social que explica porqué los sujetos sociales le atribuyen características que en realidad les pertenecen a ellos.

 

¿Por qué sólo se relacionan entre sí gracias a las mercancías? Pues porque no planifican sus respectivos trabajos desde el ámbito mismo de la producción. Dependen de la socialización indirecta de esta producción y del "encuentro" a posteriori de los productos de sus trabajos en la esfera del intercambio y la circulación. La socialización de la actividad laboral global se realiza entonces en la unidad de producción y circulación, no sólo en la producción.

 

Primera cuestión. ¿Estas unidades productivas, independientes entre sí, son acaso artesanos? ¿Tal vez campesinos libres? Rápidamente se podría suponer ese tipo de sujeto social, propio de una circulación mercantil simple, históricamente anterior a la hegemonía mundial del modo de producción capitalista. De ahí quizás se podría inferir que el planteo de Marx resulta anacrónico —o recluido en tiempos del capitalismo de libre competencia del sigo XIX— pues en el capitalismo de nuestra época, si es que perduran artesanos, ya no son independientes y los campesinos en su inmensa mayoría están subordinados a la lógica de la acumulación y reproducción del capital.

 

Un camino alternativo consistiría en pensar los "productores independientes de mercancías" que mantienen una "relación de mutua ajenidad recíproca" como inmensas unidades productivas multinacionales que disputan a partir de una relación de competencia en el mercado mundial (por más que al interior de cada una de sus firmas intenten planificar los recursos disponibles) y por eso no controlan las relaciones sociales. Esas unidades productivas pueden ser empresas o firmas multinacionales con sede en veinticinco países. En el capítulo primero de El Capital, por razones de método, Marx hace abstracción del conflicto de clases entre el capital y la fuerza de trabajo al interior de cada unidad productiva. No aclara si se trata de empresas o de qué tipo de unidades productivas. Esa falta de información está puesta adrede, por razones metodológicas. Marx encamina su exposición lógico-dialéctica desde lo abstracto a lo concreto, de lo simple a lo complejo, desde lo más genérico e indeterminado a lo específico y repleto de información. Pretende eludir los razonamientos circulares de Ricardo, por ejemplo, quien comienza presuponiendo categorías que aún no ha explicado. Por eso, en ese primer capítulo de El Capital, resultado de quince años de redactar una y otra vez el comienzo lógico de su crítica a la economía política, Marx pinta y retrata la ontología social mercantil capitalista como Picasso hizo con su célebre toro, sólo en sus trazos más genéricos y con sus líneas más delgadas (habiendo llegado ahí a partir de la pintura previa de un toro regordete).

 

En este mismo tipo de estructura social las unidades productivas operan como mónadas leibnizianas mutuamente excluyentes pero que no se chocan. En lugar de la "armonía establecida por Dios" que sugería Leibniz o de la "mano invisible" de Adam Smith, Marx describe una estructura de relaciones sociales conformada por el trabajo abstracto, cuya regulación opera a espaldas de los sujetos y agentes sociales. Como las mónadas leibnizianas, las unidades productivas que describe Marx no se comunican entre sí (las mónadas o sustancias de Leibniz eran "ciegas" y "no tenían ventanas"). Se comunican únicamente a través del mercado y del intercambio de mercancías. Como los objetos mercantiles son los encargados de vincular a los agentes económicos, asumen características "mágicas". Allí, en esa estructura social, en esa ontología social conformada a partir de la ley del valor, reside la clave del fetichismo lo cual explicaría que sin la teoría del fetichismo no se puede comprender a fondo la teoría del valor en El Capital.

 

 

 

 

Características del fetichismo

 

La teoría marxista del fetichismo constituye un componente central y fundamental de la teoría crítica. Intenta dar cuenta tanto de la objetividad social que organiza y estructura de modo irracional el conjunto de las relaciones sociales capitalistas como de la subjetividad enajenada de los agentes sociales que están insertos y emergen de este último. Esta teoría no sólo es inescindible de la teoría del valor e inseparable de la crítica de la economía política. Además posee una importancia fundamental para comprender la nueva racionalidad que el marxismo inaugura con su teoría de la historia.

 

La teoría del fetichismo constituye una teoría de la subjetividad pero cuyo desarrollo y capacidad explicativa se estructura, al mismo tiempo, a partir de un vínculo íntimo y una "conexión lógica" muy fuerte con la teoría del valor. Por eso, aunque las presupone y las contiene, la teoría del fetichismo de ningún modo queda limitada a una teoría de la cultura, de la ideología o de las representaciones imaginarias, como habitualmente se supone (hipótesis 1 de nuestra investigación).

 

Su pretensión va mucho más lejos, comenzando por el análisis de la división social del trabajo y las relaciones sociales mercantiles que aquella presupone, hasta abarcar también el análisis crítico del conjunto de las instituciones capitalistas. Junto a ello, la teoría tiene como objeto la reflexión sobre los modos colectivos e individuales de ver, percibir y vivir que generan esas instituciones y las relaciones en que las que se apoyan y sustentan.

 

El proceso de fetichización mercantil capitalista genera un sujeto fetichista, abstracto, enajenado, que no controla sus prácticas y que termina subordinándose a una lógica social despótica que se impone "con ciega necesidad", operando a sus espaldas, coaccionándolo y dominándolo.

 

Esa descripción del tipo de subjetividad que produce el fetichismo constituye uno de los filones más ricos del marxismo pocas veces explorado por aquella corrientes que, para defender la cientificidad de esta tradición de pensamiento, terminan renunciando a toda noción de "sujeto"... Como intentamos demostrar precedentemente en esta investigación, en varios capítulos anteriores, "borrar" al sujeto de la teoría crítica no sólo es improcedente en el ámbito de la teoría sino que además conlleva numerosas consecuencias políticas que reducen o castran la capacidad crítica del marxismo. Por lo tanto, al plantear esta hipótesis de ningún modo pretendemos desconocer ni negar que para la teoría del fetichismo la construcción de una objetividad espectral tiene como contrapartida una subjetividad espectral.

 

Las características del proceso fetichista analizado por Marx son, en primer lugar, el hecho de atribuirle a un objeto una característica que no le corresponde ni le pertenece. El fetichismo consiste en dotar a determinado objeto de cualidades o atributos que no les son propias de su "naturaleza" (social), de su esencia (social), de su definición en tanto objeto (social). En esta singular relación de "atribución" desplazada de objeto, donde un componente subjetivo es reemplazado por la sobreestimación de algún objeto inanimado devenido fetiche, la teoría freudiana del fetichismo (elaborada después de Marx) adopta componentes explicativos análogos a los de la teoría marxiana del fetichismo.

 

Focalizando nuestra mirada en la especificidad de la teoría marxiana: ¿Cuál es el objeto al que se le atribuyen características que no le pertenecen y hacia el cual se desplazan atributos humanos? En la aproximación marxiana más abstracta —la del comienzo de El Capital— el "objeto" en cuestión es la mercancía, es decir, la forma social que adoptan los productos del trabajo humano producidos en condiciones mercantiles (en otras partes de la obra los "objetos" en cuestión —siempre entre comillas, pues las categorías de El Capital no son "objetos" ni "cosas" sino relaciones sociales y formas sociales— serán el valor, el dinero y el capital, dentro de la exposición del primer tomo de la obra; así como la renta, el salario y el interés, en el discurso del tomo tercero y en las Teorías de la plusvalía).

 

¿Qué es lo que se le atribuye a este "objeto"? Se le otorgan características humanas, los objetos cobran "vida", se "embarazan", de repente poseen "alma" y "automovimiento", un fenómeno que Marx denomina "personificación". Los objetos adquieren vida propia, se personifican y se transforman en "sujetos". A su vez las relaciones entre los seres humanos, los sujetos verdaderos, adquieren autonomía e independencia frente a ellos transformándose en "cosas", proceso que Marx denomina "cosificación" o "reificación". Los sujetos se vuelven objetos y los objetos se transforman en sujetos. Una inversión radical que sucede en la misma realidad, de ningún modo queda reducida a la percepción. La apariencia invertida opera en la misma realidad. Este proceso no está recluido en ningún insondable pliegue metafísico al interior del "corazón del hombre" ni responde a ninguna "esencia perdida". Tiene una explicación estrictamente social e histórica.

 

En esta doble inversión —personificación y reificación— lo que se encuentra en juego es la compleja relación entre el objeto y el sujeto. El fetichismo consiste en un proceso social e histórico según el cual se acepta que existe algo "afuera" (de la historia) que no tiene ningún vínculo con el "adentro" (de la historia). El fetichismo implica un dualismo radical, una escisión tajante, entre el objeto y el sujeto. Habría un objeto radicalmente externo (categorías y leyes económicas) que no tiene ningún vínculo con los sujetos sociales y sus relaciones recíprocas (relaciones de lucha, de poder y de enfrentamiento, es decir, relaciones atravesadas —según la teoría marxista de la historia— por la lucha de clases). Ese proceso fetichista no consiste solamente en una manera errónea de aproximarse a la realidad social. El fetichismo no está circunscripto al plano de las "apariencias" subjetivas, al imaginario, a la ideología. El fetichismo es también "objetivo" en el sentido que existe en la sociedad. Es la realidad misma la que está invertida, escindida, alienada, en un proceso que se reproduce permanentemente.

 

El fetichismo se renueva, no es acabado, se convierte en un proceso de fetichización reiterado y reproducido. Nunca existe fetichismo de una vez y para siempre; como tampoco acumulación originaria violenta de una vez y para siempre; ni génesis del capital a partir de las formas del valor y el dinero de una vez y para siempre; así como tampoco pasaje de la subsunción formal a la real del trabajo en el capital de una vez y para siempre; de igual modo que tampoco se produce el pasaje de la extracción de plusvalor absoluto al relativo de una vez y para siempre. Todos estos procesos están abiertos a la disputa, al "tironeo", a la "pulseada" y a una relación de poder y de fuerzas entre las clases sociales que se renueva periódicamente y en escalas cada vez más ampliadas. La lucha está marcada por la contradicción entre un polo y su otro polo antagónico. No convendría confundir la exposición lógica —que, como aclara Marx en el epílogo de 1873 a la segunda edición de El Capital, genera "la impresión de ser una construcción apriorística"— con la historia real. En la historia real del modo de producción capitalista todas estas categorías y procesos sociales constituyen relaciones sujetas a la lucha que tienden por su misma inercia social enajenante a cristalizarse, cosificarse y perpetuarse pero que jamás se producen de una vez y para siempre. Periódicamente, cotidianamente, el capital debe luchar y confrontar para reproducirse y transformar el trabajo vivo en algo muerto y cristalizado, lo fluido en algo sólido y petrificado, las relaciones interhumanas vivas en relaciones cosificadas, las necesidades humanas en demandas mercantiles (de valor y de dinero). El capital necesita cotidiana y periódicamente expropiar, desarticular, desconectar, desarmar y cosificar a su polo antagónico para volver una y otra vez a disciplinarlo, incorporarlo, subordinarlo y subsumirlo (tanto formal como realmente). El fetichismo constituye entonces un proceso en funcionamiento permanente, por eso consiste en una fetichización ininterrumpida (que sólo se interrumpe a partir de la resistencia de las clases oprimidas, explotadas y subalternas). No termina nunca, como supondría una lectura mecánica de El Capital según la cual todos estos procesos se produjeron una vez en forma "extraeconómica" y luego "la economía" habría pasado a funcionar de manera automática, regular y aceitada y por lo tanto debería ser estudiada por las "leyes económicas objetivas". En ese caso todas las categorías y procesos que describe y explica El Capital estarían clausurados y serían completamente independientes de las contradicciones sociales, las resistencias populares y la lucha de clases (ya que ésta última sólo se expresaría en la llamada "superestructura" política... que vendría, desde afuera, a reforzar lo que ya se estableció o clausuró en el ámbito "económico" puro). En ese caso la economía marcharía por sí misma al margen de la lucha de clases. Si ese fuera el caso, se volvería comprensible que se considere a El Capital como un simple e inofensivo "tratado «rojo» de economía"...

 

(continuará)

 

 

 

 

[ Fragmento de: Néstor KOHAN. “Nuestro Marx” ]

 

 

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