jueves, 18 de mayo de 2023

 

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Joan E. Garcés  /   “Soberanos e intervenidos”

 

 (…)

 

 

 

Segunda parte

ESTRATEGIAS MUNDIALES E INTERVENCIÓN

 

 

 

9. Gran Bretaña y la división de Europa

 

 

 

 

IV.

Chamberlain, por un Bloque Económico Europeo sin Moscú ni Washington

 

 

Que el gobierno de su Majestad británica tampoco tenía previsto un conflicto bélico con Alemania en 1939, está más claro aún si cabe. El 31 de marzo de 1939 Neville Chamberlain declaraba en los Comunes su respaldo a Polonia, pero con el ánimo de fortalecer la posición de ésta en la negociación del acuerdo que acababa de proponerle Berlín –y empujarla a aceptarlo. En abril, el gabinete Chamberlain estaba dispuesto, en lo que de él dependía, a un nuevo Múnich sobre Polonia. Pero los polacos no quisieron seguir el ejemplo checo de entregarse sin ofrecer resistencia. Propósito igual al de Londres cabe constatar en el gobierno francés, que si el 19 de mayo de 1939 aceptaba la petición polaca de firmar un Protocolo de ayuda militar condicionaba su entrada en vigor a su ratificación política –la que París retrasó, una y otra vez, hasta después del Pacto Berlín-Moscú y la subsiguiente invasión alemana.

 

La historiografía insiste en que Moscú –a pesar de la apertura de negociaciones con Alemania tras el aplastamiento de la resistencia antigermana de los españoles (marzo de 1939)–, hasta fines de agosto siguiente dio prioridad a un acuerdo con el Reino Unido y Francia. La última oportunidad se dilucidó entre el 12 y 21 de agosto, tras llegar a Moscú en lento periplo marítimo la delegación francobritánica exigida por Francia al Reino Unido para discutir los términos de un acuerdo militar con la URSS. Londres envió una delegación de bajo nivel, sin poderes para suscribir pacto alguno. Fascina leer por qué no hubo acuerdo en agosto de 1939 entre Londres y Moscú. En el marco de nuestro análisis conceptual podemos entender hasta qué punto el espíritu del State Paper de Castlereagh de 1820 inspiraba la absoluta negativa británica a la principal petición soviética: la URSS entendía que si en coalición con los Aliados entraba en guerra con Alemania, debía lanzar sus tropas directamente contra esta última, en una ofensiva hacia el Oeste a través de Polonia y Rumanía, llevando la guerra a territorio alemán. Los británicos, por el contrario, pedían a Moscú que sus tropas no salieran de las fronteras rusas y se limitaran a ser arsenal y aprovisionamiento del ejército polaco. Cuando los soviéticos solicitaron que Londres y París definieran las circunstancias en que considerarían iniciada la guerra, qué fuerzas asignarían a la batalla en el frente occidental, qué defensa contemplaría la alianza contra “agresiones indirectas” nazis en Europa oriental, los británicos rechazaron toda definición o compromiso al respecto.

 

Aquel mismo 12 de agosto de 1939, en Berlín, Hitler estaba diciendo a Ciano, ministro de Exteriores de Mussolini, que pensaba atacar Polonia a fines de agosto y «estaba completamente seguro de que las democracias occidentales […] no irían a una guerra general». Manifiestamente, en agosto de 1939 Neville Chamberlain no quería una alianza militar con los soviéticos. Su Estado Mayor había venido esgrimiendo razones técnicas contra una guerra con Alemania:

 

«no podemos anticipar el momento en que nuestras fuerzas de defensa serán lo suficientemente fuertes para salvaguardar nuestro comercio, territorio e intereses vitales contra Alemania, Italia y Japón simultáneamente».

 

Sin subestimar la coyuntura militar, el “orden fascista” en el continente era hasta tal punto aceptado en los círculos gobernantes británicos que una de las principales razones de su appeasement hacia Alemania e Italia era sencillamente ésta: evitar una guerra entre países capitalistas que, de tener lugar, provocaría en Gran Bretaña el progreso del partido laborista y de los sindicatos; en Europa, la mutua destrucción de las tres potencias imperiales y el fortalecimiento de los respectivos sectores populares; en la estructura mundial, el final de los imperios británico y francés en provecho, pensaban los tories británicos, del de EEUU de Norteamérica.

 

El gobierno británico trabajaba por una Europa a la medida de los intereses conservadores, que marginara a los democratizantes. En los años treinta Alemania había alcanzado un casi monopolio en las relaciones comerciales con el sureste europeo, y sostenía con EEUU una guerra económica por los mercados de la América hispánica. Hasta tal punto que la propuesta de Washington al Reino Unido de convenir un acuerdo comercial entre ambos era acogida negativamente en Londres, por si ello era interpretado en Berlín como un pacto anti-Alemania. Recordemos a este propósito que poco después de la elección de Hitler como Canciller –1933–, Mussolini había propuesto un Pacto (de las Cuatro Potencias) al Reino Unido, Alemania y Francia, que llegó a ser aceptado y ratificado precisamente por Gran Bretaña. Mientras que la URSS era vista como la perturbadora del orden social, los imperios europeos tenían además presente el alto costo para ellos de la guerra de 1914-1918 y la ventaja recogida por EEUU. Desde la negociación del Tratado de Versalles en 1918 el Reino Unido estimaba necesario para su economía una Alemania robusta, y oponer el poder de ésta a los revolucionarios europeos. En los meses finales de 1938 y comienzos de 1939, Chamberlain creía, favorecía, la conformación de un Bloque Económico Europeo en torno a los «cuatro grandes» –Reino Unido, Francia, Alemania, Italia–, dirigido contra la entonces única potencia económica rival, EEUU de Norteamérica.

 

En los días en que era liquidada la resistencia democrática en España, Chamberlain continuaba esperanzado en hacer buenos negocios con Alemania . La rivalidad comercial de EEUU era la que más preocupaba a los tories y a los intereses económicos próximos al Gabinete. El 4 de mayo, y aún el 1 de octubre de 1939, lord Londonderry –Ministro entre 1931 y 1936–, escribía a Chamberlain estimulándole a una cooperación entre Francia, Italia, Alemania y el Reino Unido, aunque ello no gustara a la opinión pública de EEUU.

 

Es reveladora la diferencia de perspectiva entre los gobiernos de Londres y Washington. A fines de 1938 Roosevelt estaba convencido de que Alemania buscaba la hegemonía mundial, que su real ambición era subordinar al Reino Unido y Francia, con sus respectivos imperios de Ultramar, para después volcarse hacia la subversión y conquista económica de los pueblos hispánicos de América. El presidente de EEUU pensaba que a una Europa unida en torno a Alemania le bastaría decir a los hispanoamericanos que, para vender sus materias primas, debían aceptar las condiciones políticas decididas en Berlín. La política europea de Chamberlain, de haberse consumado, habría sido la simétricamente inversa de la de Canning en 1823. Tanto Chamberlain como Hitler razonaban en términos de una Europa cuyo rival económico era EEUU. No siendo EEUU una Potencia mundial en 1823, Canning opuso los intereses de la City y el Almirantazgo a las pretensiones legitimistas de París, Viena y San Petersburgo para restablecer el dominio europeo sobre la América española. Y confirmó la independencia de esta última, contra la opinión del Rey de Inglaterra, de lord Wellington y otros miembros del Gabinete sensibles a las pretensiones de las Potencias europeas. También hubo división en el gabinete Chamberlain a fines de 1938, aunque de signo opuesto: sólo un ministro dimitió en protesta por el acuerdo en Múnich con Alemania, Francia e Italia. Significativamente, el Primer Lord del Almirantazgo –el de la Royal Navy.

 

En 1938-1939, el presidente Roosevelt se situaba respecto de España en posición equiparable a la del gobierno británico de 1821-1823: contrario a la invasión de España por la Alianza Europea. En la intimidad comentaba Roosevelt no compartir el temor de la clase dominante inglesa por la revolución española –pretexto de Londres para aceptar la intervención germanoitaliana contra los demócratas españoles. Y estimulaba Roosevelt al gobierno Chamberlain a colaborar con la URSS frente a la expansión de Alemania. En vano. Para Chamberlain la conciliación hacia Alemania e Italia «tenía como objetivo el aislamiento de la Unión Soviética y la exclusión de EEUU de las disputas europeas, de manera que pudiera mantenerse el potencial de independencia política de las potencias europeas». Aún en julio de 1939 el Primer Ministro británico ofreció a Alemania negociar un tratado de no agresión y no interferencia, respaldado por un sustancioso préstamo de cien millones de libras y un acuerdo de comercio exterior.

 

Los dirigentes británicos y franceses mantenían su confianza en que los germanos contribuirían a arrinconar o, mejor, se encargarían de reincorporar a Rusia, liberada de bolcheviques al “concierto ­europeo”. Es en semejante contexto cuando Moscú, de improviso, da la vuelta y firma con los germanos el inesperado pacto de 23 de agosto de 1939. Mientras Moscú proponía a Londres seguir los pasos de la Entente Cordiale y la Triple Entente ruso-británico-francesa (1904-1917), el 15 de marzo de 1939 las tropas alemanas entraban en Praga, el 28 siguiente las de Franco en Madrid, y el 6 de abril las de Italia en Albania, siempre con la aceptación del gobierno Chamberlain. Quien, al tiempo, rechazaba las sucesivas propuestas soviéticas de alianza defensiva frente a Alemania.

 

Si el contexto internacional que precede el cambio de política soviética respecto del III Reich en 1939 es conocido, no lo es tanto el momento. Los testimonios de que se dispone apuntan que el viraje tuvo lugar inmediatamente después de la decisión británica (seguida por Francia) de liquidar la resistencia democrática en España, mediante el reconocimiento del gobierno de Franco (27 de febrero de 1939) y el estímulo a la insurrección del coronel Casado y la fracción Besteiro-Prieto del PSOE para abrir Madrid a Franco (5 de marzo siguiente). Semanas antes, en diciembre de 1938, la URSS había firmado la más importante venta de armamento al gobierno constitucional español –bloqueado por Francia en los Pirineos, no alcanzó a llegar a manos españolas. Pero en cuanto París y Londres abandonaron definitivamente España a Alemania, fue en su discurso ante el XVIII Congreso del Partido Comunista de la URSS el 10 de marzo de 1939 cuando Stalin entreabrió la puerta a explorar el pacto de no agresión con Alemania –sin mencionarla por su nombre. Así lo reconocía su negociador, Viasheslav Molotov, en su brindis del 23 de agosto siguiente ante Ribbentropp y Stalin. Idéntica interpretación del discurso ante el PCUS había transmitido el 11 de marzo a Washington el encargado norteamericano en Moscú, A. C. Kirk. El primer movimiento que siguió, el 17 de abril de 1939, fue la visita del embajador soviético, Merenkalov, al secretario alemán de Asuntos Exteriores –primer contacto oficial desde la presentación de credenciales el 5 de junio de 1938. El 3 de mayo de 1939 Molotov sustituía como comisario de Asuntos Exteriores a Maksim Litvinov –impulsor de las frustradas iniciativas en pro del fortalecimiento de la Sociedad de Naciones y de un pacto de seguridad colectiva con los gobiernos del Reino Unido, Francia y EEUU.

 

No es difícil entender el significado de la decisión britanicofrancesa de reconocer a Franco en febrero de 1939. Cuando un tercio del territorio se hallaba todavía bajo control del gobierno constitucional español, éste era el único que resistía la que Roosevelt denominaba «guerra no declarada» de Alemania e Italia contra España. Desde julio de 1936 el único frente militar abierto en Europa contra el expansionismo germánico se hallaba en la Península Ibérica. El interés de Londres y París en precipitar su cierre tenía una interpretación en Moscú: los británicos y franceses no abrirían un segundo frente en el oeste de Alemania si ésta atacaba a la URSS. Que sería dejada sola ante la máquina de guerra germana, como tuvo ocasión de comprobar Polonia seis meses después del final de la resistencia democrática en España –en mayo de 1940 fue Alemania quien tomó la iniciativa de abrir las hostilidades en el Oeste, Francia no atacó a Alemania mientras Polonia resistía, ni después. Lo comprobó también la propia URSS entre junio de 1941 y 1944, mientras urgía cien veces un desembarco angloamericano en el Oeste que aliviara la concentración sobre el territorio soviético de casi todas las divisiones de ataque de Alemania más las del resto de la Europa satelizada…

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: Joan E. Garcés. “Soberanos e intervenidos” ]

 

 

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3 comentarios:

  1. ¡Cómo le hubiera gustado al oligárquico aliado capitalista unirse descaradamente a la cruzada anticomunista del Führer y sus secuaces! Avispado y ventajista, EEUU supo arrimar la churruscada sardina a su horno imperialista.

    Salud y comunismo

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    1. “El Imperio no tiene aliados, tiene intereses”.


      «EEUU PIDE BOMBARDEAR LA INDUSTRIA DE SEMICONDUCTORES DE TAIWÁN… REEDICIÓN DEL SABOTAJE DEL NORD STREAM.

      Taiwán se enfrenta a la maldición de ser aliado del Tío Sam del mismo modo que Alemania y el resto de Europa.

      Taiwán se ha visto obligado a lanzar a su aliado estadounidense una extraordinaria advertencia: ni se le ocurra volar nuestra industria de semiconductores.

      La advertencia sigue a los crecientes llamamientos de políticos y analistas militares estadounidenses para que Washington destruya el vital sector tecnológico de la isla con el fin de impedir, supuestamente, que China se haga con el control de las lucrativas exportaciones y como forma de dañar la economía china.


      El congresista Seth Moulton es la última voz estadounidense que airea una acción tan drástica. Refiriéndose a la Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMT), Moulton dijo que Estados Unidos debería dejar muy claro a los chinos que, si invaden Taiwán, vamos a volar TSMC.

      TMSC es el mayor fabricante mundial de semiconductores. Es uno de los principales proveedores de China continental de chips de alta tecnología que, a su vez, son fundamentales para una amplia gama de industrias manufactureras y exportadoras chinas.

      Anteriormente, se informó de que el Colegio de Guerra del Ejército de EE.UU. sugirió que Washington debería planificar tácticas de «tierra quemada» que podrían hacer de Taiwán «no sólo poco atractiva si alguna vez es tomada por la fuerza, sino positivamente costosa de mantener…»

      Completo aquí:
      https://observatoriodetrabajadores.wordpress.com/2023/05/19/eeuu-pide-bombardear-la-industria-de-semiconductores-de-taiwan-reedicion-del-sabotaje-del-nord-stream-finian-cunningham/



      Salud y comunismo

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  2. Estos hampones son muy capaces de descuartizar a su propia madre con tal de preservar el imperio. ¡Cómo debe escocerles Cuba!

    Salud y comunismo


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