viernes, 19 de mayo de 2023

 

988

 

 

NUESTRO MARX

Néstor Kohan

 

[ 083 ]

 

 

 

SEGUNDA PARTE

 

¿EL RETORNO DE MARX?

 

 

 

 

Magnitud, sustancia y forma del valor

 

 

(…) La igualación se puede realizar antes del cambio, en la producción, pero solo mentalmente o en "forma ideal" (es lo que sucede en la contabilidad interna de las grandes empresas y en la "planificación monopólica") pero en última instancia es el mercado, anónimo e impersonal, quien tendrá la última palabra y quien dictaminará la sentencia, de manera despótica, sancionando o no reconociendo las parcelas de los trabajos realizados en forma privada como parte del trabajo social global. Cuando la sentencia es negativa, las mercancías no podrán venderse e intercambiarse por el equivalente general, las empresas productores independientes de mercancías han desperdiciado y derrochado parte del trabajo de la sociedad; ésta no lo reconoce como tal. Los precios no se realizan. El plusvalor contenido en las mercancías no se recupera. El trabajo invertido se pierde. Las firmas productoras deben acatar el veredicto del mercado.

 

En la sociedad mercantil capitalista el trabajo recién es social cuando los trabajos privados adoptan la forma abstracta de la generalidad y cuando el producto adopta la forma de un equivalente general, al venderse e intercambiarse. La conexión social no se realiza en las formas concretas del trabajo sino en la abstracción de estas formas concretas, mediadas por el equivalente. Por eso los trabajos son directamente privados e indirectamente sociales (se los puede considerarse sociales desde la producción misma, pero en forma latente). Sólo se realizan efectivamente en el cambio (al intercambiarse por dinero).

 

Al realizarse de este modo, el proceso laboral ("metabolismo entre el ser humano y la naturaleza" según la expresión clásica de Marx) adquiere la forma de la producción mercantil para el cambio; el trabajo la forma de trabajo abstracto y los productos de dicho trabajo la forma de valor.

 

Con la dominación general del mercado se asiste a una falsa noción de comunidad, que en realidad ha sido expropiada, fracturada, reprimida. Es comunidad aplastada y aniquilada, resurge de manera fantasmagórica en la objetividad espectral y fetichista del trabajo abstracto. En el fetichismo los vínculos y nexos comunitarios (que vinculaban y unían a las personas no por medio del dinero ni por "las aguas congeladas del cálculo material"), triturados por el predominio salvaje de las relaciones mercantiles, del valor, del dinero y del capital, retornan aunque de manera ilusoria y deformada. Lo aplastado y reprimido renace... pero ahora como propiedad objetiva de las cosas, de las mercancías, de los valores, del dinero, del capital mismo.

 

Todo este complejo proceso Marx lo resume, sintetiza y explica con la categoría de "trabajo abstracto". La misma no es un producto del discurso científico, únicamente. La hipótesis fuerte de Marx es que el trabajo abstracto está en la misma realidad del capitalismo y depende de un tipo de organización social históricamente determinada. No sólo es una expresión teórica de la teoría crítica sino una expresión de lo que sucede en la realidad, un suceso social real.

 

Para comprenderlo a fondo y en toda su radicalidad teórica, epistemológica y política, resulta conveniente recorrer en ambos sentidos las derivaciones (analítica y dialéctica) que Marx expone en la última redacción de El Capital. Es decir, se torna imperioso no sólo partir del valor de cambio de las mercancías para deducir, en forma analítica, el tiempo de trabajo socialmente necesario que aquellas tienen incorporado (derivación que va del valor de cambio a la magnitud de trabajo abstracto). También se torna necesario recorrer el camino inverso, operación que jamás desarrolló la economía política (no sólo la vulgar sino tampoco la científica o clásica). O sea, ir de los trabajos privados al trabajo indirectamente social y de éste, en tanto trabajo abstracto, a los valores de las mercancías. Derivar dialécticamente de la cosificación de las relaciones sociales en una sociedad mercantil capitalista el trabajo abstracto y, de éste, el valor.

 

Si atendemos a ambas derivaciones teóricas, a ambas lógicas expositivas articuladas y combinadas por Marx en un mismo discurso crítico, podremos comprender que ese particular tipo de sociabilidad que adopta el trabajo humano cuando se realiza bajo condiciones y relaciones mercantiles capitalistas genera personificación de las cosas y cosificación de las relaciones sociales, es decir, fetichismo. Este último es entonces la clave última de la teoría del valor, bajo la condición de entender que dicha teoría posee dos dimensiones.

 

La economía neoclásica es heredera de la economía vulgar y, por esto mismo, sus reflexiones permanecen muy por detrás de la economía clásica. Esto explicaría la seducción que en las últimas décadas ha generado la nostalgia por Ricardo y su explicación "objetiva" del valor-trabajo. Ahora bien, Ni Ricardo ni Smith pudieron sobrepasar el estrecho límite de la dimensión cuantitativa de la teoría del valor.

 

¿Dónde reside entonces la "novedad" que Marx inaugura en la teoría social (frente a la economía vulgar pero también frente a la ricardiana) cuando explica la sustancia del valor? Esta novedad no se encuentra tanto en la derivación analítica del valor de cambio que lo conduce hacia la sustancia social que lo determina cuantitativamente por detrás, el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlo, sino en la derivación dialéctica, en el camino inverso, en la lógica dialéctica que va desde el trabajo abstracto hacia la forma (relacional) de valor y de ésta al valor de cambio, su modo cuantitativo y necesario de manifestarse. Es decir, aquella derivación que permite responder a la pregunta del ¿por qué los trabajos humanos se cristalizan como valores de las mercancías?. Esa pregunta, completamente ausente en la economía política, incluso en la más avanzada y científica, constituye la gran novedad que inaugura Marx cuando se interroga por las condiciones sociales que generan que el trabajo social global se cristalice y cosifique en valores, haciendo que la actividad vital humana, cuando se realiza en condiciones mercantiles en las cuales cada fragmento del trabajo social global se homologa con las demás de manera indirecta, a través del intercambio mercantil, se termine coagulando y fijando en objetos que adquieren, de este modo, características "sensibles-suprasensibles", transformando los productos del trabajo humano en objetos endemoniados", ricos en sutilezas metafísicas y reticencias teológicas.

 

Los productos del trabajo humano se transforman en valores porque están producidos en el seno de determinadas coordenadas y sobre la base de una específica ontología social, en determinadas condiciones sociales, donde se producen toda una serie de transferencias fetichistas y expresiones objetivas reificadas de raíz mercantil: el carácter social del trabajo se transfiere a las cosas como valor de las mercancías; la relación entre los productores independientes de mercancías y el trabajo social del conjunto —o sea el trabajo global— se transfiere a través de este proceso como una relación entre las mercancías mismas; la igualdad del trabajo global se transfiere como igualdad de los valores; la cantidad de trabajo se transfiere como cantidad de valor (o sea que no se mide la cantidad de trabajo sino que en la metafísica de la vida cotidiana, en el mundo mercantil de la seudo concreción" se mide la cantidad de valor) y por último el trabajo útil de toda la sociedad se expresa como el valor de uso del producto social.

 

Habiendo abordado la magnitud y la sustancia, pasemos entonces a la forma del valor, tal como Marx la expone en la segunda edición alemana de El Capital. Si la sustancia del valor hace referencia al contenido, Marx agrega otro componente a suexplicación, apuntando a la "forma" del valor. No existe un valor que posea únicamente contenido, tampoco otro que revista solamente forma. En la teoría crítica el valor se comprende a través de la unidad dialéctica de ambos: forma y contenido. Es esta unidad dialéctica la que permite a Marx captar en el plano conceptual y categorial la especificidad histórica del valor. Pero en la teoría crítica ninguno de los dos, ni la forma ni el contenido del valor, se remiten al valor de uso y a la utilidad. No es el componente técnico material de la mercancía lo que le interesa a Marx sino su función social, derivada de la relación social en la que está inserta.

 

La forma del valor es el modo necesario de manifestación del valor. Éste ultimo sólo se muestra a través de una relación, aunque no se reduce a ella. Por eso Marx escribe en la segunda edición de El Capital que:

 

"Habíamos partido, en realidad, del valor de cambio o de la relación de intercambio entre las mercancías, para descubrir el valor de las mismas, oculto en esa relación. Es menester, ahora, que volvamos a esa forma en que se manifiesta el valor"

 

En la polémica con Wagner, haciendo un balance de su propia obra, reitera nuevamente esta diferenciación:

 

"Sigo analizando el «valor de cambio» y encuentro que éste no es más que una «forma de aparecer», un modo especial de manifestarse el valor".

 

El valor, entonces, sólo se manifiesta a través de un vínculo con un "otro", a través de una comparación y una homologación. Ese vínculo se realiza en el intercambio de dos porciones del trabajo global a través del ejercicio de la comparación de los valores de cambio particulares de dos mercancías, que se "encuentran" en la circulación cuando se vinculan sus respectivos propietarios privados (en el capitalismo desarrollado se trata de dos firmas o grandes empresas capitalistas). La forma del valor atañe, en el plano de las categorías, a esa comparación, a esa relación de intercambio, cambiante a lo largo de la historia desde el simple trueque entre los primeros y escasísimos excedentes de dos comunidades que producen para el consumo o entre los habitantes de una aldea campesina aislada con algún visitante casual que pasa por ella hasta el dinero mundial y el comercio globalizado de nuestros días. La forma valor expresa ese intercambio mercantil antiquísimo que sólo se desarrollará y tornará predominante y hegemónico (subordinando a toda la sociedad y no sólo a sus márgenes) a partir de la emergencia del modo de producción capitalista como régimen de producción y reproducción de la vida social.

 

La economía política no le otorgó suficiente atención a la forma del valor, como modo de manifestación del valor, porque esa forma es, centralmente, histórica. Si le otorgó importancia fue tan sólo en su faceta cuantitativa, de manera que se le escapó lo que hay de específico en la forma de valor. No lo genérico sino lo específico, aquello que envuelve en su modo de manifestarse a la mercancía en tanto forma social que, en el despliegue lógico y desarrollo histórico de su diferencia interna, impregnará con su historicidad a la forma dinero, a la de capital, etc. Dar cuenta a fondo de la forma social del valor implica aceptar la historicidad (y transitoriedad) de las relaciones sociales, incluido el valor, el dinero y... el capital. Consecuencia política que sería imposible de admitir para quienes están inmersos y no pueden ir más allá del horizonte del capital, como es el caso de los horizonte del capital, como es el caso de los principales exponentes de la economía política.

 

Hasta para una lectura lineal e ingenua de El Capital está claro que en el capítulo primero Marx expone cuatro formas de valor, derivando de un modo lógico una de otra a partir de sus contradicciones y movimientos, pero en realidad esa derivación lógica que se muestra como una estructura intenta aprehender, captar y retratar su génesis y desarrollo histórico. Desde la forma simple o singular [I], pasando por la forma total o desplegada [II], la forma general [III] hasta llegar a la forma dinero [IV], (representada históricamente por el oro). En esta última forma reside la clave para entender ese inmenso esfuerzo de exposición lógico-dialéctica que encara Marx, ya que este último apunta a desentrañar "el enigma de la forma equivalente". Allí, en la forma dinero, se encuentra resumida toda la "magia", la "falsa apariencia", "el máximo jeroglífico" de una forma social en la cual "la figura de cosa" alcanza su máxima plenitud y potencia. Pero el dinero no se explica por sí solo ni a partir de sí mismo, ya que constituye el despliegue de algo más básico aún, la forma simple del valor. Por eso:

 

"El enigma que encierra el fetiche del dinero no es más, pues, que el enigma, ahora visible y deslumbrante, que encierra el fetiche de la mercancía".

 

Conclusión que aparece diáfana y clara en el segunda edición alemana de El Capital pero que su autor no tenía todavía muy en claro cuando comenzó a redactar los Grundrisse.

 

¿Por qué tanta importancia otorgada a la "forma valor"? Pues porque ella es la que permite distinguir lo característico de la producción generalizada de mercancías de formas sociales anteriores, posteriores o comunes a otras épocas de la historia de la humanidad.

 

Los mejores expositores de la economía política clásica, Smith y Ricardo, tratan a la forma del valor como algo completamente indiferente o incluso exterior a la naturaleza de la mercancía. Sólo dando cuenta de la conexión y la articulación íntima, inmanente, entre forma valor y mercancía puede llegar a disolverse —en la teoría crítica, no en la realidad capitalista— la naturaleza supuestamente "eterna" del modo de producción capitalista, régimen social que de este modo pasa a ser concebido como histórico. Únicamente se puede dar cuenta de la historicidad del capitalismo si se da cuenta no sólo de la cantidad de valor sino de la forma valor.

 

Según Marx, el hecho de limitarse sólo a la magnitud de valor sin haber indagado en la forma misma presupone un ahistoricismo metodológico —la principal falencia en el discurso de la economía política— pues sólo otorgando centralidad en el discurso científico a la forma valor en tanto la "forma más general y abstracta del modo de producción burgués" se podría caracterizar a éste último como "algo histórico". La reducción y la limitación del análisis crítico al ámbito de la cantidad, de la "medición social" —como gustan repetir los partidarios del marxismo objetivista— tiene en consecuencia un presupuesto metodológico no siempre observado: el ahistoricismo.

 

¿Pero qué entiende Marx por "forma"? La forma es esencialmente histórica y relacional. En El Capital existe una conexión intrínseca entre formas sociales, funciones sociales y relaciones sociales. Los objetos, que han sido producidos por el trabajo humano, realizan determinados papeles en la sociedad y juegan determinadas funciones —que no tienen nada que ver con su materialidad físico-química, su valor de uso ni su utilidad— debido precisamente a que están insertos en el seno de formas sociales y relaciones sociales. La forma constituye una "envoltura" —"una crisálida social" en palabras de Marx— estrictamente social, cuya estructura es, siempre según El Capital, inequívocamente relacional.

 

La forma "envuelve" socialmente los objetos, otorgándoles una función determinada cuando esos objetos son producidos dentro de determinado tipo de relaciones sociales. Pero esa "envoltura" no atañe a su composición química o física en tanto cosa material, tampoco a su estructura técnica, sino a su función social como mediadoras de las personas que están insertos en aquellas relaciones sociales.

 

En términos teóricos, categoriales y explicativos, cualquier forma que pretenda definirse en sí misma, al margen de las relaciones que le otorgan significado, función y sentido, se convierte en una mera tautología, una verdad puramente vacía carente de contenido. La lógica dialéctica que maneja Marx en su exposición de El Capital es una lógica de las formas, completamente articulada con los contenidos, cuya derivación puede quizás aparecer a primera vista (para el desprevenido o el lector ingenuo) como una construcción teorética puramente apriorística o incluso axiomática pero en realidad pretende dar cuenta en el plano categorial y conceptual de relaciones sociales específicamente determinadas que han tenido y tienen lugar efectivamente en la sociedad y en su historia. En ese sentido la forma valor ha existido y existe, no constituye una representación simplemente nominal. Si la rosa, en la novela filosófico-policial de Umberto Eco, "es sólo un nombre", la forma valor de Marx es más que un nombre, es real. Es la forma de intercambio en la que se expresa socialmente el valor de las mercancías.

 

¿Por qué la relación que caracteriza la estructura de la forma valor se transforma en cosa? Hacerse cargo de esta pregunta implica abordar el interrogante que nunca se formuló la economía política. Afrontarlo conlleva volver observables los estrechísimos vasos comunicantes que en la obra y el pensamiento de Marx la teoría del valor mantiene con la teoría crítica del fetichismo, ambas estructuradas sobre una misma ontología social…

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: Néstor KOHAN. “Nuestro Marx” ]

 

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