miércoles, 17 de mayo de 2023

 

986

 

 

NUESTRO MARX

Néstor Kohan

 

[ 082 ]

 

 

 

SEGUNDA PARTE

 

¿EL RETORNO DE MARX?

 

 

 

 

Magnitud, sustancia y forma del valor

 

Que la magnitud del valor, determinada por el tiempo de trabajo socialmente necesario (TTSN) para producir la mercancía, resulta fundamental para la teoría científica y para conocer el funcionamiento y la posibilidad-potencialidad de la crisis del capitalismo, Marx jamás lo puso en duda. El tiempo de trabajo socialmente necesario para producir un valor de uso determina su magnitud de valor, es decir, su valor de cambio. Entre sus características principales se encuentran junto a la extensión del gasto de trabajo o cantidad de tiempo trabajado, también la intensidad del trabajo, la calificación del trabajo y la cantidad de productos elaborados en una unidad de tiempo. Todas estas características del trabajo influyen en la determinación cuantitativa del trabajo abstracto, antes del acto del intercambio, previamente, antes de homologarse con otra alícuota del trabajo social global por la mediación del equivalente general.

 

Marx no desatiende nunca la incógnita de la determinación cuantitativa del valor de cambio. Esa es la herencia que recoge, críticamente, de Adam Smith y David Ricardo. A través de toda una serie de mediaciones (valor de cambio - precios de costo - precios de producción — valores sociales de mercado - precios de mercado) Marx se esfuerza por abordar la asignatura pendiente y resolver el enigma cuantitativo tratando de explicar no sólo cuánto valen las mercancías a escala individual sino además qué cantidad de trabajo global se destina a las distintas ramas y sectores de la producción social y cómo se distribuye entre los capitales el valor y el plusvalor producidos. El movimiento y la fluctuación de los precios provoca un permanente e inacabado ensayo de "adaptación" de la oferta global de mercancías a la demanda global ya que el alza y baja de la tasa de ganancia conduce al capital a trasladarse de rama en rama. El desacuerdo cuantitativo permanente y la oscilación entre precios y valores es fundamental entonces para que los capitales migren cada determinado período de tiempo (que varía según el capital constante y el capital fijo propio de las distintas composiciones orgánicas de cada sector y cada rama de la producción social) de una rama a otra, buscando siempre maximizar sus ganancias y compitiendo con otras firmas y empresas capitalistas por ver cuales de los grandes grupos, trust, cárteles, conglomerados y oligopolios multinacionales rapiñan y se quedan con mayor cantidad del botín, es decir, cómo se distribuye y reapropia el plusvalor social a escala nacional, regional y mundial.

 

Pero la exposición de la teoría del valor que intenta desarrollar El Capital no se limita ni por asomo a la magnitud del valor de cambio de las mercancías (aunque allí hayan atacado los impugnadores neoclásicos y allí se hayan abroquelado, infructuosamente, los "defensores" pretendidamente ortodoxos de Marx como Rudolf Hilferding).

 

Por eso el autor de El Capital les reprocha a los economistas políticos, tanto a los vulgares (por ejemplo Samuel Bailey) como a los científicos (Adam Smith, David Ricardo), y también a los intermedios, "socialistas de cátedra" que coquetearon en Alemania con Bismarck (Adolph Wagner y su antecesor Johann Karl Rodbertus) el haberse limitado a concebir el valor como una relación puramente cuantitativa. Lo cuantitativo constituye un momento de lo real (y del conocimiento teórico de lo real) pero nunca agota la totalidad de lo real.

 

Entonces, diferenciándose de los clásicos, junto a la magnitud, la exposición de Marx también incluye la sustancia y la forma del valor como elementos centrales de su teoría.

 

Al emplear en El Capital el término "sustancia", Marx no piensa en la vieja metafísica aristotélica de "sustancia y accidente", aun cuando Aristóteles haya incursionado en forma precursora en la teoría del valor a través de su teoría de la "crematística".

 

Tampoco hace referencia a un objeto físico ni piensa en la utilidad material de un bien (como haría la economía vulgar o, años más tarde, su hija predilecta: la economía neoclásica).

 

La "sustancia" que Marx tiene en mente en El Capital como contenido central del valor es una sustancia social. Marx la caracteriza como una "objetividad espectral", una "gelatina de trabajo humano indiferenciado", es decir, como la "materialización" y la "cristalización" del empleo de fuerza de trabajo, no importa la forma en que se gastó la misma. En El Capital la sustancia del valor es el trabajo abstracto.

 

La categoría de "trabajo abstracto" constituye uno de los pocos descubrimientos originales que Marx se atribuye. Por eso señala que:

 

"He sido el primero en exponer críticamente esa naturaleza bifacética del trabajo contenido en la mercancía. Como este punto es el eje en torno al cual gira la comprensión de la economía política hemos de dilucidarlo aquí con más detenimiento".

 

Reafirmando esta idea, en su correspondencia señala que:

 

"Los mejores puntos de mi libro son: 1) El doble carácter del trabajo, según que sea expresado en valor de uso o en valor de cambio (toda la comprensión de los hechos depende de esto, se subraya de inmediato en el primer capítulo); 2) El tratamiento de la plusvalía independientemente de sus formas particulares, beneficio, interés, renta del suelo, etc.",

 

formulación que se repite cuando plantea que:

 

"Es extraño que el tipo [Karl Eugen Dühring N.K.] no se dé cuenta de los tres elementos fundamentales nuevos del libro:1 Que en contraste con todos los sistemas anteriores de economía política, que empiezan tratando como ya dados los fragmentos particulares de plusvalía con sus formas fijas de renta, beneficio e interés, yo empiezo por tratar la forma general de la plusvalía, en la cual se hallan todavía sin diferenciación todos esos elementos (como si dijéramos en solución). 2) Que, sin excepción, los economistas no han advertido un simple punto: que si la mercancía tiene un doble carácter —valor de uso y valor de cambio-, entonces el trabajo encarnado en la mercancía también debe tener un doble carácter [...] Este es, en efecto, todo el secreto de la concepción crítica"

 

 

Años más tarde, polemizando con otro crítico de El Capital, Marx vuelve a insistir en que sus impugnadores pasan por alto y no de dan cuenta la importancia que en El Capital adquiere la categoría de "trabajo abstracto":

 

"Por otra parte, el vir obscurus [Adolph Wagner] no se ha dado cuenta de que ya al hacer el análisis de la mercancía yo no me detengo en la doble modalidad con que ésta se presenta, sino que paso inmediatamente a demostrar que en esta doble modalidad de la mercancía se manifiesta el dual carácter del trabajo de que aquella es producto: del trabajo útil, es decir, de los modi <modalidades> concretos de los distintos trabajos que crean valores de uso y del trabajo abstracto, del trabajo como gasto de fuerza de trabajo, cualquiera que sea el modo «útil» como se gaste".

 

Pero si bien a lo largo de toda su madurez la noción de "trabajo abstracto" juega un lugar central en su teoría crítica, no hay que esperar a la última redacción de El Capital para encontrar desarrollado el concepto. Ya desde la ‘Contribución a la crítica de la economía política’ se encuentra desplegado en sus determinaciones principales. Este concepto clave allí se define como "gasto de fuerza vital humana, trabajo materializado", "trabajo uniforme, indiferenciado, simple que se materializa", "trabajo creador de valor de cambio", "trabajo igual, indiferenciado, en el que se ha extinguido la individualidad de los trabajadores", "trabajo coagulado", "trabajo social creador de mercancías", "trabajo humano general e igual", "trabajo humano general [que] existe en el trabajo medio que puede efectuar cualquier individuo medio de una sociedad dada, un gasto productivo determinado de músculo, nervio, cerebro humano, etc.", "[actividad cuyo] carácter general del trabajo individual se manifiesta como el carácter social del mismo", etc. Todas estas determinaciones, presentes en la exposición de la ‘Contribución a la crítica de la economía política’, rematan definiendo al "trabajo abstracto" como "sustancia del valor de cambio".

 

Comenzando desde ese momento y todavía en El Capital la definición de "trabajo abstracto" contendrá una dificultad no siempre resuelta de forma contundente. Se trata de la expresión "gasto productivo determinado de músculo, nervio, cerebro humano, etc.", según figura en la ‘Contribución a la crítica de la economía política’, o de "gasto de fuerza humana de trabajo en un sentido fisiológico", según describe El Capital.

 

¿Cuál es el problema con esta definición? Pues que gasto fisiológico de fuerza humana de trabajo en su forma indeterminada siempre existió en la historia. Desde el pasaje de la naturaleza a la cultura, siempre, las comunidades de seres humanos de todas las sociedades precapitalistas, si han realizado tareas laborales (es imposible que alguien no las haga —en las sociedades divididas en clases esas tareas corresponden a las clases explotadas— si la sociedad pretende sobrevivir y reproducirse) han empleado y gastado fuerzas fisiológicas para trabajar. Trabajar implica, en cualquier tipo de organización social y en cualquier época de la historia humana, gastar energía. Por lo tanto, si es verdad que desde que existe la humanidad siempre ha habido gasto fisiológico de fuerza humana de trabajo... surge el interrogante: ¿entonces siempre existió el trabajo abstracto? Si esto fuera cierto, resulta lógico inferir que siempre habría habido valor a lo largo de la historia. En consecuencia se diluye completamente la historicidad de las categorías de la economía política (y la transitoriedad de las relaciones sociales que aquellas explican) cuya demostración científica perseguía alcanzar El Capital como principal objetivo político. Curiosa y sorprendente conclusión para alguien, como Marx, que les reprochó siempre a los economistas políticos —sus adversarios en el plano de la teoría social— eternizar las instituciones económicas del régimen capitalista...

 

Por eso el "gasto fisiológico de fuerza humana de trabajo", en ese plano indeterminado y genérico, constituye el presupuesto, necesario pero no suficiente, de la categoría de "trabajo abstracto". Esta última categoría, en tanto sustancia del valor, no puede reducirse a su determinación fisiológica. Sin ella no existiría el trabajo abstracto ni ningún otro tipo de trabajo (incluido el trabajo útil y concreto que produce valores de uso), pero las principales características del trabajo abstracto giran en torno a la especial sociabilidad que asume la actividad laboral humana cuando se desarrolla dentro de relaciones sociales y coordenadas históricas específicamente determinadas, correspondientes a las de la sociedad mercantil. El trabajo abstracto no es pura ni principalmente "fisiológico", tampoco únicamente técnico-material. Es centralmente social e histórico y específico de la sociedad mercantil.

 

La teoría del valor no trata del trabajo a secas, como un "factor" técnico de la producción, sino de la actividad laboral humana como base de la vida social cuando ésta se produce y reproduce a través de formas mercantiles capitalistas, completamente impersonales y mediadas por el equivalente general. Lo "social" de este tipo histórico de trabajo humano reside en el proceso de conexión y coordinación mutua entre los diversos productores (las firmas y empresas capitalistas). En el capitalismo esa sociabilidad no es directa, sino que se realiza a través del valor de los productos del trabajo, en una esfera posterior a la producción de las mercancías, cuando éstas se encuentran —como si tuvieran vida propia—, se comparan, se homologan más allá de su completa heterogeneidad material y se intercambian.

 

Considerado aisladamente de sus determinaciones sociales, como simple "gasto fisiológico de energía" es tan sólo una presuposición técnico-material y biológica de toda actividad económica pero no el principal objeto de análisis en una obra destinada precisamente a la crítica de la economía política capitalista. Sólo considerado en su aspecto fisiológico y biológico el trabajo humano no es trabajo abstracto, por lo tanto no crea valor y no existe a lo largo de toda la historia humana. Ese tipo de abstracción indeterminada es necesaria pero de ningún modo suficiente para dar cuenta de la densidad teórica y la especificidad histórica que contiene la categoría descubierta y empleada por Marx en su teoría del valor. La abstracción de la que nos habla Marx es mucho más rica en determinaciones y mucho menos genérica. No existe en cualquier época de la humanidad ni en cualquier tipo de sociedad.

 

Al interior de la sociedad mercantil los distintos trabajos privados, en cada una de las ramas de producción, se realizan de manera independiente, sin una planificación previa (incluso en un tiempos del capitalismo imperialista, bajo el reinado de las multinacionales y los oligopolios, nunca hay una completa planificación de la economía, como alguna vez sugirió Karl Kautsky con su teoría del "ultraimperialismo" y, mucho más cerca nuestro, Toni Negri con su teoría del "Imperio"). Recién a través del rodeo indirecto del intercambio los trabajos realizados de forma privada se homologan y se igualan entre sí. Es recién en ese ámbito mercantil donde los productores (las grandes firmas y empresas, cuando se trata de la sociedad mercantil capitalista desarrollada) pueden corroborar si la parte alícuota del trabajo global que emplearon en sus respectivas ramas de producción fue suficiente, escasa o en cambio derrocharon recursos sociales. Lo corroboran a través de un mecanismo indirecto y que funciona a tientas y en forma ciega, las variaciones de los precios de mercado por encima o por debajo de los precios de producción (que a su vez oscilan a largo plazo en torno a la línea de los valores de cambio), oscilación que ocurre completamente a espaldas de quienes realizaron los trabajos privados que aparecen como sociales en el intercambio. La ley del valor se impone con "ciega necesidad", según explica Marx. Un mecanismo social completamente irracional, que funciona de manera autónoma y "automática", sin control humano, como si tuviera vida propia, generando crisis a cada rato precisamente por su misma manera de funcionar. El trabajo abstracto, entonces, constituye un trabajo social pero que posee una sociabilidad indirecta y una homologación a posteriori, mediada por el intercambio de objetos mercantiles y, a través de su encuentro con el equivalente general, en la comparación con todo el resto del universo mercantil (es decir, con todo el resto de los trabajos privados cristalizados y objetivados como valores).

 

Todo este proceso se realiza de modo impersonal. La homogeneización y homologación de los trabajos privados, cuando son realizados como parte del trabajo social global, se lleva a cabo de manera despersonalizada. No responde a un proceso decidido en forma consciente y planificada, funciona de manera "automática"…

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: Néstor KOHAN. “Nuestro Marx” ]

 

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