lunes, 15 de mayo de 2023

 

984

 

 

NUESTRO MARX

Néstor Kohan

 

[ 081 ]

 

 

 

SEGUNDA PARTE

 

¿EL RETORNO DE MARX?

 

 

 

 

 

Dimensión cuantitativa-cualitativa de la teoría del valor

 

(…) Plenamente consciente de ese problema, mientras investigaba e iba redactando El Capital, varias décadas antes de que Bühm-Bawerk supuestamente lo "descubriera", el propio Marx escribe:

 

"Y, como en el modo de producción [capitalista] todo se presenta invertido [...] en la representación mental todo se invierte" [...] Además, mediante la conversión de ganancia en ganancia media la formación de la tasa general de ganancia y, unida a ella, la mutación de los valores en precios de costo, la ganancia del capital particular se convierte, no sólo en cuanto a la expresión, como la diferencia de la tasa de ganancia con respecto a la tasa de plusvalía, sino en cuanto a la sustancia, que aquí significa en cuanto a la cantidad, en [algo] diferente de la plusvalía misma que el capital particular ha engendrado en su esfera particular de producción.[...] la ganancia no sólo parece, sino que es, ahora, distinta de la plusvalía. [...] Más aún al convertirse los valores en precios de costo, parece haberse anulado la base misma, la determinación del valor de las mercancías por el tiempo de trabajo contenido en ellas. Y bajo la forma totalmente enajenada de la ganancia, y en el mismo grado en que la forma de la ganancia oculta su meollo interno, el capital va adquiriendo cada vez una forma más material, va convirtiéndose cada vez más de una relación social en una cosa, pero una cosa que lleva en su entraña, que ha deglutido la relación social, una cosa que se comporta hacia sí misma con vida y sustantividad ficticias, una esencia sensible=suprasensible, y bajo esa forma de capital y ganancia se manifiesta en la superficie como una premisa ya acabada [...] Y es la forma bajo la que vive en la conciencia de sus exponentes, de los capitalistas, en que se refleja en sus ideas".

 

Es precisamente la hipótesis del fetichismo la que le permite a Marx dar cuenta del modo en que la ganancia media —"forma totalmente enajenada"— corta su cordón umbilical con la gestación de la plusvalía, así como los precios se distancian de sus valores de origen. Estos fenómenos ocurren porque el capital se ha convertido en una cosa que ha cobrado vida y, ahora autónomo y autosuficiente, quiere independizarse de su creador, el trabajo vivo, ocultando su origen y borrando toda prueba de su explotación.

 

Bühm-Bawerk no advirtió (como tampoco lo hicieron otros críticos de Marx como Samuelson o Tugán-Baranovski) que Marx nunca intentó explicar con su teoría del valor las fluctuaciones a corto plazo de los precios de mercado. Marx trató de descubrir una clave a largo plazo que está oculta detrás de las fluctuaciones inmediatas de los precios.

 

En esta impugnación de Bühm-Bawerk (y sus colegas de la economía neoclásica) contra Marx, quizás la principal de todas las que padeció, la dimensión cuantitativa juega el lugar central: el cambio de mercancías, la relación entre valores y precios, etc. Sin embargo, en la respuesta "ortodoxa" que Bühm-Bawerk recibió en 1904 por parte de Rudolf Hilferding en defensa de la teoría "objetiva" del valor nunca se puso en juego, en tela de juicio ni en discusión la dimensión cualitativa de la teoría del valor.


Prolongando la crítica de Hilferding, diez años después, en el otoño de 1914, Bujarin encara una nueva respuesta a Bühm-Bawerk. Conocía su pensamiento de primera mano por sus intereses de clase —vinculados a "la ideología del burgués rentista en decadencia", según Bujarin— sino que además, para defender la teoría marxista del valor, se esfuerza por pergeñar una crítica interna a la propia teoría neoclásica.

 

Lo más interesante y sugerente de la empresa teórica que se propone realizar Bujarin es que, a diferencia de Hilferding, el argumento lógico de La economía política del rentista da cuenta de la teoría del valor atacando al mismo tiempo el fetichismo de Bühm-Bawerk. Aunque el libro comienza reivindicando como propia del marxismo la perspectiva objetivista a ultranza, en sentido fuerte (aquella misma que había defendido Lenin cuando analizó El Capital en su polémica de 1894 contra los populistas), la misma dinámica de la polémica conduce a Bujarin a escandalizarse frente a la "confusión" de materia y forma social en los neoclásicos austríacos y por lo tanto a poner en primer plano la teoría marxista del fetichismo.

 

En ese punto de la argumentación sobre la teoría del valor y la disputa con los marginalistas, Bujarin llega a una conclusión por demás sugestiva:

 

"Entre los científicos burgueses y sus adeptos, es signo de inteligencia observar que en su teoría del valor Marx ha construido una burda mixtura mecanicista-materialista. Pero hay materialismos y materialismos. El materialismo de Marx, que encuentra su expresión en el sistema económico, no sólo no conduce a ninguna forma de fetichismo de las mercancías, sino que permite, por primera vez, superarlo. Para Marx el valor pertenece a aquellas formas de pensamiento socialmente válidas y, por lo tanto, objetivas, de las condiciones de producción específicas de este «modo de producción» social, históricamente determinado [cita de El Capital].  En este caso, sin embargo, «objetivo» no significa «material»".

 

Lamentablemente, a pesar de haber llegado a semejantes conclusiones —que realmente van muchísimo más lejos que los argumentos de Hilferding—, Bujarin no prolonga esa línea de pensamiento que lo conduciría a cuestionar su concepción "materialista dialéctica" (que hemos criticado en otro capítulo de esta investigación). Por eso, a pesar de haber identificado correctamente en la teoría del fetichismo un arma demoledora contra Bühm-Bawerk y la economía neoclásica, continúa defendiendo la tesis de que

 

"Marx es sin lugar a dudas un «objetivista a ultranza», sea en sociología o en economía política".

 

 

Mucho más lejos todavía que Bujarin —quien evidentemente vislumbra el camino pero opta por no profundizarlo porque lo apartaría de su "ortodoxia"—, la respuesta más dura y tajante que recibe Bühm-Bawerk proviene del economista bolchevique Isaak Ilich Rubin. Este autor responde al economista austríaco desde el doble frente de la teoría marxista del valor, cuantitativo y cualitativo, sentando las bases para una reconstrucción de la teoría marxista que no queda limitada de ninguna manera al debate sobre la ley del valor sino que alcanza a toda La concepción materialista de la historia y al conjunto de la comprensión de la teoría crítica.

 

Como bien argumenta Rubin, aunque se supusiera que Bühm-Bawerk tuviera razón en sus reproches matemáticos sobre la transformación de valores en precios — hipótesis que dista largamente de ser una verdad autoevidente— quedaría en pie, sin un solo rasguño, la dimensión cualitativa de la teoría del valor.

 

Lamentablemente, el derrotero teórico de Rubin no fue el elegido por la pretendida "ortodoxia" del marxismo durante la mayor parte del siglo XX. En la literatura posterior predominó la argumentación heredera de Hilferding. Frente las pretensiones de la escuela neoclásica y de sus continuadores académicos actuales, el mayor riesgo de las supuestas "defensas" de Marx en clave objetivista reside en que en ellas se pierde la especificidad de la teoría del valor en su vínculo lógico, epistemológico, sociológico y político con la teoría del fetichismo.

 

Así, por ejemplo, apreciemos la siguiente formulación:

 

"Para Marx —afirma actualmente otro defensor marxista de la teoría objetiva del valor, crítico del pensamiento económico neoclásico— como para toda la escuela clásica objetiva, las mercancías tienen valor porque son productos del trabajo, la sustancia es el trabajo, o para mejor expresarlo, el tiempo de trabajo que socialmente se ha insumido para la producción de mercancías constituye la unidad de éstas, este es su elemento idéntico; bajo este aspecto las mercancías son cualitativamente idénticas y sólo se diferencian cuantitativamente".

 

¿Para la exposición que desarrolla El Capital la sustancia del valor es, como afirma esta refutación de los neoclásicos en defensa de Marx, "el trabajo", así, en general, sin determinaciones sociales o históricas? ¿O por el contrario, es el trabajo abstracto, históricamente específico, caracterizado por un tipo de sociabilidad que no se encuentra en cualquier época de la historia ni en cualquier modo de producción? Puede parecer un simple detalle, pero en realidad ese tipo de defensa "objetivista" de la teoría del valor —donde se reemplaza la noción de "trabajo abstracto" simplemente por la de "trabajo" en general— no sólo pasa por alto la teoría marxista del fetichismo en su vínculo con la teoría del valor en su dimensión cualitativa, sino que además termina diluyendo la especificidad del argumento crítico de Marx dentro de la escuela de David Ricardo, precisamente uno de los principales adversarios burgueses contra los cuales polemizó Marx. Un "error" más que recurrente en las reconstrucciones históricas de la teoría económica.

 

Este tipo de observación se torna necesaria a la hora de evaluar las limitaciones y sopesar las graves falencias teóricas que dejan abiertas las refutaciones marxistas "objetivistas" de la teoría subjetiva del valor, propiciada por los economistas neoclásicos y sus continuadores académicos actuales. Esas refutaciones insisten correctamente con la idea según la cual la determinación cuantitativa del valor no proviene del consumo individual, ni de las necesidades psicológicas individuales del consumidor ni tampoco de la cantidad de bienes en circulación (y su hipotética escasez, ya que según los neoclásicos, para tener valor la utilidad debe ir acompañada de escasez) sino, por el contrario, del tiempo objetivo de trabajo social que resulta necesario para producir dichas mercancías. Pero ese acierto parcial se ve opacado inmediatamente al no complementarlo con la otra parte de la teoría del valor, de raíz cualitativa, indefectiblemente historicista, según la cual es la especial e indirecta sociabilidad del trabajo bajo condiciones mercantiles capitalistas —es decir, el trabajo abstracto— la razón por la cual los productos de la actividad laboral social devienen en valores generando una distribución del trabajo social global en determinadas ramas de la producción a espaldas de los mismos productores. Distribución que no opera a partir de la planificación racional de los recursos en función de las necesidades humanas reales (consensuadas de manera democrática) sino tomando como referencia el cambio a posteriori, post festum, que se realiza en el mercado a través de la compra-venta de las mercancías y las oscilaciones de sus precios. Porque las cosas ocupan ese papel de mediación social se les atribuye características humanas. Al intentar contestar a los neoclásicos la refutación objetivista suele dejar en un tercer o cuarto plano, si es que acaso la menciona, esta otra dimensión de la teoría del valor, de signo cualitativo.

 

Aun dando cuenta de esas pocas excepciones —como la de Dobb—, la mayor parte de las argumentaciones objetivistas no incorporan en sus réplicas y refutaciones contra las arremetidas neoclásicas la determinación cualitativa del valor.

 

Se limitan sólo a poner de relieve la objetividad categorial frente al individualismo metodológico de los economistas neoclásicos —de modo correcto... aunque unilateral— pero jamás completan esa refutación aclarando que para el marxismo la "objetividad" del valor, en su dimensión cualitativa, no es sinónimo de "cientificidad" de la teoría sino de fetichismo del orden social. Que las leyes (incluida la ley del valor) se impongan a los sujetos "al margen de su voluntad" y con "ciega necesidad" constituye una expresión de autonomización de las relaciones sociales que han cobrado vida propia, han escapado al control y por lo tanto son sinónimo de cosificación.

Si los neoclásicos pretenden disolver la objetividad social del valor en las magnitudes de las significaciones subjetivas de la satisfacción de las necesidades, también subjetivas, del consumidor individual o en las oscilaciones aleatorias de los precios en el mercado supuestamente influidos por la escasez de bienes, los refutadores objetivistas argumentan que el valor no es caprichoso, arbitrario ni subjetivo, posee cierto de tipo de objetividad fuerte. Y agregan que esa objetividad, que estaría en las mismas mercancías, se encuentra determinada por la producción social y la cuantificación temporal del trabajo invertido en ellas.

 

Traducido a términos lógicos, los neoclásicos pretenden disolver la supuesta sustancialidad del valor redireccionando el problema de su determinación hacia el universo inconmensurable del psicologismo empirista-conductista (pre-freudiano) del individualismo metodológico y hacia el torbellino aleatorio de precios de mercado y cantidades de bienes y factores escasos.

 

Los refutadores "objetivistas" postulan a su turno que esas relaciones cuantitativas de precios de mercado no son caprichosas ni aleatorias sino que responden a una propiedad (determinada por la producción) que poseen las mercancías.

 

Por lo tanto si los neoclásicos se limitan a describir fenómenos que suceden y ocurren en el ámbito de las relaciones propias de la esfera superficial apariencial (inmediatamente accesible a los sentidos: ámbito del consumo individual y del mercado, mundo fetichista de la seudo concreción), los refutadores "objetivistas", como se atienen únicamente a la dimensión cuantitativa de la teoría del valor, terminan defendiendo la existencia de una propiedad (la posesión de valor objetivo) atribuida a un objeto (las mercancías), según el modelo lógico sustancial-atributivo. Allí se detienen en sus refutaciones.

 

No obstante, según la argumentación de Marx en El Capital las cosas no poseen "objetivamente" valor sino que en realidad ese valor aparece como una característica, atributo, cualidad o propiedad, adherido a un objeto físico, debido a la atribución fetichista a las mercancías de características que corresponden al trabajo humano indiferenciado y socialmente homologado cuando éste se realiza en el seno de relaciones mercantiles. Por lo tanto, la dimensión cualitativa de la teoría del valor en su nexo inmanente e indisoluble con la teoría del fetichismo remite esas supuestas y aparentes "propiedades objetivas" de las cosas físico-naturales a relaciones sociales e históricas... Pero no relaciones en el espacio de superficie de la apariencia mercantil (o el consumo individual), como sucede con los neoclásicos, sino otro tipo de relaciones, mucho más profundas, inobservables, que tienen existencia a largo plazo y que ocurren en otro ámbito oculto a la vista y al sentido común fetichizado, el de la producción social, donde encontraría su sentido y explicación la esencia de los procesos sociales (mediación de la apariencia a la esencia que sólo se vuelve observable y accesible a través de la teoría crítica, gracias al método científico que descubre detrás y debajo de las apariencias fetichizadas del mercado el ámbito de la producción y el trabajo social general, es decir, el espacio oculto de las relaciones de explotación).

 

Esta es la razón por la cual la lógica dialéctica (ella misma relacional y al mismo tiempo crítica de la lógica sustancial-atributiva) junto con la comprensión a fondo de la teoría del fetichismo resultan imprescindibles a la hora de explorar y reconstruir la teoría del valor en sus dos dimensiones, tal como es expuesta en la última redacción de El Capital, así como también para el armado de refutaciones que los marxistas intentan realizar de la teoría subjetiva (neoclásica) del valor. Sin lógica dialéctica y sin teoría del fetichismo la teoría marxista del valor se vuelve unilateral y queda reducida únicamente a su dimensión cuantitativa. Se torna por lo tanto teóricamente débil y políticamente impotente para responder y contrarrestar las arremetidas económicas neoclásicas…

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: Néstor KOHAN. “Nuestro Marx” ]

 

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