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NUESTRO MARX
Néstor Kohan
[ 080 ]
SEGUNDA PARTE
¿EL RETORNO DE MARX?
Dimensión cuantitativa-cualitativa de la teoría del valor
Para comenzar a tornar observable el nexo indisoluble entre teoría del fetichismo y teoría del valor, debemos dar cuenta de las dos dimensiones que ésta última presupone.
En Marx podríamos distinguir dos aspectos en la teoría del valor. Una dimensión cuantitativa, vinculada con el problema de cómo medir la cantidad de valor que encierran las mercancías. Este último se mide por el tiempo de trabajo socialmente necesario (TTSN) que cada una de ellas tienen incorporado y que se expresa en los objetos del trabajo humano devenidos mercancías como valor de cambio. Este es el aspecto de la teoría del valor más conocido, utilizado y estudiado (no casualmente el que aparece en primer plano en los manuales de divulgación marxista, tanto en los supuestamente "ortodoxos" como en los heterodoxos.
En esos manuales la ausencia de una explicación de la teoría del valor distinta a la tradicional no constituye un problema pedagógico motivado por la mayor o menor dificultad expositiva sino una dificultad de índole teórica y política.
No obstante, la teoría marxiana del valor —a diferencia de la economía política, tanto de la vulgar como de la clásica, más "científica"— da cuenta también de una dimensión cualitativa del valor que encuentra su anclaje en el trabajo abstracto no sólo en su expresión cuantitativa (tiempo de trabajo socialmente necesario—TTSN) sino en su expresión cualitativa: como cosificación, enajenación y reificación de las relaciones sociales originadas en un tipo de sociabilidad indirecta del trabajo humano global mediado por el intercambio de mercado y el equivalente general. Precisamente allí, en esa dimensión cualitativa, es donde el fetichismo juega un lugar clave en la teoría del valor.
Resulta fundamental advertir esa doble articulación de la teoría de Marx. El programa de investigación desarrollado y expuesto en El Capital no sólo interroga: ¿cuánto valen las mercancías? Al mismo tiempo se pregunta: ¿por qué valen las mercancías?
Esta pregunta que atañe al "¿por qué?" no es metafísica. No constituye el interrogante insondable y angustiante de un filósofo empecinado que, de manera improvisada y diletante, bajo los delirios y efectos narcóticos de metafísicas "humanistas" e "idealistas", incursiona de pasada y por arriba en la economía.
Por el contrario, ese interrogante constituye una pregunta fundamental y central que la economía política —ni la clásica ni la vulgar— jamás formuló.
¿Cuál es la razón por la cual esa formulación resulta tan relevante? La respuesta reside en la capacidad que posee semejante pregunta al tomar el toro por las astas, meter el dedo en la llaga y cuestionar la historicidad del régimen capitalista, del valor, el dinero y el capital. El gran objetivo político —dicho sea de paso— que persigue Marx cuando redacta una y otra vez El Capital.
Enfatizando esa crítica demoledora de la economía política, Marx señala en El Capital que:
"Ahora bien, es indudable que la economía política ha analizado, aunque de manera incompleta, el valor y la magnitud del valor y descubierto el contenido oculto de esas formas. Sólo que nunca llegó siquiera a la pregunta de por qué ese contenido adopta dicha forma; de por qué, pues, el trabajo se representa en el valor, de a qué se debe que la medida del trabajo conforme a su duración se represente en la magnitud del valor alcanzada por el producto del trabajo".
Al no haberse preguntado jamás el porqué de esa llamativa transformación del trabajo vivo en trabajo muerto e inanimado, de trabajo presente en trabajo pretérito, de actividad vital humana en algo petrificado, cosificado, fosilizado y falsamente sustantivizado, de la cantidad de trabajo en cantidad de valor, la economía política adopta e interpreta las formas sociales e históricas del trabajo humano bajo el régimen capitalista y sus instituciones como naturales, eternas, ahistóricas, inmutables e inmodificables.
El fetichismo y las limitaciones de la respuesta "objetivista" a la impugnación neoclásica contra la teoría del valor
Tomar en cuenta ambas dimensiones de la teoría marxiana del valor puede resultar sumamente pertinente a la hora de poder responder y dar cuenta de algunas de las impugnaciones tradicionales lanzadas contra El Capital.
Por ejemplo, la famosa crítica del economista Eugen von Bühm-Bawerk de la corriente neoclásica, perteneciente a la escuela austríaca, de la que es uno de los fundadores junto con su maestro Carl Menger y su colega y cuñado Friedrich Wieser. Corriente que postula que la clave del valor no está dada por la cantidad de trabajo que las mercancías tienen incorporada sino por el valor subjetivo o la utilidad marginal.
De todos los economistas neoclásicos Bühm-Bawerk fue más lejos al cuestionar a Marx por su teoría del valor —la columna principal de todo su edificio lógico— y además por someter a crítica su explicación de la transformación de los valores en precios, es decir, el pasaje del tomo primero al tomo tercero de El Capital.
El eje de su impugnación afirma que entre la explicación marxiana del valor de las mercancías y su teoría de los precios de producción (que ya no se rigen por el plusvalor sino por la ganancia media) existiría una contradicción. Por un lado se desarrollaría la deducción lógico dialéctica de la teoría del valor, en una órbita "abstracta" y por otro carril, aparentemente inconexo, se desplegaría lo que sucede en la inmediatez cotidiana de la vida ordinaria (Bühm-Bawerk no lo aclara, pero se trata del mercado capitalista, pues a él jamás se le ocurre otra vida cotidiana que no sea la del mercado capitalista). En otras palabras, Bühm-Bawerk afirma que entre el tomo primero y el tercero de El Capital existe una contradicción (entendida como incoherencia, ya que por su epistemología de factura neopositivista —donde no faltan las abstracciones iniciales, pues Bühm-Bawerk no se limita a la inducción— se le escapa completamente la dialéctica de la esencia y la apariencia, la compleja relación entre la superficie apariencial de las mercancías y las conexiones de fondo de los productores de mercancías, el vínculo entre el mundo seudo concreto del individuo que consume en el mercado y sus condicionamientos a nivel macro determinados por la producción social). Según Bühm-Bawerk el primer tomo de El Capital defiende la pertinencia de la teoría del valor (que parte del presupuesto de que las mercancías se venden por sus valores de cambio, o sea, por el tiempo de trabajo socialmente necesario y determinado que tienen incorporado), mientras que en el tomo tercero, lo que se expone es la teoría de la tasa de ganancia media y los precios de producción, o sea que las mercancías no se venden por sus valores individuales ni por el trabajo particular que se invirtió en cada una de ellas (y la tajada particular de explotación que ellas encierran), sino por una medida mercantil promedio que se determina a partir de la igualación de las tasas de ganancia de los diversos capitales en las diversas ramas de producción. Según la crítica neoclásica elaborada por el impugnador austríaco de Marx, esta última formulación sería incoherente con la teoría expuesta en el primer tomo de la obra.
Frente a esta crítica, famosa, repetida (y plagiada) por muchos autores, hoy ya tradicional, sobre la relación entre valor de cambio y precio habría que recordar que en el primer tomo de El Capital el propio Marx aclara lo siguiente:
"Por tanto en la forma misma del precio está implícita la posibilidad de una incongruencia cuantitativa, de una divergencia, entre el precio y la magnitud del valor. No se trata, en modo alguno, de un defecto de esa forma, sino que al contrario, es eso lo que la adecua a un modo de producción en el cual la norma sólo puede imponerse como ley promedial que, en medio de la carencia de normas, actúa ciegamente. La forma del precio, sin embargo, no sólo admite la posibilidad de una incongruencia cuantitativa entre magnitud del valor y precio, o sea entre la magnitud del valor y su propia expresión dineraria, sino que además puede albergar una contradicción cualitativa"
Cuando Marx acomete esta aclaración, en la redacción de 1866-1867, ya había escrito los Manuscritos de 1861-1863, es decir que había desarrollado la crítica de la economía política clásica y vulgar en sus Teorías de la plusvalía. Polemizando precisamente con la economía vulgar (de la cual la economía neoclásica es fiel y leal continuadora...) Marx se había adelantado al argumento que muchos años más tarde popularizaría Bühm-Bawerk. Marx es plenamente consciente de que en la superficie apariencial del capitalismo los fenómenos mercantiles operan de manera distinta a los supuestos abstractos que metodológicamente él maneja en el tomo primero de El Capital. Siempre insistió en que la ciencia, en tanto teoría crítica, no puede ni debe subordinarse a la apariencia de superficie de los fenómenos inmediatos. Primero debe explicar las conexiones ocultas y esenciales (cuyas tendencias operan, dicho sea de paso, a largo plazo) para recién luego, a través de toda una cadena de eslabones y mediaciones, dar cuenta de sus manifestaciones fenoménicas de existencia en el plano de la apariencia (y en la coyuntura). Como ejemplo en este sentido, recordemos que Marx le reprochaba no sólo a la economía vulgar sino incluso a David Ricardo, máximo exponente de la economía científica clásica, haber comenzado su libro Principios de la economía política hablando desde el inicio de ganancia media y otras categorías que deberían explicarse previamente, apelando a mediaciones, para no caer en explicaciones circulares.
Entonces, ese aparente "desacuerdo" entre el tomo III y el tomo I de El Capital, es decir, esa discordancia entre la ganancia media y la plusvalía particular de cada firma y cada rama en las que opera el capital (o de los precios de producción y los valores de cambio de cada rama) —que Bühm-Bawerk se siente tan orgulloso y se vanagloria de haber "descubierto" varias décadas después...— ya estaba en la mente de Marx cuando escribe su obra. Por eso, al explicar en el Tomo I de El Capital la relación de los valores con los precios (su expresión dineraria) introduce aquella aclaración.
Ahora bien, ¿qué explicación aporta y propone Marx sobre semejante incongruencia cuantitativa y cualitativa? Según el propio Marx, dicha transformación constituye una clara expresión del fetichismo y la enajenación que convierten al capital en una "cosa" que adquiere vida propia, es decir, en un tótem, un fetiche que borra sus propias huellas de gestación. La incongruencia no constituye una falla o incoherencia lógica de la teoría, una falencia, una laguna heurística, un hueco explicativo. Por el contrario, es la realidad misma la que está invertida, la que genera permanentemente ese quid pro quo [tomar una cosa por otra] que tanto le gustaba resaltar a Marx. Es la realidad social del capitalismo la que oculta en los precios de mercado (accesibles a la vista y a la representación inmediata del sentido común de los consumidores individuales y los economistas vulgares y neoclásicos), determinados a su vez por los precios de producción, las heridas ocultas y "las cicatrices" invisibles de la explotación (sólo observables desde la teoría crítica científica); la que borra de la ganancia toda remisión a la producción y a la extracción de plusvalor, por lo tanto al valor, en consecuencia al trabajo abstracto que lo determina y al empleo de la fuerza de trabajo (en última instancia siempre forzado y despótico, a pesar de su apariencia contractual). No hacía falta esperar a Bühm-Bawerk, al marginalismo y a la "novedosa" economía neoclásica para advertir que uno de los principales supuestos del tomo primero de El Capital no se cumplen en la exposición del tomo tercero…
(continuará)
[ Fragmento de: Néstor KOHAN. “Nuestro Marx” ]
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