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NUESTRO MARX
Néstor Kohan
[ 078 ]
SEGUNDA PARTE
¿EL RETORNO DE MARX?
Génesis y desarrollo de la teoría crítica del fetichismo en la obra de Marx (1857-1873)
(…) Como una muestra más de que las oposiciones que constituían la base de su teoría de la enajenación no han desparecido en sus argumentos de madurez (aunque sí se han perfeccionado a través del descubrimiento de la noción clave de "trabajo abstracto" como más adelante analizaremos), Marx afirma que:
"La dominación del capitalista sobre el obrero es por consiguiente la de la cosa sobre el hombre, la del trabajo muerto sobre el trabajo vivo, la del producto sobre el productor, ya que en realidad las mercancías que se convierten en medios de dominación sobre los obreros (pero sólo como medios de la dominación del capital mismo), no son sino meros resultados del proceso de producción, los productos del mismo. [...] En la producción material, en el verdadero proceso de la vida social —pues esto es el proceso de la producción— se da exactamente la misma relación que en el terreno ideológico se presenta en la religión: la conversión del sujeto en objeto".
Ese proceso reviste a los ojos de Marx, que está construyendo una evaluación general del tomo I de El Capital para pasar a redactar los tomos II y III las siguiente característica:
" [...] ese proceso se presenta como el proceso de autovalorización del capital o, por mejor decir, del empobrecimiento del obrero, quien el valor creado por él produce al mismo tiempo como un valor que le es ajeno".
Esta ajenidad pertenece a las "condiciones de trabajo que se han vuelto autónomas y precisamente frente al obrero". Como conclusión de este fenómeno específicamente social Marx no deja margen a la duda:
"Se trata del proceso de enajenación de su propio trabajo".
Semejante crítica a la enajenación y al reinado de los fetiches resulta fundamental para poder comprender la categoría de "capital" en estos borradores del Capítulo VI inédito de El Capital.. En lugar del tótem todopoderoso de la máquina o del "factor de producción" supuestamente insustituible y pretendidamente irremplazable para toda la historia de la humanidad, Marx visualiza en las condiciones objetivas de existencia a
"este dinero y esta mercancía, estos medios de producción y medios de subsistencia, [que] se enfrentan a la capacidad de trabajo —despojada de toda riqueza objetiva— como poderes autónomos personificados en sus poseedores, el hecho de que, por tanto, las condiciones materiales necesarias para la realización del trabajo están enajenadas al obrero mismo, o más precisamente, se presentan como fetiches dotados de una voluntad y un alma propias; el hecho de que las mercancías figuran como compradoras de personas [...] los medios de producción compran al obrero para incorporarlo a los medios de producción".
En ese pasaje Marx recupera su propia teoría de la enajenación pero, él mismo lo afirma, la categoría de "fetiche" resulta todavía más precisa para explicar ese fenómeno de inversión de objeto y sujeto.
Después de insistir en la "enajenación del trabajo en la relación del capital" y en la explicación según la cual las principales premisas de la compra-venta de fuerza de trabajo reside en la enajenación y en las rupturas históricas ente el ser humano y sus condiciones de existencia, el autor de este manuscrito vuelve sobre el comienzo de los Grundrisse y el fetichismo del dinero para sostener una vez más que el dinero no es más que "la forma monetaria del capital" y "la forma general del trabajo objetivado". Una vez que deja en claro esto, pasa al otro elemento analizado críticamente en los Grundrisse, el fetichismo de la máquina.
Finalmente llega a redactar el pasaje que funcionará como mediación entre este manuscrito y el siguiente, el Tomo III de El Capital (comenzado en 1864). Se trata del fragmento titulado: "Mistificación del capital", donde Marx describe y explica el proceso por el cual las potencias del trabajo colectivo y cooperativo aparecen como potencias completamente autónomas y enajenadas, pertenecientes en forma absoluta y emanadas del fetiche del capital, dotado de vida propia. Allí escribe Marx:
"El capital emplea al trabajo («Capital employs labour»). Ya esta relación [es], en su sencillez, personificación de las cosas y reificación de las personas".
Al igual que en el tomo II de los Grundrisse aquí, en el Capítulo VI inédito, Marx vuelve sobre la maquinaria como opuesta al obrero, a partir del fetichismo que consiste en una apariencia según la cual este ente se contrapone como algo ajeno, objetivo y preexistente a la capacidad viva de trabajar, subordinándola y oprimiéndola.
Habiendo concluido los Manuscritos de 1861-1863, que llevarían el mismo título que el libro publicado poco antes, o sea Contribución a la crítica de la economía política (incluyendo entonces en 1861-1863 una nueva redacción del primer tomo de El Capital —ya que Marx comienza a redactar esos manuscritos por el cuaderno III, continuidad de los dos primeros que aparecen publicados en 1859, recuperación revisada de los temas ya abordados en los Grundrisse— y el tomo cuarto de El Capital, las Teorías de la plusvalía) y habiendo ya redactado el balance global del Tomo I, como Capítulo VI inédito, en 1864 y 1865 Marx se aboca a redactar los Tomos II y III de El Capital. En el orden de la investigación, de ambos tomos, es el tercero el que mantiene una continuidad directa con el primero, ya que en el Tomo III Marx ataca la teoría del valor pero ya no desde el ángulo y la perspectiva del orden esencial de las conexiones ocultas y profundas de la producción (donde se produce la explotación y se genera el plusvalor) sino desde el plano apariencial de las manifestaciones y oscilaciones visibles del mercado (donde los valores se transforman en precios de producción y éstos a su vez en precios de mercado, mientras el plusvalor se manifiesta y divide como ganancia industrial, interés bancario y renta terrateniente).
Al estar centrado en el horizonte apariencial, donde todo aparece invertido, trastocado y reificado, Marx vuelve a abordar la teoría del fetichismo, prolongando ahora sus elaboraciones del Tomo I que giraban en torno a la sociabilidad indirecta y cristalizada del trabajo abstracto bajo condiciones mercantiles capitalistas, el valor y la mercancía en el fetichismo de la ganancia bajo su máximo exponente: el interés bancario. Desde ese ángulo, redacta los capítulos 21 y 24 del tomo III, textos que aparecen publicados póstumamente por Engels, quien de todas formas se encarga de aclarar que esos capítulos específicos y los que lo acompañan (incluyendo del 21 al 24) "estaban elaborados en su mayor parte". Es decir, estaban listos para publicar, algo que no sucede con otros manuscritos de Marx que fueron retocados o incluso reelaborados por Engels.
En ese capítulo 21 ("El capital que devenga interés") Marx prepara el terreno macro conceptual que desplegará con mayor detalle en el 24 titulado "Enajenación de la relación de capital bajo la forma del capital que devenga interés". En él Marx retoma lo ya desarrollado al final de sus Manuscritos de 1861-1863, particularmente en "El ingreso y sus fuentes", la conclusión de las Teorías de la plusvalía. Marx comienza este capítulo afirmando, como lo había hecho en 1863, que:
"En el capital que devenga interés, la relación de capital alcanza su forma más enajenada, fetichista".
Luego de aclarar que en la fórmula del capital industrial [D – M – D'] al menos se mantenía presente la mediación, enajenada pero mediación al fin de cuentas, en la fórmula del capital que presta a interés [D – D']
"El capital aparece como la fuente misteriosa y autogeneradora del interés, de su propia multiplicación. La cosa (dinero, mercancía, valor) ya es capital como mera cosa, y el capital se manifiesta como mera cosa; el resultado del proceso total de reproducción aparece como un atributo que recae de por sí en una cosa [...] En el capital que devenga interés, por consiguiente, este fetiche automático —el valor que se valoriza a sí mismo, el dinero que incuba más dinero— se halla cristalizado, en forma pura, en una forma que ya no presenta los estigmas de su origen".
Reelaborando y retomando sus propias elucubraciones, Marx afirma que
"Aquí queda consumada la figura fetichista del capital y la idea del fetiche capitalista. En [D – D7 tenemos la forma no conceptual del capital, la inversión y cosificación de las relaciones de producción en la potencia suprema".
Hasta tal punto llega la autonomización y la vida propia que adquiere el capital bajo este proceso cosificador, enajenado y fetichista que Marx llega a escribir “deja corta toda fantasía".
¿Cuál es la raíz de semejante inversión? La misma que ya había descubierto en "El ingreso y sus fuentes" de 1863 y que venía pergeñando desde los Grundrisse:
"El producto de un trabajo pretérito, el propio trabajo pretérito, se halla preñado aquí, en sí y para sí, con una porción de plustrabajo vivo, presente o futuro".
Apelando una vez más al historicismo —el gran objetivo político a partir del cual escribió todos estos textos que desembocarán en El Capital— Marx no remite la enajenación y el fetichismo a los enigmas irresolubles e insondables de una supuesta alma humana. Por el contrario, la conclusión de este capítulo es bien política e histórica:
"el comando de los productos del trabajo pretérito sobre el plustrabajo vivo sólo dura, mientras dure la relación de capital".
Al finalizar los materiales que conforman ese mismo tomo tercero de la obra (que dicho sea de paso, queda inconcluso), Marx arremete nuevamente contra la economía vulgar y redacta, con ironía no disimulada ya desde el título, "La fórmula trinitaria", que corona la séptima sección del tomo III de El Capital. Según reconoce Engels, "la sección séptima estaba escrita en forma completa".
En ese capítulo, que de algún modo cierra toda la obra, Marx escribe acerca de un tema tan "puramente económico" como... "los misterios del proceso de producción capitalista". Y vuelve a insistir, como en los Grundrisse, como en la Contribución a la crítica de la economía política, como en los manuscritos de 1861-1863 (y como más adelante hará en el capítulo 25 del tomo I de El Capital con que
"el capital no es una cosa sino determinada relación social de producción perteneciente a determinada formación histórico-social y que se representa en una cosa y le confiere a ésta un carácter específicamente social [...] El capital son los medios de producción transformados en capital, medios que en sí distan de ser capital como el oro o la plata, en sí, de ser dinero".
¿Qué los hace ser capital? Pues el hecho de haberse vuelto "poderes autónomos", dentro de un proceso en el cual actúan "los productos como dominadores y adquirentes de sus productores" .
Al estar conformado por poderes "autonomizados" y "enajenados" el capital adquiere una "forma muy mística", pero detrás de la apariencia cosificada de ese misticismo, la mirada crítica de Marx sencillamente encuentra "formas sociales históricamente determinadas". Esa inversión fetichista ocurre y se desarrolla en la realidad misma del mercado capitalista. La teoría económica pretende justificarla, legitimarla, barnizarla con una aureola de supuesta (y falsa) cientificidad. El origen de ese fetichismo de la economía política reside en la confusión de "formas sociales" y "atributos sociales" (ganancia, interés, renta, salario) con "sustancias materiales" y "cosas físicas" (máquinas, oro, tierra, productos del trabajo útil y concreto).
El modo de producción capitalista, y más aun "en el caso del capital, que forma su categoría dominante" se eleva ese fetichismo al grado máximo y superlativo. Allí, en el capitalismo (plena modernidad),
"se pierde cada vez más el hilo de la conexión interna, las relaciones de producción se autonomizan unas respecto a otras y los componentes de valor se petrifican frente a otros en formas autónomas".
Prolongando entonces las conclusiones de "El ingreso y sus fuentes" y del capítulo 24 del mismo tomo tercero, Marx escribe:
"Si originariamente el capital apareció sobre la superficie de la circulación como un fetiche de capital, como un valor generador de valor, ahora se vuelve a presentar en la figura del capital que devenga interés como en su forma más enajenada y más característica".
No le sucede sólo al interés, aunque éste constituye la forma suprema del fetichismo. En realidad, Marx está recorriendo allí "la forma de la recíproca enajenación y esclerosamiento de las diferentes partes del plusvalor" (ganancia industrial, interés, renta) en las cuales "la conexión interna queda definitivamente desgarrada", cediendo en toda la línea al "misticismo", la "falsa apariencia", la “superchería", "la autonomización recíproca" y el ya mencionado “esclerosamiento". Allí sostiene que:
"En capital-ganancia o, mejor aún, capital-interés, suelo-renta de la tierra, trabajo-salario, en esta trinidad económica como conexión de los componentes del valor y de la riqueza en general con sus fuentes, está consumada la mistificación del modo de capitalista producción, la cosificación de las relaciones sociales, la amalgama directa de las relaciones materiales de producción con su determinación histórico-social: el mundo encantado, invertido y puesto de cabeza donde Monsieur le Capital y Madame la Terre rondan espectralmente como caracteres sociales y, al propio tiempo de manera directa, como meras cosas".
Todo el capítulo (que aunque estaba listo para ser publicado —según el coautor Engels y el comentarista Enrique Dussel— de todas formas queda inconcluso) se cierra con una comparación con otras formas sociales: "la antigüedad, la edad media y las comunidades primitivas". No casualmente, en este final y balance del tomo tercero (en realidad de los Manuscritos de 1863-1865), Marx vuelve a reiterar el gran objetivo político de todo El Capital: demostrar la historicidad específica del modo de producción capitalista. Por eso se cierra con una comparación histórica. El fetichismo del capital no es eterno.
En medio de la redacción de estos manuscritos, Marx participa de la fundación de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT o Primera Internacional). Jamás divorcia la teoría de la política, la ciencia de la lucha de clases. En medio de los debates de la Internacional, Marx pronuncia en 1865 la conferencia ‘Salario, precio y ganancia’. En ella la reflexión crítica sobre el fetichismo reaparece de manera inequívoca. Discutiendo con "el ciudadano Weston", integrante de la Internacional, Marx expone y escribe:
"La renta del suelo, el interés y la ganancia industrial no son más que otros tantos nombres diversos para expresar las diversas partes de la plusvalía de la mercancía o del trabajo no retribuido que en ella se materializa, y brotan todas por igual de esta fuente y sólo de ella".
Obviamente se trata de la misma perspectiva crítica del fetichismo que "El ingreso y sus fuentes" y "La fórmula trinitaria".
Aunque en la secuencia de la exposición lógica y en la edición final de la imprenta, el tomo tercero continua después que el segundo, por el tipo de investigación que estaba desarrollando Marx en sus manuscritos del período, la problemática del tomo tercero era más contigua a las del tomo primero, pues en ambos se analizaba la teoría del valor (en sus conexiones internas, ocultas y esenciales, dentro de la producción, en el primero; en sus vínculos aparienciales y en sus formas de manifestarse más superficiales, en el tercero). Por eso entre el tomo primero y el tercero existe un vínculo directo, aquel que va del valor al precio de producción y del valor social al precio de mercado, del plusvalor a la ganancia media, de la tasa de plusvalor a la tasa de ganancia media. Pero ambas planos de la teoría del valor (aquel que explica la interconexión determinante, condicionante y oculta de los procesos sociales, sólo alcanzable y observable a través de la teoría crítica; y aquel otro condicionado y determinado, fácilmente accesible a la conciencia inmediata de los agentes económicos en el mercado) no se limitan a explicar el funcionamiento de capitales homogéneos e individuales. La escala de análisis en la que se despliega el discurso crítico de Marx comienza con grandes supuestos, como que el capital es homogéneo y unitario, o que todas las mercancías que se producen se venden y todo valor generado en la producción se realiza en el mercado y en la circulación. Pero el funcionamiento real del capitalismo no se limita a esos supuestos, que poseen un carácter puramente metodológico. En realidad, el capitalismo abarca la producción y la circulación; no existe un único capital sino muchos, no hay una única rama de la producción sino varias, no sólo se produce para el consumo (sea obrero o suntuario) sino también se producen medios de producción y los capitales no realizan de manera automática aquello que producen a través de la explotación del trabajo asalariado de la fuerza de trabajo. Esa la razón por la que existe posibilidad permanente de crisis. La lucha de clases atraviesa no sólo a la sociedad capitalista sino también al imponente edificio lógico construido por Marx para explicarla. De allí que el autor de El Capital haya necesitado continuar su investigación en otra escala de análisis, a nivel macro, donde los capitales se reproducen (o no) a nivel social global. Para poder desplegar ese nivel de análisis redacta a partir de 1865 los Manuscritos que más tarde, gracias a la ayuda de su albacea, compañero y leal amigo Engels, constituirán el Tomo II de El Capital. En ellos, los más "áridos", es decir, los más estrictamente "económicos" de todos los escritos de Marx también está presente el punto de vista crítico del fetichismo.
En ellos, refiriéndose a la reproducción del capital a escala ampliada y a nivel social global, cuando Marx se refiere a la adquisición por parte del capital (bajo la forma dinero) de "fuerza de trabajo, medios de producción producidos y fuentes naturales de la riqueza", el autor de El Capital insiste una y otra vez en que los medios de producción —donde incluye la maquinaria y la ciencia aplicada a la producción continua y repetida del capital, como tecnología, asignándole incluso uno de los dos sectores básicos de la economía capitalista, el de producción de medios de producción— son "producidos". De esta manera, aún en sus escritos más estrictamente "económicos" recupera la crítica al fetichismo de la máquina mistificada y enaltecida por la cosificación de la economía política capitalista bajo la categoría de "capital fijo" que oculta la explotación de la fuerza de trabajo vivo y su extracción de plusvalor— sobre el que ya había indagado en la segunda parte de los Grundrisse, cuya reflexión había continuado y a su vez profundizado en el Capítulo VI inédito de El Capital, como ya vimos. La propuesta de poner en primer plano la distinción entre capital constante y variable por sobre la de fijo y circulante apunta precisamente a esta desmitificación del fetichismo de la máquina como generadora de plusvalor, cuando en realidad es la fuerza de trabajo viva la que lo produce.
Finalmente, luego de haber escrito los primeros borradores de El Capital de 1857-1858 (los Grundrisse), la Contribución a la crítica de la economía política de 1859, los Manuscritos de 1861-1863 y los nuevos Cuadernos redactados entre 1863- 1865, Marx encara una nueva redacción del primer tomo de El Capital, ahora sí, destinada al gran público, en primer lugar a la clase obrera (al menos esa era su intención). Fue necesario para él haber recorrido todo ese camino previo de investigación teórica e histórica para poder encarar con seriedad y meticulosidad extrema la exposición lógica de los resultados de lo que sí estaba seguro (aquellos sobre los que mantenía aún dudas o no había podido terminar de pulir al detalle, no irían a la imprenta, permanecerían inéditos).
En ese momento, entre el 1 de enero de 1866 y marzo de 1867, Marx se dispone a revisar y redactar la primera versión de imprenta del primer tomo de El Capital, que incluye una elaboración madura de la teoría del fetichismo, en parte modificada en la segunda edición, en la cual esta problemática aparece por primera vez separada del resto del primer capítulo del tomo primero de El Capital, destacada con título aparte y específico: "El fetichismo de la mercancía y su secreto".
Pensando en esta segunda edición (que finalmente verá la luz en 1873) Marx tiene en mente hacerle correcciones a la primera de 1867. Para ello emprende una nueva redacción del capítulo primero del primer tomo de El Capital. Así se lo comunica y hace saber dos años antes de que esa nueva redacción fuera enviada a la imprenta, en junio de 1871, a su traductor al ruso Danielson (quien, dicho sea de paso, tradujo –exceptuando las Teorías de la plusvalía— los restantes tres tomos de El Capital), aunque el trabajo lo venía realizando desde 1869. En ese mismo sentido Marx le escribe a Laura (una de sus hijas, compañera de Paul Lafargue), el 18 de diciembre de 1871, confesándole que "es una coincidencia feliz que justo ahora se haga necesaria la segunda edición. Estoy totalmente abocado a ella".
Como ya habíamos adelantado, esta nueva versión del capítulo primero sobre la teoría del valor que aparecerá en la edición de 1873 incorpora y amalgama cuatro textos diferentes: (a) la versión del capítulo primero del Tomo I de El Capital tal como fue publicado en 1867, (b) unas escasas páginas nuevas redactadas entre 1871 y 1872, (c) partes del apéndice sobre "La forma de valor" (escrito por sugerencia de Kugelmann) que en la edición de 1867 se publicaba aparte y finalmente, (d) una reescritura del último subcapítulo, ahora encabezado con título propio: "El fetichismo de la mercancía y su secreto".
Si en la versión de 1867 Marx escribía en el capítulo primero que: "En lo sucesivo, cuando empleamos la palabra «valor» sin otra determinación adicional, nos referimos siempre al valor de cambio", en la segunda versión de 1873 esta nota aclaratoria desaparece y es eliminada. Por eso en la segunda edición Marx escribe:
"Dicho proceso suscita un desdoblamiento de la mercancía en mercancía y dinero, una antítesis externa en la que aquella representa su antítesis inmanente de valor de uso y valor".
Adviértase que Marx no escribe ahora "valor de uso y valor de cambio", sino "valor de uso y valor", diferenciando este último de su expresión cuantitativa. Esta neta diferenciación entre valor de cambio y valor (diferencia que presupone e implica una doble dimensión de la teoría del valor, cuantitativa y cualitativa, esta última estrechamente vinculada a la teoría crítica del fetichismo), que no siempre estaba tan nítida ni transparente en la redacción de 1867, se reitera muchas veces en la nueva redacción de 1873. Haber podido identificar claramente y delimitar al detalle en la exposición y derivación lógico-dialéctica la diferencia entre valor de cambio y valor, es decir, entre tiempo de trabajo socialmente necesario y trabajo abstracto en su dimensión específicamente cualitativa, será la base para poder exponer el nexo inmanente entre trabajo abstracto y cosificación de los nexos entre los sujetos, entre sociabilidad indirecta y reificación de las relaciones sociales, entre la mediación del intercambio y el equivalente general y la personificación de los productos del trabajo humano realizado en condiciones mercantiles.
En consecuencia, la teoría crítica del fetichismo, tal como aparece expuesta en la segunda edición de 1873 constituye el punto de llegada de quince años (iniciados en los Grundrisse) de pacientes investigaciones de madurez y de miles y miles de páginas manuscritas donde Marx iba elaborando y reelaborando dicha teoría a lo largo de todos los tomos y de las numerosas redacciones de El Capital.
La teoría crítica del fetichismo, entonces, se encuentra al comienzo y al final de El Capital. Está presente desde el tomo primero hasta el cuarto, pasado por el segundo y el tercero. Su exposición lógica es inseparable de la comprensión de las categorías de "trabajo abstracto" y de "valor" (en su dimensión cualitativa), de los cuales la noción de "capital que rinde interés" constituye un derivado a través de las mediaciones intermedias del plusvalor y de la ganancia (de la que aquel forma parte).
Por lo tanto, sin la noción de "trabajo abstracto" —que Marx recién descubre en sus escritos de madurez, diferenciándolo del trabajo útil y concreto—, la teoría crítica del fetichismo queda trunca. De donde se infiere que la teoría juvenil de la alienación —tal como aparece expuesta en los Manuscritos económico filosóficos de 1844— no es exactamente igual a la teoría del fetichismo, que la integra dentro suyo en un todo mayor, que posee una capacidad explicativa más amplia, como más adelante analizaremos.
La teoría crítica del fetichismo, en consecuencia, comienza exponiéndose por el dinero, el capital y las máquinas en 1857-1858. También está presente en 1859, centrada ya en el fetichismo del trabajo abstracto y el valor. Luego reaparece en 1861-1863 en el análisis crítico del ingreso y sus fuentes, donde el interés se delimita como la forma fetichista más extrema (la más irracional, mistificada, carente de concepto y contenido), marcando la transición hacia el período 1863-1865, donde se vuelve a insistir con el interés, primero, y luego con la confusión de sustancias materiales y formas sociales (como explicación válida para comprender la metafísica de la economía política), ya no sólo en el interés sino también en la ganancia industrial, la renta del suelo y el trabajo asalariado. Finalmente, tanto en 1867 como en 1873 la teoría se expone en su máxima potencia explicativa y en su grado máximo de rigurosidad, ya no centrada en el dinero, el capital, el interés bancario, la renta del suelo o la máquina sino partiendo de la mercancía, su valor (netamente diferenciado, en la última versión de la obra, del valor de cambio), el trabajo abstracto y de allí en más, en la forma del equivalente general devenido sujeto, como capital, que subordina y generaliza la cosificación hacia el conjunto de todas las otras relaciones sociales y categorías económicas que pretenden legitimarlas.
¡Cuánta tinta y cuantos árboles sacrificados para fabricar papel se hubieran ahorrado en las polémicas de la década del '60 (debate que más adelante sintetizaremos en sus principales exponentes antagónicos) si se hubiera podido consultar esa inmensa masa de manuscritos redactados a lo largo de quince años de investigación científica (proyecto que no tenía nada que ver con Ludwig Feuerbach...) a través de los cuales Marx elaboró una y otra vez su reflexión sobre el fetichismo del conjunto de la sociedad capitalista, en primer lugar, y de las categorías de la economía política que infructuosamente intenta defenderla y legitimarla, en segunda instancia!
Aclarado este punto, y habiendo recorrido la génesis histórica de las diversas fases de madurez a lo largo de las cuales Marx fue pergeñando, elaborando y exponiendo su teoría crítica, de aquí en más, nos dedicamos a analizar algunos problemas y debates particulares de la misma tomando entonces como referencia —ya hemos fundamentado las razones de esta decisión— la versión última de la teoría del fetichismo (la alemana de 1873) que Marx redactó, revisó y corrigió en vida…
(continuará)
[ Fragmento de: Néstor KOHAN. “Nuestro Marx” ]
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