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EL FOLLETO JUNIOS
La crisis de la socialdemocracia
Rosa LUXEMBURGO
[09]
IV. La expansión imperialista alemana
(…) Desde que se produjo el viraje imperialista en la política alemana se modificaron también sus relaciones con Austria. Austria-Hungría se encuentra entre Alemania y los Balcanes, o sea, en el cambio hacia el foco de la política alemana en Oriente. Pero tener Austria como enemiga, dado el aislamiento general en que había caído Alemania con su política, equivalía a renunciar a todos los planes respecto de su política mundial. Pero aun en el caso del debilitamiento y de la ruina de Austria-Hungría, que implicaría la liquidación inmediata de Turquía y un gran fortalecimiento de Rusia, de los Estados de los Balcanes y de Inglaterra, se produciría la realización de la unidad territorial nacional y el reforzamiento de Alemania; pero la política imperialista del Reich alemán sería condenada a muerte. (29) La salvación y conservación de la monarquía de los Habsburgo pasó a ser lógicamente una tarea accesoria del imperialismo alemán, del mismo modo que el mantenimiento de Turquía fue esa tarea principal.
Pero Austria significa un permanente y latente estado de guerra en los Balcanes. Desde que el proceso irreversible de la disolución de Turquía condujera a la formación y fortalecimiento de los Estados balcánicos en la inmediata proximidad de Austria, comenzó también el conflicto entre el Estado de los Habsburgo y sus jóvenes vecinos. Es evidente que el nacimiento de Estados nacionales independientes y capaces de supervivencia en vecindad de una monarquía, configurada por fragmentos de esas mismas nacionalidades, a las que sólo sabe gobernar bajo la férula de las disposiciones dictatoriales, debía acelerar su descomposición. La incapacidad interna de Austria se mostró en su política balcánica y especialmente en sus relaciones con Serbia. Austria, a pesar de sus apetitos imperialistas, que se orientaban indiscriminadamente ya hacia, Salónica ya hacia Durazzo, no estaba en condiciones de anexionarse Serbia, ni siquiera cuando no había aún alcanzado el crecimiento y la expansión, resultado de las dos guerras de los Balcanes. Con la incorporación de Serbia, Austria habría fortalecido en su seno de manera peligrosa a una de las nacionalidades eslavas más rebeldes del Sur, a la que apenas hubiese podido refrenar a pesar del régimen estúpido y brutal de su reacción. (30)
Sin embargo, Austria no podía tolerar el desarrollo autónomo de Serbia, ni la obtención de beneficios mediante normales relaciones comerciales; la monarquía de los Habsburgo no es la organización política de un Estado burgués, sino únicamente un sindicato inconexo de algunas camarillas de parásitos sociales que quieren recoger a manos llenas, utilizando los medios de poder estatales, mientras se mantenga el podrido tinglado de la monarquía.
En interés de los agricultores húngaros y con el fin de encarecer artificialmente los productos del campo, Austria prohibió a Serbia la exportación de ganado y fruta, privando a este país agrícola del mercado principal de sus productos. En beneficio de los industriales cárteles austriacos obligó a Serbia a importar productos industriales a precios elevadísimos únicamente de Austria. Con el fin de mantener a Serbia en una dependencia económica y política, le impidió procurarse en el Oeste, mediante una alianza con Bulgaria, el acceso al mar Negro, y en el Occidente, mediante la adquisición de un puerto en Albania, el acceso al Adriático. La política de Austria en los Balcanes se orientaba al estrangulamiento de Serbia. Trataba, al mismo tiempo, de impedir todo acercamiento mutuo y el auge interno de los Estados balcánicos en general, que constituía para ella un peligro permanente. El imperialismo austriaco amenazaba continuamente la existencia y las posibilidades de desarrollo de los Estados balcánicos, tanto con la anexión de Bosnia como por sus pretensiones en Sandschak, Novibazar y Salónica, en la costa albanesa. En aras de estas tendencias austriacas, y debido a la competencia italiana, después de la segunda guerra de los Balcanes, fue creada la imagen ridícula de una “Albania independiente” bajo un príncipe alemán, que desde el primer momento no fue más que un juguete de las intrigas de los rivales imperialistas.
De esta forma, la política imperialista de Austria en la última década se convirtió en un freno para el normal desarrollo de los Balcanes y condujo por sí misma al inevitable dilema: ¡O la monarquía de los Habsburgo o el desarrollo capitalista de los Estados balcánicos! Los Balcanes, que se habían emancipado de la dominación turca, se veían enfrentados a una segunda tarea: eliminar el obstáculo austriaco. La liquidación de Austria-Hungría. históricamente no es más que la prosecución del derrumbamiento de Turquía y de la necesidad del proceso de evolución histórica.
Pero este dilema no tenía otra solución que la guerra, y, en este caso, la guerra mundial. Tras Serbia se encontraba Rusia, que ni podía renunciar a su influencia en los Balcanes ni a su papel de “protector”, sin comprometer todo su programa imperialista en Oriente. En contradicción directa con la política austriaca, la política rusa estaba orientada a fusionar los Estados balcánicos, naturalmente, bajo un protectorado ruso.
La Confederación balcánica, cuya guerra victoriosa en 1912 casi había acabado con la Turquía europea, era obra de Rusia, y en sus intenciones entraba dirigir sus fuerzas principalmente contra Austria. Bien es verdad que, pese a todos los esfuerzos de Rusia, la Confederación balcánica se fragmentó rápidamente en la segunda guerra de los Balcanes, pero Serbia, que resultó victoriosa de esa guerra, estaba obligada a la alianza con Rusia en la medida en que Austria se convertía en su enemigo mortal. Alemania, unida al destino de la monarquía de los Habsburgo, se vio obligada a dar su apoyo a la política archirreaccionaria de ésta en los Balcanes y enfrentarse a Rusia en un conflicto doblemente agudo.
La política austriaca en los Balcanes condujo además al enfrentamiento con Italia, que estaba vivamente interesada en la liquidación tanto de Austria como de Turquía. El imperialismo italiano encuentra, en las posesiones austriacas en Italia, el pretexto más próximo y cómodo, por ser el más popular, para sus apetitos expansionistas, que, dado el nuevo orden de cosas en los Balcanes, se dirigen sobre todo hacia las cercanas costas albanesas del Adriático. La alianza tripartita, que ya en la guerra de Trípoli había sufrido un duro golpe, se desmorona completamente por la aguda crisis que siguió a las dos guerras balcánicas, enfrentando a las dos potencias centrales con todo el mundo. El imperialismo alemán, encadenado a dos cadáveres putrefactos, caminaba en la línea recta hacia la guerra mundial.
El camino hacia la guerra era, por otra parte, completamente consciente. Austria era la principal fuerza impulsora, que corría ciega y fatalmente hacia su perdición desde hacía años. Su camarilla dominante, clerical y militar, con el archiduque Francisco Fernando, y su hombre de confianza, el barón von Chlumezki a la cabeza, buscaba afanosamente pretextos para lanzarse al ataque. En 1909, para desatar el necesario furor bélico en los países alemanes, hizo preparar por el profesor Friedmann los célebres documentos que ponían al descubierto una extendida y diabólica conjura, de los serbios contra la monarquía de los Habsburgo, y que sólo tenían el pequeño defecto de estar falsificados desde la A a la Z. Algunos años más tarde, la noticia diariamente difundida del terrible martirio a que estaba sometido el cónsul austriaco Prohaska en Usküb, habría de ser la chispa que cayera sobre el barril de pólvora; mientras tanto Prohaska, feliz y contento, se paseaba silbando por las calles de Usküb. Finalmente, se produjo el atentado de Sarajevo, un auténtico crimen indignante y largamente deseado. “Si un sacrificio ha tenido alguna vez un efecto liberador y redentor, fue en esta ocasión”, gritaron jubilosos los portavoces del imperialismo alemán. Los imperialistas austriacos gritaron más fuerte y decidieron utilizar los cadáveres de los archiduques mientras estaban aún frescos. (31)
Tras el rápido entendimiento con Berlín, se acordó la guerra y se envió el ultimátum que sería la antorcha que prendería fuego por los cuatro costados al mundo capitalista.
El incidente de Sarajevo no hizo más que proporcionar el pretexto. Las causas y los antagonismos que llevaban a la guerra estaban maduros desde hacía ya mucho tiempo; el panorama que presenciamos hoy estaba listo desde hacía una década. Cada año y cada acontecimiento político de los últimos tiempos la acercaban un poco más: la revolución turca, la anexión de Bosnia, la crisis de Marruecos, la expedición de Trípoli, las dos guerras de los Balcanes.
Todos los proyectos militares de los últimos años estaban directamente relacionados con esa guerra, su preparación consciente para el inevitable ajuste de cuentas general. Por cinco veces, en el curso de los últimos años, estuvo a punto de estallar la actual guerra: en el verano de 1905, cuando Alemania anunció por primera vez, de manera perentoria, sus pretensiones en Marruecos; en el verano de 1908, cuando Rusia, Inglaterra y Francia, después del encuentro de los monarcas en Reval debido a la cuestión macedónica, querían enviar un ultimátum a Turquía, y Alemania estaba dispuesta a lanzarse a la guerra en su defensa, que sólo impidió la súbita irrupción de la revolución turca; (32) a comienzos de 1909, cuando Rusia respondía con la movilización ante la anexión austriaca de Bosnia, y que dio ocasión para que Alemania declarase formalmente en San Petersburgo que estaba dispuesta a ir a la guerra al lado de Austria; en el verano de 1911, cuando el Panther fue enviado a Agadir, y que hubiera provocado el desencadenamiento de la guerra si Alemania no hubiera renunciado a su parte en Marruecos y dejado indemnizar con el Congo; y, finalmente, a comienzos de 1913, cuando Alemania, ante la proyectada invasión de Rusia en Armenia, declaró formalmente, por segunda vez, en San Petersburgo, que estaba preparada para la guerra.
La actual guerra mundial flotaba en el aire desde hacía ocho años. Si fue aplazada una y otra vez, se debió únicamente a que cada una de las partes contendientes no había acabado todavía los preparativos militares. La aventura del Panther en 1911 hizo madurar particularmente la actual guerra mundial...; sin el asesinato de la pareja archiducal, sin aviones franceses sobre Nuremberg y sin invasión rusa en Prusia oriental, Alemania no hizo más que postergarla hasta el momento que le pareció oportuno. Basta con leer las francas declaraciones de los imperialistas alemanes: “Los llamados círculos ‘panalemanes’ reprochaban la debilidad de la política alemana durante la crisis de Marruecos en 1911; para acabar con esta falsa idea es necesario recordar que cuando enviamos el Panther a Agadir, la reconstrucción del canal del Báltico se encontraba en plena obra, que estaban lejos de terminarse las obras que harían de Helgoland una gran base naval, y que la relación de fuerzas entre nuestra flota y la potencia naval inglesa en acorazados y armamento auxiliar nos era más desfavorable que tres años más tarde.
Tanto el canal como Helgoland, o el poderío de nuestra flota, se encontraban en comparación con el presente año de 1914 en gran parte muy atrasadas y en parte todavía inutilizables para la guerra. En situación tal, y sabiendo que algo más tarde se tendrían oportunidades mucho más favorables, hubiera sido sencillamente una locura haber querido provocar una guerra decisiva”.(33)
En primer lugar, era necesario acondicionar la flota alemana e imponer en el Reichstag los grandes proyectos militares. En el verano de 1914, Alemania se sentía preparada para la guerra, mientras que en Francia se trabajaba todavía para lograr el servicio militar de tres años, y Rusia no tenía listos ni el programa naval ni el del ejército de tierra. Se trataba de aprovechar la situación. El mismo Rohrbach, que no sólo es el portavoz más serio del imperialismo alemán, sino casi su portavoz oficioso, por sus contactos directos con los círculos dirigentes de la política alemana, escribe refiriéndose a la situación alemana de 1914:
“Nuestra principal preocupación, tanto para Alemania como para Austria-Hungría, consistía en que, debido a la temporal y aparente actitud conciliadora de Rusia, podíamos vernos obligados a esperar hasta que Rusia y Francia estuviesen verdaderamente preparadas”. (34)
Con otras palabras: la preocupación principal en julio de 1914 era que la “acción por la paz” del gobierno alemán pudiera tener éxito, que Rusia y Serbia pudiesen ceder. Se trataba de obligarlas a la guerra. Tuvimos éxito:
“Con profundo dolor vimos cómo fracasaban nuestros incansables esfuerzos dirigidos al mantenimiento de la paz mundial..., etc”.
Cuando los batallones alemanes invadieron Bélgica, cuando el Reichstag alemán fue colocado ante el hecho consumado de la guerra y del estado de sitio, no había por qué sentirse sorprendidos, puesto que no se trataba de algo inesperado, de una situación inaudita, de un acontecimiento que pudiera significar, por sus nexos políticos, una sorpresa para la fracción socialdemócrata. La guerra mundial comenzada oficialmente el 4 de agosto era la misma por la que trabajaba incansablemente desde hacía décadas la política imperialista alemana e internacional; la misma cuya proximidad profetizaba cada año, desde hacía una década, la socialdemocracia alemana con igual e incansable insistencia; la misma que condenaron miles de veces los parlamentarios, los periódicos y los folletos socialdemócratas como un frívolo crimen imperialista, que no tenía nada que ver ni con la civilización, ni con los intereses nacionales, sino que, más bien, estaba en contradicción con ambos.
Y, efectivamente, en esta guerra no se trataba de “la existencia y del desarrollo libre de Alemania”, como se dice en la declaración de la fracción socialdemócrata, ni tampoco se trataba de la civilización alemana, como escribe la prensa socialdemócrata, sino de los beneficios actuales del Deutsche Bank en la Turquía asiática y de los futuros de los Mannesmann y los Krupp en Marruecos; estaba en juego la existencia de Austria y de su régimen reaccionario, de ese “montón de podredumbre organizada que se llamaba monarquía de los Habsburgo”, como escribía el Vorwarts del 25 de julio de 1914; los cerdos y las ciruelas húngaros; el parágrafo 14 y la cultura Friedmann-Prohaska; el mantenimiento del poder turco de los baschibuzukis en Asia Menor y la contrarrevolución en los Balcanes.
Una gran parte de nuestra prensa del partido se encontraba moralmente indignada porque los enemigos de Alemania llevaran a la guerra a “gentes de color y a los salvajes”, negros, sijs y maoríes. Pues bien, esos pueblos desempeñan en la guerra actual aproximadamente el mismo papel que el desempeñado por los proletarios socialistas de los Estados europeos. Y si los maoríes de Nueva Zelanda, según los informes de Reuter, ardían en deseos de dejarse romper la crisma por el rey inglés, demostraban poseer igual conciencia de sus intereses propios que la fracción alemana socialdemócrata, cuando confundía la conservación de la monarquía de los Habsburgo, de Turquía y de los tesoros del Deutsche Bank con la existencia, la libertad y la cultura del pueblo alemán. Pese a todo, existe una gran diferencia: hace una generación, los maoríes se dedicaban al canibalismo y no a la teoría marxista…
(continuará)
NOTAS
(29) En el panfleto imperialista ¿Por qué la guerra alemana? leemos: “Rusia ya ha tratado antes de engatusarnos, ofreciéndonos a nosotros, alemanes y austriacos, a aquellos 10.000.000 de alemanes que tuvieron que quedar fuera de nuestra unificación nacional de 1866 y 1870-1871. Si les entregábamos a la vieja monarquía de los Habsburgo, podríamos obtener la recompensa por la traición”. (N. de la A.)
(30) ‘El Kolnische Zeitung’ escribía después del atentado de Sarajevo, es decir, en vísperas de la guerra, cuando las cartas de la política alemana oficial no habían sido descubiertas todavía:
“Quien no esté al tanto de la situación se preguntará por qué Austria, pese a los favores que le ha hecho a Bosnia, no sólo no es querida en el país, sino directamente odiada por los serbios, que constituyen el 42% de la población. La respuesta sólo la sabrá el verdadero conocedor del pueblo y de las condiciones en él imperantes: el forastero, el habituado a los conceptos y hechos europeos, se quedará sin entenderlo. La respuesta es clara y sencillamente: la administración de Bosnia estaba completamente equivocada en su orientación y en sus ideas básicas, y de ello tiene la culpa el desconocimiento vituperable que impera todavía hoy, después de más de una generación (desde la ocupación), sobre los hechos reales en el país”. (N. de la A.)
(31) Warum es der deutsche Kreieg ist? (¿Por qué la guerra alemana?) pág. 18. El órgano de la camarilla del duque, Gross-Oesterreich, escribía semana tras semana incendiarios artículos en el siguiente estilo:
“Si se quiere vengar la muerte del duque y príncipe heredero Francisco Fernando de una forma digna de su manera y sentir, entonces habrá que cumplir lo más rápidamente posible el legado político de esta víctima inocente del funesto desarrollo de las relaciones en el sur del imperio.
Desde hace seis años esperamos la resolución final de todas las tensiones agobiantes que sentimos con tan insoportable pena en toda nuestra política. “Porque sabemos que sólo con una guerra puede nacer la Austria nueva y grande, la gran Austria feliz que libere a sus pueblos, por eso queremos la guerra. Queremos la guerra porque tenemos la íntima convicción de que sólo mediante una guerra podrá ser alcanzado nuestro ideal de una forma radical y repentina: una gran Austria, en la que la idea estatal austriaca, la misión austriaca de llevar a los pueblos de los Balcanes la libertad y la cultura, florezca bajo el resplandor de un futuro grande y feliz.
Desde que el Gran hombre está muerto, cuya fuerte mano y cuya indomable energía hubieran creado de la noche a la mañana una Gran Austria, desde entonces la guerra es nuestra única esperanza.
¡Es la última carta a la que nos lo jugamos todo!
La gran excitación que impera en Austria y en Hungría contra Serbia, desde ese atentado, conducirá quizá a la explosión contra Serbia y, en su curso ulterior, también contra Rusia.
El duque Francisco Fernando fue el único que pudo preparar, aunque no pudo realizarla, esa gran idea imperial. Ojalá sea su muerte la ofrenda que era necesaria para que se extendiera la llama imperial sobre toda Austria”. (N. de la A.)
(32) Naturalmente, en los círculos de la política alemana se estaba informado de esto, y ya hoy no se revela ningún secreto al decir que, al igual que las otras flotas europeas, también las fuerzas navales alemanas se encontraban en aquel entonces en un inmediato estado de preparación bélica” (Rohrbach, Der Krieg und die deutsche Politik, pág. 32. (La guerra y la política alemana). (N. de la A.)
(33) Rohrbach, Der Krieg und die deutsche Politik, pág. 41. (N. de la A.)”
(34) Ibídem, pág. 83. (N. de la A.)
[ Fragmento de: Rosa LUXEMBURGO. “La crisis de la socialdemocracia” ]
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