miércoles, 30 de noviembre de 2022

 

896

 

LA COLUMNA DE LA MUERTE

El avance del ejército franquista de Sevilla a Badajoz

 

Francisco Espinosa Maestre

 

[ 024 ]

 

 

2

LA TOMA DE BADAJOZ

 

(…)

 

El saqueo de la ciudad

 

¿Cómo vivieron estos hechos los que estaban dentro de la ciudad? Veamos dos testimonios inmediatos de personas que pudieron huir. El primero anónimo:

 

Al entrar las fuerzas en el Campo de San Juan y Plaza de San Juan fusilaron 78, posteriormente fusilaron a don Luis y don Carlos Pla, el dentista sr. Vives, al sr. Campini y todos los redactores de Vanguardia, el inspector del Hospital Provincial sr. Cabeza, al dr. Comandante sr. Villa, ignorándose el paradero del dr. don Alejo García, todos de izquierdas, entre otros muchos que se ignora el paradero de ellos suponiendo que estén también fusilados. Después fusilaron al coronel del Regimiento sr. Cantero, al comandante sr. Alonso y al sr. Vega de la Guardia Civil. Después saquearon todos los comercios de significados izquierdistas de la Capital, vendiendo los moros por las calles los géneros como querían comprárselos sin mirar los precios. Posterior a todo esto, como en la frontera de Portugal hay dos o tres mil personas los moros vienen en camionetas y se los llevan por levas y no se vuelve a saber de ellos, este señor puede garantizar que ha visto tres camionetas que van a Portugal (frontera de Caia) y los que los fascistas indican como reos son transportados en la misma y trasladados a Badajoz sin saber lo que les haya podido pasar, estos viajes los hacen diariamente. En Almendralejo fusilaron 1200 hombres y 200 mujeres. En Mérida se calcula que hayan muerto, dicho a mí mismo por los médicos que acompañan a la Columna del Sr. Castejón, unas 2000 personas, asimismo se calcula en Badajoz unas 4/4500 personas. Le han prendido fuego al teatro López de Ayala, estando completamente en ruina. Estas son las noticias que no muy detalladas puede dar el Sr. (nombre tachado), pero que mañana por correo y certificado enviará más detalles de suma importancia para una información interesante.

 

Y el segundo, del doctor Francisco Riudavetz, uno de los que pudieron llegar a zona republicana a bordo del Nyassa:

 

El ataque por parte de los facciosos de la gran columna con moros y legionarios procedentes de Andalucía comenzó con una tan terrible preparación de artillería y aviación y con un bombardeo tan horroroso y prolongado que la población, aterrorizada y cogida casi por sorpresa, se dejó dominar por el pánico entregándose a los invasores. La entrada de éstos en Badajoz fue algo terriblemente espantoso. El saqueo, los atropellos de toda clase a la población civil, los asesinatos de gente indefensa, etc., fueron la nota constante. Esta ignominia culminará con el fusilamiento de centenares de obreros en la plaza de toros por los falangistas, tal como ha explicado la prensa mundial.

 

Hubo una matanza inicial en la que cayeron milicianos, carabineros, militares y todo vecino que se puso a tiro. Como narró en sus memorias Amet Handi Hassen Bey, uno de los enlaces de Asensio, el cuartel de carabineros estaba «repleto de cadáveres». Paralelamente se efectuaron numerosos registros y cientos de detenciones. Los que no eran eliminados in situ fueron enviados a la Plaza de Toros, pero no al ruedo sino a los espacios interiores que existían en tan particular construcción, incrustada en uno de los baluartes de la muralla. El exterminio de los recluidos y el trasiego del traslado de cadáveres al cementerio comenzó la misma noche del día 14. Puesto que de allí no había otra forma de salir que el aval de alguien bien situado, muchos familiares se movilizaron para salvar a los suyos, buscando quien los pudiera amparar. Miguel Pérez Blasco, el director de la prisión Provincial, por ejemplo, fue acusado unos meses después de «sacar» de la plaza de toros a muchos ferroviarios de la ciudad. Según otro testimonio,

 

en la plaza de toros de Badajoz, los nacionales metían a todos los dudosos, el que era acreditado por alguien, quedaba en libertad. Días después, ya en la cárcel, suponemos una vez realizada esta depuración, sacaban cada día a cien presos y los fusilaban…

 

Sabemos algo de lo ocurrido tras la ocupación de la ciudad por la información ordenada desde la II División para esclarecer la desaparición de objetos robados. Como se ha dicho antes, las fuerzas invasoras dedicaron la tarde del día 14 a arramplar con todo lo que pudieron rapiñar de casas, bares y comercios. Cada uno cogió lo que pudo. Según se lee en El fascismo sobre Extremadura, empezaron por San Juan,

 

lugar donde está emplazado el mejor comercio de la población, y saquearon el bar «El Águila», centro de reunión de izquierdistas, la relojería de Buiza, de la que se llevaron más de 800 000 pesetas en relojes, el establecimiento de ropas La Paloma, el de tejidos de Villarreal, el bar Ideal, El Salón Mainú, … el comercio de Las Delicias, todos los estancos, la relojería de Carvajal y todas aquellas tiendas donde sospechaban que pudiera haber objetos de valor o dinero. Saquearon, asimismo, la Casa del Pueblo, el Centro Obrero y dos casas de cambio…

 

A este saqueo de Yagüe y sus hombres no olvidemos que Yagüe se apropió del mejor automóvil del Garage Pla— siguió durante la noche el de la masa anónima. El panorama de la ciudad en la mañana del día 15 era pavoroso. A los cadáveres que todavía quedaban por las calles se añadían, esparcidos por doquier, muebles abandonados y enseres de todo tipo, mezclado todo ello con los cristales y objetos de los escaparates de la zona comercial. Ese día, y los que siguieron hasta su marcha el 18 de agosto, moros y legionarios aprovecharon para montar tenderetes y vender todo el material. El día anterior, el 17, concluida la venta, el gobernador civil designado por Yagüe, el comandante de Infantería Marciano Díaz de Liaño Facio, publicó un bando exigiendo la devolución en la Comandancia Militar de todos los objetos de «mala procedencia», bajo la amenaza de aplicar el bando a los que no lo cumplieran. La marcha de Yagüe y los suyos, los únicos exentos del cumplimiento del bando, coincidió con el inicio de la campaña de devolución. Según Díaz de Liaño, la orden de Yagüe era que entre él y Manuel Barrena Gragera, presidente de la Cámara de Comercio, se encargarían de clasificarlo todo, pero esto no se llegó a hacer. Aunque en ese momento nadie se atrevía a rechistar, ciertos sectores de la ciudad en teoría cercanos a los sublevados, vivieron aquellos hechos con gran pesar y quedó en ellos —como propietarios y por tanto como primeras víctimas del expolio— un sentimiento de agravio consentido y sufrido que llevó dos años después, en septiembre de 1938, a instruir un expediente informativo sobre el destino de todo aquello que se devolvió. La razón era simple: no sólo se produjo el saqueo sino que para colmo todos los objetos devueltos desaparecieron otra vez sin dejar rastro.

 

Al instructor, el teniente de la Guardia Civil Alejandro Chamorro Vargas, que comenzó indagando sobre el origen de aquellos objetos, le resultó imposible diferenciar los objetos procedentes del saqueo de los que habían salido de los registros practicados, «en busca de armas», tanto en la ciudad como en las barriadas de la Estación y San Roque. Era evidente que al saqueo inicial se superponían luego los realizados en los domicilios de rojos y sospechosos Igualmente tampoco era posible separar los objetos que procedían de compraventa de los simplemente robados o de los que fueron recogidos de la calle. A lo largo de la instrucción saldrán dos nombres como responsables últimos del destino de aquellos objetos: el del teniente coronel Manuel Pereira Vela y el del teniente Manuel López Verdasco, uno como máximo responsable y otro como el que intervino más directamente. El último había muerto unos meses antes en lucha con los huidos de la Sierra de Monsalud. Según parece nunca se hizo inventario, pero todos recordaban que había relojes, alhajas, aparatos de radio, máquinas de escribir y de coser, muebles de todo tipo, montones de ropa y toda clase de tejidos, etc. Nadie sabía explicar quién había ordenado el traslado del material desde la Comandancia Militar al cuartel de la Guardia Civil, aunque sí recordaban que lo más valioso fue metido en el pabellón del comandante Vega Cornejo, cuya llave quedó en poder del teniente Verdasco, que fue el encargado de atender a quienes acudían con la intención de recuperar lo suyo. El sr. Buiza, por ejemplo, recuperó varios relojes de pared que le fueron robados de su tienda; y el dueño del bar «El Aguila» recuperó todo su mobiliario. Por el cuartel pasó muchísima gente en cuestión de días buscando sus cosas. Pero no había pasado ni una semana cuando varios camiones se llevaron todo «para las hermanitas de los pobres y los asilados» y «para centros benéficos», según dijeron. Tampoco en este caso se supo la procedencia de las órdenes. El instructor se cansó de tomar declaraciones de unos y otros y nada claro obtuvo: nadie sabía nada. Lo cierto es que en la segunda quincena de agosto del 36 desapareció el fruto del saqueo de Badajoz.

 

La única declaración que arrojó un poco de luz sobre el asunto fue la del guardia civil Luis Carroza Alfonso, uno de los encargados del traslado del material desde la Comandancia Militar al cuartel de la Guardia Civil. Carroza manifestó que el primer camión que cargaron fue llevado al Palacio Episcopal, donde «dos señoras» esperaban para hacerse cargo de todo; el segundo —por el contrario— partió para el cuartel y todo el contenido se entregó al teniente Verdasco. Carroza aseguró que no se elaboró inventario alguno. Isaac Márquez, empleado del Obispado y en representación del Vicario, recordaba el camión lleno de telas, géneros y efectos diversos —un espejo enorme, por ejemplo— que llegó un día al Obispado. Según el testimonio de otro guardia presente en el traslado de objetos desde el cuartel al Hospital Civil, intervino el funcionario de dicho hospital Tomás Caldito Ruiz en nombre de sus superiores. Fue recibido por López Verdasco, quien lo condujo a una dependencia repleta de objetos y le dijo que podía llevarse lo que quisiera.

 

Cuando el instructor Chamorro elevó su informe al Delegado de Orden Público llegó a la sospechosa conclusión de que el personal de la Guardia Civil no se había beneficiado de nada y de que aunque era imposible concretar quién impartió las órdenes que decidieron el destino de todos los objetos devueltos a consecuencia del bando de Yagüe, todo parecía indicar que procedían del jefe de la Comandancia Manuel Pereita Vela. Lo que no había tenido en cuenta el instructor era la personalidad del delegado de Orden Público, el temible Manuel Gómez Cantos, protegido de Queipo, y sus relaciones con Pereita. Gómez Cantos anotó en el mismo expediente junto a las conclusiones: ¡Qué vergüenza! ¿Dónde fueron los efectos depositados en el Obispado? ¿Y los muebles que vieron en la Sala de Oficiales? ¿Cómo es posible no se averigüe el origen de las órdenes?. Entonces devolvió el expediente al instructor y ordenó que se practicasen nuevas diligencias. Por primera vez se tomaría declaración a los empleados de una de las empresas más afectadas, los almacenes «La Paloma», cuyas pérdidas ascendían a seiscientas o setecientas mil pesetas. Estos contaron que cuando, con el respaldo de Manuel Barrena Gragera, presidente de la Cámara de Comercio, se personaron con un camión en el cuartel de la Guardia Civil para recoger lo suyo, un guardia civil les informó de que todo había sido entregado a centros benéficos. Una de las declaraciones más interesantes fue la de Asunción Delgado Serrano, sobrina del dueño de «La Paloma», que declaró haber visitado el pabellón del coronel, «una habitación inmensamente grande» y «llena hasta los topes», antes del desalojo. Asunción Serrano narró su visita a la tienda en la mañana del día 15:

 

… únicamente existía en él cartones y cristales rotos, que los géneros desaparecidos del indicado comercio no sabe dónde los llevaron pero que le consta por registros efectuados con la Guardia Civil a la que acompañó la declarante con un hermano suyo llamado Luis Delgado, apoderado del repetido establecimiento, y de los dependientes antes citados, que en algunas casas de la calle Encarnación de esta capital y de la barriada de San Roque existían géneros procedentes de dicho establecimiento.

 

Entonces los Serrano intentaron llevarse sus cosas de la Comandancia Militar pero ya era tarde, pues los géneros habían sido trasladados al cuartel de la Guardia Civil y a algún sitio más. Pero cuando llegaron al cuartel se les comunicó que nada podían llevarse pues debía autorizarlo el presidente de la Cámara de Comercio. El círculo se había cerrado. Cuando dicho presidente les dio el permiso para coger sus cosas ya era demasiado tarde, dándose la circunstancia de que cuando después de varios intentos la Guardia Civil, tras mil pretextos a cual más absurdo, accedió a entregarles lo suyo, lo que recibieron fue un sombrero enorme. El nuevo informe del instructor Chamorro no sólo no aclaraba nada sino que planteaba el interés personal en el asunto de Asuncion Delgado Serrano como sobrina del dueño, Pablo Delgado, un hombre soltero y de bastante edad.

 

En su informe a la División el delegado Gómez Cantos consideraba un «atropeyo» [sic] lo ocurrido con «La Paloma», «pues como Ley de guerra se puede autorizar solamente el saqueo en los primeros momentos de locura a la entrada en la Plaza». Según Gómez Cantos, el instructor Chamorro no era fiable por su relación anterior con Pereita. Conociendo al personaje llama la atención su interés por el dueño de «La Paloma», de quien decía que estaba en la ruina y con diversos pagos pendientes. Y añadía:

 

El Bando del teniente coronel Yagüe fue únicamente para el elemento civil y el beneficio pleno para el señor Pereita que públicamente se sabe que su capital estaba completamente mermado y en la actualidad tiene sus campos, sus viñas y sus terrenos con lujo y lleno de ganado, vendiendo partidas importantes en el matadero de Mérida.

 

En la actualidad se está tramitando por esta Delegación otra información sobre venta de ganado del fusilado señor Pla que sin expediente ni orden fue vendido al completo por el señor Pereita, cobrando todo su importe su Secretario y contable el sargento Piña, estafador de coches, no entregando a los compradores recibo de ninguna cantidad.

 

 

Como está demostrado que el señor Pereita dispuso de géneros, muebles, radios, relojes sin previa autorización, pues hasta el gobernador civil lo demuestra en su reducida e incongruente declaración, y puede con el capital beneficiado de ganado, gasolina empleada en sus máquinas, azufre requisado en la provincia para sus viñas, reintegrar a los perjudicados en sus pérdidas por ser el único responsable, me permito proponer a V. E. le imponga la sanción gubernativa militar que crea conveniente y multa de resarcimiento y así igualmente a su secretario contable de negocios, estafas y robos de guerra, sargento Piña, que en la actualidad está pendiente del fallo de V. E. por el robo de tres coches y venta de uno de ellos con un motor completo extraído del Parque de Automovilismo, habiendo sido absuelto por un consejo de guerra que en período rojo convivió con los marxistas y con dicho Sargento que ocupaba el cargo de encargado de la oficina de la Comandancia del funesto Vega Cornejo.

 

Es necesario en esta provincia y en estos casos claros concretos de estafa y robo la mano justiciera de V. E.

 

Badajoz, siete de octubre de 1938.

III AÑO TRIUNFAL.

 

EL DELEGADO DE ORDEN PÚBLICO.

 

 

La respuesta, anotada manualmente por el entonces teniente coronel Cuesta Monereo en el margen de un telegrama de Gómez Cantos, enviado desde Marbella (cuyo texto era: «TERMINADA MISIÓN JUSTICIERA CON EJEMPLO MÁXIMO EN OJÉN SALGO PARA MÉRIDA. DETALLES CORREO») decía: «A Bohórquez [Auditor de la II División]: ojo con este tío que está loco y a ver si nos arma un lío cargándose a la intemerata de gente. Ten cuidado con esto. Estoy mejor, mañana iré por allí». Efectivamente, Cuesta sabía lo que se decía. El resultado fue que poco después alguien anotó en la portada del expediente: «Durmiente, orden Sr. Auditor»…

 

(continuará)

 

 

[ Fragmento de: Francisco Espinosa Maestre. “La columna de la muerte” ]

 

 

*


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por comentar