1384
LA LUCHA DE CLASES
Domenico Losurdo
(47)
VI
Paso al sureste. Cuestión nacional y lucha de clases
Mao y la «identidad entre la lucha nacional y la lucha de clases»
La doble lucha por el reconocimiento cobra una relevancia especial en un país de civilización antiquísima como China. A partir de las guerras del opio se ve obligada a sufrir una infamia y una humillación tras otra, hasta el extremo de que a finales del siglo XIX, en Shanghái, la concesión francesa coloca bien a la vista el cartel:
«Prohibida la entrada a perros y chinos».
Pero el periodo más trágico de la opresión nacional tiene lugar en el siglo XX, cuando se combinan la guerra civil y una agresión abierta e invasión imperialista.
Tras el golpe de mano de abril de 1927, gracias al cual Chiang Kaishek puede aplastar a la clase obrera china en Shanghái e infligir pérdidas devastadoras al Partido Comunista, se produce el repliegue al campo guiado por Mao Zedong, que se dedica a crear y defender un poder «soviético» en zonas asediadas e incesantemente atacadas por el Kuomintang. Con la expansión de la invasión japonesa comienza una nueva fase. En octubre de 1934, acosado por la quinta campaña de «cerco y aniquilación» desencadenada por Chiang Kaishek, el Ejército Rojo emprende la Larga Marcha de miles de kilómetros para huir de sus perseguidores, resueltos a liquidarlo sin contemplaciones, pero también para llegar a la región del noroeste y desde allí promover y organizar la resistencia contra la agresión del Imperio del Sol Naciente.
No cabe duda de que es una empresa épica, pero hay un aspecto de su grandeza que quizá no se haya destacado adecuadamente. Mientras tratan de huir de sus perseguidores, los jefes del Ejército Rojo piensan en el modo de incluirlos, por lo menos parcialmente, en el amplio frente unido que se impone: ahora es preciso enfrentarse al nuevo enemigo que ha irrumpido y cada vez se configura más claramente como el enemigo principal. Sí, observa Mao el 27 de diciembre de 1935 (1969-1975, vol. 1, pp. 168 y 179), «cuando la crisis de la nación alcanza un punto crucial» y corre el peligro de ser esclavizada por el imperialismo japonés, hay que enfrentarse en primer lugar a los invasores y los colaboracionistas, pasando de la «revolución agraria» a la «revolución nacional» y transformando la «república de los obreros y los campesinos en república popular». El gobierno de las zonas controladas por el Partido Comunista Chino «no representa únicamente a los obreros y los campesinos, sino a toda la nación», y el propio Partido Comunista «expresa los intereses de toda la nación, y no solo de los obreros y los campesinos».
Basándose en esta plataforma, el Partido Comunista apoya o promueve el «movimiento del 9 de diciembre de 1935» cuya consigna es: «¡Alto a la guerra civil, unirse para resistir la agresión extranjera!». Pero ¿no se abandona así la lucha de clases y se da la espalda a la consigna («transformación de la guerra imperialista en guerra civil revolucionaria») de la revolución de octubre y la Tercera Internacional? Se ha producido un cambio radical, y ahora la lucha de clases revolucionaria consiste en la resistencia al intento del imperialismo japonés de esclavizar a toda la nación china. Los promotores de la guerra civil, que eran los paladines de la revolución en la Rusia del primer conflicto mundial, ahora, en la China que ya sufre la arremetida del que será el segundo conflicto mundial, se han convertido en paladines de la reacción y el imperialismo. Por lo tanto:
«Nuestra consigna es combatir en defensa de la patria contra los agresores. Para nosotros el derrotismo es un crimen»
(Mao Zedong).
La plataforma política que hemos mencionado es clara. Pero en el plano propiamente teórico no faltan las vacilaciones. En el mismo escrito (del 5 de noviembre de 1938), por un lado se llama a «subordinar la lucha de clases a la actual lucha nacional contra Japón» y por otro se afirma: «en la lucha nacional, la lucha de clases asume la forma de lucha nacional; y de este modo se pone de manifiesto la identidad entre ambas luchas» (Mao Zedong). Esta segunda formulación, que da el título al apartado aquí citado del texto de Mao y a este apartado de mi libro, es más rigurosa: no es que «en la fase de la revolución democrática» y nacional «la lucha entre el trabajo y el capital tiene sus límites» (Mao Zedong). No, es que la opresión del imperialismo japonés no hace distinciones de clase ni de sexo; pretende reducir a toda la nación china (no solo al proletariado) a una condición de esclavitud o semiesclavitud. Tampoco las mujeres se libran: obligadas a prostituirse con los militares japoneses necesitados de «solazarse», pasan a ser «mujeres de solaz», sometidas a esclavitud sexual. Así las cosas, la lucha contra el imperialismo del Sol Naciente es el modo concreto en que, en una situación determinada, se manifiesta y estalla principalmente la lucha entre trabajo y capital.
Esto nos remite al análisis de Marx sobre Irlanda: la apropiación de la tierra por los colonos ingleses y la consiguiente condena del pueblo irlandés a la deportación y el hambre hacen que «la cuestión de la tierra» (y de su posesión), y por lo tanto la «cuestión nacional», se configure como «la forma exclusiva de la cuestión social». Naturalmente, lo mismo que la identidad de «cuestión nacional» y «cuestión social», la «identidad entre la lucha nacional y la lucha de clases» es parcial, y no solo por estar limitada en el tiempo. El propio Mao llama la atención sobre las tensiones entre las clases y entre los partidos que forman el frente unido antijaponés. Aun así, después de la invasión japonesa a gran escala, en China la lucha de clases y la resistencia nacional tienden a ser lo mismo.
¿Centrarse en las tareas nacionales significa dar la espalda al internacionalismo? ¡Ni mucho menos! Combatir y derrotar al imperialismo japonés es el modo concreto en que los revolucionarios chinos pueden contribuir a la causa de la revolución y la emancipación del mundo:
“En la guerra de liberación nacional, el patriotismo es por tanto una aplicación del internacionalismo [...]. Todas estas acciones patrióticas son justas, no son en absoluto contrarias al internacionalismo sino, justamente, su aplicación en China [...]. Separar el contenido del internacionalismo de su forma nacional es propio de quienes no entienden nada del internacionalismo”
(Mao Zedong).
Esto también nos remite al análisis que realiza, en particular, Engels: los irlandeses y los polacos sometidos a la opresión nacional solo eran realmente «internacionales» cuando eran «auténticamente nacionales»…
(continuará)
[ Fragmento de: Domenico Losurdo. “La lucha de clases” ]
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