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DE LA DECADENCIA DE LA POLÍTICA EN EL CAPITALISMO TERMINAL
 
Andrés Piqueras
 
(44)
 
 
PARTE II
Del in-politicismo teórico-práctico
RESUMEN CRÍTICO DE LOS “NEOMARXISMOS” ANALIZADOS. MARX COMO OPONENTE
Oponer Marx a la variedad de “marxismos nuevos” que se consolidan en el tramo final del siglo XX es imprescindible en términos de traducción política, y se hace más pertinente cuando se reconoce la necesidad de proyectar a Marx en cada nuevo tiempo histórico, porque Marx no sólo debe ser interpretado, sino reconstruido en términos de cada fase de capital, de cada presente. Lo que él dejó fue un método para acercarnos a desentrañar las claves más explicativas de las formas sociales históricas de unos y otros modos de producción, y muy concretamente para comprender y transformar el modo de producción capitalista. Como todo método, debe quedar alejado de la doctrina, y deja por tanto problemas abiertos y desarrollos que hay que resolver en cada tiempo. La cuestión básica que estamos analizando aquí es la potencialidad política de las nuevas construcciones de Marx. Si han enriquecido o por el contrario empobrecido a Marx en ese sentido. La conclusión de estas páginas creo que ha quedado bastante clara al respecto.
Todas estas corrientes y Escuelas tienen aportaciones de relevancia, aprovechables para el acervo de la ciencia social crítica, de las que personalmente me he beneficiado, como muestran las alusiones de toda la primera parte de este libro. Su hincapié en aspectos que han sido más descuidados por el marxismo histórico (el conjunto del marxismo que se ha ido construyendo tras la muerte de Marx), pueden corregir algunas de sus carencias y dotarle de todavía mayor profundidad en ciertos puntos de inflexión.
Así:
La insistencia en las formas de fetichización y de mistificación
(especialmente desarrolladas por la NLM y la NCV)
La tensión puesta en la mercancía y el valor como elementos básicos
del análisis de nuestras sociedades capitalistas (sobre todo la NCV,
pero también la NLM)
El señalamiento de la potencialidad disruptiva y creadora del Trabajo
en el condicionamiento del propio capital (MAUT)
La advertencia de que el capital tiene ya incorporado al Trabajo en sí
mismo y que esa es también su gran debilidad (MA).
Sin embargo, al confrontar con el propio Marx para quedarse con la versión que cada una considera más “fructífera” o con más potencialidad para desarrollar la teoría, en algún punto “innovadora”, estas corrientes terminan por descartar buena parte del resto de su obra, o al menos por desinteresarse de ella. Es decir, que al conceder una especial importancia a unos u otros de los elementos teóricos constituyentes del marxismo, el precio es que paneles enteros del análisis marxista quedan fuera de su foco, con lo que sus elaboraciones tienden a permanecer encerradas en sí mismas, a veces rayanas en una suerte de solipsismo teórico. Es prueba de ello que estos neomarxismos se den la espalda entre sí, adoleciendo de una elevada falta de diálogo de los unos con los otros, con algunas raras excepciones en las que se ocupan de atacarse mutuamente, como es el caso de Kurz y Heinrich, o de los autores del MA contra los del MAUT. De tal manera que a la postre parecen felicitarse de la propia fragmentación en la que hoy se halla el marxismo, así como de su cierta jibarización, a la que unas y otras de estas corrientes contribuyen en cuanto que niegan elementos que constituyen el fundamento de la obra marxiana, o al menos algunos de sus puntos nodales, como la caída tendencial de la tasa de ganancia (subrayo lo de tendencial), el materialismo histórico (cuando no el propio materialismo) y la dialéctica, incluso el proceder científico. En ocasiones son varios de esos nódulos a la vez los que son descartados. En este sentido, no deja de ser curiosa para la mayoría de estas corrientes su detestación de la dialéctica y, con ella, de las mediaciones sociales, de la Política en general. Por eso al confrontarse con diferentes marxismos europeos anteriores, marcan también sus distancias con los mismos en temas tan cruciales como la “lucha de clases” o al menos en cómo se expresa ésta. Es a tenor de ello que cabe preguntarse si esas expresiones de la teoría que lleva el rótulo de Marx, tienen en sí ya tanto de Marx(-ista).
En esa reducción tiene mucho que ver también el hecho de que a diferencia de Marx, la mayor parte de estas Escuelas llevan sus propuestas a un terreno meramente ideal, hasta el punto de convertirlas en enunciados abstractos o ilusorios, sin contrastación material-dialéctica, haciéndolas perder su validez práxica. Por lo general, se trata más de especulaciones filosófico-abstractas que científicas y por tanto pragmáticas, esto es, con traducción en la vida de las personas. El paso de la ciencia crítica a la ciencia transformadora, la ciencia social que sirve para solventar los problemas humanos en favor de las grandes mayorías (a través de la praxis metacientífica), se difumina. Poco que ver con las advertencias del autor de Tréveris sobre la utilidad de las abstracciones siempre y cuando seamos capaces de bajarlas a la tierra en cada momento:
“[El] ejemplo del trabajo muestra de una manera muy clara cómo incluso las categorías más abstractas, a pesar de su validez –precisamente debido a su naturaleza abstracta– para todas las épocas, son no obstante, en lo que hay de determinado en esta abstracción, el producto de condiciones históricas y poseen plena validez sólo para estas condiciones y dentro de sus límites”
(Marx).
La ausencia en las teorizaciones neomarxistas de las luchas efectivas, de carne y hueso, que existen en la realidad, hace que la práctica teórica o praxis resulte ajena a estas corrientes, que tienden a sobreestimar tanto el impacto de las ideas en la transformación del mundo, como la propia originalidad de su pensamiento, tanto más “radical” en términos declarativos cuanto mayor es su reticencia a cualquier implicación militante concreta. Y lo que es más importante en línea con esas carencias, las Escuelas tratadas están tan prendadas de su pensamiento teórico que omiten analizar de dónde proviene y cuál es su lugar en el seno del momento histórico singular en el que se desarrolla y que le explica y que no es otro que el neoliberalismo y su postmodernidad académico-política, acompañante de la fase senil del capital, como vimos al comienzo de este capítulo. Tales omisiones poco tienen que ver con lo que siempre sostuvieron los autores clásicos del marxismo: el papel de las ideas en cuanto que fuerzas sociales, a la vez ceñidas por las condiciones materiales y construcción de cosmovisiones hegemónicas en torno a ellas.
Por eso la propuesta emancipatoria de la NCV, MA y MAUT suena como una invención ex nihilo de un nuevo mundo, que no proviene de las movilizaciones conflictuales, correlaciones de fuerzas y brutales condiciones del actual capitalismo, ni tampoco tiene que lidiar en absoluto con ninguno de los conflictos, defectos y lastres que padecen los sujetos alternativos al capital. La ilusión bien en el derrumbe redentor, bien en la insurrección espontánea o en la sociedad unificada como multitud y en la negación inmanente como potencial disruptivo, proporciona los simplistas argumentos que, contradiciendo toda la presunción y el auto-encumbramiento de su propio discurso, no suelen tener consistencia suficiente para erigirse en teóricos, sino que en más de una ocasión parecen más bien enunciados propositivos, sin contrastación con el mundo y por tanto sin ninguna reflexión sobre la conformación y posible sedimentación de lo dicho, sobre su viabilidad, las condiciones sociales y políticas de su realización. Sin rastro de cómo puede conseguirse un accionar colectivo que se recombine con construcciones individuales subyugadas, en sus elaboraciones –especialmente del MA y del MAUT–, hay por contra esa irresistible atracción de quien si bien nada tiene que proponer en lo concreto tampoco nada exige, condescendiendo así con una suerte de “activismo a la carta” (cómo, cuándo, cuánto y dónde le interese a cada quien), antes que suscitar compromisos militantes.
Proporciona el “neo”-marxismo en general, por consiguiente, un “saber experto” construido al margen de cualquier movilización mundana, donde el “intelectual orgánico” ha dado paso a toda una retahíla de intelectuales-individuos, alejados de las condiciones materiales concretas de las clases subalternas, abandonados a sus propias elucubraciones teóricas, cuando no filosóficas (Basso, 2019), y confundiendo a veces procesos parciales y localizados con tendencias generales del capitalismo. Al desprenderse de la praxis, estas corrientes “neo” se inclinan más hacia un tipo de utopismo en cierta manera continuador del de los socialistas pre-marxistas del siglo XIX, que deserta del terreno de las luchas y mediaciones sociales y deja a los enunciados teóricos lanzarse libres al espacio para alejarse aceleradamente de la fuerza de gravedad de la práctica. Un neo-idealismo hegeliano, en suma, atraviesa de alguna manera la mayor parte de estas Escuelas. La necesaria prosecución y revitalización de la potencia contenida en el marxismo mediante la combinación de la materialidad y la dialéctica, es consiguientemente malograda a través de ejercicios de fantasía social. Haciendo así, del marxismo, un elemento abstracto, políticamente inocuo. Lo cual ha ido de la mano del sistemático desmantelamiento del proyecto revolucionario comunista que este método práxico llevaba implicado en sí mismo (Basso,2019).
Repasemos mínimamente tan sólo algunos puntos de ejemplo. La confusión del trabajo abstracto con el trabajo en general es muy propia de la Nueva Crítica del Valor (y también de algunos autores como Holloway), por lo que hacen del trabajo en sí el proceso a rechazar y emanciparse (incluso por veces presentado como el verdadero “enemigo” a batir). Como fruto de esa indistinción el autonomismo y el marxismo abierto dejan de poner el foco en el antagonismo entre trabajo necesario y trabajo excedente por la obtención del valor y de la plusvalía correspondientes, para desplazar el nudo vital antagónico al campo de lo social en el que la precisión de los sujetos capaces de realizar la transformación social(-ista) de la sociedad no sólo es incapaz de hacerse, sino que se jactan de no poder hacerla. A partir de ahí surge toda la especulación sobre una supuesta multitud que sería el sujeto que anuncia la nueva sociedad (MAUT). O bien ni siquiera eso, sino que señalan a la propia lucha como el contra-sujeto definitivo. Cómo se exprese, cómo se concrete, qué dimensiones de antagonismo o por el contrario, de connivencia o incluso de enfrentamiento interno de las fuerzas del Trabajo conlleve en cada situación, es indiferente a los ojos del marxismo abierto. Como quiera que para esta corriente las fuerzas ontológicas de las propias luchas (indeterminadas) provienen de un humanismo inalienable encarnado en la dignidad, el grito, la resistencia… es innecesario precisar asuntos tan mundanos y prosaicos como las coyunturas, los objetivos inmediatos y a medio plazo, o las correlaciones de fuerza. Aproximación lógico-ideal frente a la histórica, pues, que nos deja sin posibilidades de dar con los sujetos reales de transformación, mucho menos de propiciarlos.
Por su parte, la Nueva Lectura de Marx y la Nueva Crítica del Valor ni se preocupan de todo ello. La última porque considera incluso cualquier proyección política hoy por hoy imposible, dado que para ella la parte (el Trabajo), no puede sobreponerse o sobrepasar al todo (el capital), y como resultado sólo la teoría (y una desfetichización universal que ignoramos en virtud de qué se logrará) puede guiar el camino. La NLM, por estar ante todo interesada en escarbar en lo substancial o cualitativo, en la disección de fetichizaciones y mistificaciones que subyacen a la sociedad capitalista, dejando para otro momento la proyección política radical del análisis del capital como un todo metabólico, en el que se incluye la decadencia “cuantitativa” del valor. Por eso…
“Suponer que podemos retirar de la estructura categorial las determinaciones cuantitativas supone bien renunciar a desembocar en la comprensión del capital, bien entender el desarrollo de Marx como un análisis formal o meramente epistemológico que se encuentra al margen del objeto al que hace referencia. De igual forma, pretender que ha habido un cambio en el capitalismo (el salto a una nueva fase, por ejemplo) en la que no operarían los aspectos cuantitativos de la ley del valor sería afirmar que nos encontramos frente a un fenómeno radicalmente diferente al capitalismo, al menos al capitalismo analizado por Marx; con lo que sería preciso no solo «revisar» el análisis, sino replantearlo desde sus fundamentos”(Rodríguez Rojo, 2018).
Por el contrario:
“El despliegue lógico que tiene lugar en El capital da comienzo con la mercancía en su doble existencia: como valor y como valor de uso. El valor, como aspecto dominante, es la forma de la relación social más general que tiene lugar en una sociedad donde la producción se organiza espontáneamente a través del mercado competitivo al encontrarse los productores aislados entre sí.
Ahora bien, esta relación social que aparece como atributo de las mercancías se expresa como valor de cambio, por lo que aquí respecta, como precio, esto es, como quantum. El intercambio presupone, entonces, una cantidad, una razón cuantitativa que tan solo puede estar relacionada con el valor, configurado ahora como magnitud de valor (que como es bien sabido está determinada por la cantidad de trabajo abstracto invertido privadamente requerida para reproducir la mercancía). Este último escalón es un paso fundamental para desembocar en el verdadero sujeto del modo de producción capitalista: el capital tan solo entra en escena como incremento cuantitativo de valor o, mejor dicho, como valor que se incrementa automáticamente. Esto permite a Marx transitar desde la igualdad que existe en el intercambio de valores en la circulación a la desigualdad presente en el proceso de producción y, por ende, desde la lucha de clases como mera expresión del intercambio mercantil a la lucha de clases como potencialidad negadora del capital” (Rodríguez Rojo, 2018).
Lejos de tener en cuenta estas precisiones, y ante su incapacidad de redefinir el concepto de clase y la reestructuración de las clases en el capitalismo actual, los dichos marxismos “neo” reniegan directamente de ese constructo-realidad, cuando no lo reducen al absurdo (multitud), o a abstracciones (como el grito), minusvalorando la imbricación de las clases en la evolución del propio capitalismo…
(continuará)
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