martes, 5 de agosto de 2025


1358

 

 

STALIN,

HISTORIA Y CRÍTICA DE UNA LEYENDA NEGRA.

 

Domenico Losurdo.

 

 

( 22 )

 

 

 

LOS BOLCHEVIQUES, DEL CONFLICTO

IDEOLÓGICO A LA GUERRA CIVIL

 

 

 


 

Entre «derrocamiento bonapartista», «golpes de Estado» y desinformación: el caso Tuchacevsky

 

En este contexto de guerra civil (latente o manifiesta) dentro del nuevo grupo dirigente surgido del derrumbe del antiguo régimen, de acusaciones recíprocas de traición y de connivencia con el enemigo imperialista, y de intensa actividad de los servicios secretos, dedicados tanto al reclutamiento de agentes como a la manipulación, debe colocarse el asunto que en 1937 lleva a la incriminación y ejecución del mariscal Tuchacevsky y de otros numerosos y destacados miembros del Ejército rojo.

 

 

Tras este caso hay una larga historia previa. Años antes Lenin vislumbra la posibilidad de un período bonapartista y expresa su preocupación también a Trotsky: ¿llegará realmente el poder civil a hacerse obedecer por el militar? En 1920 Tuchacevsky parece querer decidir de manera soberana una anhelada marcha victoriosa sobre Varsovia. Se perfila con claridad -observan actualmente historiadores de primer nivel- la tendencia del brillante general a «convertirse en el Bonaparte de la revolución bolchevique». Diez años después Stalin es alertado por la GPU acerca de los planes que en ambientes militares se tejen contra él. ¿Es sólo un montaje? En abril del año siguiente es Trotsky el que expresa sus profundas dudas sobre Tuchacevsky, y hace este análisis de la situación creada en la URSS tras la derrota política de Bujarin y la "derecha": ahora el peligro principal para el socialismo está representado no por el «giro termidoriano», que formalmente conserva el carácter soviético del país y el carácter comunista del partido en el poder, sino más bien el «giro bonapartista», que asume «la forma más abierta, "más madura" de la contrarrevolución, dirigiéndose contra el sistema soviético y el partido bolchevique en su conjunto, desenvainando la espada en nombre de la propiedad burguesa». En tal caso, «los elementos aventureros-pretorianos a la Tuchacevsky» podrían desarrollar un papel de gran importancia.

 

 

Oponiéndose a ellos «con las armas en la mano» habrían estado los «elementos revolucionarios» del partido, del Estado y -obsérvese bien- «del ejército», reunidos alrededor de la clase obrera y la «fracción de los bolcheviques-leninistas» (es decir, los trotskistas). Esta toma de posición representa una novedad en el conflicto entre bolcheviques: pese a tener «a las fuerzas armadas bajo su control», Stalin «tuvo cuidado de no implicarlas demasiado íntimamente en todas las polémicas e intrigas que agitaron al partido y al Estado»; ahora claramente la oposición intenta meter el pie o consolidar su presencia en el ejército en nombre de la lucha contra el peligro bonapartista, que solamente éste sería capaz de enfrentar de manera consecuente. No obstante, sin dejarse impresionar por este peligro bonapartista, en 1936 Stalin eleva a Tuchacevsky y a otros cuatro dirigentes militares a la dignidad de mariscales. Es una promoción decidida en el contexto de una reforma que prevé que el ejército abandone «el carácter principal de milicia territorial», se convierta en «una verdadera fuerza permanente» y restaure «la antigua disciplina prerrevolucionaria». El 21 de diciembre del mismo año, junto al resto de miembros del vértice político y militar soviético, el nuevo mariscal festeja en casa de Stalin el cumpleaños de este último, «¡hasta las 5:30 de la mañana!» subraya Dimitrov.

 

 

Es precisamente esta reforma la que suscita la indignación de Trotsky, que retoma una vieja acusación: el Ejército rojo «no se ha librado de la degeneración del régimen soviético; al contrario, tal degeneración ha encontrado en el ejército su expresión más cumplida». Por otro lado Trotsky adopta tonos nuevos, mencionando la «formación de una especie de fracción de oposición en el ejército» que, desde la izquierda, lamenta el abandono de la «perspectiva de la revolución mundial». El texto aquí citado insinúa de algún modo que por tal oposición podría verse atraído el mismo Tuchacevsky: aquél que en 1921 se había batido incluso con «exagerada impetuosidad» por la formación del «estado mayor mundial» difícilmente podía reconocerse en el abandono del internacionalismo y el «culto del statu quo» que habían arraigado en la URSS. ¿Qué decir de este nuevo texto? La agitación en el ejército continúa y parece reforzarse: sólo que ahora la lucha en el horizonte ve cómo se contraponen no la «fracción de los bolcheviques-leninistas» contra los generales bonapartistas, sino más bien una parte consistente del ejército y de sus vértices contra los dirigentes termidorianos y traidores del Kremlin. La resistencia del Ejército rojo o su rebelión contra el poder central estarían tanto más justificadas por el hecho de que el nuevo curso de su política era en realidad como un «doble golpe de Estado» que, rompiendo con el Octubre bolchevique, procede arbitrariamente a la «liquidación de la milicia» y al «restablecimiento de la casta de los oficiales, dieciocho años después de su supresión revolucionaria»; sublevándose contra Stalin, el Ejército rojo en realidad habría evitado los golpes de Estado proyectados por él y habría restablecido la legalidad revolucionaria. Como si todo ello no fuese suficiente, el trotskista "Boletín de la oposición" anuncia una inminente revuelta del ejército. Una medida adoptada en Moscú algún mes antes de los procesos tiene quizás como objetivo enfrentarse a este eventual peligro: «El 29 de marzo de 1937 el Politburó deliberó acerca de retirar del Ejército rojo a todos los comandantes y dirigentes que hubiesen sido expulsados del partido por motivos políticos, ordenando su traslado a las oficinas económicas».

 

 

Los rumores difundidos en los ambientes de los rusos Blancos en París acerca del golpe de Estado militar que se preparaba en Moscú alimentan ulteriormente el clima de sospecha y preocupación. En definitiva: en la segunda mitad de enero de 1937 llegan al presidente checoslovaco Eduard Benes informaciones relacionadas con las «negociaciones» secretas en curso entre el Tercer Reich y «la claque antiestaliniana en la URSS del mariscal Tuchacevsky, Rykovy otros»: ¿tenía algún fundamento la acusación o era todo una puesta en escena de los servicios secretos alemanes? Todavía a comienzos de 1937, conversando con el ministro de exteriores Konstantin von Neurath, Hitler rechaza la idea de una mejora de las relaciones con la URSS, pero añade: 

 

 

«Sería diferente si las cosas en Moscú se desarrollaran en la dirección de un despotismo absoluto, basado en los militares. En este caso no sería lícito malgastar la ocasión de hacer sentir de nuevo nuestra presencia en Rusia»

 

 

Benes pone al corriente de las «negociaciones» también a los dirigentes franceses, «cuya confianza en el Pacto franco-soviético se vio notablemente debilitada»256. Por tanto quien daba crédito a las voces o informaciones transmitidas por el presidente checoslovaco no era solamente Stalin. Y por otro lado, todavía después de la conclusión del Segundo conflicto mundial, Churchill parece avalar la versión de Moscú al señalar que, como veremos más adelante, la depuración había golpeado a los «elementos filogermánicos», a lo que añadía: «Stalin sintió una fuerte deuda en reconocimiento hacia el presidente Benes».

 

 

Queda sin embargo abierta la cuestión, y para responderla de modo concluyente apenas ayuda una conversación privada de Hitler en el verano de 1942: pese a no mencionar una conspiración militar determinada, observa que Stalin tenía serios motivos para temer su asesinato por parte del círculo de Tuchacevsky. Si todo hubiese sido una puesta en escena realizada con la directa supervisión o consenso del mismo Führer, éste quizás se habría vanagloriado de ello, en un momento en el que era reciente el recuerdo de los primeros éxitos arrolladores de la Wehrmacht.

 

 

Habiendo ya tenido lugar el "proceso" y ejecución, al plantearse la pregunta clave («¿hubo realmente una conspiración militar?»), Trotsky da una respuesta que da qué pensar: «Todo depende de lo que se entienda por conspiración. Cualquier motivo de descontento y todo contacto entre los descontentos, toda crítica y toda reflexión sobre qué hacer, sobre cómo enfrentarse a la desgraciada política del gobierno, todo ello es desde el punto de vista de Stalin una conspiración. Y en un régimen totalitario toda oposición es indudablemente la semilla de una conspiración»; en este caso una «semilla» era la aspiración de los generales de proteger al ejército de las «intrigas desmoralizantes de la GPU».¿Es la refutación de la tesis de la conspiración o su reconocimiento, expresado en un «lenguaje esópico» impuesto por las circunstancias? El historiador ruso fervientemente trotskista que ya hemos mencionado (Rogowin) llama la atención sobre esta ambigua declaración, y acaba retomando la tesis de la «conspiración antiestalinista» de Tuchacevsky, colocándola en un contexto político "bolchevique" más que burgués.

 

 

En conclusión; quedan dudas, aunque parece difícil explicar todo lo acontecido a través del habitual deus ex machina: un dictador sediento de poder y de sangre, deseoso de rodearse de marionetas listas para la obediencia ciega e incondicional. Aún mayor es la fragilidad de esta explicación por cuanto que en 1932 Stalin no había tenido dificultades a la hora de acudir, junto con Molotov, a las clases del director de la Academia militar, Boris M. Shaposhnikov; y de estas clases, impartidas por un estratega de gran prestigio pero que no era miembro del partido comunista, Stalin parece haber sacado un gran provecho261. Por otro lado, «el arte militar fue uno de los pocos campos políticamente importantes en el que Stalin favoreció la originalidad y la innovación», por lo que «el cuerpo de oficiales» pudo dar muestra de notable «independencia espiritual». Quienes ocuparon el puesto de Tuchacevsky y sus colaboradores fueron generales que, lejos de ser ejecutores pasivos de órdenes, expresaban con franqueza sus opiniones y argumentaban con independencia de criterio, sin dudar a la hora de contradecir al líder supremo, quien por otro lado animaba y ocasionalmente premiaba tal actitud.

 

 

 

 


Tres guerras civiles

 

Si no se quiere permanecer estancados en el retrato caricaturesco de Stalin realizado por Trotsky y Kruschov durante dos luchas políticas diferentes pero igualmente enconadas, es necesario no perder de vista el hecho de que el camino iniciado en octubre de 1917 está marcado por tres guerras civiles. La mera presencia el enfrentamiento entre la revolución por un lado y el frente formado por sus diversos enemigos por el otro, apoyados por unas potencias capitalistas obsesionadas con la contención del contagio bolchevique por todos los medios posibles. La segunda se desarrolla a partir de la revolución desde lo alto y desde el exterior, y consiste sustancialmente, pese a algunos impulsos desde abajo por parte del mundo campesino, en la colectivización de la agricultura. La tercera es la que fractura al grupo dirigente bolchevique.

 

 

Esta última es más compleja en la medida en que está caracterizada por una gran movilidad e incluso por llamativos cambios de frente. Hemos visto a Bujarin, en ocasión del tratado de Brest-Litovsk, acariciar por un momento el proyecto de una suerte de golpe de Estado contra Lenin, al que reprocha querer transformar «el partido en un montón de estiércol». Pero si en éste momento Bujarin se coloca en posiciones cercanas a las de Trotsky, a ojos de éste último se convertirá diez años después en la encarnación principal del Termidor y la traición burocrática: «¿Con Stalin contra Bujarin? Sí. ¿Con Bujarin contra Stalin? Nunca». Es un momento en el que Trotsky parece alertar a Stalin contra Bujarin: este último rápidamente podría «derrotar a Stalin tachándolo de trotskista, exactamente tal y como Stalin había derrotado a Zinoviev». Estamos en 1928 y ya se está fraguando la ruptura entre Stalin y Bujarin, quien efectivamente, a causa del abandono de la NEP, comienza «a describir en privado a Stalin como el representante del neotrotskismo» y como «un intrigante carente de principios», en última instancia como el peor y más peligroso enemigo dentro del partido. El antiguo miembro del duunvirato se encamina así hacia un futuro bloque con Trotsky. Al final las diferentes oposiciones se coaligarán contra el vencedor; queda patente que en el conflicto mortal que enfrenta a los bolcheviques hasta el último momento las alineaciones cambian rápidamente.

 

 

En un país carente de tradición liberal y caracterizado por un lado por la prolongación del estado de excepción, y del otro por la persistencia de una ideología inclinada a liquidar como meramente «formales» las normas que presiden el gobierno de la ley, la tercera guerra civil asume la ferocidad de una guerra de religión. Trotsky, que «se consideraba el único hombre apto para ser jefe de la revolución», tiende a recurrir a «cualquier medio para derrocar del trono al "falso Mesías"». Una «fe furiosa» inspira también al frente opuesto y Stalin está decidido a liquidar todo peligro de conspiración, incluso el más remoto, en la medida en que se acumulan en el horizonte las nubes de una guerra que amenaza la existencia misma de Rusia y del país del socialismo y que por lo tanto representa un peligro mortal tanto para la causa nacional como para la causa social, dos causas para las que Stalin siente el convencimiento de ser el líder.

 

 

No siempre fácilmente distinguibles entre ellas (los actos de terrorismo y de sabotaje pueden ser la expresión de un proyecto de contrarrevolución o de una nueva revolución), las tres guerras civiles resultan a su vez entrelazadas con la intervención de una u otra gran potencia. El conjunto enrevesado y trágico de estos conflictos se disuelve en el contexto descrito de diferentes modos por Trotsky primero y Kruschov después, que narra la fábula simple y edificante del monstruo que con sólo tocarlo transforma el oro en sangre y barro…

 

(continuará)

 

 



[ Fragmento de: Domenico Losurdo. “Stalin, historia y crítica de una leyenda negra” ]

 

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