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LA LUCHA DE CLASES
Domenico Losurdo
(39)
V
Multiplicidad de las luchas por el reconocimiento
y conflicto de libertades
EMANCIPACIÓN DE LOS ESCLAVOS Y «GOBIERNO DESPÓTICO»
La Guerra de Secesión también saca a relucir el conflicto de libertades. Cuando estalla, Marx repasa las argumentaciones de los partidarios del Sur en ambas orillas del Atlántico: «Aunque la justicia estuviera de parte del Norte, sigue siendo un vano intento querer sojuzgar por la fuerza a ocho millones de anglosajones» (MEW). Y también: «Los estados del Sur tienen derecho a separarse del Norte lo mismo que los estados del Norte tenían derecho a separarse de Inglaterra» (MEW). ¡Bonito ejemplo de lógica binaria! Se centra la atención exclusivamente en el choque entre dos secciones de la comunidad blanca, dejando completamente al margen tanto la suerte de los afroamericanos como la política exterior de los dos bandos enfrentados. Oigamos ahora la respuesta de Marx: James Buchanan, el sudista que antes de Lincoln ocupaba el cargo de presidente de Estados Unidos, tenía una política cuyo emblema era la exportación o, más bien, «la propaganda armada de la esclavitud en México y América central y meridional»; sí, en esos años el objetivo declarado de Washington era «la propagación de la esclavitud en el exterior por la fuerza de las armas». Y eso no es todo: Buchanan estaba decidido a anexionarse Cuba, comprándosela a los españoles o arrebatándosela por la fuerza, en todo caso sin consultar a la población local (MEW). En cuanto a los seguidores europeos de la Confederación esclavista:
«Es maravilloso ver cómo el Times (que con un celo tan ardoroso apoyó todos los coercion biliscontra Irlanda) se lamenta de la pérdida de la “libertad” en el caso de que el Norte tiranice al Sur»(MEW).
Es decir que, aun haciendo abstracción de la suerte de los afroamericanos, quienes pueden enarbolar con cierta credibilidad la bandera del autogobierno y la autodeterminación no son, desde luego, los enemigos estadounidenses y europeos de Lincoln.
Estos últimos esgrimen otro argumento:
«El gobierno [de la Unión] no permite que nadie abra la boca desde hace tres meses [...]. La guerra tiene muchos enemigos en el Norte, pero no se atreven a hablar. No menos de doscientos periódicos han sido cerrados o destruidos por la chusma» (MEW).
De nuevo la lógica binaria: desconocidos y excluidos todos los otros aspectos del conflicto, se comparan los regímenes políticos del Sur y el Norte, que aparece como más dictatorial por tratar de neutralizar a quienes abogan por la capitulación con los secesionistas o al lo menos por pactar con ellos. En respuesta, Marx señala que, mucho antes de que estallara la guerra, en todos los rincones del país se respiraba un clima de insana violencia contra los abolicionistas, y que un líder como Wendell Phillips llevaba «treinta años» no solo soportando los insultos y las amenazas de los «hampones pagados», sino también arriesgando «su propia vida» (MEW). De modo que, aun centrándose exclusivamente en la comunidad blanca, tampoco puede decirse que los secesionistas sean los campeones de la libertad.
Por supuesto, la abstracción de la suerte de los negros, de la esclavitud que padecen, es evidente y arbitraria. Marx no considera «formales» ni «abstractos» el autogobierno y la libertad de prensa, y a ambos les dedica páginas importantes. Pero en una situación concreta y determinada es preciso escoger: ¿esclavitud perpetua de los negros o limitación parcial y momentánea del principio del autogobierno y de la libertad de prensa? Las dos opciones son dolorosas, pero no en la misma medida: la abolición de la esclavitud es la tarea más importante y prioritaria. De ahí el firme respaldo a Lincoln, a pesar de que este suspende el habeas corpus e impone el alistamiento obligatorio, reprimiendo con mano dura la resistencia y la rebelión contra esta medida de movilización de la población masculina adulta.
Es más, para Marx y Engels la Unión debe dar muestras de firmeza jacobina, debe recurrir a «métodos revolucionarios» en la guerra contra la secesión esclavista (MEW). Sin paliativos es la condena de las vacilaciones: «¡Qué cobardía en el gobierno y el Congreso! Tienen miedo del alistamiento [...], de todo lo que es necesario» (MEW). Lamentablemente «el partido cansado de la guerra está creciendo», lo que entorpece la solución de «un asunto de importancia tan desmesurada»; «aumentan día a día los signos de abatimiento moral, y la incapacidad de vencer es cada vez mayor. ¿Dónde está el partido cuya victoria y cuyo avenement serían sinónimo de continuación de la guerra a outrance y por todos los medios?» (MEW). En conjunto —escribe Engels a Marx el 15 de noviembre de 1862— parece que la Unión no sabe cómo enfrentar el «gran dilema histórico» ante el que se encuentra (MEW).
Más tarde se vuelve más equilibrado el juicio sobre Lincoln, que da muestras de una energía insospechada, hasta el extremo de que sus adversarios, proclives a pactar con el Sur esclavista, le acusan de recurrir a métodos jacobinos, imponiendo «gobiernos militares» y «tribunales militares» e interpretando «la palabra “ley”» como la «voluntad del presidente» y el habeas corpus como el «poder presidencial de meter en la cárcel a cualquiera y por el tiempo que le plazca» (en Schlesinger jr.). Pese a todo, en el conflicto concreto de libertades que se ha planteado, quien encarna la causa de la libertad es Lincoln, no sus adversarios.
Marx no es el primero que pone en entredicho la lectura binaria del conflicto social y plantea el problema del conflicto de libertades. A finales del siglo XVIII, Adam Smith (1982) había observado: es más fácil suprimir la esclavitud con un «gobierno despótico» que con un «gobierno libre» (pero con sus organismos representativos reservados exclusivamente a los propietarios blancos). En tal caso la condición de los esclavos negros es desesperada: «Todas las leyes las hacen sus amos, y estos no dejarán pasar ninguna medida que les perjudique». Por lo tanto: «La libertad del hombre libre es la causa de la gran opresión de los esclavos [...]. Y como estos constituyen la parte más numerosa de la población, ninguna persona provista de humanidad deseará la libertad en un país donde se haya establecido esta institución». De un modo parecido había argumentado Hegel acerca de la servidumbre de la gleba: para abolirla es preciso que se «vulneren despóticamente los derechos privados» de los señores feudales y se atente contra la «libertad de los barones», que conlleva la «servidumbre absoluta» de la «nación» e impide la «liberación de los siervos de la gleba». Podemos situar en esta línea de pensamiento el modo de argumentar del Manifiesto del partido comunista, que exige «una violación despótica del derecho de propiedad y de las relaciones burguesas de producción» para acabar con el «despotismo» del patrono y con la esclavitud asalariada (MEW).
En realidad no se trata de escoger entre «libertad» y «despotismo», como parece desprenderse de algunos razonamientos de Smith, sino de comprender el conflicto de libertades; en lo que respecta a la situación descrita por el gran economista, la lucha por la libertad pasaba por una lucha sin cuartel contra los dueños de esclavos y los organismos representativos «libres» monopolizados por ellos…
(continuará)
[ Fragmento de: Domenico Losurdo. “La lucha de clases” ]
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