miércoles, 19 de marzo de 2025

 

1309

 

 

STALIN,

HISTORIA Y CRÍTICA DE UNA LEYENDA NEGRA.

 

Domenico Losurdo.

 

 

( 13 )

 

 



 

LOS BOLCHEVIQUES, DEL CONFLICTO

IDEOLÓGICO A LA GUERRA CIVIL

 

 

 

 

El ocaso de la «economía del dinero» y de la «moral mercantil»

 

La dialéctica de Saturno se manifiesta en numerosos otros ámbitos de la vida política y social. En el ámbito interno, ¿cómo debía entenderse la igualdad que el régimen nacido de Octubre estaba llamado a realizar? La guerra y la pobreza habían dado lugar a un "comunismo" basado en la distribución más o menos igualitaria de raciones de alimentos bastante míseras. Respecto a esta práctica y a la ideología que se había desarrollado sobre ella, la ola de robos provocada por la NEP resulta arrolladora, con el surgimiento de nuevas y estridentes desigualdades, posibilitadas por la tolerancia adoptada hacia ciertos sectores de la economía capitalista. La sensación de "traición" es un fenómeno masivo, y se dirige especialmente al partido bolchevique: «En 1921-1922 literalmente decenas de miles de obreros bolcheviques rompieron el carnet decepcionados por la NEP: la habían rebautizado como Nueva Extorsión al Proletariado». Más allá de la Rusia soviética, vemos también a un dirigente comunista francés aceptar el cambio radical, pero sin dejar de añadir, al escribir en L'Humanité: «La NEP trae consigo algo de la podredumbre capitalista que había desaparecido completamente durante el comunismo de guerra».

 

 

Quizás se tiene la impresión de que al ser mirados con desconfianza o con indignación no sean aspectos determinados de la realidad económica, sino esta misma realidad en conjunto. Es necesario no perder de vista la espera mesiánica que caracteriza a las revoluciones vinculadas a los estratos más profundos de la población y que sobrevienen después de una crisis de larga duración. En la Francia de 1789, antes aún del asalto a la Bastilla, a partir de la reunión de los Estados generales y de la agitación del Tercer Estado se agita «en el ánimo popular el antiguo milenarismo, la ansiosa espera por la revancha de los pobres y la felicidad de los humillados: ello impregnará profundamente a la mentalidad revolucionaria». En Rusia, estimulado por la opresión zarista y sobre todo por el horror del Primer conflicto mundial, el mesianismo se había manifestado con fuerza ya en ocasión de la Revolución de febrero: saludándola como una Pascua de resurrección, círculos cristianos y sectores importantes de la sociedad rusa habían esperado de ella una regeneración total con el surgimiento de una comunidad íntimamente unificada, y con la disolución de la división entre ricos y pobres, así como del hurto, de la mentira del juego, de la blasfemia, de la embriaguez. Decepcionada por la política menchevique y por la prolongación de la guerra y de la carnicería, esta espera mesiánica había inspirado ulteriormente no pocas adhesiones a la revolución bolchevique.

 

 

Es el caso, por ejemplo, de Pierre Pascal, un católico francés que se verá después profundamente decepcionado por el paso a la NEP, si bien inicialmente había saludado así los acontecimientos de octubre del '17:

 

 

Se están realizando el cuarto salmo de las vísperas dominicales y el Magníficat: los poderosos arrojados del trono y el pobre rescatado de la miseria [...]. Ya no hay más ricos: sólo pobres y paupérrimos. El saber no confiere ni privilegio ni respeto. El ex-obrero promovido a director da órdenes a los ingenieros. Altos y bajos salarios se aproximan. El derecho de propiedad se reduce a los efectos personales. El juez no se dedica más a aplicar la ley, si el mismo sentido de equidad proletaria la contradice.

 

 

Leyendo este fragmento, resuenan ecos de la afirmación de Marx, según la cuál no hay «nada más fácil que dar al ascetismo cristiano una mano de barniz socialista». No debe pensarse que esta visión circule solamente entre los ambientes abiertamente religiosos. Incluso el Manifiesto del partido comunista hace notar que «los primeros lemas del proletariado» a menudo se caracterizan por reivindicaciones en la línea de «un ascetismo universal y un tosco igualitarismo». Es esto lo que se produce en Rusia tras la catástrofe de la Primera guerra mundial. En los años cuarenta un bolchevique describe eficazmente el clima espiritual del período inmediatamente posterior a la Revolución de octubre, surgido de una guerra provocada por la competición imperialista, por el saqueo de las colonias, por la conquista de mercados y materias primas, por la caza capitalista del beneficio y el súper-beneficio:

 

 

Nosotros los jóvenes comunistas habíamos crecido todos en la convicción de que el dinero habría sido quitado de en medio de una vez por todas [...]. Si reaparecía el dinero, ¿no aparecerían de nuevo los ricos? ¿No nos encontrábamos en una pendiente resbaladiza que nos llevaba de vuelta al capitalismo?

 

 

Es un sentimiento que encuentra su expresión también en la obra de eminentes filósofos occidentales. En 1918 el joven Bloch llama a los Soviets a acabar no solamente con «toda economía privada» sino también con toda «economía dineraria» y, con ella, «la moral mercantil que bendice todo lo malvado que hay en el hombre». Solamente liquidando tal podredumbre en su totalidad era posible acabar de una vez por todas con la carrera por la riqueza y el dominio, por la conquista de las colonias y de la hegemonía, catastróficamente desembocada en la guerra. Al publicar en 1923 la segunda edición de Espíritu de la utopía, Bloch considera oportuno eliminar los pasajes de impronta mesiánica antes citados. Y sin embargo, el estado de ánimo y la visión que los había inspirado no se atenúan ni en la Unión Soviética ni fuera de ella.

 

 

Si por un lado la suavizan, la cicatrización de las heridas abiertas por el primer conflicto mundial y dos guerras civiles (contra los Blancos y contra los kulaks), y la recuperación económica vuelven a agudizar la crisis moral. Sobre todo después de completada la colectivización de la agricultura y la consolidación del nuevo régimen, ya no es posible remitir a los residuos capitalistas y el peligro inmediato del derrumbe para explicar el fenómeno de la permanencia de las diferencias retributivas: ¿eran tolerables? ¿Hasta qué punto?

 

 

En la Fenomenología del espíritu, Hegel destaca la aporía contenida en la idea de igualdad material que está en la base de la reivindicación de la «comunidad de bienes»: si se procede a la satisfacción igual de las diferentes necesidades de los individuos, está claro que se produce una desigualdad en relación a la «cuota de participación», esto es, a la distribución de los bienes; sin embargo, si se procede a una «distribución igual» de los bienes, entonces está claro que resulta desigual en los individuos la «satisfacción de las necesidades» (diferentes entre ellas). En cualquiera de los casos la «comunidad de bienes» no consigue mantener la promesa de una igualdad material.

 

 

Marx, que conocía muy bien la Fenomenología, resuelve (en la Crítica del programa de Gotha) la dificultad haciendo corresponder los dos modos diferentes de declinar la «igualdad» (que siempre es parcial y limitada) a dos diferentes fases de desarrollo de la sociedad postcapitalista: en la fase socialista la distribución según «igual derecho», es decir, retribuyendo con la misma medida el trabajo realizado por cada individuo, siempre diferente para cada uno, produce una evidente desigualdad en la retribución global y en la renta; en este sentido el «derecho igual» no es otra cosa que el «derecho de la desigualdad»…

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: Domenico Losurdo. “Stalin, historia y crítica de una leyenda negra” ]

 

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