sábado, 25 de enero de 2025



1280

 

 

STALIN,

HISTORIA Y CRÍTICA DE UNA LEYENDA NEGRA.

 

Domenico Losurdo.

 

 

( 08 )

 

 

 


 

 

EL RÁPIDO DESENLACE NEGATIVO DE LA GUERRA-RELÁMPAGO

 

No debe uno dejarse cegar por las apariencias: observado cuidadosamente, el proyecto del Tercer Reich de reeditar en el este el triunfal Blitzkrieg realizado en el lado occidental comienza a mostrarse problemático ya en las primeras semanas del gigantesco choque. A tal propósito resultan reveladores los diarios de Joseph Goebbels. En la víspera de la agresión destaca lo imparable que resultaría a la postre el ataque alemán, «sin duda el más poderoso que la historia haya jamás conocido»; nadie podrá discutir el «despliegue más poderoso de la historia universal». Y por tanto: «Tenemos delante una marcha triunfal sin precedentes [...]. Considero la fuerza militar de los rusos muy baja, todavía más baja de lo que pueda considerarla el Führer. Si hubo y si hay una acción de resultado cierto, es ésta». En realidad no es inferior la seguridad de Hitler, que algunos meses antes delante de un diplomático búlgaro se había referido al ejército soviético de esta manera: es sólo un «chiste».

 

 

 

Lo cierto es que desde el inicio los invasores se encuentran, pese a todo, con sorpresas desagradables: «El 25 de junio, en ocasión del primer asalto a Moscú, la defensa antiaérea demuestra tal eficacia que desde ese momento la Luftwaffe se ve obligada a limitarse a ataques nocturnos a rangos reducidos». Bastan diez días de guerra para que comiencen a entrar en crisis las certezas anteriores. El 2 de julio Goebbels anota en su diario: «En conjunto, se combate muy dura y obstinadamente. De ningún modo puede hablarse de paseo. El régimen rojo ha movilizado al pueblo». Los sucesos se siguen y el humor de los dirigentes nazis cambia de manera radical, tal y como se comprueba en el diario de Goebbels.

 

24 de julio:

 

No podemos conservar duda alguna acerca del hecho de que el régimen bolchevique, que existe desde hace casi un cuarto de siglo, ha dejado profundas huellas en los pueblos de la Unión Soviética [...]. Sería por lo tanto justo subrayar con claridad, frente al pueblo alemán, la dureza del combate que se libra en el este. Debe decírsele a la nación que esta operación es muy difícil, pero que podemos superarla y la superaremos.

 

 

1º de agosto:

 

En el cuartel general del Führer [...] también se admite abiertamente que se ha errado un poco en la valoración de la fuerza militar soviética. Los bolcheviques revelan una resistencia mayor de la que habríamos supuesto; sobre todo los medios materiales a su disposición son mayores de lo que pensábamos.

 

 

19 de agosto:

 

El Führer está en privado muy irritado consigo mismo por el hecho de haberse dejado engañar hasta tal punto sobre el potencial de los bolcheviques, a través de los informes provenientes de [agentes alemanes enviados a] la Unión Soviética. Sobre todo su subestimación de la infantería acorazada y la aviación del enemigo nos ha creado muchos problemas. Ha sufrido mucho. Se trata de una grave crisis [...]. Comparadas, las campañas llevadas a cabo hasta ahora eran casi paseos [...]. En lo que respecta al oeste el Führer no tiene ningún motivo de preocupación [...]. Con nuestro rigor y objetividad los alemanes siempre hemos subestimado al enemigo, con la excepción en este caso de los bolcheviques.

 

 

16 de septiembre:

 

Hemos calculado el potencial de los bolcheviques de modo completamente erróneo.

 

 

 

Los investigadores en materia de estrategia militar subrayan las dificultades imprevistas en las que al entrar en la Unión Soviética se ve inmersa una maquinaria de guerra poderosa, experimentada y rodeada por el mito de la imbatibilidad como era la alemana. Resulta «especialmente significativa para el éxito de la guerra oriental la batalla de Smolensk, en la segunda mitad de julio de 1941 (hasta ahora oculta en las investigaciones por la sombra de otros acontecimientos)». La observación es de un ilustre historiador alemán, que cita después estas elocuentes entradas del diario del general Fedor von Bock, del 20 y 26 de julio respectivamente:

 

 

El enemigo quiere reconquistar Smolensk a cualquier precio y constantemente moviliza nuevas tropas hacia allí. La hipótesis expresada en alguna parte de que el enemigo actúe sin una estrategia no se apoya en hecho alguno [...]. Se constata que los rusos han llevado a cabo alrededor del frente construido por mí un nuevo y compacto despliegue de fuerzas. En muchos puntos intentan pasar al ataque. Sorprendente para un adversario que ha sufrido golpes similares; debe poseer una cantidad increíble de material, de hecho nuestras tropas lamentan todavía hoy el potente efecto de la artillería enemiga.

 


Todavía más inquieto y de hecho decididamente pesimista es el almirante Wilhelm Canaris, dirigente del contraespionaje, que, hablando con el general Von Bock el 17 de julio, comenta: «Lo veo muy negro».

 

 

 

El ejército soviético no sólo no huye en desbandada en los primeros días y semanas del ataque, oponiendo de hecho una «tenaz resistencia», sino que demuestra estar bien dirigido, como revela por lo demás la «resolución de Stalin a la hora de frenar el avance alemán en el punto exacto para él». Los resultados de este atento liderazgo militar se revelan también en el plano diplomático: «impresionado por el tenaz combate ofrecido en el área de Smolensk», Japón, presente allí con observadores, decide rechazar la propuesta del Tercer Reich de participar en la guerra contra la Unión Soviética. El análisis del historiador alemán, ferozmente anticomunista, es confirmado plenamente por investigadores rusos partidarios del Informe Kruschov y destacados como campeones de la lucha contra el "estalinismo": «Los planes del Blitzkrieg [alemán] habían naufragado ya a mediados de julio». En este contexto no parece puramente formal el homenaje que Churchill y F. D. Roosevelt realizan el 14 de agosto de 1941 a la «espléndida defensa» del ejército soviético. Al margen de los círculos diplomáticos y gubernamentales, en Gran Bretaña -según nos informa una entrada del diario de Beatrice Webb- ciudadanos normales e incluso de ideario conservador muestran un «vivo interés por el coraje e iniciativa sorprendentes y por el magnífico equipamiento de las fuerzas del Ejército Rojo, el único Estado soberano capaz de enfrentarse a la potencia casi mítica de la Alemania de Hitler». En la misma Alemania, tres semanas después del comienzo de la Operación Barbarroja, empiezan a oírse voces que ponen radicalmente en cuestión la versión triunfalista del régimen. Es lo que aparece en el diario de un eminente intelectual alemán de origen judío: al parecer, en el este «sufrimos una inmensa cantidad de bajas, habíamos infravalorado la capacidad de resistencia de los rusos», a los que «no se les acaban nunca los hombres y el material bélico».

 

 

 

Durante mucho tiempo leída como una expresión de ignorancia político-militar o incluso de ciega confianza respecto al Tercer Reich, la conducta extremadamente cauta de Stalin en las semanas que preceden al estallido de las hostilidades aparece ahora bajo una luz completamente diferente: «La concentración de fuerzas de la Wehrmacht a lo largo de la frontera con la URSS, la violación del espacio aéreo soviético y otras numerosas provocaciones tenían una única finalidad: atraer al grueso del Ejército Rojo lo más cerca posible de la frontera. Hitler pretendía ganar la guerra en una única y gigantesca batalla». Incluso generales de entre los más valiosos se sintieron atraídos por la trampa, y previendo la irrupción del enemigo, instan a un masivo desplazamiento de tropas hacia la frontera: «Stalin rechazó categóricamente la petición, insistiendo en la necesidad de mantener reservas a gran escala a considerable distancia de la línea del frente». Más tarde, siendo consciente de los planes estratégicos de los ideadores de la Operación Barbarroja, el mariscal Georgy K. Zhukov reconocía el acierto de la línea seguida por Stalin: «El mando de Hitler contaba con un desplazamiento del grueso de nuestras tropas hacia la frontera, con la intención de rodearlo y destruirlo».

 

 

De hecho, en los meses que preceden a la invasión de la URSS el Führer señala, discutiendo con sus generales: «Problema del espacio ruso. La amplitud infinita del espacio hace necesaria la concentración en puntos decisivos». Más tarde, con la Operación Barbarroja ya comenzada, en una conversación aclara ulteriormente su opinión: «En la historia mundial ha habido hasta ahora solamente tres batallas de aniquilación: Cannes, Sedan y Tannenberg. Podemos estar orgullosos del hecho de que dos de ellas han sido victoriosamente combatidas por ejércitos alemanes». Sin embargo, para Alemania la tercera y más grandiosa batalla decisiva de aniquilación y sometimiento, tan ansiada por Hitler, se le complica cada vez más, y una semana después se ve obligado a reconocer que la Operación Barbarroja había infravalorado gravemente al enemigo: «la preparación bélica de los rusos debe considerarse fantástica». Queda clara aquí la actitud de un jugador de cartas intentando justificar el fracaso de sus previsiones. Y sin embargo, el experto inglés en estrategia militar antes citado llega a conclusiones no muy diferentes: el motivo de la derrota de los franceses residió «no en la cantidad o calidad de su material sino en su doctrina militar»; es más, un despliegue demasiado avanzado del ejército influye desastrosamente, ya que «compromete gravemente su ductilidad estratégica»; un error similar había cometido también Polonia, favorecido por «la ferocidad nacional y la excesiva confianza de los militares». Nada de todo esto se da en el caso de la Unión Soviética.

 

 

 

Más importante que cada una de las batallas es la imagen de conjunto: «El sistema estaliniano consiguió movilizar a la gran mayoría de la población y la práctica totalidad de los recursos»; en particular la «capacidad de los soviéticos» fue «extraordinaria», en una situación tan difícil como la creada en los primeros meses de la guerra, a «la hora de evacuar y de reconvertir después a la producción militar un número considerable de industrias». Sí, «puesto en pie dos días después de la invasión alemana, el Comité de evacuación consiguió desplazar al este 1.500 grandes fábricas, tras la realización de operaciones titánicas de una gran complejidad logística». Por otro lado, este proceso de deslocalización había comenzado ya en las semanas o meses que preceden a la agresión nazi, confirmando ulteriormente el carácter fantástico de la acusación lanzada por Kruschov.

 

 

Hay más. El grupo dirigente soviético había intuido de algún modo el desarrollo de la guerra que se perfilaba en el horizonte, ya desde el momento mismo en que impulsó la industrialización del país: con un giro radical respecto a la situación precedente, había identificado «un punto central en la Rusia asiática», a distancia y resguardado de posibles agresores. En efecto, sobre ello Stalin había insistido con fuerza, repetidas veces.

 


31 de enero de 1931: se imponía la «creación de un campo industrial nuevo y bien dotado en los Urales, en Siberia, en Kazajistán». Pocos años después, el Informe presentado el 26 de enero de 1934 en el XVII Congreso del PCUS había llamado con satisfacción la atención sobre el poderoso desarrollo industrial que se había producido «en Asia central, en Kazajistán, en las Repúblicas Buriatas, Tártaras y Baskirias, en los Urales, en Siberia oriental y occidental, en el extremo oriente, etc.». Las implicaciones de todo ello no se le habían escapado a Trotsky, que pocos años después, al analizar los peligros de la guerra y el grado de preparación de la Unión Soviética, y al subrayar los resultados alcanzados por la «economía planificada» en el ámbito «militar», había observado: «La industrialización de regiones remotas, principalmente de Siberia, confiere a las regiones de la estepa y bosque una nueva importancia». Solamente ahora los grandes espacios asumían todo su valor y hacían más complicada que nunca la guerra-relámpago utilizada por el estado mayor alemán.

 

 

Es precisamente en el ámbito del aparato industrial edificado en previsión de la guerra donde el Tercer Reich se ve obligado a afrontar las sorpresas más amargas, como muestran dos anotaciones de Hitler.

 

 

29 de noviembre de 1941: «¿Cómo es posible que un pueblo tan primitivo pueda alcanzar tales objetivos técnicos en tan poco tiempo?»

 


26 de agosto de 1942: «En lo que respecta a Rusia, es incontestable que Stalin ha alzado el nivel de vida. El pueblo ruso no sufría el hambre [en el momento del comienzo de la Operación Barbarroja]. En conjunto es necesario reconocer que: han sido construidos talleres de la importancia de las Hermann Goering Werkeallí donde hasta hace dos años no existían sino aldeas desconocidas. Nos encontramos líneas de ferrocarril que no están en los mapas».

 

 

 

Llegados a este punto es conveniente dar la palabra a tres expertos, notablemente diferentes entre ellos (uno ruso y los otros dos occidentales). El primero, que en su momento dirigió el Instituto soviético de historia militar, y que ha compartido el antiestalinismo militante de los años de Gorbachov, parece movido por la intención de retomar y radicalizar la requisitoria del Informe Kruschov. Y sin embargo, por los mismos resultados de su investigación, se ve obligado a formular un juicio bastante más matizado: sin ser un especialista y mucho menos el genio descrito por la propaganda oficial, ya en los años que preceden al estallido de la guerra Stalin se ocupa intensamente de los problemas de la defensa, de la industria de defensa y de la economía de guerra en su conjunto. Sí, en el plano estrictamente militar, únicamente a través de pruebas y errores, incluso graves, y «gracias a la dura praxis de la vida militar cotidiana» él «aprende gradualmente los principios básicos de estrategia»86. En otros campos, sin embargo, su pensamiento se muestra «más desarrollado que el de muchos líderes militares soviéticos».

 

 

Gracias también a la larga práctica en la gestión del poder político, Stalin no pierde nunca de vista el rol central de la economía de guerra, y contribuye a reforzar la resistencia de la URSS con la transferencia hacia el interior del aparato bélico industrial: «es casi imposible subestimar la importancia de este empeño». El líder soviético presta finalmente una gran atención a la dimensión político-moral de la guerra. En este ámbito «tenía ideas totalmente fuera de lo habitual», como demuestra la decisión «valiente y clarividente», tomada pese al escepticismo de sus colaboradores, de efectuar el desfile militar conmemorativo del aniversario de la Revolución de octubre, el 7 de noviembre de 1941, en una Moscú asediada y acosada por el enemigo nazi. En síntesis, puede decirse que respecto a los militares de carrera y al círculo de sus colaboradores, «Stalin da prueba de un pensamiento más universal». Y es un pensamiento -puede añadirse- que no pasa por alto ni siquiera los aspectos más ínfimos de la vida y de la moral de los soldados: informado del hecho de que se habían quedado sin cigarrillos, gracias también a su capacidad para despachar «una enorme carga de trabajo», 

 

 

«en el momento crucial de la batalla de Stalingrado, él [Stalin] encontró tiempo para llamar por teléfono a Akaki Mgeladze, jefe del partido en Abjasia, la principal región productora de tabaco: "¡Nuestros soldados ya no pueden fumar! ¡Sin cigarrillos el frente no aguanta!"»

 

 

En la apreciación positiva de Stalin como líder militar los dos autores occidentales van aún más allá. Si Kruschov insiste en los arrolladores éxitos iniciales de la Wehrmacht, el primero de los dos expertos mencionados expresa esta misma evidencia con un lenguaje bastante diferente: no sorprende que «la mayor invasión de la historia militar» haya conseguido éxitos iniciales: la réplica del Ejército rojo tras los devastadores golpes de la invasión alemana en junio de 1941 fue «la mayor producción de armas que el mundo hubiese visto nunca». El segundo investigador, docente de una academia militar estadounidense, a partir de la comprensión del conflicto en términos de su larga duración, de la atención reservada tanto a la retaguardia como al frente, de la dimensión económica y política, así como la propiamente militar de la guerra, habla de Stalin como un «gran estratega», de hecho como «el primer auténtico estratega del siglo veinte». Es una valoración de conjunto ampliamente coincidente con la del otro investigador occidental antes citado, cuya tesis de fondo, resumida en las solapas del libro, ve en Stalin al «mayor líder militar del siglo veinte». Obviamente se pueden discutir o matizar estas valoraciones tan lisonjeras; queda sin embargo claro el hecho de que, al menos en lo que respecta al tema de la guerra, el paisaje trazado por Kruschov ha perdido toda credibilidad.

 

 

Sobre todo por el hecho de que llegado el momento del examen definitivo, la URSS se muestra bastante preparada también desde otro punto de vista esencial. Volvamos a dar la palabra a Goebbels, que, al explicar las inopinadas dificultadas de la operación Barbarroja, aparte del potencial bélico del enemigo, remite también a otro factor:

 

 

Para nuestros hombres de confianza y a nuestros espías era casi imposible penetrar en el interior de la Unión Soviética. No podían adquirir una visión precisa. Los bolcheviques se han esforzado directamente en engañarnos. De toda una serie de armas que poseían, sobre todo armas pesadas, no hemos podido sacar nada en claro. Exactamente lo contrario de lo que se ha producido en Francia, donde lo sabíamos prácticamente todo y no podríamos haber sido sorprendidos de ningún modo…

 

(continuará)

 

 

 

 

[ Fragmento de: Domenico Losurdo. “Stalin, historia y crítica de una leyenda negra” ]

 

**

 


2 comentarios:

  1. " ...es más, un despliegue demasiado avanzado del ejército influye desastrosamente, ya que «compromete gravemente su ductilidad estratégica»; un error similar había cometido también Polonia, favorecido por «la ferocidad nacional y la excesiva confianza de los militares». Nada de todo esto se da en el caso de la Unión Soviética".

    La historia se repite, hoy en Ucrania, en la guerra de la OTAN contra Rusia. Todos los intentos, políticos, militares y mediáticos de provocar una reacción pasional de Rusia por parte de la OTAN, han resultado totalmente ineficaces. Según datos aportados por múltiples fuentes fidedignas, en esta guerra de desgaste, Rusia no sólo ha diezmado al ejército ucraniano sino los almacenes de armamento de la OTAN, cuyos mandos vuelven a errar en sus predicciones y vuelven a ser merecidamente humillados por la misma estrategia establecida por el "odioso" Stalin. Ni uñas les quedarán para rascarse el escozor de esta nueva derrota. Efectivamente, "A todo Hitler [tenga o no bigote, luzca camisa parda o Armani] le llega su Stalingrado".

    Salud y comunismo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Como bien dice Andrés Piqueras, hace ya un tiempo que estamos inmersos en “La Guerra Total” que ha declarado el Imperio agonizante al resto del mundo y, no lo olvidemos, al propio planeta Tierra. Esta Guerra Total se desarrolla a distintos niveles y en distintos escenarios, aunque todas ellas han salido del mismo molde imperial: Ucrania, Oriente Medio, Asia Occidental y Oriental, América Latina y el Caribe, Corea del Norte, el Ártico… e incluso el servil Jardín neoliberal del patético bufón Borrell.

      Pero la clara percepción de la Guerra Total que tienen los palestinos, los yemeníes, los libaneses, los sirios, los rusos, los cubanos, los venezolanos, los nicaragüenses, los haitianos, la carne de cañón ucraniana… es de otro orden que la que empieza a emerger en la sumisa Alemania que se traga la voladura del Nord Stream y de su propio status de potencia industrial, o por ejemplo la servicial Dinamarca (la voladura del Nord Stream se llevó a cabo a tan sólo 25 kilómetros de la supervigilada costa danesa) que ve, y no se lo puede de creer jatetú, cómo su venerado amo, además sin ningún disimulo diplomático, le guinda Groenlandia.


      Pero claro que ahí está el monopolio mediático del Hegemón, que se encarga de esconder la existencia o, en su caso, la verdadera naturaleza de la Guerra Total que ha declarado “por motivos de Seguridad Nacional, a los enemigos de la democracia y la libertad” –nótese como se utiliza el mensaje emotivo para taponar lo racional–, nublando, confundiendo, anestesiando las mentes de la ya muy entrenada y predispuesta audiencia occidental:

      –¿Guerra Total?, perdona pero yo no he visto nada de eso, no he oído nada de eso, no sé nada de eso… y conste que leo prensa, veo tele y navego por internet… yo no estoy “desinformado”.

      En fin, por muy cabezota incorregible que uno sea, acabas acostumbrándote a que no te hagan ni puñetero caso.



      Salud y comunismo

      *

      Eliminar

Gracias por comentar