lunes, 6 de enero de 2025



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STALIN,

HISTORIA Y CRÍTICA DE UNA LEYENDA NEGRA.

 

Domenico Losurdo.

 

 

( 06 )

 

 

 

LA GRAN GUERRA PATRIÓTICA Y 

LAS «INVENCIONES» DE KRUSCHOV

 

A partir de Stalingrado y de la derrota infligida al Tercer Reich (una potencia que parecía invencible), Stalin había adquirido un enorme prestigio en todo el mundo. Y no es casual que Kruschov se detenga en este punto. El nuevo dirigente describe en términos catastróficos la falta de preparación militar de la Unión Soviética, cuyo ejército, en algunos casos, habría carecido incluso del armamento más elemental. Directamente opuesta es la imagen que surge de una investigación que parece provenir de los ambientes de la Bundeswehr y que en todo caso recurre ampliamente a sus archivos militares. Se describe la «múltiple superioridad del Ejército Rojo en infantería mecanizada, aviones y artillería»; por otro lado, «la capacidad industrial de la Unión Soviética había alcanzado dimensiones tales como para procurar a las fuerzas armadas soviéticas un armamento casi inimaginable». Este crece a ritmos cada vez más intensos según se acerca la operación Barbarroja. Un dato es especialmente revelador: si en 1940 la Unión Soviética fabricaba 358 carros de combate del tipo más avanzado, netamente superiores a aquellos disponibles para otros ejércitos, en el primer semestre del año siguiente fabricaba 1.503. A su vez, los documentos provenientes de los archivos rusos demuestran que, al menos en los dos años inmediatamente anteriores a la agresión del Tercer Reich, Stalin está literalmente obsesionado con el problema del «incremento cuantitativo» y de la «mejora cualitativa de todo el aparato militar». Algunos datos son de por sí elocuentes: si en el primer plan quinquenal llegan al 5,4% del gasto estatal, en 1941 los presupuestos para la defensa suben hasta el 43,4%; «en septiembre de 1939, siguiendo órdenes de Stalin, el Politburó tomó la decisión de construir antes de 1941 nueve fábricas nuevas para la fabricación de aviones»; en el momento de la invasión nazi «la industria había producido 2.700 aviones modernos y 4.300 carros de combate». A juzgar por estos datos, pueden decirse muchas cosas, excepto que la URSS haya llegado poco preparada a la trágica cita con la guerra.

 

 

Por otro lado, han pasado ya diez años desde que una historiadora norteamericana asestara un duro golpe al mito del derrumbe moral y evasión de responsabilidades por parte del dirigente soviético apenas iniciada la invasión nazi: 

 

 

«pese al impacto inicial, el día del ataque Stalin convocó una reunión de once horas con los dirigentes del partido, del gobierno y del ejército, y en los días siguientes hizo lo mismo». 

 

 

El caso es que ahora tenemos acceso al registro de los visitantes del despacho de Stalin en el Kremlin, descubierto a comienzos de los años noventa: parece ser que desde las horas inmediatamente siguientes a la agresión militar, el líder soviético se sumerge en una incesante sucesión de reuniones e iniciativas para organizar la resistencia. Son días y noches caracterizadas por una «actividad [...] extenuante», pero ordenada. En cualquier caso, «todo el episodio [narrado por Kruschov] es una completa invención», esta «historia es falsa». En realidad desde comienzos de la operación Barbarroja, Stalin no sólo toma las decisiones más comprometedoras, dando órdenes para el traslado de la población y de las instalaciones industriales lejos del frente, sino que «controla todo de manera minuciosa, desde el tamaño y forma de las bayonetas hasta los autores y títulos de los artículos de "Pravda"». No hay pruebas de pánico ni de histeria. Leamos la correspondiente entrada del diario de Dimitrov: «A las 7 de la mañana me han reclamado con urgencia en el Kremlin. Alemania ha atacado a la URSS. Ha comenzado la guerra [...]. Sorprendente calma, firmeza y seguridad en Stalin y en todos los demás». Sorprende todavía más la claridad de ideas. No se trata solamente de proceder a la «movilización general de nuestras fuerzas». Es necesario también definir la situación política. Sí, «solamente los comunistas pueden vencer a los fascistas», dando fin a la ascensión aparentemente imparable del Tercer Reich, pero no hay que perder de vista la naturaleza real del conflicto: 

 

 

«Los partidos [comunistas] impulsan sobre el terreno un movimiento en defensa de la URSS. No plantean la cuestión de la revolución socialista. El pueblo soviético combate una guerra patriótica contra la Alemania fascista. El problema es la derrota del fascismo, que ha sometido a una serie de pueblos e intenta someter a otros»

 

 

 

La estrategia política que habría precedido a la Gran guerra patriótica está claramente trazada. Ya algunos meses antes Stalin había subrayado que al expansionismo aplicado por el Tercer Reich «en pos del sometimiento, de la sumisión de otros pueblos», estos respondían con justificadas guerras de resistencia y liberación nacional . Por otro lado, a aquellos que escolásticamente oponían patriotismo e internacionalismo, la Internacional comunista había replicado ya antes de la agresión hitleriana, como demuestra la entrada del diario de Dimitrov del 12 de mayo de 1941, que

 


[...] es necesario desarrollar la idea que conjuga un sano nacionalismo, correctamente entendido, con el internacionalismo proletario. El internacionalismo proletario debe apoyarse en este nacionalismo de cada país [...]. Entre el nacionalismo correctamente entendido y el internacionalismo proletario no existe y no puede existir contradicción alguna. El cosmopolitismo sin patria, que niega el sentimiento nacional y la idea de patria, no tiene nada en común con el internacionalismo proletario.

 

 

Lejos de ser una reacción improvisada y desesperada a la situación creada con el comienzo de la Operación Barbarroja, la estrategia de la Gran guerra patriótica señalaba una orientación teórica de carácter general madurada desde hacía tiempo: el internacionalismo y la causa internacional de la emancipación de los pueblos apuntaban concretamente hacia las guerras de liberación nacional, necesarias dada la pretensión de Hitler de retomar y radicalizar la tradición colonial, sometiendo y esclavizando en primer lugar a las supuestas razas serviles de Europa oriental. Son temas retomados en los discursos y declaraciones pronunciados por Stalin en el transcurso de la guerra: éstos constituyen «importantes piedras angulares en la clarificación de la estrategia militar soviética y sus objetivos políticos, y jugaron un papel importante a la hora de reforzar la moral popular»; alcanzaron además una importancia también internacional, como observaba contrariado Goebbels a propósito del discurso radiado el 3 de julio de 1941, que «suscita enorme admiración en Inglaterra y en los EEUU»…

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: Domenico Losurdo. “Stalin, historia y crítica de una leyenda negra” ]

 

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2 comentarios:

  1. La historia se repite, esta vez en forma de farsa representada por las debilitadas potencias imperialistas. ¿Cuántas veces hemos visto a los medios de desinformación hacerse eco de las (por lo demás cómicas) declaraciones de dirigentes como Ursula von der Leyen?: "Rusia está en andrajos". Los envenenados dardos dirigidos a Stalin y al comunismo en el pasado, se dirigen hoy al "dictador" Putin y a la "imperialista" Rusia, que tenga el régimen que tenga siempre será convenientemente "comunista" para el imperialismo. Tal es, además de la avaricia, el odio y el resentimiento acumulado desde el triunfo de la Revolución de 1917 y la aplastante victoria del Ejército Rojo en 1945. Ya lo dijo lucidamente Zhúkov: "Liberamos a Europa del fascismo, pero nunca nos perdonarán por ello". Stalin encarnaba la derrota del imperialismo occidental, de ahí la ingente propaganda dirigida contra su persona. Una propaganda sin precedentes de la que ni el propio Hitler fue objeto.

    La inminente derrota de la ucro-NATO se debe en gran medida a la herencia soviética y al propio Stalin, algo que tanto Putin como sus generales suelen señalar.

    Salud y comunismo

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    1. Camarada Loam, en el mismo sentido que apuntas, aporto este atinado texto del siempre instructivo ANDRÉS PIQUERAS:
      «Con la desaparición de la URSS se da también el desmoronamiento de fuerzas sociales que a escala interestatal propiciaron un cierto mayor equilibrio entre el Capital y el Trabajo tras la Segunda Gran Guerra del siglo XX. Lo cual significó el abortamiento del intento de ruptura del conjunto del Segundo Mundo (o “Mundo Socialista” -formaciones que pretendieron una transición al socialismo, las supervivientes de las cuales quedaron asediadas en soledad-). Con ello se agotó también el desarrollismo de post-independencia (África y Asia), así como el populista (América Latina) en el Tercer Mundo, con la consiguiente eliminación de éste como un Bloque-sujeto político internacional que venía constituyéndose desde Bandung, La Habana (Tricontinental) y Argel (G77). Se obstruía, en consecuencia, la posibilidad de que de él surgieran actores políticos autocentrados (nacionalismos soberanos).

      En cuanto al Primer Mundo, el capital global rompería unilateralmente los pactos de clase con sus propias poblaciones, poniendo fin a la redistribución de la riqueza en forma de protección social. Una vez que deja de existir el antagonista sistémico, y rehecho de momento el Sistema Mundial tras la entrada de China a la Organización Mundial de Comercio, conseguido un ejército laboral mundial de reserva, disciplinados, eliminados o integrados los sujetos antagónicos internos, fidelizadas sus fuerzas sindicales, ya no había razón para seguir manteniendo la opción reformista.

      Todo ello, unido a la propia crisis degenerativa del capitalismo, agudizada a la vez, paradójicamente, por sus políticas de destrucción de las condiciones salariales y sociales, significaría que en adelante nada positivo le quedaba por aportar al modo de producción capitalista, que iría desarrollando cada vez más las fuerzas destructivas, en paralelo al deterioro de las productivas. En adelante todo iría a peor para la humanidad.

      Todavía hoy (a la espera de la consolidación de un Mundo Emergente y la redirección al socialismo del proyecto chino) estamos pagando las consecuencia de aquella pérdida, y de forma tan desgarradora como crecientemente mortífera.»

      Salud y comunismo

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