martes, 8 de octubre de 2024



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LAS LUCHAS DE CLASES EN FRANCIA 

DE 1848 A 1850  

 

Karl Marx

 

[ 14 ]

 

 

 

 

III. LAS CONSECUENCIAS DEL 13 DE JUNIO DE 1849

 

(…) La gradual revolucionarización de los campesinos se manifestó en diversos síntomas. Se reveló ya en las elecciones a la Asamblea Legislativa; se reveló en el estado de sitio de los cinco departamentos que circundan a Lyon; se reveló algunos meses después del 13 de junio en la elección de un miembro de la Montaña en lugar del ex presidente de la Chambre introuvable

[ Así se llama en la Historia la Cámara de diputados fanáticamente ultramonárquica y reaccionaria, elegido en 1815, inmediatamente después de la segunda caída de Napoleón. (Nota de F. Engels para la edición de 1895.) ] por el departamento de la Gironda; se reveló el 20 de diciembre de 1849 en la elección de un rojo para ocupar el puesto de un diputado legitimista muerto, en el departamento du Gard, esta tierra de promisión de los legitimistas, escenario de los actos de ignominia más espantosos contra los republicanos en 1794 y 1795, sede central de la terreur blanchede 1815, donde los liberales y los protestantes eran públicamente asesinados.

 

 

Esta revolucionarización de la clase más estacionaria se manifiesta del modo más palpable después del restablecimiento del impuesto sobre el vino. Durante los meses de enero y febrero de 1850, las medidas del Gobierno y las leyes que se dictan se dirigen casi exclusivamente contra los departamentos y los campesinos. Es la prueba más palmaria de su progreso. 

 

 

La circular de d'Hautpoul por la que se convierte al gendarme en inquisidor del prefecto, del subprefecto y, sobre todo, del alcalde y por la que se organiza el espionaje hasta en los rincones de la aldea más remota; la ley contra los maestros de escuela, ley por la que éstos, que son las capacidades intelectuales, los portavoces, los educadores y los intérpretes de la clase campesina, son sometidos al capricho de los prefectos; ley por la que los maestros —proletarios de la clase culta— son expulsados de municipio en municipio como caza acosada; el proyecto de ley contra los alcaldes, por el que se suspende sobre sus cabezas la espada de Damocles de la destitución y se les enfrenta en todo momento —a ellos, presidentes de los municipios campesinos—, con el presidente de la república y con el partido del orden; la ordenanza por la que las 17 divisiones militares de Francia se convierten en cuatro bajalatos y el cuartel y el vivacse imponen a los franceses como salón nacional; la ley de enseñanza, con la que el partido del orden proclama que la ignorancia y el embrutecimiento de Francia por la fuerza son condición necesaria para que pueda vivir bajo el régimen del sufragio universal: ¿qué eran todas estas leyes y medidas? Otros tantos intentos desesperados de reconquistar para el partido del orden a los departamentos y a los campesinos de los departamentos. 

 

 

Considerados como represión, estos procedimientos eran deplorables, eran los verdugos de la propia finalidad que perseguían. Las grandes medidas, como el mantenimiento del impuesto sobre el vino, el impuesto de los 45 céntimos, la repulsa burlona dada a la petición campesina de devolución de los mil millones, etcétera: todos estos rayos legislativos se descargaban sobre la clase campesina de golpe, en grande, desde la sede central, y las leyes y medidas citadas más arriba daban carácter general al ataque y a la resistencia, convirtiéndolos en tema diario de las conversaciones en todas las chozas; inoculaban la revolución en todas las aldeas, la llevaban a los pueblos y la hacían campesina. 

 

 

Por otra parte, estos proyectos de Bonaparte y su aprobación por la Asamblea Nacional, ¿no demostraban la unidad existente entre los dos poderes de la república constitucional en lo referente a la represión de la anarquía, es decir, de todas las clases que se rebelaban contra la dictadura burguesa? ¿Acaso Soulouque, inmediatamente después de su brusco mensaje, no había asegurado a la Asamblea legislativa su devoción por el orden mediante el mensaje subsiguiente de Carlier, caricatura sucia y vil de Fouché, como el mismo Luis Bonaparte era la caricatura vulgar de Napoleón? 



La ley de enseñanza nos revela la alianza de los jóvenes católicos con los viejos volterianos. La dominación de los burgueses coligados, ¿podía ser otra cosa que el despotismo coligado de la restauración amiga de los jesuitas y de la monarquía de Julio, que se las daba de librepensadora? Las armas que había repartido entre el pueblo una fracción burguesa contra la otra, en sus pugnas alternativas por la dominación soberana, ¿no había que arrebatárselas de nuevo, ahora que se enfrentaba a la dictadura conjunta de ambas? Nada, ni siquiera la repulsa de los concordats à l'amiable[Acuerdos amistosos] sublevó tanto a los tenderos de París como esta coqueta ostentación de jesuitismo. 

 

 

Entretanto, proseguían las colisiones entre las distintas fracciones del partido del orden y entre la Asamblea Nacional y Bonaparte. A la Asamblea Nacional no le gustó mucho el que, inmediatamente después de su golpe de Estado, después de haber formado un ministerio bonapartista propio, Bonaparte llamase a su presencia a los inválidos de la monarquía nombrados para prefectos y les pusiese como condición para ostentar el cargo el hacer campaña de agitación anticonstitucional a favor de su reelección a la presidencia; el que Carlier festejase su toma de posesión con la supresión de un club legitimista; el que Bonaparte crease un periódico propio, "Le Napoléon", que delataba al público los apetitos secretos del presidente, mientras sus ministros tenían que negarlos en el escenario de la Asamblea Legislativa. No le gustaba mucho el mantenimiento obstinado del ministerio, a pesar de sus distintos votos de censura; tampoco le gustaba mucho el intento de ganarse el favor de los suboficiales con un aumento de veinte céntimos diarios y el favor del proletariado con un plagio de "Los Misterios de París" de Eugenio Sue, con un Banco para préstamos de honor; ni, finalmente, la desvergüenza con que se hacía que los ministros propusieran la deportación a Argelia de los insurrectos de Junio que aún quedaban, para echar sobre la Asamblea Legislativa la impopularidad en gros, [Al por mayor.] mientras el presidente se reservaba para sí la popularidad en détail, [Al por menor.] concediendo indultos individuales [Al por menor.].

 

 

Thiers dejó escapar palabras amenazadoras sobre corpus d'état [Golpes de Estado] y coups de tête [Ventoleras] y la Asamblea Legislativa se vengó de Bonaparte rechazando todos los proyectos de ley que le presentaba en beneficio propio e investigando de un modo ruidosamente desconfiado todos los que presentaba en beneficio común, para averiguar si, fortaleciendo el poder ejecutivo, no aspiraba a aprovecharse de él para el poder personal de Bonaparte. En una palabra, se vengó con la conspiración del desprecio. 

 

 

Por su parte, el partido de los legitimistas veía con enojo cómo los orleanistas, más capacitados, volvían a adueñarse de casi todos los puestos y cómo crecía la centralización, mientras que el cifraba en la descentralización sus esperanzas de triunfo. Y, en efecto, la contrarrevolución centralizaba violentamente, es decir, preparaba el mecanismo de la revolución. Centralizó incluso, mediante el curso forzoso de los billetes de Banco, el oro y la plata de Francia en el Banco de París, creando así el tesoro de guerra de la revolución, listo para su empleo. 

 

 

Finalmente, los orleanistas veían con enojo cómo salía de nuevo a flote el principio de la legitimidad, alzándose frente a su principio bastardo, y cómo eran ellos postergados y maltratados a cada paso como una esposa burguesa por su noble consorte.

 

 

Hemos visto cómo, unos tras otros, los campesinos, los pequeños burgueses, las capas medias en general, se iban colocando junto al proletariado, cómo eran empujados a una oposición abierta contra la república oficial y tratados por ésta como adversarios. 

 

 

Rebelión contra la dictadura burguesa, necesidad de un cambio de la sociedad, mantenimiento de las instituciones democrático-republicanas como instrumentos de este cambio, agrupación en torno al proletariado como fuerza revolucionaria decisiva: tales son las características generales del llamado partido de la socialdemocracia, del partido de la república roja. 

 

 

Este partido de la anarquía, como sus adversarios lo bautizan, es también una coalición de diferentes intereses, ni más ni menos que el partido del orden. Desde la reforma mínima del viejo desorden social hasta la subversión del viejo orden social, desde el liberalismo burgués hasta el terrorismo revolucionario: tal es la distancia que separa a los dos extremos que constituyen el punto de partida y la meta final del partido de la «anarquía».

 

 

 

¡La abolición de los aranceles protectores es socialismo! Porque atenta contra el monopolio de la fracción industrial del partido del orden. ¡La regulación del presupuesto es socialismo! Porque atenta contra el monopolio de la fracción financiera del partido del orden. ¡La libre importación de carne y cereales extranjeros es socialismo! Porque atenta contra el monopolio de la tercera fracción del partido del orden, la de la gran propiedad terrateniente. En Francia, las reivindicaciones del partido de los freetraders, es decir, del partido más progresivo de la burguesía inglesa, aparecen como otras tantas reivindicaciones socialistas. ¡El volterianismo es socialismo!, pues atenta contra la cuarta fracción del partido del orden: la católica. ¡La libertad de prensa, el derecho de asociación, la instrucción pública general son socialismo, socialismo! Atentan contra el monopolio general del partido del orden. 

 

 

La marcha de la revolución había hecho madurar tan rápidamente la situación, que los partidarios de reformas de todos los matices y las pretensiones más modestas de las clases medias veíanse obligados a agruparse en torno a la bandera del partido revolucionario más extremo, en torno a la bandera roja. 

 

 

Sin embargo, por muy diverso que fuese el socialismo de los diferentes grandes sectores que integraban el partido de la anarquía —según las condiciones económicas de su clase o fracción de clase y las necesidades generales revolucionarias que de ellas brotaban—, había un punto en que coincidían todos: en proclamarse como medio para la emancipación del proletariado y en proclamar esta emancipación como su fin. Engaño intencionado de unos e ilusión de otros, que presentan el mundo transformado con arreglo a sus necesidades como el mundo mejor para todos, como la realización de todas las reivindicaciones revolucionarias y la supresión de todos los conflictos revolucionarios. 

 

 

Bajo las frases socialistas generales y de tenor bastante uniforme del «partido de la anarquía», se esconde el socialismo del "National", de la "Presse" y del "Siècle", que, más o menos consecuentemente, quiere derrocar la dominación de la aristocracia financiera y liberar a la industria y al comercio de las trabas que han sufrido hasta hoy. Es éste el socialismo de la industria, del comercio y de la agricultura, cuyos regentes dentro del partido del orden sacrifican estos intereses, por cuanto ya no coinciden con sus monopolios privados. De este socialismo burgués, que, naturalmente, como todas las variedades del socialismo, atrae a un sector de obreros y pequeños burgueses, se distingue el peculiar socialismo pequeñoburgués, el socialismo par excellence.

 

 

El capital acosa a esta clase, principalmente como acreedor; por eso ella exige instituciones de crédito. La aplasta por la competencia; por eso ella exige asociaciones apoyadas por el Estado. Tiene superioridad en la lucha, a causa de la concentración del capital; por eso ella exige impuestos progresivos, restricciones para las herencias, centralización de las grandes obras en manos del Estado y otras medidas que contengan por la fuerza el incremento del capital. Y como ella sueña con la realización pacífica de su socialismo —aparte, tal vez, de una breve repetición de la revolución de Febrero—, se representa, naturalmente, el futuro proceso histórico como la aplicación de los sistemas que inventan o han inventado los pensadores de la sociedad, ya sea colectiva o individualmente. Y así se convierten en eclécticos o en adeptos de los sistemas socialistas existentes, del socialismo doctrinario, que sólo fue la expresión teórica del proletariado mientras éste no se había desarrollado todavía lo suficiente para convertirse en un movimiento histórico propio y libre…

 

(continuará) 

 

 

 

 

[Fragmento de: Karl MARX / Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850 ]

 

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