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LA GUERRA COGNITIVA ¿EMPIEZA EN EL COLE?
“Los problemas de aritmética de hoy tratan continuamente de «coches»; «en mi época» todavía se iba a pie en este tipo de problemas.”
(Peter Handke)
En 2019 (lo cierto es que yo me entero y lo transcribo en este preciso momento: 18.35h. del martes 24 septiembre de 2024), las escuelas británicas eliminaron los relojes analógicos: los alumnos, niños y adolescentes, no los entendían, no sabían leer un reloj. Y, ya puestos, otros tantos tampoco sabían escribir a mano. Creedme, buena gente, no es que uno sea el tipo más perspicaz del mundo, pero esto no es cosa tan insignificante como muchos de vosotros podáis pensar si os pusierais a ello.
Prosigo. Las autoridades escolares del país británico tiraron, como es lógico y previsible en un mundo en imparable proceso acelerado de digitalización, por el camino más cómodo, que resulta claro no es otro que el digital, e inmediatamente comenzaron a sustituir los relojes analógicos de las aulas por los digitales tras una oleada de quejas (¡¿las protestas funcionan!?) por parte de sus alumnos durante los exámenes. Primero fueron los estudiantes de entre 15 y 16 años, que durante un control de conocimientos se quejaron a sus profesores de que no entendían el círculo ese con manecillas que había en la parte superior de la pared. Luego los más grandes, de entre 17 y 18, confesaron que no entendían los oscuros mecanismos del tic-tac. Así hasta que la junta escolar de los principales colegios terminó cambiando las agujas del reloj por el parpadeo fosforescente de unos números digitales… y listo, que pase el siguiente. El hecho es que las generaciones actuales están acostumbradas (¡a la fuerza ahorcan!) a ver una representación digital del tiempo sólo en el teléfono y en el ordenador. Y claro, como casi todo lo que tienen, incluyendo esos extraordinarios relojes de pulsera multifunción, es digital… cosa que como todo el mundo debería saber: ¡es lo más!
"Nuestra escuela reemplazó el reloj analógico por uno digital en la sala de exámenes, ya que no les servía a los estudiantes a la hora de saber la hora que era",tuiteó una de las más lúcidas profesoras del bando digital.
Mentira parece, pero cosas a simple vista sencillas resultan en la práctica misiones imposibles para una generación (¿una generación que aparentemente lo tiene todo para estar sobradamente preparada?) que creció delante de una pantalla (¿una pantalla que la condena a la pasividad más dependiente pues se lo da todo pensado, hecho y listo para consumir? Y, siendo así, para qué demonios necesitan nuestros estudiantes adquirir “una cultura general, es decir, disponer de las herramientas intelectuales necesarias para verificar las ideas”. Meyssan dixit).
De modo que los jóvenes que llegan al instituto (¿gracias a que el GPS del teléfono o reloj digital inteligente les lleva de la manita?) aún no saben leer las manecillas de un reloj analógico. Se les podría enseñar a entenderlos, pero también valoramos, declara un brioso “profesor” del bando digital, las grandes ventajas anti-estrés ¿para profesores y alumnos? ( Que nadie se ofenda: soy consciente de que tanto el de los alumnos como el de los profes no son bloques homogéneos sino sumamente heterogéneos en su compleja y muy diversa composición, pero las mayorías realmente contantes y sonantes son las que son…) de tener relojes digitales en las salas de exámenes.
Y, otro papirotazo en la nariz, lo que deja más perplejo a los entendimientos más preclaros y eruditos es que tampoco, dicho sea de paso, la mayoría de las criaturitas saben escribir o garabatear a mano.
Parece que debido –pongamos presuntamente para que no se nos acuse de "odio" a los capos de Silicon Valley–, a la ineludible tecnología digital que utilizan a todas horas todos los días del año, a los niños les cuesta cada vez más sostener los lápices con la mano en las escuelas. Para poder agarrar un lápiz y moverlo, dicen los que saben, se necesita un fuerte control de los músculos de los dedos que intervienen en la función motriz. Pero los siempre vulnerables niños necesitan oportunidades, que por cierto el inclemente dominio digital no consiente conceder, para poder desarrollar esa capacidad (nota: esta interpretación de causas y efectos puede muy bien parecer simplista y determinista, pero pienso que no lo es una vez situada en la realidad de los hechos. Ustedes mismos).
Darle una tablet a un niño es mucho más fácil y rápido (¿más cómodo para el profe, la mami o el papi y menos agobiante para el alumno?) que estimularlo a que desarrolle esta función motriz a partir de una serie de (¿anacrónicos?) ejercicios pedagógicos. Resumiendo: la mayoría de los alumnos, y no sólo los más obtusos o endebles, "no posee las capacidades básicas que se necesitan para agarrar y sostener un lapicero". ¿Ironías o peajes del sacrosanto progreso? Como escribió “a mano” el poeta, «…cuando vemos el engaño / y queremos dar la vuelta, / no hay lugar».
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LA GUERRA COGNITIVA DE LA OTAN
CONTRA CHICOS Y GRANDES
Es fundamental que no olvidemos lo siguiente:
• Más que aplicar una censura generalizada contra las ideas disidentes, lo que quiere la OTAN es influir sobre nuestra manera de pensar. En eso consiste la “guerra cognitiva”. Todas las ideas están hipotéticamente autorizadas, pero nadie debe contar con una cultura general, o sea la gente no debe disponer de las herramientas intelectuales necesarias para verificar las ideas.
• Las prohibiciones impuestas contra los medios rusos y las espectaculares operaciones de registro realizadas en los domicilios y oficinas del estadounidense Scott Ritter y del alemán Jurguen Elsasser, se montan para no tener que ordenar grandes cantidades de detenciones o arrestos. Si se lograra hacer callar a quienes expresan ideas incómodas, ya no sería necesario aterrorizar a la población. - Thierry Meyssan
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