domingo, 28 de abril de 2024

 

1148

 

DE LA DECADENCIA DE LA POLÍTICA EN EL CAPITALISMO TERMINAL

Andrés Piqueras

 

(04)

 

 

 

 

 

PARTE I

 

De la agonía del capital(ismo) y del

desvelamiento de su ilusión democrática

 

 

 

CAPÍTULO 1

 

(…)

 

1.1 De la paradójica “totalidad incompleta” del capital

 

 

Podríamos identificar la noción de metabolismo con la de totalidad social. La totalidad, en el sentido dialéctico-materialista, es el conjunto de procesos, de conexiones internas entre categorías que constituyen un fenómeno. La “realidad” es concebida así como una totalidad, una totalidad concreta que se convierte en estructura significativa para cada hecho o conjunto de hechos. Los hechos, a su vez, deben comprenderse como elementos de un todo, como partes de una estructura que deviene de sus relaciones dialécticas entre sí y no como piezas aisladas del conjunto. En consecuencia, desde el punto de vista ontológico, la realidad se desarrolla y se va auto-creando, es un todo estructurado y dialéctico, de donde lo estructural, lo social, explica preferentemente lo individual, y no al revés. Arranque epistemológico decisivo contra las especulaciones de la economía neoclásica, individualismos metodológicos y versiones kantianas y neokantianas, liberales y neoliberales, postmodernas y neo-modernas que postulan individuos extirpados de la sociedad (la cual a veces llega a ser negada), atomizados, que con activos y presupuestos (“intereses”, “decisiones” “cursos de acción”...) salidos del vacío, entran en relaciones recíprocas a fin de satisfacer necesidades exógenamente dadas, siendo la sociedad (si acaso) la suma total de todas esas voluntades. Para el materialismo dialéctico (para Marx y Engels), por el contrario, los individuos no son sino concreciones de una totalidad que de muy diferente y desigual manera se plasma en ellos. Razón por la cual sus posibilidades, condiciones, motivos, intereses y decisiones están determinados tanto por el tipo de sociedad a la que pertenecen, como por la situación (o conjunto de posiciones) que ocupan en ella.

 

 

“La sociedad no consiste en individuos, sino que expresa la suma de las relaciones y condiciones en las que esos individuos se encuentran recíprocamente situados. Como si alguien quisiera decir desde el punto de vista de la sociedad no existen esclavos y citizens: éstos y aquéllos son hombres. Más bien lo son fuera de la sociedad. Ser esclavo y ser citizen constituyen determinaciones sociales, relaciones entre los hombres A y B. El hombre A, en cuanto tal, no es esclavo. Lo es en y a causa de la sociedad”

(Marx)

 

 

Los individuos no son sino la parte en la que la sociedad no se puede dividir más (el elemento social indivisible). Pues cada ser humano, por más que entrañe una concreta singularidad (y justamente es su singularidad la que hace de ella/él un ser social individual real, es, en la misma medida, la totalidad, la existencia subjetiva de ella (Marx). Por eso desde el punto de entrada al mundo del materialismo dialéctico la “esencia humana” no es otra cosa que el conjunto de las relaciones sociales en que cada persona está inmersa (Marx y Engels).

 

No obstante, los individuos a la vez, a través precisamente de sus relaciones sociales, dan a la estructura metabólica su cualidad dinámica, pues a través de ellos también ésta se transforma y adquiere cambiantes expresiones histórico-concretas. En uno u otro caso hemos de considerar, por tanto, que aludimos a una forma de hacer seres humanos y sus relaciones entre sí y con su entorno físico y social, que no sólo es perecedera, mudable, sino también,  paradójicamente, incompleta, insuficiente y, en todo caso, inestable, “precaria”.

 

El capitalismo como decurso de relaciones sociales, y no totalidad-en-sentido-estricto, es inherentemente un sistema abierto (en cuanto que conjunto de reglas temporales de reproducción de relaciones, que parcialmente y de modo incompleto se complementan, y que además no pueden existir de modo abstracto, separadas de su contexto externo y de otros sistemas con los que convive, situados en sus temporalidades específicas)

 

 

“El capitalismo es un sistema histórico de relaciones sociales pero no constituye una totalidad en el sentido estricto de la palabra. Ni interna, ni externamente, más bien se trata de un proceso de relaciones sociales de explotación y poder de clase, que sucede históricamente con otros procesos. De este modo, el capitalismo es una trayectoria histórica posible conjuntamente con otras”

 

 

Puede que el siguiente pasaje exprese bien el sentido del carácter paradójico, inestable e incompleto de esa totalidad:

 

“La lógica social del capitalismo posee sentido y carácter de totalidad en la medida en que el nexo social se autonomiza de los sujetos que vincula, enfrentándoseles como algo ajeno. El capital llega a ser sujeto de la vida social en el momento más desarrollado de la reificación de las relaciones sociales, o sea, en la subordinación de los individuos a los imperativos enajenados del beneficio (…) Sólo hay totalidad porque el nexo social abstracto tiende a cerrarse a la modificación por las personas, volviendo ciegamente sobre sí mismo. La noción marxista de totalidad (…) no supone la sumatoria exhaustiva de los elementos dados en el cuerpo social, sino que refiere al sentido de su articulación. Lo anterior significa que la totalidad no es el conjunto de todos los elementos de la sociedad, sino la lógica que ordena esos elementos. Hay totalidad en la medida en que un Sujeto global emerge como articulador fundamental del vínculo social. Ese sujeto mediador de la totalidad social tiene una dinámica propia de naturaleza ‘especulativa’: se pone a sí mismo como resultado de su propio desarrollo y tiende a reducir todos los elementos que se le enfrentan como diversos momentos de su propio autodesarrollo. El sujeto de la totalidad social es, como vimos, el capital en tanto valor que se autorreproduce, dotado de un dinamismo automático y ciego que articula globalmente los momentos de la reproducción social” (Martín).

 

 

Y es que la ontología del capital es por demás extraña y paradójica (más que la de las entidades subatómicas, que son algo así como partículas y ondas a la vez). El capital es Todo, un Sujeto Absoluto capaz de subsumir cada ranura y resquicio de la vida social a los imperativos de la mercantilización, monetarización y valorización. Pero al mismo tiempo es igualmente Nada en sí mismo, un mero Pseudo-sujeto, un parásito, un “vampiro” en palabras de Marx, cuya autovalorización no resulta ser sino una forzada apropiación de los poderes creativos del trabajo vivo (seres humanos) y de los poderes de la ciencia, la maquinaria, pero también de la naturaleza, los logros culturales pre-capitalistas y demás condiciones que el trabajo vivo moviliza. De manera que en un sentido todas ellas parecen “capacidades del capital”, y así son vistas por la sociedad, pero en otro, el capital por sí mismo no tiene capacidad alguna ni contenido determinante. En esta última condición, la acumulación de capital es completamente dependiente de los agentes sociales y de sus capacidades. Y estas capacidades son ontológicamente “otras” que las del capital. Una vez movilizadas permanecen como capacidades del trabajo vivo (la persecución de fines humanos y el desarrollo de capacidades humanas son siempre más que meros momentos de la autovalorización del capital), aunque en permanente tensión de apropiación por el capital. El capital está forzado siempre a encauzar esos fines, capacidades-creatividades y deseos humanos hacia su propio interés; a objeto de poder vivir como capital debe succionar todas esas condiciones humanas, como el vampiro la sangre. Pero ahí está también la grieta, la contradicción permanente de su propia esencia, que permite el desafío a su precaria “totalidad” (Smith 2017). Ciertamente, toda potencial totalidad se modifca o desintegra en función de sus propios contenidos que la tensionan desde dentro, y según sus relaciones extra-metabólicas. De hecho, y esta es su gran paradójica debilidad, el capital nunca puede vencer de una vez y para siempre, de manera “definitiva”, al Trabajo, ya que ello implicaría la desaparición de su única fuente de valor, esto es, de existencia.

 

 

De la misma manera, si los seres humanos somos personificaciones de las categorías del capital, como poseedores de diferentes mercancías (bien de medios de producción, bien de fuerza de trabajo) (Marx), esas “personificaciones” no son completas, no están total y definitivamente incorporadas al capital, porque de lo contrario no habría posibilidad de salida, de crítica, de “ruptura”. En cada individuo puede darse la personificación de las relaciones sociales capitalistas y la personificación de lo que se rebela contra ellas, de lo que las contesta, de lo potencialmente posible (Holloway y Tischler). Mas por eso mismo, como se ha dicho ya, el capital tiene que traducirse también en Poder para controlar el hacer y el ser de los individuos. Lo cual implica su control no sólo en y del lugar de trabajo, sino también –dado que precisa asimismo de la producción y reproducción de esa fuerza de trabajo– en y de los lugares en los que se produce y reproduce la fuerza de trabajo, como el ámbito doméstico, aunque igualmente cualquier otro donde la vida se procura en común…

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento: DE LA DECADENCIA DE LA POLÍTICA EN EL CAPITALISMO TERMINAL  /  Andrés Piqueras ]

 

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