viernes, 15 de marzo de 2024

 

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EL MARXISMO OCCIDENTAL 

Cómo nació, como murió y cómo puede resucitar

 

Domenico Losurdo

 

(y 45)

 

 

 

VI

 

CÓMO PUEDE RESUCITAR EL MARXISMO EN OCCIDENTE

 

 

 

 

6. Oriente y Occidente: del cristianismo al marxismo

 

Nacido en el corazón de Occidente, con la Revolución de Octubre el marxismo se difundió a todos los rincones del mundo, penetrando con fuerza en países y regiones con condiciones económicas y sociales más atrasadas y con culturas enormemente distintas. En la medida en que tiene a sus espaldas la tradición judeocristiana, en el marxismo occidental se dejan oír no pocas veces, como hemos visto, motivos mesiánicos (la esperanza de un «comunismo» concebido y sentido como la desaparición de todo conflicto y contradicción, y por consiguiente como una especie de final de la historia). En cambio, la cultura china, caracterizada a lo largo de su desarrollo milenario por la atención a la realidad mundana y social, está prácticamente libre de mesianismo.

 

La expansión planetaria del marxismo es el inicio de un proceso de escisión, que no es sino la otra cara de la moneda de una clamorosa victoria. Es algo que históricamente ha sucedido con las grandes religiones.

 

Por lo que hace al cristianismo, con el que Engels compara repetidas veces el movimiento socialista, la división entre ortodoxos, por un lado, y protestantes y católicos, por otro, se corresponde a grandes rasgos con la división entre Occidente y Oriente. En cierto momento, entre finales del siglo XVII e inicios del XVIII, parecía que el cristianismo iba a irrumpir masivamente también en el Oriente asiático: los misioneros jesuitas gozaban de gran prestigio y ejercían una notable influencia en China, pues llevaban consigo conocimientos médicos y científicos avanzados, y al mismo tiempo se adaptaban a la cultura del país que los acogía, siendo respetuosos con Confucio y con el culto a los antepasados. Sin embargo, ante la intervención del papa en defensa de la pureza originaria de la religión cristiana católica, el emperador chino reaccionó cerrándoles a los misioneros las puertas del Imperio del Medio. El cristianismo fue visto favorablemente mientras consintió en adaptarse a la cultura china y promovió el desarrollo científico, social y humano del país en que actuaba; en cambio, fue expulsado como un cuerpo extraño cuando se lo vio como una religión que predicaba la salvación ultramundana, y no respetaba la cultura y las relaciones humanas y sociales vigentes en el país.

 

Con el marxismo ha sucedido algo parecido. Ya con Mao, el Partido Comunista Chino promovió la «chinificación del marxismo», utilizándolo como acicate en la lucha de liberación del dominio colonial para un desarrollo de las fuerzas productivas que permitiese lograr la independencia también en los planos económico y tecnológico, para «remozar» una nación con una civilización milenaria, sometida por el colonialismo y el imperialismo al «siglo de humillaciones» que dio inicio con las guerras del Opio. Lejos de negarla, los dirigentes de la República Popular China proclaman orgullosamente la perspectiva socialista y comunista; ahora bien, despojada de toda dimensión mesiánica. En segundo lugar, su realización remite a un proceso histórico bastante largo, en el curso del cual la emancipación social no puede separarse de la emancipación nacional. Una vez más, Occidente y el marxismo occidental, custodio de la ortodoxia doctrinal, dictan una sentencia de excomunión. Esta vez se trata del marxismo oriental, que se considera poco creíble e incluso banal desde el punto de vista de un marxismo fascinado por la belleza de la evocación del futuro remoto y utópico, cuya llegada parece que es independiente de cualquier condicionamiento material (ya se trate de la situación geopolítica, o del desarrollo de las fuerzas productivas), determinada exclusivamente o de modo prioritario por la voluntad política revolucionaria.

 

El desencanto, el alejamiento y la escisión de los que hablo no solo afectan a China: después de haberlo seguido con una atención partici-pante y apasionada mientras oponía una resistencia épica en una guerra colonial de décadas, primero contra Francia y después contra los Estados Unidos, el marxismo occidental prácticamente sepulta hoy en el olvido al Vietnam consagrado a la tarea prosaica de la construcción económica.

 

La propia Cuba no suscita ya el entusiasmo de los años en los que se enfrentaba a la (fallida) agresión militar de 1961, que durante tanto tiempo acariciara Washington. Ahora que queda lejos el peligro de una intervención militar, los dirigentes comunistas de Cuba buscan reforzar la independencia también y sobre todo en el plano económico, y para conseguir resultados, se ven obligados a hacer algunas concesiones al mercado y a la propiedad privada (inspirándose con mucha cautela en el modelo chino). Pues bien, la isla, que ha dejado de aparecer como utopía en curso y se muestra en pleno enfrentamiento con las dificultades propias del proceso de construcción de una sociedad poscapitalista, resulta bastante menos fascinante a ojos de los marxistas occidentales. Mientras permaneció en el primer estadio, el de la lucha, con frecuencia militar, por la independencia política, la revolución anticolonial raramente suscitó en el marxismo occidental la atención empática y el interés teórico que merecía; ahora que se encuentra en su segundo estadio, el de la lucha por la independencia económica y tecnológica, el marxismo occidental reacciona con desinterés, desprecio y hostilidad.

 

La incapacidad del marxismo occidental para percibir el vuelco dentro del vuelco que se producía en el siglo XX ha sido la causante de la escisión entre ambos marxismos. Una escisión que se revela tanto más infausta cuando vemos acumularse los nubarrones de una nueva tempestad bélica de grandes dimensiones. Es hora ya de acabar con ella. Naturalmente, no por ello desaparecerán las diferencias entre Oriente y Occidente en cuanto a la cultura, el grado de desarrollo económico, social y político, y en cuanto a las tareas pendientes: la perspectiva socialista no puede hacer abstracción en Oriente de la conclusión de la revolución anticolonial a todos los niveles; en Occidente, la perspectiva socialista pasa por la lucha contra un capitalismo que es sinónimo de agudización de la polarización social y de crecientes tentaciones militares.

 

Sin embargo, no se ve por qué estas diferencias habrían de convertirse en antagonismo. Tanto más por cuanto que la excomunión del marxismo oriental no ha acabado con el condenado, sino con su juez. La superación de las actitudes doctrinarias y la disposición para medirse con la propia época y filosofar en vez de profetizar son condición necesaria para que el marxismo pueda resucitar y desarrollarse en Occidente.

 

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[ Fragmento de: Losurdo, Domenico. “El marxismo occidental. Cómo nació, como murió y cómo puede resucitar” ]

 

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5 comentarios:

  1. "Como a ti, me preocupa muy poco que mi trabajo se considere o no marxista. A menudo me ocurre que los marxistas me acusan de no ser lo bastante marxista y los no marxistas me achacan que soy demasiado marxista. Para mí, todo eso carece de importancia. Lo que sí es importante es lo útil que me resulta estudiar la obra de Marx, y al leer tu libro me doy cuenta de cuán útil es también para ti".

    Michael Hardt a John Holloway

    Salud y comunismo

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  2. Sobre Michael Hardt, el colaborador de Toni Negri en el libro “Imperio” y el tal John Holloway, me remito a las muy fundamentadas críticas, a ambos los han vapuleado de lo lindo, que tanto Losurdo como Kohan han realizado sobre sus intencionadamente equívocas obras y sus peculiares oscilaciones o mejor derivas que, como no podía ser de otra manera, han acabo encajando en el lado imperialista. Eso sí, la palabra marxista no se les cae de la boquita. Y ese postureo de situarse entre marxistas ortodoxos y antimarxistas ‘soft’, resulta, a estas alturas de la putrefacción del pensamiento ‘post’ o ‘soft’ y la cada día grave y evidente debacle imperialista, realmente patético. Aunque lo verdaderamente triste es que este tipo de impostores, con Zizeck a la cabeza, aún sigan influyendo a las supuestas audiencias “izquierdistas”, entiéndase dentro de un orden, es decir, del orden capitalista establecido que tan estupendamente los remunera.


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    1. Tomo nota. Gracias.

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    2. Camarada Loam, como bien sabes el que se mueve está condenado a tropezar. Y sólo el que tropieza, porque nadie nace sabiendo, descubre dónde están las piedras del camino. Gracias a ti por comentar, por no permitir que los ineludibles, amargos y también enriquecedores tropiezos, te inmovilicen, te impidan caminar...

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    3. Agradezco tus reconfortantes palabras. Como bien sabes, y sabemos los comunistas, la "brújula" es algo que se ha de forjar colectivamente. Es bueno y necesario saber quienes utilizan sus imanes para apuntarla hacia falsos polos.

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