viernes, 26 de enero de 2024

 

1103

 

EL ESTADO Y LA REVOLUCIÓN

Lenin

 

( 11 )

 

 

 

CAPÍTULO III

 

LA EXPERIENCIA DE LA COMUNA DE PARÍS DE 1871.

 

 

 

 

EL ANÁLISIS DE MARX

 

4. Organización de la unidad de la nación

 

En el breve esbozo de organización nacional que la Comuna no tuvo tiempo de desarrollar, se dice claramente que la Comuna habría de ser (…) la forma política que revistiese hasta la aldea más pequeña…

 

Las comunas elegirían también la “delegación nacional” de París.

 

Las pocas, pero importantes funciones que aún quedarían para un gobierno central no se suprimirían -como se ha dicho, falseando de intento la verdad-, sino que serían desempeñadas por agentes comunales y, por tanto, estrictamente responsables…

 

… No se trataba de destruir la unidad de la nación, sino por el contrario, de organizarla mediante un régimen comunal, convirtiéndola en una realidad al destruir el poder del Estado, que pretendía ser la encarnación de aquella unidad, independiente y situado por encima de la nación misma, en cuyo cuerpo no era más que una excrecencia parasitaria (…) Mientras los órganos puramente represivos del viejo poder estatal habían de ser amputados, sus funciones legítimas habían de ser arrancadas a una autoridad que usurpaba una posición preeminente sobre la sociedad misma, para restituirlas a los servidores responsables de esta sociedad.

 

Hasta qué punto los oportunistas de la socialdemocracia actual no han comprendido –tal vez fuera más exacto decir que no han querido comprender– estos razonamientos de Marx, lo revela mejor que todo el libro célebre del renegado Bernstein: Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia. Refiriéndonos a las citadas palabras de Marx, Bernstein escribía que en ellas se desarrolla un programa que, por su contenido político, presenta, en todos los rasgos esenciales, grandísima semejanza con el federalismo de Proudhon…

 

Pese a todas las demás diferencias que separan a Marx y al “pequeñoburgués” Proudhon (Bernstein pone “pequeñoburgués” entre comillas, queriendo darle una intención irónica), en estos puntos el curso de sus pensamientos es lo más afín que cabe. Naturalmente, prosigue Bernstein, la importancia de las municipalidades va en aumento, pero “a mí me parece dudoso que la primera tarea de la democracia sea abolición (Auflösung: literalmente: disolución) de los estados modernos y la transformación completa ( Umwandlung: cambio radical) de su organización, tal como Marx y Proudhon la conciben (formación de la Asamblea Nacional con delegados de las asambleas provinciales o regionales, integradas a su vez por delegados de las comunas), desapareciendo completamente toda la forma anterior de las representaciones nacionales” (Bernstein. Las premisas. 1899).

 

 

Esto es sencillamente monstruoso: ¡confundir las concepciones de Marx sobre la “destrucción del poder estatal, del parásito”, con el federalismo de Proudhon! Pero esto no es casual, pues al oportunista no se le pasa siquiera por la mente que aquí Marx no habla en manera alguna del federalismo por oposición al centralismo, sino de la destrucción de la vieja máquina burguesa del Estado, existente en todos los países burgueses.

 

Al oportunista solo se le viene a la mente lo que ve en torno suyo, en medio del filisteísmo mezquino y del estancamiento “reformista”, a saber: ¡solo las “municipalidades”! El oportunista ha perdido la costumbre de pensar siquiera en la revolución del proletariado. Esto es ridículo. Pero lo curioso es que nadie haya discutido con Bernstein acerca de este punto. Bernstein fue refutado por muchos, especialmente por Plejánov en la literatura rusa y por Kautsky en la europea, pero ni el uno ni el otro han hablado de esta tergiversación de Marx por Bernstein.

 

El oportunista se ha desacostumbrado hasta tal punto de pensar en revolucionario y de reflexionar acerca de la revolución, que atribuye a Marx el “federalismo”, confundiéndolo con Proudhon, el fundador del anarquismo. Y Kautsky y Plejánov, que pretenden pasar por marxistas ortodoxos y defender la doctrina del marxismo revolucionario, ¡guardan silencio acerca de esto! Aquí encontramos una de las raíces de esa extraordinaria vulgarización de las ideas acerca de la diferencia entre marxismo y anarquismo, vulgarización característica tanto de los kautskianos como de los oportunistas y del que hemos de hablar todavía.

 

En los citados pasajes de Marx sobre la experiencia de la Comuna, no hay ni rastro de federalismo. Marx coincide con Proudhon precisamente en algo que no ve el oportunista Bernstein. Marx discrepa de Proudhon precisamente en aquel o en que Bernstein ve una afinidad. Marx coincide con Proudhon en que ambos abogan por la “destrucción” de la máquina moderna del Estado. Esta coincidencia del marxismo con el anarquismo (tanto con el de Proudhon como con el de Bakunin) no quieren verla ni los oportunistas ni los kautskianos, pues los unos y los otros han desertado del marxismo en este punto.

 

Marx discrepa de Proudhon y de Bakunin precisamente en la cuestión del federalismo (no hablando ya de la dictadura del proletariado). El federalismo es una derivación de principio de las concepciones pequeñoburguesas del anarquismo. Marx es centralista. En los pasajes suyos citados más arriba no se aparta lo más mínimo del centralismo. ¡Solo quienes se hallen poseídos de la “fe supersticiosa” del filisteo en el Estado pueden confundir la destrucción de la máquina estatal burguesa con la destrucción del centralismo!

 

Y bien, si el proletariado y los campesinos pobres toman el poder del Estado, se organizan de un modo absolutamente libre en comunas y unifican la acción de todas las comunas para dirigir los golpes contra el capital, para aplastar la resistencia de los capitalistas, para entregar a toda la nación, a toda la sociedad, la propiedad privada sobre los ferrocarriles, las fábricas, la tierra, etc., ¿acaso esto no será el centralismo? ¿Acaso esto no será el más consecuente centralismo democrático y, además, un centralismo proletario?

 

A Bernstein no le cabe, sencillamente, en la cabeza que sea posible el centralismo voluntario, la unión voluntaria de las comunas en la nación, la fusión voluntaria de las comunas proletaria para aplastar la dominación burguesa y la máquina estatal burguesa. Para Bernstein, como para todo filisteo, el centralismo es algo que solo puede venir de arriba, que solo puede ser impuesto y mantenido por la burocracia y el militarismo.

 

Marx subraya intencionalmente, como previendo la posibilidad de que sus ideas fuesen tergiversadas, que acusar a la Comuna de querer destruir la unidad de la nación, de querer suprimir el poder central, es una falsedad consciente. Marx usa intencionadamente la expresión “organizar la unidad de la nación” para contraponer el centralismo consciente, democrático, proletario, al centralismo burgués, militar, burocrático.

 

Pero… no hay peor sordo que el que no quiere oír. Y los oportunistas de la socialdemocracia actual no quieren, en efecto, oír hablar de la destrucción del poder estatal, de la eliminación del parásito…

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: Lenin. “El estado y la revolución” ]

 

*

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por comentar