jueves, 28 de diciembre de 2023

 

1092

 

EL ESTADO Y LA REVOLUCIÓN

Lenin

 

( 08 )

 

 

 

CAPÍTULO III

 

LA EXPERIENCIA DE LA COMUNA DE PARÍS DE 1871.

 

 

 

EL ANÁLISIS DE MARX

 

1. ¿En qué consiste el heroísmo de la tentativa de los comuneros?

 

Es sabido que algunos meses antes de la Comuna, en el otoño de 1870, Marx previno a los obreros de París, aduciendo que la tentativa de derribar al gobierno sería un disparate dictado por la desesperación. Pero cuando en marzo de 1871, se impuso a los obreros el combate decisivo y ellos lo aceptaron, cuando la insurrección fue un hecho, Marx saludó la revolución proletaria con el más grande entusiasmo, a pesar de todos los malos augurios. Marx no se aferró a la condena pedantesca de un movimiento “extemporáneo”, como el tristemente célebre Plejánov, renegado ruso del marxismo, que en noviembre de 1905 escribió alentando a la lucha a los obreros y campesinos y después de diciembre de 1905 se puso a gritar como un liberal cualquiera: “No se debían haber empuñado las armas”.

 

Marx, sin embargo, no se contentó con entusiasmarse ante el heroísmo de los comuneros, que, según sus palabras, “asaltaban el cielo”. Marx veía en aquel movimiento revolucionario de masas, aunque no llegó a alcanzar sus objetivos, una experiencia histórica de grandiosa importancia, un cierto paso adelante de la revolución proletaria mundial, un paso práctico importante que cientos de programas y de raciocinios. Analizar esta experiencia, sacar de ella las enseñanzas tácticas, revisar a la luz de ella su teoría: he aquí cómo concebía Marx su misión.

 

La única “corrección” que Marx consideró necesario introducir en “El manifiesto comunista” se la sugirió la experiencia revolucionaria de los comuneros de París.

 

El último prefacio a la nueva edición alemana de “El manifiesto comunista”, suscrito por sus dos autores, lleva fecha 24 de junio de 1872. En este prefacio los autores, Karl Marx y Friedrich Engels, dicen que el programa del manifiesto comunista ha quedado “ahora anticuado en ciertos puntos”:

 

“… La Comuna ha demostrado, sobre todo –continúan–, que la clase obrera no puede simplemente tomar posesión de la máquina estatal existente y ponerla en marcha para sus propios fines”.

 

 

Así, pues, Marx y Engels atribuían una importancia tan gigantesca a esta enseñanza fundamental y principal de la Comuna de París, que la introdujeron como corrección esencial en “El Manifiesto comunista”.

 

Es sobremanera característico que precisamente esta corrección esencial haya sido tergiversada por los oportunistas y que su sentido sea, probablemente, desconocido para las nueve décimas partes, si no para el noventa y nueve por ciento de los lectores de “El manifiesto comunista”. De esta tergiversación trataremos en detalle más abajo, en un capítulo consagrado especialmente a las tergiversaciones. De momento bastará señalar que la manera corriente, vulgar, de “entender” las notables palabras de Marx, citadas por nosotros, consiste en suponer que Marx subraya aquí la idea del desarrollo lento, por oposición a la toma del poder y otras cosas por el estilo.

 

En realidad, es precisamente lo contrario. La idea de Marx consiste en que la clase obrera debe destruir, romper, la “máquina estatal existente” y no limitarse simplemente a apoderarse de ella. El 12 de abril de 1871, es decir, en plena época de la Comuna, Marx escribió a Kugelmann:

 

… Si te fijas en el último capítulo de mi 18 Brumario, verás que expongo como próxima tentativa de la revolución francesa, no hacer pasar de unas manos a otras la máquina burocrático-militar, como venía sucediendo hasta ahora, sino demolerla (subrayado por Marx; en el original: zerbrechen), y esta es justamente la condición previa de toda verdadera revolución popular en el continente. En esto, precisamente, consiste la tentativa de nuestros heroicos camaradas de París.

 

( Las cartas de Marx a Kugelmann han sido publicadas en ruso no menos que en dos ediciones, una de ellas redactada por mí y con un prólogo mío).

 

En estas palabras: “romper la máquina burocrático-militar del Estado”, se encierra, concisamente expresada, la enseñanza fundamental del marxismo en cuanto a las tareas del proletariado respecto al Estado durante la revolución. ¡Y esta enseñanza es la que no solo ha sido olvidada en absoluto, sino tergiversada directamente por la “interpretación” imperante, kautskiana, del marxismo!

 

En cuanto a la referencia de Marx a El 18 Brumario..., más arriba hemos citado en su integridad el pasaje correspondiente.

 

Interesa señalar especialmente dos lugares en el mencionado razonamiento de Marx. En primer término, Marx limita su conclusión al continente. Esto era lógico en 1871, cuando Inglaterra, era todavía un modelo de país netamente capitalista, pero sin casta militar y, en una medida considerable, sin burocracia. Por eso, Marx excluía a Inglaterra donde la revolución e incluso una revolución popular se consideraba y era entonces posible sin la condición previa de destruir la “máquina estatal existente”.

 

Hoy, en 1917, en la época de la primera gran guerra imperialista, esta limitación hecha por Marx no tiene razón de ser.

 

Inglaterra y Norteamérica, los más grandes y los últimos representantes –en el mundo entero– de la “libertad” anglosajona en el sentido de ausencia de militarismo y de burocratismo, han ido rodando hasta caer al inmundo y sangriento pantano, común a toda Europa, de las instituciones burocrático-militares, que todo lo someten y lo aplastan. Hoy, también en Inglaterra y en Norteamérica es “condición previa de toda verdadera revolución popular” el romper, el destruir la “máquina estatal existente” (que allí ha alcanzado, en los años de 1914 a 1917, la perfección “europea”, la perfección común al imperialismo).

 

En segundo lugar, merece especial atención la profundísima observación de Marx de que la demolición de la máquina burocrático-militar del Estado es “condición previa de toda verdadera revolución popular”. Este concepto de revolución “popular” parece extraño en boca de Marx, y los adeptos de Plejánov y los mencheviques rusos, esos discípulos de Struve que quieren hacerse pasar por marxistas, podrían tal vez calificar de lapsus esta expresión de Marx. Esa gente ha hecho una tergiversación tan liberal e indigente del marxismo, que para ellos no existe nada sino la antítesis entre revolución burguesa y revolución proletaria, y hasta esta antítesis la conciben de un modo escolástico a más no poder…

 

Si tomamos como ejemplos las revoluciones del siglo xx, tendremos que reconocer como revoluciones burguesas, naturalmente, tanto la portuguesa como la turca. Pero ni la una ni la otra son revoluciones “populares”, pues ni en la una ni en la otra actúa perceptiblemente, de un modo activo, por propia iniciativa, con sus propias reivindicaciones económicas y políticas, la masa del pueblo, la inmensa mayoría de este. En cambio, la revolución burguesa rusa de 1905 a 1907, aunque no registrase éxitos tan “brillantes” como los que alcanzaron en ciertos momentos las revoluciones portuguesa y turca, fue, sin duda, una revolución “verdaderamente popular”, pues la masa del pueblo, la mayoría de este, las “más bajas capas” sociales, aplastadas por el yugo y la explotación, levantáronse por propia iniciativa, estamparon en todo el curso de la revolución el sello de sus reivindicaciones, en sus intentos de construir a su modo una nueva sociedad en lugar de la sociedad vieja que querían destruir.

 

En la Europa de 1871, el proletariado no formaba en ningún país del continente la mayoría del pueblo. La revolución no podía ser “popular”, es decir, arrastrar verdaderamente a la mayoría al movimiento, si no englobaba tanto al proletariado como a los campesinos. Ambas clases formaban entonces el “pueblo”. Une a estas clases el hecho de que la “máquina burocrático-militar del Estado” las oprime, las esclaviza, las explota. Destruir, demoler esta máquina, eso es lo que aconsejan los verdaderos intereses del “pueblo”, de su mayoría, de los obreros y de la mayoría de los campesinos, y tal es la “condición previa” para una alianza libre de los campesinos más pobres con los proletarios, y sin esa alianza, la democracia es precaria y la transformación socialista, imposible.

 

Hacia esta alianza, como es sabido, se abría camino la Comuna de París, si bien no alcanzó su objetivo por una serie de causas de carácter interno y externo.

 

En consecuencia, al hablar de una “verdadera revolución popular”, Marx, sin olvidar para nada las peculiaridades de la pequeña burguesía (de las cuales habló mucho y con frecuencia), tenía en cuenta, con la mayor precisión, la correlación efectiva de clases en la mayoría de los Estados continentales de Europa en 1871.

 

Y, de otra parte, comprobaba que la “destrucción” de la máquina estatal responde a los intereses de los obreros y campesinos, los une, plantea ante ellos la tarea común de suprimir el “parásito” y sustituirlo por algo nuevo.

 

¿Con qué sustituirlo concretamente?...

 

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: Lenin. “El estado y la revolución” ]

 

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