lunes, 27 de noviembre de 2023

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MARX Y ENGELS

CONFERENCIAS



DAVID RIAZANOV


( 02 )



Primera conferencia.



(…) Dominan entonces los jacobinos con Robespierre y Marat. Añadamos el nombre de Dantón. Durante dos años es dueño de Francia el pueblo sublevado, cuya vanguardia está en el París revolucionario. Los jacobinos representaban a la burguesía, pero llevaron sus reivindicaciones hasta su límite lógico. No eran ni comunistas ni socialistas. Robespierre, Marat, Dantón, demócratas pequeño-burgueses, asumían el papel y la tarea que había de cumplir toda la burguesía: despojar a Francia de las supervivencias del régimen feudal; crear condiciones políticas que permitiesen a todos los poseedores desarrollar libremente sus actividades y a los pequeños propietarios procurarse una renta mediana con un oficio honrado o con una honesta explotación del trabajo ajeno. Pero en su lucha por la creación de esas condiciones políticas y contra el feudalismo, contra la aristocracia, y principalmente contra toda Europa, que se arrojaba sobre Francia, los jacobinos: Robespierre y Marat procedieron como jefes revolucionarios, poniendo en práctica métodos de propaganda también revolucionarios. Para oponer la fuerza de las masas populares a la de los señores o reyes, lanzaron la consigna: "¡Guerra a los palacios; paz en las chozas!" e inscribieron en su bandera la divisa: Libertad, Igualdad, Fraternidad.


Las primeras conquistas de la revolución francesa tuvieron repercusión inmediata en Renania, donde se organizaron sociedades de jacobinos. Muchos alemanes fueron incorporados como voluntarios en el ejército francés, y algunos en Paris participaron en todas las sociedades revolucionarias. Grande y duradera fue esa influencia en Renania y también en el Palatinado; al comenzar el siglo XIX las tradiciones heroicas de la revolución conservaban aún todo su prestigio sobre la joven generación. El propio Napoleón, el usurpador, en su lucha contra la Europa monárquica y feudal debió apoyarse en las conquistas fundamentales de la revolución francesa. Había comenzado su carrera militar en el ejército revolucionario. Los soldados franceses, descalzos, desarrapados, casi sin armas, pelearon contra las tropas regulares prusianas y vencieron por su entusiasmo, su superioridad numérica y su arte de desmoralizar y disgregar al ejército enemigo bombardeándolo con proclamas antes de dirigirles las balas. También Napoleón en sus guerras recurrió a esa propaganda revolucionaria. Sabía perfectamente que los cañones son un poderoso medio de acción, pero jamás desdeñó aquel otro instrumento de propaganda que desorganiza tan bien a las tropas adversarias.


La influencia de la revolución francesa se extendió igualmente hacia el Este y llegó hasta San Petersburgo, donde, según cuentan nuestros viejos libros, la gente se abrazaba y felicitaba en las calles al conocer la noticia de la toma de la Bastilla. Ya había en Rusia un pequeño grupo de hombres, el principal de los cuales era Radichtchev, que comprendía bien el sentido de la revolución francesa.


En Inglaterra, país que encabezaba entonces las coaliciones dirigidas contra Francia, la misma influencia se hizo sentir no sólo entre los elementos pequeñoburgueses sino también en la numerosa población obrera formada por la revolución industrial. La primera organización obrera revolucionaria surgió en Inglaterra precisamente entre los años 1791-92. Se la denominó "Sociedad de correspondencia” para eludir la ley inglesa que prohibía a sociedades de distintas localidades ligarse orgánicamente. Al finalizar el siglo XVIII, Inglaterra, que había pasado ya por dos revoluciones, una a mitad y la otra a fines del siglo XVII, se regía constitucionalmente. Considerábasele como el país más libre; permitíase allí el funcionamiento de clubes y sociedades, pero sin derecho a que se vincularan entre sí. Burlando esta prohibición, los obreros organizaron donde pudieron aquellas sociedades de correspondencia, que se relacionaban epistolarmente. La de Londres estaba dirigida por Tomás Hardy, un zapatero escocés, de origen galo. Atrajo y organizó a un gran número de obreros, los cuales pagaban una reducida cuota de ingreso. La sociedad organizaba mítines y asambleas. La mayoría eran artesanos, zapateros y sastres, lo que se explica por el efecto disgregador que sobre la antigua producción manufacturera había comenzado a ejercer la revolución industrial a que antes hice referencia.


Voy a dar otro nombre ligado a la historia ulterior del movimiento tradeunionista inglés: Francis Place, sastre de oficio. Citaré también, de entre los otros artesanos miembros de esas sociedades de correspondencia, al zapatero Holcruft, poeta, publicista y orador talentoso, que tuvo una destacada actuación en las postrimerías del siglo XVIII.


Dos o tres semanas después de la proclamación de la república en Francia (10 de agosto de 1792), la sociedad de Hardy, por intermedio del embajador francés en Londres, envió secretamente a la Convención un mensaje de simpatía. Este saludo, una de las primeras manifestaciones de solidaridad internacional, produjo gran impresión por proceder del pueblo inglés, cuyas clases dominantes mostraban a Francia, por aquella época, la más viva hostilidad, y la Convención lo retribuyó por resolución especial.


Tomando como pretexto las relaciones que sostenían con los jacobinos franceses, la oligarquía inglesa emprendió persecuciones contra las referidas sociedades. A Hardy y muchos de sus compañeros les fue iniciada una serie de procesos. Leyendo los discursos de los procuradores que en ellos intervinieron, se ve cómo los grupos capitalistas ingleses aprovecharon la revolución para quitarle a la Francia revolucionaria sus colonias en Asia y América.


El temor de ver destruida su dominación, hizo que la oligarquía inglesa adoptara medidas contra el naciente movimiento obrero. Las sociedades, las uniones que los elementos burgueses, las gentes acomodadas, habían hasta entonces autorizado a fundar, y por lo cual era imposible negar la autorización a los artesanos, fueron prohibidas hacia 1800.


En 1799 una ley especial prohibió toda asociación de obreros en Inglaterra y desde entonces hasta 1824 la clase obrera del país estuvo privada del derecho de reunión y de coalición.


Volvamos ahora a 1815. El movimiento de los "luddistas", cuyo fin exclusivo era el de destruir las máquinas, fue transformándose en una lucha más consciente. Nuevas organizaciones revolucionarias se propusieron obtener la modificación de las condiciones políticas de la clase obrera, exigiendo en primer término el derecho de reunión y asociación y la libertad de prensa. El año 1817 comenzó con una lucha encarnizada que, en 1819, provocó en Manchester, centro de la industria algodonera, el célebre combate de Peterlow. Fuertes escuadrones de caballería arrollaron a los obreros y a consecuencia de la lucha murieron decenas de hombres. El rey de Inglaterra felicitó a los valientes cosacos que habían vencido a los trabajadores desarmados, como en otro tiempo Nicolás III aclamó a los bravos fanagoritsy que habían hecho fuego contra los obreros de Iaroslav.


Se tomaron luego nuevas medidas rigurosas contra la clase obrera, conocidas con el nombre de "Seis Puntos." Empero estas persecuciones no hicieron más que robustecer principalmente a Place, que no por ser ya un rico industrial había dejado de relacionarse con los radicales de la Cámara de los Comunes, los obreros ingleses consiguieron la famosa ley de coalición. Desde entonces tuvo una base legal el movimiento para la creación de organizaciones gremiales destinadas a la defensa contra la opresión de los industriales, a la conquista de mejores condiciones de trabajo y salarios más elevados. El tradeunionismo comienza a desarrollarse y en su seno se forman sociedades políticas con el fin de lograr el sufragio universal.


En Francia, mientras tanto, con la caída de Napoleón en 1815 y el restablecimiento de la antigua monarquía borbónica con Luis XVIII, sobreviene la época de la restauración que dura quince años. Recuperado el trono con la ayuda extranjera, de Alejandro I en particular. Luis XVIII hizo una serie de concesiones a los grandes terratenientes que habían sufrido las consecuencias de la revolución. Era imposible restituirles sus tierras, puesto que habría sido necesario quitárselas a los campesinos, pero se les pagó una fabulosa suma de francos.


El poder real se esforzaba por contener el desarrollo del nuevo régimen social y político y dejar sin efecto en todo lo posible las concesiones que se había visto obligado a hacer. La lucha entre liberales y conservadores prosigue sin interrupción y conduce finalmente a una nueva revolución que estalla en julio de 1830.


Inglaterra, que al fin del siglo XVIII había visto fortalecerse el movimiento obrero a raíz de la revolución francesa, bajo la influencia de esta otra vuelve a contemplar un nuevo empuje revolucionario, que comienza con una campaña en favor de la extensión del sufragio, al cual solamente tenía derecho una parte ínfima de la población. Los señores terratenientes ejercían el dominio y, por consiguiente, en la Cámara de los Comunes. Los partidos dirigentes, los "whigs" y los "tories", que representaban en suma a las diferentes fracciones de la aristocracia terrateniente, se vieron forzados a hacer ciertas concesiones. El más liberal de ambos, el de los "whigs", que consideraba necesaria la reforma electoral, ganó terreno. Pero la burguesía industrial consiguió para sí sola el derecho al voto. Ante la traición de esa burguesía liberal, a la que se había aliado el antiguo miembro de la sociedad de correspondencia Place, los trabajadores, después de varias tentativas infructuosas, organizaron en 1836 su sociedad en Londres, dirigida por talentosos obreros, entre los cuales Guillermo Lowett y Enrique Haserington. En 1837, Lowett y sus camaradas formulan por vez primera las reivindicaciones políticas fundamentales de la clase obrera. Se proponen organizar a los trabajadores en un partido especial con su programa político, no en un partido de clase, adversario de todos los otros partidos burgueses, sino en un partido que junto a los otros, aspira a tener su influencia y a participar en la lucha política como partido político de la clase obrera bajo el régimen burgués. Partidos obreros de esta naturaleza existen actualmente en Australia y Nueva Zelanda. No tiene por objeto la transformación radical de las condiciones sociales, y con frecuencia hasta se unen estrechamente con la burguesía para asegurar a los obreros determinada influencia en la máquina gubernamental.


El documento en el que Lowett y sus compañeros declararon las pretensiones de los obreros recibió el nombre de "Carta" y su movimiento el de "cartista". Con estas seis reivindicaciones se inició el cartismo: sufragio universal, parlamento anual, voto secreto, inmunidad parlamentaria, división del país en circunscripciones electorales iguales, supresión de la tasa electoral para los diputados.


Comenzó, como hemos visto, en 1837. Marx tenía 19 años y Engels 17. Fue la más alta expresión alcanzada por el movimiento obrero en el momento en que Marx y Engels tornábanse conscientes.


La revolución de julio de 1830 no había instaurado en Francia la república sino una monarquía constitucional a cuya cabeza figuraba el jefe de la rama de los Orleáns, que, durante la gran revolución francesa y más tarde cuando la restauración, había combatido a los Borbones. Luis Felipe fue el representante típico de la burguesía; su preocupación por la economía provoca a la admiración de los pequeños comerciantes de París.


La monarquía de julio otorga la libertad a la burguesía industrial, comercial y financiera para permitirle enriquecerse más rápidamente, y dirige sus golpes en cambio, contra la clase obrera, en la que se manifiesta ya, aunque débilmente, una tendencia a la organización. En los primeros años subsiguientes a la revolución, las sociedades revolucionarias están principalmente compuestas por estudiantes e intelectuales: los obreros son una excepción en ellas. Pero respondiendo a la traición de la burguesía, una insurrección obrera estalla en 1831 en las sederías de Lyon. Durante varios días los obreros tienen la ciudad en su poder. No propician reivindicación política alguna. Enarbolan solamente la divisa: 


"Vivir trabajando o morir combatiendo." 


Finalmente son vencidos y sometidos a terribles represalias. En 1834, otra vez en Lyon, surgió la revuelta. Su importancia fue más considerable que la de la revolución de julio. Mientras ésta se basaba principalmente sobre los elementos pequeñoburgueses democráticos, la doble insurrección lyonesa reveló por primera vez la importancia revolucionaria del elemento obrero que, aun en una sola sociedad, es cierto, levantaba el estandarte de la rebelión contra toda la burguesía, planteando claramente los problemas de su clase. Todavía no atacaba el proletariado de Lyon las bases reales del régimen burgués, pero sus reivindicaciones estaban dirigidas contra los capitalistas y la exportación.


Aparecido en escena como nueva clase revolucionaria, el proletariado intenta por esta época organizarse en Inglaterra; y en Francia, después de los sucesos de Lyon, comienzan las primeras tentativas de su organización revolucionaria,


La figura sobresaliente de ese movimiento es Augusto Blanqui, uno de los más grandes revolucionarios franceses. Había tomado parte en la revolución de julio. Bajo la influencia de las insurrecciones lyonesas, que mostraron que el elemento más revolucionario estaba representado por los obreros, Blanqui comienza con sus compañeros a constituir sociedades revolucionarias entre los obreros de París, en las cuales participan, como en los tiempos de la gran revolución francesa, hombres de otras nacionalidades: alemanes, belgas y suizos.


Decididos a tomar el poder político con un golpe de mano y disponer en seguida una serie de medidas en favor de la clase obrera, realizan en mayo de 1839, en París, una audaz tentativa de insurrección que, desde luego, aborta, pero cuesta a Blanqui una condena a muerte, conmutada por prisión perpetua, y un serio disgusto a sus compañeros alemanes. Entre éstos mencionaré a Schapper, nombre que volveremos a encontrar más tarde. Obligado a salir de Francia con algunos camaradas, llega en febrero de 1840 a Londres, donde organiza una sociedad obrera de educación.


En esta época, cuando el movimiento obrero revolucionario llegaba a su apogeo, Marx y Engels tenían 22 y 20 años, respectivamente…


(continuará)




[ Fragmento de: RIAZANOV. “Marx y Engels: conferencias” ]


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