viernes, 14 de julio de 2023

 

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Joan E. Garcés  /   “Soberanos e intervenidos”

 

 (…)

 

 

 

 

Segunda parte

ESTRATEGIAS MUNDIALES E INTERVENCIÓN

 

 

 

10. La visión de Europa del Office of Strategic Services

 

 

 

 

III.

 

LA GUERRA FRÍA CIERRA EL PARÉNTESIS ABIERTO

EL 23 DE AGOSTO DE 1939

 

 

(…) Probada la eficacia de la bomba atómica en Japón, en septiembre de 1945 la Junta de Jefes de Estado Mayor proponía al Comité de Coordinación de las Secretarías de Estado, Guerra y Marina las premisas de una doctrina incompatible con la aprobada por Roosevelt para la posguerra. Desde aquel septiembre, la nueva doctrina preconizaría la guerra preventiva sobre el Mundo entero:

 

Estar listos y determinados a adoptar una acción militar rápida y efectiva en el extranjero para anticipar y prevenir un ataque […]. Las fuerzas militares de EEUU deben ser las mejor entrenadas del Mundo, equipadas con el mejor material y desplegadas estratégicamente de modo que puedan llegar a alcanzar al poder enemigo en su fuente, o en otras áreas críticas, con antelación suficiente para frustrar el ataque de un agresor potencial […]. Cuando resulte evidente que fuerzas agresivas están siendo puestas en orden de batalla en contra nuestra por un enemigo potencial, no nos podemos permitir que la idea equivocada y peligrosa de evitar una actitud agresiva permita que el primer golpe nos lo den a nosotros. Nuestro gobierno, en condiciones semejantes, deberá apremiar que el problema encuentre una solución política rápida, al tiempo que se prepara simultáneamente a pegar el primer golpe si es necesario.

 

El ámbito designado para la primera aplicación de semejante política era el Pacífico y América, los pueblos latinoamericanos quedaron a la discreción de los estrategos de EEUU:

 

«Asegurar y mantener la paz internacional dentro del Hemisferio Occidental, actuando colectivamente con otros Estados americanos pero, si ello es necesario, actuando en solitario».

 

La estrategia hacia el continente euroasiático no lo definía como el enemigo, ni la URSS era identificada con él, pero sí eran avanzados los instrumentos de la hegemonía mundial de EEUU:

 

desarrollar y mantener un sistema de bases lejanas, adecuadamente equipadas y defendidas, en apoyo de nuestras fuerzas móviles, y capaz de expansión rápida. Desarrollar y mantener un sistema de inteligencia que asegure información adecuada respecto del desarrollo militar, político, económico y tecnológico en el extranjero y provea la necesaria advertencia de intenciones y capacidades hostiles. Promover la investigación, desarrollo y equipamiento de nuevas armas, procesos, material y contramedidas, y negar tal conocimiento y capacidad a posibles Estados enemigos en el grado que sea posible y deseable.

 

A partir del otoño de 1945, a medida que los planes de guerra de EEUU vayan asumiendo los supuestos estratégicos tradicionales británicos, se perfilará el objetivo inherente a estos últimos. Tanto el de retrotraer las posiciones rusas a las fronteras previas al pacto germanosoviético de agosto de 1939 –«destruir la capacidad de la URSS de hacer la guerra en la forma y medida que permita […] forzar la retirada de las fuerzas militares y políticas soviéticas de las áreas bajo su control o dominio, por lo menos hasta dentro de las fronteras soviéticas de 1939»–, como el ambicionado desde 1917 –acabar con el Estado soviético, «[…] abolir la URSS en tanto que federación de repúblicas, eliminar completamente el partido comunista en las antiguas repúblicas soviéticas», y también el objetivo anhelado por Londres desde el siglo XIX –dividir las nacionalidades y pueblos reunidos por Rusia bajo los zares, «conceder plena soberanía a todas las repúblicas soviéticas y estimular gobiernos independientes; desarmar y desmilitarizar completamente esas repúblicas […]». En estos literales términos establecía la sección de Planes Estratégicos del Departamento de Guerra, en julio de 1947, los «Objetivos nacionales de los EEUU». Por supuesto, ni el Congreso ni la opinión pública de EEUU fueron consultados, ni llegaron siquiera a conocer que ésas eran las nuevas metas de su país. Su encubrimiento empezó dentro de EEUU pues era evidente para quienes las concibieron que no hubieran sido fácilmente compartidas.

 

Si alguna duda nos cabía sobre la pertinencia de nuestras hipótesis estratégicas, se desvaneció al leer la lección pronunciada ante los oficiales de Estado Mayor, el 10 de noviembre de 1947, por el teniente general A. C. Wedemeyer, director de Planes y Operaciones: condenaba éste explícita y retrospectivamente los proyectos de Roosevelt formulados en la Carta del Atlántico (1941), en el Plan Morgenthau (1944), en la declaración de Yalta (1945), en cuanto resultara incompatible con los conceptos británicos tradicionales –la «ausencia de objetivos políticos y económicos angloamericanos para la posguerra, definitivos y aceptados por ambos». Condenaba también Wedemeyer la conducción política que de la guerra había hecho Roosevelt, en cuanto que este último había rechazado las propuestas genuinamente británicas:

 

debiera haber sido reconocido por los líderes americanos que sería de importancia vital, por razones políticas y económicas, acabar la guerra teniendo a fuerzas angloamericanas ocupando y controlando lo más de Francia, Alemania, Polonia y los Balcanes que hubiera sido factible. Debiéramos haber ejecutado operaciones militares que hubieran evitado que en países de Europa oriental los rusos suplantaran las doctrinas nazi y fascista por la suya propia;

 

 

loaba Wedemeyer en 1947, consecuentemente, los proyectos de Churchill de 1943 para orientar la guerra tanto contra los alemanes como contra la URSS –«para lograrlo hubiera sido necesario poner más temprano los pies en el Continente, y dirigirse hacia el Este y Sureste para desalojar a los alemanes de Francia, los Países Bajos y los Balcanes»; rechazaba Wedemeyer las propuestas de Roosevelt (contrarias a las de Churchill) acordadas con la URSS en Teherán (1943) y Yalta (1945) –«la actual posición dominante de la Unión Soviética en Europa fue creada principalmente por los acuerdos alcanzados y suscritos por nuestros propios líderes»; condenaba la política de Roosevelt de «respaldar a Tito» en Yugoslavia, y también los acuerdos de ocupación de las «zonas de Alemania y Austria»; loaba a Churchill por haber logrado –después de 1945– lo que éste había venido buscando desde 1918 –que la potencia de EEUU quedara “ligada” a la política británica en el Continente y en particular contra la URSS, «en el Mundo actual hay dos grupos ideológicos divergentes que están creando situaciones al parecer incapaces de hallar una resolución pacífica. La Unión Soviética y sus satélites conforman un grupo, los pueblos angloamericanos y adherentes representan el otro»–, con planes estratégicos angloamericanos combinados: «hay un factor en la formulación de la política exterior de EEUU que adquiere cada año mayor importancia. Ese factor es la consulta y colaboración angloamericana en los niveles ejecutivo, político, económico y militar». Afirmaba Wedemeyer que EEUU se encontraba en estado de guerra desde 1945:

 

estamos prácticamente en guerra con el grupo de la Unión Soviética en sentido político, económico y psicológico [porque] la actual política estratégica de la Unión Soviética, de naturaleza defensiva, puede continuar rehabilitando durante los próximos cinco a diez años las inmensas áreas devastadas por la guerra: asimilando y adoctrinando a las nuevas poblaciones que han entrado recientemente en su órbita, creando el establecimiento militar e industrial requerido para un esfuerzo militar mayor.

 

A continuación, Wedemeyer asumía también los conceptos de Mackinder (1904) sobre el peligro para el Reino Unido de una alianza germanorrusa, pero los atribuía a una autoría extravagante, los conceptos de Mackinder los presentaba como doctrina de Marx puesta en práctica por los comunistas rusos:

 

una vez la Unión Soviética haya alcanzado esos objetivos puede intentar consolidar toda la masa terrestre de Eurasia y sus accesos estratégicos. Alcanzado así el dominio comunista de Eurasia, puede esforzarse por lograr el último objetivo que ha sido consistentemente expuesto a lo largo de la Historia por Marx, Lenin y Stalin como “dominio del Mundo”.

 

No hay, por supuesto, en los escritos de Marx, una propuesta parecida a los conceptos geopolíticos del geógrafo británico Mackinder, incoherentes con el análisis marxista del cambio histórico. En contraste, lo que sí es cierto es que el 26 de diciembre de 1947 el general Wedemeyer recibía del mayor general H. S. Aurand un informe acerca de cómo, «una vez hayamos asegurado que el bloque de naciones de EEUU tiene suficiente potencial logístico para dominar el Mundo aun en caso de desastres logísticos, el pleno sentido de alguna represalia será entendido por quienes quieran atacarnos». Terminaba el general Wedemeyer su lección magistral de 1947 felicitándose de que, por primera vez en la historia de EEUU, las relaciones y recursos internacionales de la entera Humanidad estaban en vías de ser militarizados:

 

nosotros, los Planificadores Militares, estamos ahora en posición de determinar Cómo, Cuándo y Dónde los recursos políticos, económicos, psicológicos y militares de nuestro propio país, y los de los otros países que se adhieren a nuestros principios, pueden ser empleados con más eficacia para asegurar el logro de nuestros objetivos.

 

Los principios recurrentes de la estrategia británica emergían también en los análisis prospectivos del Departamento de Estado. Lo explicaba el 17 de septiembre de 1948 el jefe de la Oficina de Planificación Política, George Kennan, ante la Escuela Nacional de Guerra de EEUU:

 

había un gran proyecto dentro del así llamado “Nuevo Orden” de Hitler, que hubiera tenido sentido si su espíritu dirigente no hubiera sido Hitler. Pero nosotros debemos reconocer que ésta era una fuerza que estaba tratando de ocupar Europa Occidental, aunque emergiera desde dentro de Europa Occidental. Era una fuerza con la que nosotros no hubiéramos podido nunca vivir en paz, una fuerza que de haber tenido éxito hubiera llegado a dominar, también, el centro del poder Oriental. De haberse movilizado la suma de estas dos fuerzas de ese modo, hubiera sido para nosotros igual de peligroso –quizás no tanto– que si se hubiera producido en la otra dirección y los rusos hubieran llegado a controlar el Oeste [de Europa].

 

La recepción en los centros estratégicos de EEUU de los conceptos geopolíticos británicos tuvo lugar en el sentido de proteger una estructura específica de alianzas sociales, explicitada desde la primera Review of the World Situation as it Relates to the Security of the United States elaborada (el 26 de septiembre de 1947) por la recién creada Agencia Central de Inteligencia (CIA) a partir de premisas según las cuales «entre las potencias extranjeras, sólo la URSS tiene capacidad para amenazar la seguridad de los Estados Unidos». Y aunque afirmaba que «la URSS es improbable que recurra a una agresión militar abierta en las circunstancias presentes. Su política es evitar la guerra […]», encontraba que «4. el mayor peligro para la seguridad de EEUU es la posibilidad de colapso económico en Europa Occidental y el consiguiente acceso al poder de elementos comunistas», entendiendo por “comunistas” las organizaciones obreras y populares en el sentido más amplio, las “izquierdas” en lenguaje convencional.

 

Esta dimensión social es recurrente en los análisis de situación sobre Europa preparados por las agencias de información de EEUU que, además, tenían detectada una tendencia geopolítica que desbordaba los márgenes sociales de “las izquierdas”. Sobre todo en Francia –entre seguidores del general Charles de Gaulle–, y en Alemania occidental donde, analizaba la CIA el 11 de diciembre de 1950,

 

es dudosa la posición de algunos círculos militares respecto de la lucha Este-Oeste. Una actitud anticomunista por parte de esas camarillas no excluye en forma alguna intentos de lograr rápidos acuerdos con la URSS, directamente o a través de Alemania Oriental. Tales intentos serían coherentes con el pensamiento, históricamente fuerte en los núcleos militares alemanes, de que el destino de Alemania está en el Este, y que Alemania cuando más ha prosperado es cuando ha estado en buenas relaciones con Rusia. La revitalización de semejante tradición, que encuentra apoyo tanto en la extrema derecha como en la izquierda, puede hallar impulso en la creencia de que las potencias occidentales no serían capaces de evitar un avance soviético en Europa occidental y que la unificación alemana puede ser lograda sólo con la ayuda de la URSS. Los que buscan un acomodo con la URSS no temen que una alianza entre Alemania y la URSS pueda atraer a Alemania dentro del sistema satelizado por los soviéticos, y han expresado a menudo la convicción de que tal desarrollo sería evitado por el peso político, estratégico y tecnológico de una Alemania unida y remilitarizada.

 

Ante este escenario, concluía el estudio de la CIA, «la imposición de controles efectivos de la OTAN debiera tender a contrarrestar las adversas implicaciones de la remilitarización [de Alemania Federal] contempladas en el párrafo anterior». En otras palabras, construir una Alemania Federal rehén de la OTAN. O, visto desde otro ángulo, crear la OTAN como guardián de Alemania.

 

Las tres guerras hegemónicas intraeuropeas del siglo XX han sido otras tantas etapas, acumulativas, hacia el fin del ciclo largo de Euro­pa como centro imperial del Mundo. La acción combinada de los ejércitos de Norteamérica y de la URSS hicieron añicos el III Reich alemán. Y con él, su propósito de dominio de lo que la propaganda nazi llamaba «civilización europea y cristiana», con el nazifascismo como amalgama. La emancipación de los pueblos colonizados por potencias europeas, iniciado en América a fines del siglo XVIII, se extendió después de 1945 a Asia y África. El mismo 1945 se proclamaba independiente la Indonesia holandesa, en 1947 la India británica, en 1946 iniciaban sus veintiséis años de guerra de liberación los pueblos de la Indochina francesa. La derrota de Francia en Argelia (1954-1962) era el comienzo del fin de su Imperio africano, la independencia de Ghana en 1957 del de Gran Bretaña, la del Congo en 1960 del belga, la de Mozambique-Angola-Guinea Bissau en 1974 la del portugués. Las conferencias de Bandung (1955, 1961), Accra (1958), Conakry (1960), marcaron el deseo de encontrarse, conocerse y coordinarse entre pueblos recién liberados.

 

La adopción por la Administración Truman de la estrategia británica le llevó a impulsar la piedra maestra de esta última desde 1917: reconvertir a Alemania en baluarte contra revueltas sociales en el Oeste y contra la URSS en el Este. El acuerdo de la Junta de Jefes de Estado Mayor de 29 de abril de 1947 delineaba la futura Europa de la OTAN y la CEE como un caparazón alrededor de los germanos:

 

Potencialmente, el poder militar más fuerte en esta área es Alemania. Sin la ayuda alemana los restantes países de Europa occidental difícilmente puede esperarse que contengan a los ejércitos de nuestros adversarios ideológicos hasta que EEUU movilice y sitúe en el terreno suficientes fuerzas armadas para lograr derrotarlos. Con una Alemania resucitada luchando del lado de los Aliados occidentales, habría una posibilidad. Más aún, la completa recuperación de la industria alemana, en particular de la minería del carbón, es esencial para la recuperación económica de Francia, cuya seguridad es inseparable de la seguridad combinada de EEUU, Canadá y Gran Bretaña. La resurrección económica de Alemania es por tanto de primaria importancia desde el punto de vista de la seguridad de EEUU […]. El pueblo alemán es el enemigo natural de la URSS y del comunismo […]. Otros países en Europa del Oeste son de importancia más que ordinaria para nuestra seguridad nacional, por razones militares o políticas es el caso de Italia, España, Bélgica, Países Bajos y Dinamarca […]. Italia y España son de primera importancia en relación con el control de las orillas del Mediterráneo, de la ruta petrolera más corta y de las facilidades operativas en el Oriente Próximo. […] EEUU desea el derecho a bases, consideradas esenciales para su seguridad, en Por­tugal, Ecuador, Francia y España. Las más esenciales de ellas son las de Portugal y España […]. Desde el punto de vista de la seguridad nacional de EEUU, la ayuda debe ser ampliada a los siguientes países, enumerados según el orden que se desprende de su importancia para la seguridad de EEUU combinada con la urgencia de su necesidad: 1. Gran Bretaña, 2. Francia, 3. Alemania, 4. Italia, 5. Grecia, 6. Turquía, 7. Austria, 8. Japón, 9. Bélgica, 10. Países Bajos, 11. América Latina, 12. España, 13. Corea, 14. China, 15. Filipinas, 16. Canadá […]…

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: Joan E. Garcés. “Soberanos e intervenidos” ]

 

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