lunes, 17 de julio de 2023

 

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EL MARXISMO OCCIDENTAL

Cómo nació, como murió y cómo puede resucitar

 

Domenico Losurdo

 

(04)

 

 

 

I

 

1914 Y 1917

NACIMIENTO DEL MARXISMO OCCIDENTAL Y ORIENTAL

 

 

3. Estado y nación en el Oeste y en el Este

 

La crítica del orden establecido apunta en Europa, justamente porque el rechazo a la guerra está estimulando la opción revolucionaria, ante todo al aparato estatal y militar. Lukács (1915/1984) denuncia el reclutamiento obligatorio como «la más abyecta esclavitud que se haya visto nunca», y condena al «Moloch del militarismo», que devora millones de vidas humanas. Algunos años más tarde, también Walter Benjamin (1920-1921) la emprende con el «servicio militar obligatorio», que se encuentra en el corazón del «militarismo», entendido como «el deber universal de recurrir a la violencia como medio para la consecución de los fines del Estado», y a partir de aquí lleva a cabo una denuncia global e inapelable del orden establecido, cuya infamia revela la «última guerra». Movido por el horror ante la movilización total, ante el código militar y los pelotones de ejecución, en su ensayo de juventud inconcluso sobre Dostoievski, de 1915, Lukács define el Estado como «tuberculosis organizada», o bien como «la inmoralidad organizada» que se manifiesta «hacia el exterior como voluntad de poder, de guerra, de conquista, de venganza» (en Löwy, 1988).

 

En efecto —insiste Bloch—, el Estado

 

«se ha revelado en sí mismo como esencia típicamente coercitiva, pagana, satánica».

 

Es preciso terminar con semejante monstruo.

 

«En su sentido bolchevique, puede funcionar durante un cierto tiempo como mal necesario pero transitorio».

 

Lo que alimenta el «Estado militarista», al insaciable Moloch devorador de hombres, es el pathos patriotero y chovinista. Y también contra este último tiene Bloch encendidas palabras: «la mortífera coerción del servicio militar obligatorio» no está al servicio de las naciones, como pretende la ideología oficial, sino de la «Bolsa» capitalista y de la «dinastía» de los Hohenzollern. Y junto con el pathos patriotero y chovinista acaba rechazando de hecho la idea misma de nación: a la «retórica de la tierra natal» y al «tradicionalismo de la cultura patriótica» contrapone «la verdadera idea cristiana del hombre» y el universalismo «medieval», que no conocen fronteras nacionales (ni estatales) (Bloch). Es evidente aquí la influencia del anarquismo, al igual que lo es en Benjamin, quien, a partir de la denuncia del servicio militar obligatorio, termina identificando y criticando en bloque violencia, derecho y poder en cuanto tal.

 

En vano buscaríamos estos acentos anarcoides en el movimiento marxista y comunista que se va formando en el Este a raíz de la Revolución de Octubre. Ya en el discurso de Lenin podemos localizar los fundamentos de esta diferencia. Durante la guerra, con la vista vuelta a Europa, el gran revolucionario denuncia repetidas veces la militarización y la movilización total, la «esclavitud militar» impuesta a la población. La movilización, el código militar y el terror no solo se han apoderado del frente; la propia «retaguardia» se transforma, incluso en los «países más avanzados», en una «prisión militar para los obreros». Estado y revolución, compuesto y publicado cuando con más furia arrecia la carnicería bélica, y en vísperas de la revolución llamada a ponerle fin, formula la tesis en virtud de la cual el proletariado victorioso «solamente necesita un Estado en vías de extinción». Ese «mal necesario pero transitorio» del que hablaba también Bloch. Por otro lado, Lenin define el imperialismo como la presunción de pretendidas «naciones modelo» de arrogarse «en exclusiva el privilegio de formar Estados». Es decir: aparte del saqueo económico, lo que caracteriza al imperialismo son la opresión política de las naciones y su jerarquización. Las explotadas y oprimidas son tildadas de incapaces de autogobierno e incapaces de constituirse en Estados independientes; la lucha para sacudirse de encima semejante estigma es una lucha por el reconocimiento. Se trata de acabar con el sometimiento colonial para erigir un Estado nacional independiente.

 

 

De modo que lo que inspira la revolución de los pueblos coloniales no es el lema de «un Estado en vías de extinción», sino el de un Estado en vías de formación.

 

Se entienden así los ecos que llegan de Oriente. Volvamos a Sun Yat-Sen. Ha vivido muchos años en el extranjero y allí ha buscado motivos de inspiración para derrocar a la decadente dinastía manchú y fundar la primera república china. No es sospechoso de xenofobia. Y no obstante, sintetiza en los términos siguientes el pensamiento del movimiento anticolonialista, incluida la facción comunista:

 

«Las naciones que se valen del imperialismo para conquistar a los demás pueblos y que tratan de mantener de tal modo su posición privilegiada como patrones y soberanos del mundo ven con favor el cosmopolitismo y querrían que todo el mundo estuviese de acuerdo con ellas»; de forma que hacen todo cuanto está en su mano por desacreditar el patriotismo como «algo mezquino y antiliberal» (Sun Yat-Sen, 1924).

 

A espaldas del posicionamiento de Sun Yat-Sen, así como de la fundación del pCC, operan dos acontecimientos: el 25 de julio de 1919 Lev Mijáilovich Karaján, vicecomisario del Pueblo para Asuntos Exteriores, declara que la Rusia soviética está dispuesta a renunciar a las «ventajas territoriales y de otro género» obtenidas por el imperio zarista y, de este modo, pone en tela de juicio los «tratados desiguales» en su conjunto, los tratados suscritos por China bajo la amenaza de los destructores y los ejércitos invasores (Carr). Durante el verano de aquel mismo año, el Tratado de Versalles, que ponía fin al primer conflicto mundial, le transfería a Japón los privilegios sobre Shandong que la Alemania imperial le arrancara en su día al gobierno de Pekín.

 

Se produce una gran oleada de protestas en China: el movimiento del 4 de mayo, del que proceden no pocos dirigentes y militantes del Partido Comunista Chino. En adelante nadie duda de que las democracias occidentales, si bien emprendieron la guerra contra los Imperios Centrales enarbolando la bandera de la libertad y la autodeterminación de los pueblos, no dudan a la hora de perpetuar las condiciones semicoloniales de China. La única esperanza procede del país y del movimiento surgidos de la Revolución de Octubre, hacia los cuales vuelven la vista los comunistas, decididos a encabezar la lucha de liberación nacional. Por usar las palabras de Mao Tse-Tung (1949):

 

«Gracias a los rusos, los chinos descubrimos el marxismo. Antes de la Revolución de Octubre los chinos no solo desconocíamos a Lenin y Stalin, sino que ni siquiera sabíamos de Marx y Engels. Los cañonazos de la Revolución de Octubre nos trajeron el marxismo-leninismo».

 

Mientras está incurso en la guerra de resistencia nacional contra el imperialismo japonés, que aspira a «subyugar toda China y convertir a los chinos en sus esclavos coloniales», Mao recuerda en estos términos su primer acercamiento (durante los últimos años de la dinastía manchú) a la causa de la revolución:

 

«En aquella época empecé a tener algunos atisbos de conciencia política, especialmente tras haber leído un opúsculo sobre el desmembramiento de China […] Esta lectura despertó en mí una enorme preocupación por el futuro de mi país, y comencé a comprender que todos nosotros teníamos el deber de salvarlo» (en Snow).

 

Transcurridos más de diez años, en un discurso pronunciado justo después de proclamarse la República Popular, Mao reconstruye la historia de su país. En particular, recuerda la resistencia contra las potencias que protagonizaron las guerras del Opio, la revuelta de los Taiping contra la dinastía manchú, o bien «contra los Ching, siervos del imperialismo», la guerra contra Japón en 1894-1895, «la guerra contra la agresión de las fuerzas coaligadas de las ocho potencias» (como consecuencia de la rebelión de los bóxers) y, finalmente, «la Revolución de 1911 contra los Ching, lacayos del imperialismo». Por cada lucha una derrota. ¿Cómo explicar el vuelco que se produce a partir de cierto momento?:

 

«Durante mucho tiempo, en todo este movimiento de resistencia, durante más de setenta años, desde la guerra del Opio en 1840 hasta la víspera del Movimiento del 4 de mayo de 1919, los chinos no tuvieron armas ideológicas para defenderse del imperialismo. Las viejas armas inamovibles del feudalismo salieron derrotadas, debieron ceder y se las declaró obsoletas. A falta de nada mejor, los chinos se vieron obligados a pertrecharse con armas ideológicas y fórmulas políticas tales como la teoría de la evolución, la teoría del derecho natural y de la república burguesa, todas ellas tomadas en préstamo del arsenal de la época revolucionaria de la burguesía occidental, patria del imperialismo […] pero todas estas armas ideológicas, como las del feudalismo, se revelaron tremendamente débiles y acabaron por ceder, se las declaró inútiles y fueron abandonadas.

 

La Revolución rusa de 1917 marca el despertar de los chinos, que aprendieron algo nuevo: el marxismo-leninismo. Nace en China el Partido Comunista, y su irrupción hace época […].

 

Desde el momento en que adoptaron el marxismo-leninismo, los chinos dejaron de ser intelectualmente pasivos y tomaron la iniciativa. En aquel momento finalizó el período de la historia mundial moderna en que se miraba con desprecio a los chinos y la cultura china» (Mao Tse-Tung, 1949)…

 

(continuará)

 

 

[ Fragmento de: Losurdo, Domenico. “El marxismo occidental. Cómo nació, como murió y cómo puede resucitar” ]

 

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