jueves, 22 de junio de 2023

 

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NUESTRO MARX

Néstor Kohan

 

[ 095 ]

 

 

SEGUNDA PARTE

¿EL RETORNO DE MARX?

 

 

 

 

 

Dominación y relaciones de poder y de fuerza entre las clases

 

(…) Explicitar este proceso de rupturas históricas que condicionan el surgimiento y posterior vigencia de las "leyes naturales eternas" de la economía, tiene una importancia fundamental para ‘La concepción materialista de la historia’ y el lugar central que en ella ocupa la teoría crítica del fetichismo y el poder. Como ya intentamos explicar en otro capítulo de esta investigación, este proceso fetichista no constituye sólo un fenómeno cultural. En tanto teoría crítica que da cuenta de él, no abarca sólo la comprensión de los mecanismos mercantiles constituyentes de la subjetividad sino también la explicación de la historia como proceso y la discusión sobre el carácter que asumen y poseen las leyes que rigen el funcionamiento procesual-estructural y el movimiento histórico de la economía mercantil capitalista.

 

Desde ese ángulo se torna necesario prestar atención al siguiente pasaje de El Capital cuando Marx afirma:

 

"Al exponer la cosificación de las relaciones de producción y su autonomización frente a los agentes de la producción, no entramos a analizar la manera en que las conexiones a través del mercado mundial, sus coyunturas, el movimiento de los precios de mercado, los períodos del crédito, los ciclos de la industria y el comercio, la alternancia de la prosperidad y la crisis, se les presentan como leyes naturales todopoderosas que los dominan al margen de su voluntad y se imponen frente a ellos como una ciega necesidad"

 

Marx plantea que "las leyes de la economía" se le presentan a los productores como leyes naturales todopoderosas "al margen de su voluntad". Esa presencia de las leyes del mercado al margen de la voluntad no significa otra cosa que fetichismo, cosificación, mistificación económica. Semejante conclusión que aparece explicitada al final del tercer tomo de El Capital asume una importancia fundamental para comprender todo el proyecto crítico-científico de ‘La concepción materialista de la historia’. La lucha de clases está en el centro de la teoría crítica y en cada una de sus categorías. Quizás por eso, resumiendo la obra, Marx le dice a su amigo:

 

"Por último hemos llegado a las formas de aparición [fenoménicas] que sirven de punto de partida en la concepción vulgar: la renta proveniente de la tierra, la ganancia (interés), que surge del capital, los salarios, que provienen del trabajo [...] Todo el movimiento tiene lugar en esa forma aparente. Finalmente, puesto que esas tres (salarios, renta del suelo, beneficios [interés]) constituyen las respectivas fuentes de ingreso de las tres clases —terratenientes, capitalistas y trabajadores asalariados— tenemos, en conclusión, la lucha de clases en que se resuelve todo el movimiento y nos da la clave para acabar con esta basura"

 

En las lecturas más deterministas del materialismo histórico —pretendidamente "ortodoxas"— se plantea que las leyes de la economía que describe El Capital serían autónomas y funcionarían al margen de la subjetividad (colectiva) histórica.

 

A contramano de aquella "ortodoxia", la teoría crítica del fetichismo tiene una importancia fundamental porque desde ella Marx sostiene claramente —no en un texto de filosofía, sino precisamente en su obra más "económica", según la taxonomía habitual— que esa pretendida objetividad de las leyes que los agentes sociales insertos en el modo de producción mercantil capitalista viven y experimentan casi como naturales y como si fueran todopoderosas no constituyen nada más que una nueva expresión autonomizada de la cosificación, el fetichismo y la mistificación.

 

Por eso resulta tan importante explicitar esta problemática subyacente en la teoría crítica de Marx. Para elucidar a fondo la teoría del valor, que constituye el andamiaje y la arquitectura central de todo El Capital, hay que analizar porqué se cosifica el trabajo humano. A su vez, para responder esa pregunta se torna imprescindible remitirse a la socialización indirecta del trabajo abstracto (las dos tareas las intentamos realizar en el capítulo precedente). Ambas interrogaciones se basan en tres presupuestos.

 

El primer presupuesto necesario para que se pueda cosificar el trabajo humano y devenga de ese modo valor, consiste en que los productores y propietarios independientes tienen que producir e intercambiar mercancías. Los productos del trabajo se tienen que transformar en mercancías. Ese primer presupuesto lo explica entonces la teoría del fetichismo.

 

El segundo presupuesto sostiene que la emergencia histórica y el "natural" funcionamiento y existencia de las "leyes objetivas de la economía" no es independiente de las relaciones de poder y de fuerzas entre las clases sociales. Sin relaciones de poder no hay relaciones de producción.

 

El tercer presupuesto sostiene que las "leyes naturales" no son naturales. Creer que son naturales (y eternas) implica una mistificación teórica y una cosificación de índole práctica. Por eso Marx en El Capital sostiene que:

 

"En el transcurso de la producción capitalista se desarrolla una clase trabajadora que, por educación, tradición y hábito reconoce las exigencias de ese modo de producción como leyes naturales, evidentes por sí mismas".

 

Por lo tanto el carácter "natural" de estas supuestas "leyes naturales" depende más de "la educación, la tradición y el hábito" —es decir, de la hegemonía de las clases dominantes y del proceso fetichista que emerge del mismo régimen capitalista en cuyo seno se constituye el sentido común de la clase obrera— que de su supuesto carácter ineluctable, necesario y fatal.

 

Se vuelve impostergable explicitar estos tres presupuestos porque están presentes a lo largo de todo El Capital. Cuando un lector desprevenido se lanza directamente al abordaje del primer renglón del primer capítulo del primer tomo de El Capital sin advertir todo lo que la exposición lógica de Marx presupone, se corre el riesgo de imaginar que Marx estaría describiendo a lo largo de toda su obra un mecanismo automático.

 

¿Qué lugar le quedaría entonces a la dimensión política, la dominación y el poder en esa lectura lineal y economicista? ¿Qué lugar ocuparían la lucha de clases y las resistencias anticapitalistas? Se lo admita o no, los cambios terminan concibiéndose de ese modo casi como una evolución, una especie de transformación y sucesión automática de modos de producción que se van sustituyendo unos a otros —como capas geológicas— en la historia de manera automática, sin intervención subjetiva y en escalera, de menor a mayor.

 

Para problematizar ese tipo de lecturas, la teoría del fetichismo aporta elementos muy importantes y valiosos. En capítulos previos analizamos la problemática de la inversión de las categorías de objetividad y subjetividad; de qué modo el fetichismo presupone una concepción dualista y cómo Marx asocia su crítica del dualismo de la economía política con el cuestionamiento que Hegel dirige hacia las antinomias del entendimiento kantiano. También exploramos ese mecanismo por el cual se toma una cosa por otra [el quid pro quo]; el sujeto se cosifica y los objetos se personifican. Además analizamos cómo el carácter social del trabajo se expresa como valor de las mercancías, las relaciones entre los productores independientes y el trabajo global como relaciones entre las mercancías también, la igualdad del trabajo social como igualdad del valor global, la cantidad de trabajo social como cantidad del valor global, el trabajo útil social como el valor de uso social de las mercancías, el trabajo social global como valor global. Todas expresiones "objetivas" cuya supuesta objetividad —en realidad de origen fetichista— Marx somete duramente a crítica.

 

En su conjunto, todas esas temáticas pertenecientes a la teoría crítica del fetichismo apuntan a cuestionar ese carácter supuestamente "objetivo, natural y eterno" de las leyes que rigen la producción mercantil capitalista. No se puede separar el análisis crítico del fetichismo del carácter que estas leyes asumen en el discurso crítico-científico de La concepción materialista de la historia cuando se analiza la sociedad capitalista. Por lo tanto, si teoría crítica del fetichismo y concepción materialista de la historia son inseparables, ambas implican consecuencias políticas.

 

Si la "objetividad" de las leyes que rigen lo social en el capitalismo no es absoluta, natural ni eterna; si esa pretendida "objetividad" que se impone con ciega necesidad no es nada más que cosificación, petrificación y mistificación, pues entonces no tiene sentido plantearse desde el marxismo una objetividad social en sentido fuerte completamente separada y al margen de la subjetividad histórica colectiva. No hay "economía" sin lucha de clases. No hay capital sin relaciones de poder y dominación.

 

De lo cual se infiere que no existe una "economía" pura al margen de las relaciones sociales de poder y de fuerzas dentro de las cuales operan las subjetividades colectivas, las clases sociales y las fuerzas sociales. Estas últimas no existen con independencia de la totalidad social, en una curiosa e inexplicable "estratificación" funcionalista o en una supuesta y armónica división natural de tareas y funciones, sino que se forman y se constituyen a partir de la confrontación y el enfrentamiento al interior de esas mismas relaciones sociales de poder y de fuerza.

 

Resulta interesante observar cómo en el capítulo sexto inédito de El Capital, que de algún modo marca la transición teórica de la exposición lógica del tomo primero al segundo de la obra, Marx vincula estrechamente el carácter enajenante de la escisión (puramente "económica") entre productor y condiciones de existencia en el modo de producción capitalista con la problemática del poder, la hegemonía y la coerción específicamente capitalistas. Allí sostiene que:

 

"Cuando la relación de la hegemonía y la subordinación reemplaza a la esclavitud, la servidumbre, el vasallaje, las formas patriarcales, etc., de la subordinación, tan sólo se opera una mudanza en su forma"

 

Es nada menos que ese cambio de "forma" en la subordinación aquello que caracteriza a la especificidad histórica del modo capitalista de producción. Una subordinación que bajo la apariencia de ser "libre" encierra en realidad coacción, vigilancia y disciplina (debe tenerse en cuenta que cuando Marx utiliza el término de "hegemonía" —que obviamente no es un invento de Gramsci sino que pertenece a toda la tradición marxista— entiende por ella fundamentalmente coerción). Por ello plantea que:

 

"En un comienzo, la subordinación del proceso de trabajo al capital no modifica nada en el modo real de producción y prácticamente se muestra sólo en lo siguiente: el obrero queda bajo el mando, la dirección, y supervisión del capitalista; desde luego que sólo en lo que atañe a su trabajo, perteneciente al capital. El capitalista vigila que el obrero no desperdicie tiempo alguno".

 

Reafirmando esta concepción del capital como una relación centralmente coactiva y coercitiva —que asume en el imaginario de los agentes sociales insertos en relaciones sociales cosificadas y fetichistas la apariencia de ser "libre" y "voluntaria"— Marx también señala que:

 

"En la subsunción formal del trabajo en el capital, la coerción que apunta a la producción de plustrabajo [...] y la obtención de tiempo libre para el desenvolvimiento con independencia del de la producción material, esa coerción, decíamos, recibe únicamente una forma distinta de la que tenía en los modos de producción anteriores"

 

Que el capital no es sólo una relación económica "pura" (por lo tanto "libre" y "voluntaria") sino que al mismo tiempo presupone y lleva implícita una relación de poder —que expresa una relación de fuerzas entre clases sociales— puede corroborarse en la contraposición que Marx realiza de las esferas de la circulación y la producción. En la circulación rigen, supuestamente,

 

«"la libertad, la igualdad, la propiedad y Bentham", es decir que esa esfera constituye "un verdadero Edén de los derechos humanos innatos"»

 

Resulta diáfano que esta referencia a los "derechos humanos" está cargada, como habitualmente acostumbra hacer Marx con las opiniones que intenta refutar, de amarga y filosa ironía. En cambio en el ámbito de la producción rigen "la vigilancia y disciplina del capitalista". Por ello mismo:

 

"Dentro del proceso de producción, el capital se convierte en mando sobre el trabajo, esto es, sobre la fuerza de trabajo que se pone en movimiento a sí misma, o el obrero mismo [...] El capital se convierte, asimismo, en una relación coactiva que impone a la clase obrera la ejecución de más trabajo del que prescribe el estrecho ámbito de sus propias necesidades vitales"

 

Esta concepción marxiana según la cual la categoría teórica de "capital" expresa no sólo un intercambio desigual de equivalentes, no sólo una relación (contradictoria) entre dos clases, no sólo una relación de explotación (entre poseedores de dinero y de fuerza de trabajo), sino también una relación de coerción, vigilancia, control, mando, disciplina, ejercicio de fuerza material, violencia, autoritarismo, despotismo, hegemonía y subordinación, resulta fundamental para comprender a fondo la empresa teórica de Marx y su concepción materialista de la historia. Sólo dando cuenta de esa doble teorización —explotación económica y dominación política— puede comprenderse que El Capital contenga en la elaboración de cada una de sus categorías una concepción teórica acerca de la política, la dominación y el poder.

 

Un dato para nada menor si se toma en cuenta, como señalamos, que durante mucho tiempo, por lo menos desde el período 1975-1977, a partir de las impugnaciones liberales de Norberto Bobbio (y de algunos otros que le siguieron el paso acompañados de nombres académicos prestigiosos como Althusser, Foucault, Cacciari y Colletti) se sostuvo livianamente que en Marx no existe una teoría política del poder, la dominación ni el Estado. Alegre afirmación que hoy continúa repitiéndose de manera mecánica en la Academia sin mayores explicaciones (véase al respecto la primera parte de esta investigación).

 

Para haber podido sostener semejantes hipótesis hubo que violentar El Capital e incorporarlo por la fuerza al lecho de Procusto del economicismo más mezquino, ramplón y mundano. Una operación que tuvo y tiene como consecuencia necesaria, por ejemplo, el "olvido" de la equiparación que Marx realiza entre la sociedad capitalista y el ejército y su reflexión sobre la relación social de capital comprendida como una relación atravesada por múltiples relaciones jerárquicas de poder.

 

En el ejercicio del disciplinamiento de la fuerza de trabajo el capital introduce, según Marx, una rígida jerarquía militar en las relaciones sociales. Esta estructura jerárquica, militar y autoritaria, no es para Marx un accidente o una forma meramente aleatoria o contingente en su nexo con las relaciones sociales capitalistas, sino que forma parte inherente y consustancial de las mismas. Esta es la razón principal por la cual todo El Capital presupone una permanente analogía simétrica entre la sociedad capitalista y la cadena de mandos de una institución militar.

 

Por ejemplo, en una carta de Marx a Engels escrita cuando estaba comenzando a elaborar los Grundrisse, Marx señala que:

 

"toda la historia de las formas de la sociedad burguesa se resume notablemente en la militar"

 

 

Asimismo, en El Capital, Marx plantea que:

 

"El código fabril, en el cual el capital formula, como un legislador privado y conforme a su capricho, la autocracia que ejerce sobre sus obreros —sin que en dicho código figure esa división de poderes de la que tanto gusta la burguesía, ni el sistema representativo, aún más apetecido por ella— no es más que la caricatura capitalista de la regulación social del proceso laboral".

 

Siempre desde el mismo ángulo de abordaje, afirma:

 

"la manufactura propiamente dicha no sólo somete a los obreros, antes autónomos, al mando y a la disciplina del capital, sino que además crea una gradación jerárquica entre los mismos obreros"

 

 

En el caso de la supervisión y dirección empresarial el capital cede su lugar a los managers (quienes constituyen, según Marx, el "alma del sistema industrial") para que realicen estas tareas sucias. En idéntico registro Marx sostiene que:

 

"La división manufacturera del trabajo supone la autoridad incondicional del capitalista sobre hombres reducidos a meros miembros de un mecanismo colectivo, propiedad de aquél", así como también: "La subordinación técnica del obrero a la marcha uniforme del medio de trabajo y la composición peculiar del cuerpo de trabajo, integrado por individuos de uno u otro sexo y pertenecientes a diversos niveles de edad, crean una disciplina cuartelaria que se desenvuelve hasta constituir un régimen fabril pleno"

 

Marx continúa a lo largo de toda su obra con sus metáforas analógicas sobre la sociedad capitalista concebida como una gran ejército. Por ejemplo, cuando sostiene que:

 

"Todo capital individual es una concentración mayor o menor de medios de producción, con el comando correspondiente sobre un ejército mayor o menor de obreros".

 

Siguiendo con este hilo discursivo, agrega:

 

"[la superpoblación obrera] Constituye un ejército industrial de reserva a disposición del capital, que le pertenece a éste tan absolutamente como si lo hubiera criado a sus expensas"

 

Continuando con la enumeración encontramos que:

 

"Esos movimientos no se determinan, pues, por el movimiento del número absoluto de la población obrera, sino por la proporción variable en que la clase obrera se divide en ejército activo y ejército de reserva"

 

Más adelante:

 

"Nos detendremos ahora en una capa de la población de origen rural, cuya ocupación es en gran parte industrial. Este estrato constituye la infantería ligera del capital [...] Se forman así aldeas improvisadas, carentes de toda instalación sanitaria, al margen del control de las autoridades locales y muy lucrativas para el caballero contratista, que explota doblemente a los obreros: como soldados industriales y como inquilinos" Además: "Los husos y telares, dispersos antes por toda la región, están ahora congregados en unos pocos cuarteles de trabajo al igual que los obreros, que la materia prima" Sin olvidarnos tampoco que: "Como la marina real, las fábricas reclutan su personal por medio de las levas".

 

Los pasajes y fragmentos donde traza ese paralelo son interminables.

 

 

Si esquematizamos este conjunto de metáforas (que presuponen un paralelo permanente entre la sociedad capitalista y una fuerza militar), nos encontramos con el siguiente cuadro, por demás ilustrativo de la concepción marxiana acerca de la categoría de "capital" como una relación política de dominación, poder y fuerzas:

 

SOCIEDAD BURGUESA = EJÉRCITO

Fábrica = Cuartel

El capital = Alto mando militar

Capataces = Suboficiales

Obreros = Soldados industriales

Obreros activos empleados = Ejército Activo

Obreros desempleados = Ejército Industrial de reserva

Población rural con tareas industriales = Infantería Ligera

Reclutamiento fabril = Reclutamiento Militar

Libreta de castigos = Código de Justicia Militar

 

*

 

¿Cuál es la principal condición de este paralelismo —innegable y específicamente político— que Marx construye a lo largo de El Capital entre la sociedad burguesa y el ejército? La gran premisa reside en que para que el capital pueda estructurar el conjunto de las relaciones sociales como un inmenso ejército y pueda someter a su mando, coerción, subordinación, despotismo, vigilancia, disciplina, fuerza material y dominación al obrero colectivo (porque de lo que se trata aquí es de clases sociales en conflicto, no de individuos aislados) las condiciones de existencia —el presupuesto— y el producto —el resultado— del trabajo se deben haber autonomizado e independizado de sus productores, volviéndose hostiles frente a ellos y ellas.

 

Por ello Marx señala que:

 

"lo que en el primer proceso, antes que el dinero o la mercancía se hayan transformado realmente en capital, les imprime desde un comienzo el carácter de capital no es ni su condición de dinero ni su condición de mercancía, ni el valor de uso material de estas mercancías, consistente en servir como medios de subsistencia y de producción, sino el hecho de que este dinero y esta mercancía, estos medios de producción y medios de subsistencia, se enfrentan a la capacidad de trabajo —despojada de toda riqueza objetiva— como poderes autónomos personificados en sus poseedores; el hecho de que, por tanto, las condiciones materiales necesarias para la realización del trabajo están enajenadas al obrero mismo, o más precisamente, se presentan como fetiches dotados de una voluntad y un alma propias".

 

El capital, entonces, no constituye más que un fetiche separado, autonomizado, independizado y vuelto hostil contra su propio creador, al que somete a la disciplina, la vigilancia, el control, la subsunción (formal y real), la subordinación, la hegemonía y la dominación. En pocas palabras, lo somete a relaciones —económicas y al mismo tiempo políticas— de explotación, de poder y de fuerzas.

 

Nada distinto plantea Marx cuando sostiene que:

 

"el valor adelantado se convierte en capital únicamente merced a la producción de plusvalía, la génesis del capital mismo, así como del proceso capitalista de producción, se funda ante todo en dos elementos: Primero, la compraventa de la capacidad laboral [...] Esta compraventa de la capacidad laboral implica la separación entre las condiciones objetivas del trabajo —o sea los medios de subsistencia y producción— y la misma capacidad viva de trabajo [...] La separación se profundiza a tal punto que esas condiciones del trabajo se enfrentan al obrero como personas autónomas".

 

 

Porque existe esa separación violenta (reproducida cotidianamente) entre productores y condiciones de vida, estas últimas se autonomizan y se vuelven sujetos, mientras las personas se cosifican. La teoría del fetichismo, base de la teoría del valor, está entonces indisolublemente ligada a una concepción del poder.

 

Como planteaba correctamente el joven Lenin, "el capital es una determinada relación entre los hombres". Si el conjunto de todas esas relaciones de producción constituyen la "formación económico-social históricamente determinada, objeto de estudio de « El Capital»", y si a su vez ese conjunto históricamente diferenciado de relaciones entre los seres humanos está atravesado por relaciones de poder, debe concluirse que el objeto de estudio de El Capital no está centrado únicamente en las relaciones de producción del capitalismo sino también en sus formas del poder y de dominación que les son consustanciales.

 

Si en El Capital no hubiera relaciones de poder ni política ¿qué es entonces la relación de "capital" como categoría? Una pista que puede contribuir a terminar de despejar esa interrogación es la siguiente formulación de Marx:

 

"El dinero y la mercancía no son capital desde un primer momento, como tampoco lo son los medios de producción y de subsistencia. Requieren ser transformados en capital. Pero esta transformación misma sólo se puede operar bajo determinadas circunstancias coincidentes: es necesario que se enfrenten y entren en contacto dos clases muy diferentes de poseedores de mercancías; a un lado los propietarios de dinero, de medios de producción y de subsistencia [...] al otro lado, trabajadores libres, vendedores de la fuerza de trabajo propia y por tanto vendedores de trabajo"…

 

(continuará)

 

 

 

[ Fragmento de: Néstor KOHAN. “Nuestro Marx” ]

 

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