lunes, 20 de marzo de 2023

 

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Joan E. Garcés  /   “Soberanos e intervenidos”

 

 (…)

 

Segunda parte

ESTRATEGIAS MUNDIALES E INTERVENCIÓN

 

 

 

9.

Gran Bretaña y la división de Europa

 

Es del primer ministro Palmerston la definición como «política estrecha suponer que éste o aquel país debemos señalarlo como nuestro eterno aliado o perpetuo enemigo. Nuestros intereses son eternos y perpetuos, y esos intereses es nuestro deber perseguir». Las constantes británicas hacia el continente europeo reemergen una y otra vez a lo largo de siglos. En el memorándum del Foreign Office de 1907 se dice:

 

El único contrapeso al abuso del predominio político derivado de semejante posición [hegemónica en Europa] ha consistido siempre en oponerle un rival igualmente formidable, o una combinación de varios países reunidos en una alianza defensiva. El equilibrio logrado por tal agrupación de fuerzas es conocido técnicamente como equilibrio de poder, y se ha convertido en una obviedad histórica identificar la política secular de Inglaterra con el mantenimiento de tal equilibrio al poner su peso de un lado o del otro, aunque siempre del opuesto a la dictadura política del Estado individual o de la coalición más fuerte en un momento dado.

 

La concreción de ambos postulados en el siglo XX se ha traducido en un objetivo: dividir Alemania de Rusia, dividir Europa.

La mejor conceptualización de las constantes estratégicas británicas es, en mi opinión, un breve ensayo publicado en 1904 por el geógrafo, después parlamentario y director de la London School of Economics, Halford J. Mackinder, «The Geographical Pivot of History». Mackinder sostiene dos postulados:

 

La independencia de las potencias navales anglosajonas requiere mantener divididas, política y militarmente, las regiones costeras de Europa y Asia, por un lado, y la región continental gozne del Planeta (Heartland) –que hace coincidir con la que abarcaba la autoridad de los zares, aproximadamente.

 

La hegemonía comercial y financiera anglosajona depende no sólo de su libre acceso a los mercados de Eurasia –el free market–, sino de impedir que –ya por alianza o ya por guerra– las Potencias de Europa occidental sumen sus recursos a los de la Potencia gozne de Eurasia –Rusia. Bien fuera Francia (Tratado de Tilsitt, 1807), o Alemania (tratados germano-rusos de seguridad mutua de Bismarck –1872, 1881, 1887; 1914 –guerra germanorrusa; agosto de 1939 –pacto germano-ruso; junio de 1941 –Alemania invade la URSS). La suma de los recursos del Oeste de Europa y los de Rusia habría creado, según Mackinder, una continuidad geográfico-económica ­autosuficiente, inaccesible para la Royal Navy y susceptible de generar con el tiempo, si no se la distraía militarmente desde las penínsulas euroasiáticas, una flota y una capacidad económica capaces de proyectarse sobre la reserva de EEUU que desde 1898, tras la absorción de Cuba y Puerto Rico, era Iberoamérica entera.

 

En 1904 Mackinder intuía que:

 

La superposición del equilibrio de poder en favor del estado gozne [pivot state], resultando en su expansión sobre las tierras marginales de Euro-Asia, le permitiría el uso de vastos recursos continentales para la construcción de flotas navales, y entonces el imperio mundial lo otearíamos en el horizonte. Esto podría darse si Alemania llegara a aliarse con Rusia […]. Francia, Italia, Egipto, India y Corea se convertirían en tantas otras cabezas de puente desde donde las flotas exteriores apoyarían a ejércitos que obligaran a los aliados de los estados-gozne a desplegar fuerzas terrestres y, así, impedirles que concentraran toda su fuerza en flotas navales. Eso mismo es lo que logró Wellington, aunque en una escala menor, desde su base marítima en Torres Vedras durante la guerra peninsular [1808-1812]. ¿No puede acaso ser por último esa la función estratégica de la India en el sistema Imperial Británico? ¿No es ésa la idea subyacente en la concepción de mr. Amery de que el frente militar británico se extiende desde El Cabo a través de la India hasta el Japón?

 

Tras la guerra intraeuropea de 1914-1918, Mackinder formulaba su apotegma: «Quien impera en el Este de Europa manda sobre el gozne del Continente: Quien impera en el gozne del Continente manda sobre el Mundo Insular: Quien impera en el Mundo Insular manda sobre el Mundo».

 


Sobrevenida la revolución bolchevique en Rusia, Halford J. Mackinder fue consejero durante 1919 del general ruso “blanco” Anton Denikin. En un estudio publicado aquel año teorizaba que

 

[…] la línea a través de Alemania que la historia muestra como la frontera entre el Este y el Oeste es precisamente la línea que a partir de otros fundamentos hemos tomado como delimitando en sentido estratégico la Tierra Interior (Heartland) y la Tierra Costera (Coastland). En la Europa del oeste hay dos componentes principales, el románico y el teutónico,

 

pero mientras que «puede excluirse en los tiempos actuales la conquista mutua de Francia e Inglaterra», no hay ningún obstáculo físico al expansionismo germano sobre los pueblos románicos o eslavos que en tiempos de Carlomagno tenían los ríos Elba y Saale como límite –enfatizaba Mackinder…

 

(continuará)

 

 

[ Fragmento de: Joan E. Garcés. “Soberanos e intervenidos” ]

 

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